miércoles, 6 de febrero de 2008

LA COLUMNA DE ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ

LA CRISIS DE LA FRONTERA

Los habitantes de la frontera y, especialmente, los de Maicao están acostumbrados a vivir en medio de la crisis. Y nunca les falta una porque permanentemente la tienen bien sea por medidas o sucesos de Colombia o de Venezuela. O de cualquier de parte del mundo en estos tiempos de globalización. Y conste que esta no es, precisamente la situación más grave que hemos atravesado.

La historia nos cuenta que una tarde de febrero de 1.983 el bolívar cerró con una cotización de casi diecisiete pesos. A la mañana siguiente amaneció a solo seis pesos. Esa abrupta devaluación marcó el principio del fin para la bonanza comercial de Maicao.

Ante la nueva situación los compradores venezolanos prácticamente desaparecieron porque con la pérdida de poder adquisitivo de su moneda los precios dejaron de serles atractivos. El bolívar siguió en baja y el flujo comercial poco a poco se invirtió: el nuevo negocio era comprar en Venezuela, a bajos precios, y vender en los mercados de la Costa Atlántica colombiana. Los precios eran módicos no solo por la cotización del bolívar sino por el subsidio otorgado por el gobierno de Hugo Chávez a sus ciudadanos como parte de sus políticas socialistas.

Y un día pasó lo que tenía que pasar: ante el desabastecimiento en los mercados locales el gobierno venezolano decidió evitar la salida de artículos de primera necesidad hacia el exterior y así mismo le declaró la guerra a los acaparadores. Las consecuencias no se sintieron en la primera semana pero ahora sí se dejan ver en todo su rigor de este lado de la línea fronteriza: escasez de productos de la canasta familiar (“cesta básica” le llaman en Venezuela) y desempleo de los comerciantes ( la mayoría de ellos wayùu) dedicados a la actividad. Además, nuevos precios (más altos, por supuesto) de la gasolina y todos los efectos desencadenantes derivados de un hecho como éste.

¿Quién tiene la culpa de lo que sucede? No parece haber un culpable directo. En primer lugar no lo es Venezuela porque su decisión es soberana y razonable ( evitar que productos subsidiados beneficien a consumidores extranjeros en lugar de darle bienestar a sus propios ciudadanos) y tampoco la tiene el Gobierno nacional. Sin embargo está claro que no se trata de buscar culpables sino soluciones y éstas deben aplicarse de manera urgente.

El gobierno departamental y líderes de la región le propusieron al presidente Uribe permitir el ingreso de alimentos por Bahía Portete (con una vigilancia especial del ICA), traer a la Guajira productos de primera necesidad a precios subsidiados y darles un subsidio de desempleo a los comerciantes que damnificados por los problemas anteriormente descritos.

Sin embargo, es necesario decir que cualquier situación que se tome debe ser de manera inmediata porque cada día que pasa hará que la situación se vuelva más desesperante. El gobierno venezolano ha dado muestras de que las restricciones impuestas son irreversibles: la misma Guardia Nacional participa en los operativos para impedir la introducción de víveres al territorio colombiano y a los viajeros se les impide traer a Colombia aunque sea un modesto kilo de arroz.

Esta semana el mercado costará más en la Guajira y buena parte de la Costa Caribe. Y no habrá gasolina a los bajos precios de siempre. Seguramente se presentarán alzas en las tarifas de transporte intermunicipal (viajar de Manaure a Riohacha costaba doce mil pesos y ahora el pasaje está en catorce mil). Por todo lo anterior es necesario actuar y hacerlo pronto.

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