lunes, 28 de agosto de 2023

Llegó el día de ir a Playa Cristal

 


En día llegó y fue el 26 de agosto, por sugerencia de Nilse Blanquiceth, una líder de la zona quien nos hizo la invitación para celebrar mis treinta y cuatro años de matrimonio con Carlene, su amiga desde los tiempos en que aún no había ocurrido el diluvio universal.  En atención a las sugerencias recibidas nos hospedamos la noche anterior en un hotel del barrio Once de Noviembre de Santa Marta, el cual tiene un nombre bien simpático: Hotel, ubicado en plena Troncal del Caribe, diagonal a la Tienda Ara del Barrio.  

-“Mañana los recojo a las 5 de la mañana”, nos dijo nuestra querida anfitriona y acto seguido nos dejó en manos de los recepcionistas. El hotel es muy bonito, tiene lo esencial y la atención que nos brindaron fue espléndida.

Dormimos con el temor de no despertar temprano, después del cansancio de un día de bastante ajetreo, pero a las cuatro de la mañana la preocupación se disipó por completo cuando comenzó a roncar la primera tractomula en el parqueadero del hotel. Y cuando el sueño nos vencía otra vez, el rugido de otro de estos pesados camiones nos puso de nuevo en alerta.

A la hora fijada nos recogió Nilse en un Montero Mitsubishi marrón modelo 91, conducido por el joven Carlos Riátiga, un biólogo enamorado de la naturaleza y del turismo, quien conoce muy los parajes de la Sierra Nevada, los accidentes geográficos de la zona y vive enamorado de la naturaleza, pero, sobre todo, del mar.

Antes de iniciar el recorrido hubo una parada en zona de alimentación. Los hambrientos viajeros eligieron unas empanadas reforzadas que más parecía un “calentao” paisa, muy grande y aprovisionada con múltiples ingredientes. El día comenzaba muy bien y pintaba como una gran jornada.

El montero inició la marcha y tras un breve recorrido por la Troncal del Caribe giró a la izquierda, por la entrada del Parque Tayrona. El camino es un carreteable en buen estado al cual se le nota que tuvo mejores épocas con tramos que conservan lo que fue el asfalto que lo cubrió.   Carlos nos anticipó que el recorrido duraría unos cincuenta minutos hasta el punto en que tomaríamos una lancha para hacer la travesía marítima que nos llevaría al destino final.

Cruzamos por un bosque seco tropical poblado de trupíos y cardones y muy pronto tuvimos a nuestra izquierda la majestuosidad del Mar Caribe que se asomaba por entre la vegetación y luego volvía a esconderse.  En unos minutos llegamos al mirador conocido como Siete Olas en donde pudimos apreciar el espectáculo indescriptible de un mar cristalino en su romance con la serranía dentro de la Ensenada de Neguanje.


Después de las fotos de rigor y de las explicaciones de nuestro guía proseguimos la marcha hasta otro punto desde donde tomamos nuestra lancha con destino a Playa Cristal, uno de los lugares más hermosos de Colombia. El trayecto nos ofreció un paisaje bellísimo, mezcla de mar cristalino y de montañas tupidas de verde y recortadas contra un cielo inmensamente azul.


Desembarcamos en Playa Cristal en donde Nilse es toda una celebridad, la gente le reconoce su liderazgo, su trabajo para mantenerlos unidos y alrededor de algo que es una obsesión para todos ellos: la protección del Parque Tayrona, sus playas, su mar cristalino, sus corales. En fin, no sólo son proveedores de servicios turísticos sino protectores y guardianes de la naturaleza.


Libardo Quintero Redondo, un dibullero que desde hace varios años trabaja en el turismo, nos explica que Playa Cristal, antes conocida como playa del Muerto, se divide en tres segmentos: Uno destinado exclusivamente para la llegada de las lanchas, otro para las carpas en donde descansan los turistas y el tercero al que está prohibido llegar porque es el santuario de los corales y hay que protegerlos al máximo.


Nos parqueamos en nuestra carpa a escuchar las historias de Nilse sobre la forma en que la comunidad de prestadores de servicios se viene organizando desde hace varios años. Son personas humildes y muy trabajadoras cuya jornada se inicia con el día y termina bien entrada la tarde cuando todos, trabajadores y turistas regresan a Santa Marta.  Son varias familias las que operan el negocio y todas comparten el trabajo de mantener las playas limpias y de atender bien a los visitantes. Se propusieron erradicar el sistema de ventas ambulantes para que los viajeros no se sientan agobiados y establecieron precios claros para que nadie abuse de los clientes.


Aprendieron a respetar las costumbres de los pueblos indígenas de la Sierra Nevada, los Kogis, Arhuacos, Arzarios y Wiwas. Por eso saben que hay tres temporadas en el año en las que no pueden venir a este lugar, pues son tiempos en los que los hermanos mayores están haciendo sus pagamentos y rituales de purificación y recuperación de la madre tierra



Mientras nos invitaba a degustar una deliciosa ensalada de frutas preparada por la señora Gladys nos explica que Parques Nacionales los capacita en todas las áreas de sus labores, pero en especial en aquellas relacionadas con la relación ser humano-naturaleza-cultura. Los enseñado a ser grandes emprendedores y ellos han iniciado actividades en sus unidades productivas, como Dercy, una joven morena que ha aprendido el milenario arte de las abuelas para producir deliciosos dulces de frutas que ofrece con singular amabilidad a grandes y chicos. 


Unos minutos después nos ofrecen una piña colada que literalmente es una piña, bien hermosa y decorada que contiene la deliciosa bebida de preparación artesanal envasada de forma muy creativa dentro de la fruta, la cual ha sido previamente ahuecada por las manos laboriosas de consagrados artistas del arte culinario.

Entre conversación y conversación entrábamos al mar y volvíamos a salir, era una delicia estar allí en esa enorme piscina de agua salada sin olas y de aguas totalmente limpias.

Llegó la hora del delicioso almuerzo consistente sopa de pescado, cojinúa frita, patacones, arroz de coco y ensalada, acompañadas por limonada natural. Como adicional llegaron los aguacates provistos por Yender, un calidoso vendedor experto en combinar su don de la palabra con un respetuoso buen humor.


-Señora, mire, estos aguacates están tan buenos que me da dolor venderlos”, dice mientras divide en dos un provocativo aguacate sobre el cual dispersa la sal y las gotas de un enorme limón.

-“Este limón llora más que mi abuela cuando va a un velorio”, dice para robarle una sonrisa a sus clientes.

Según mis planes después del almuerzo reposaría y entraría de nuevo a la playa para continuar con ese ritual que es como una plegaria a la vida, pero mis anfitriones tenían otros planes: una invitación a caretear, actividad que consiste en adentrarse un poco en el mar, provistos de caretas para observar el lecho marino y, en especial los corales. Al principio me negué porque nunca había estado más de cinco metros “mar adentro, ni me había alejado de la playa más allá de donde mis pies tocaran tierra y el agua me diera en las rodillas.   Al fin acepté y creo que ha sido una de mis mejores decisiones pues pude contemplar el sublime espectáculo de los corales, esos raros seres vivos pertenecientes al reino animal al que tanto de debemos.  Conocimos los cerebros gigantes, los cuernos de alce y una gran variedad de corales, protectores de la riqueza marina y grandes responsables del equilibrio marino.

Terminada la exploración nos indicaron que era hora del retorno. Todos los lugareños recogieron sus utensilios y herramientas y tomaron lugar en las lanchas para ir hasta la playa de Neguanje en donde nos esperaban los vehículos que nos regresarían a Santa Marta. En el regreso tardamos cuarenta y un minutos, 9 minutos menos que en la ida, porque no paramos de nuevo en el mirador de las Siete Olas.

Hasta aquí este relato sobre el día en que por fin fuimos a Playa Cristal, el viaje terminó, pero los recuerdos perduran.

 

 

 

domingo, 27 de agosto de 2023

Nos dejó Lucho

 


Así como lo leemos, por estos días nos dejó Lucho, uno de los barberos más conocido de Maicao durante varias décadas.  Junto a José Pérez formó un dúo de gran respeto en el gremio de la peluquería, similar al que conformaron Rafael Orozco e Israel Romero en la música vallenata.

Su local se ubicó en varios lugares de la carrera 12 y la calle 15, se mudaron varias veces, pero nunca se alejaron mucho del sitio conocido como “Rumba Licores”.  La Peluquería de Los Pérez tenía un estilo en su disposición y decoración que le daban un toque distintivo a sus decenas de clientes: afiches gigantes y bien logrados de artistas y deportistas, cómodos sillones para quienes hacían turno, aire acondicionado y televisión conectada a TV Cable.

Todo eso era muy importante porque los clientes debían hacer largas esperas antes de sentarse en la silla en donde las prodigiosas manos de Joselito o Lucho les harían el corte deseado.

Los dos socios manejaban una ética inquebrantable: los clientes de José sólo podían ser atendidos por él e igual los de Lucho. Cuando uno de los dos viajaba el cliente esperaba a que regresara pero por ningún motivo acudía a otra persona.

Yo era cliente de Joselito y me costó bastante convencer a Lucho de que tenía una emergencia el día en que me iba a graduar en la Universidad. Al fin se compadeció y me atendió bajo la rigurosa promesa de que no dijera nada. Sobra decir que cumplí hasta hoy mi pacto de confidencialidad.

La peluquería era además un centro de información. De las noticias nacionales nos enterábamos a través de la tele o de El Heraldo, cuyo ejemplar del día llegaba todos los días a las 8 de la mañana. Además, teníamos a disposición las revistas más importantes: Cromos, Cambio y Semana. 

Las noticias locales corrían por cuenta de todos los clientes, bien sabemos que las noticias llegan primero a la peluquería del pueblo que a cualquier otra parte.

Hace un tiempo los clientes recibimos la mala noticia de que la peluquería finalizaba sus servicios después de tanto tiempo. Joselito se trasladó a otra ciudad.

Lucho, por su parte, estaba muy enfermo, tanto que se vio inhabilitado para seguir en el ejercicio de su profesión.  Día tras día su salud menguaba y la lucha por la vida se hacía más difícil.

El pasado 24 de agosto la familia dio a conocer la noticia: Lucho había emprendido el camino hacia la eternidad.

Todos creíamos que el apellido de Lucho era Pérez, como el nombre de la legendaria barbería, pero el aviso fúnebre nos hizo enterar de que no era así. En realidad, su nombre era Luis Emilio Lagos Martínez, el esposo de Mileidys Sarmiento y padre de dos hijos:  Jualed, Yaxi Milena, Eduardo y Arjadis.

Nuestras sentidas condolencias a su familia. Nos queda el recuerdo del gran Lucho, uno de los mejores peluqueros, y de la Barbería de los Hermanos Pérez, sus periódicos del día, su buen aroma y sus noticias frescas.

miércoles, 16 de agosto de 2023

Javier Camargo Rosado

 


Javier Camargo Rosado fue una de las personas que hizo parte de la comunidad educativa del colegio San José durante la década de los 80, especialmente en la jornada nocturna. Era dueño de un gran don de gentes y de especial sabiduría para darle buenos consejos a todo el que se le acercara, especialmente a los jóvenes que cursaban sus estudios de bachillerato y los profesores que lo tenían como un faro que irradiaba la luz de la inteligencia.

Nació en Valencia de Jesús, departamento del Cesar, pero desde muy joven vivió en el departamento de La Guajira.
Se casó con Vicenta Deluque, guajira de pura cepa y a su lado fundó una familia cimentada en los más altos e inamovibles valores cristianos como la honestidad, la honradez y la solidaridad.
En su casa de la calle 9 con carrera 11, sector conocido antiguamente como Barrio Rodolfo Morales, nacieron y crecieron sus hijos Yolanda, María, Jacob, Enoc, Élita y Nehemías.
Presentamos hoy a Javier Camargo Rosado como un baluarte del Maicao del ayer que ejerce su influencia en el Maicao de hoy a través del recuerdo y de la presencia y buen comportamiento de sus hijos y nietos.

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