sábado, 9 de agosto de 2008

UN FRACASO ANUNCIADO

Amylkar D. Acosta M[1]

¡Es un hecho que las leyes de Murphy
pueden fallar, pero nunca fallan!

No pudo ser más categórico Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial de Comercio (OMC), cuando le anunció al mundo: “no me andaré por las ramas.
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Esta reunión ha fracasado”[2]. Se refería él al último intento que se hizo de salvar la Ronda de Doha en la cita que se dieron en Ginebra 35 delegaciones de países industrializados y en desarrollo, después de 7 años de empantanamiento de las negociaciones que comenzaron en noviembre de 2001 y en principio han debido concluir en 2004.
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La Cumbre de Doha (Qatar) estuvo precedida a su vez estuvo precedida por la frustrada Cumbre de Seattle en 1999. De alguna manera, la ronda de negociaciones que se abrió con la Agenda de Desarrollo de Doha, que fue como se le denominó, constituía una apuesta por la reivindicación de los países pobres, los cuales se habían sentido maltratados en la ronda previa de negociaciones de Uruguay que concluyo de la peor forma en 1994.
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La coyuntura de Doha no pudo haber sido más propicia, como para que los países desarrollados se allanaran a buscar consensos con los países en desarrollo, dado el desafío que significó para el mundo el ataque terrorista de 11 – S.
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Se trataba, como quedó consignada en la Declaración, de concretar “mejoras sustanciales del acceso a los mercados; reducciones de todas las formas de subvenciones a la exportación, con miras a su remoción progresiva y reducciones sustanciales de la ayuda interna causante de distorsión del comercio.
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Convenimos en que el trato especial y diferenciado para los países en desarrollo será parte integrante de todos los elementos de las negociaciones…”. Pero, a medida que a las grandes potencias, encabezadas por los EEUU y la Unión Europea (UE), les pasó el susto fueron endureciendo sus posiciones y asumiendo posiciones intransigentes, las cuales terminaron dando al traste con la Ronda. Ni los EEUU ni la UE quisieron dar su brazo a torcer, querían obtener concesiones de parte de los países en desarrollo pero sin ceder ellos en sus prácticas restrictivas del acceso a sus mercados y sin renunciar a los subsidios y ayudas. Y ello fue lo que dio al traste con la Cumbre de Cancún en 2003[3].
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Cuando se creía que, finalmente, se iba a arribar a un entendimiento, toda vez que ya se habían acordado 18 de los 20 puntos en discusión; pero, justamente el punto 18 que concierne al Mecanismo de Salvaguarda Especial (MSE) se convirtió en la manzana de la discordia.
El mismo es defendido por los países en desarrollo, liderados esta vez por dos de los países emergentes, India y China y busca precisamente establecer una especie de escudo de protección de su producción agrícola doméstica en situaciones extremas, en las que las importaciones registren aumentos sensibles que puedan ponerla en riesgo.
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No se pudieron superar las discrepancias en torno a este punto, la reunión se levantó sin esperanza alguna de reanudarla, máxime cuando en este momento cunde el proteccionismo por doquier en respuesta a la crisis alimentaria.
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El desconcierto es total y ahora sólo cabe esperar el desenlace de la contienda electoral por la Presidencia en los Estados Unidos, en la que Obana se perfila como el candidato favorito y el cual se muestra muy poco proclive a abrir sus mercados, sobre todo de cara a la gran crisis por la que atraviesa la economía norteamericana. Se descarta la posibilidad de que se reanuden antes de las elecciones tanto en los Estados Unidos como en la India este fin de año.
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Este es un juego de ganadores y perdedores; obviamente los más damnificados con la falta de acuerdo a nivel multilateral son los países en desarrollo, por ser los más vulnerables y por que la falta de reglas favorece a los más fuertes. Colombia, particularmente, lleva todas las de perder, pues en la negociación del TLC con los EEUU cayó en el garlito que tendió este último, al aceptar de culiprontos su imposición del desmonte de sus aranceles a las importaciones agrícolas, las salvaguardas, así como la franja de precios que habían acordado en la Comunidad Andina de Naciones (CAN), con la vaga promesa de que el desmonte de los subsidios se negociarían en el seno de la OMC. Y ya sabemos cómo terminaron estas negociaciones, así que Colombia, tan dada a comulgar con ruedas de molina, quedó atrapada en el peor de los mundos.
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Y de remate, la UE, que venía negociando en paralelo un acuerdo con los países latinoamericanos exportadores de banano para bajar los aranceles a la importación de la fruta, ahora se vale de la ocasión del fiasco de Doha para que lo ya convenido quede convertido en agua de borrajas. Sólo 48 horas duró la dicha por haber logrado el acuerdo que comprometía a la UE a rebajar los aranceles aplicables a dichas exportaciones. La que parecía ser la luz al final del túnel, terminó siendo la del tren que viene de frente.

Bogotá, agosto, 1 de 2008
www.amylkaracosta.net
[1] Ex presidente del Congreso de la República
[2] Portafolio. Julio, 30 de 2008
[3] Amylkar D. Acosta M. De Doha a Cancún. Noviembre, 15 de 2003

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