viernes, 26 de marzo de 2010

La más grande influencia en mi vida

Por Raúl Brugés Fuentes
Director de la Casa de la Cultura de Maicao

A quienes practicamos la fé del amor y de la esperanza, es decir, los seguidores del más grande líder de todos los tiempos, JESÚS DE NAZARETH, nos sobran el tiempo y las ganas de reconocer en EL y en el amor de DIOS, la más grande influencia de nuestras vidas. Con todo, existen a lo largo de la existencia de todo ser humano, tanto personas como hechos y circunstancias, que de una u otra forma, le han marcado para siempre.

En mi caso particular, nunca he podido enmarcar en un solo personaje –excepto al ya mencionado, Señor de Señores- o un solo hecho de los tantos que he vivido, el más determinante como elemento único influyente en mi carácter, forma de ser, visión personal y social, en lo artístico, en fín. Pienso más bien, que soy muy afortunado cuando Dios en su infinita bondad y amor para conmigo, me concedió licencia para que fuera un auténtico anfibio social, cultural y demás, para poder llegar a ser lo que soy actualmente. Para explicarme mejor, mencionaré algunas “cosillas” que jugaron un papel fundamental y decisivo en mi imagen de hoy.

Por un lado, vengo de un hogar que hasta la muerte de mi padre a los veinticinco años de casado con mi madre, me brindó amor, me inculcó valores y un alto sentido de convivencia y respeto para con los demás. Hoy, gracias a Dios, doña Carmen, mi madre, sigue siendo al lado de mi casi centenaria abuela Mime, mis tíos, tías, primos y por supuesto hijos, hermanos y sobrinos, ese bastión inexpugnable de filiación inmarcesible, que crece día con día, como siempre ha sido y debe ser una familia. Esto es altamente influyente para mi vida, porque no concibo una existencia sin una familia sólida que te prodigue afecto, amor y respaldo.

Tuve el inmenso honor, de criarme en un barrio en el cual compartí amistad, travesuras y tiempos de mucha dicha, al lado de otra centenaria dama, doña Toribia, el barrio del Bony, de Leopo, de doña Carmen Barrios, de aquel señor inmenso de ojos azules que desde allende los mares nos trajo muchas cosas y nos legó a un gran amigo y hermano, Alejandro Rutto, con el cual tuve además el placer de compartir aula en el Gimnasio Girardot de doña Sara Vieco de Moscote y después en el inmortal colegio Departamental de bachillerato “San José”. Y muchas, muchísimas tardes de buen futbol de barrio, en nuestro amado “San Martín”. Cuantas enseñanzas y experiencias que nos marcaron para siempre.

Tuve la dicha de conocer a los inmortales “Trovadores del Caribe”con Pedro Martínez, al maestro Torres, a Toño Salazar, Carlos Huertas, Claro y Punda Cotes, Nilson Pérez y, mención aparte, el maestro Roberto Solano, quien con su inolvidable canción “Los Charcos” hizo que Maicao fuera conocida por algo distinto al comercio que en ese entonces, estaba en pleno apogeo.

Ni que decir de nuestras lecturas ordenadas por el maestro de maestro Ramiro Choles; de la afición por el fútbol –vuelve y aparece Alejandro- la música, aquellos primeros amores-en su momento muy tormentosos, dado nuestro romanticismo crónico-, aquel terrible accidente que casi me cuesta la vida y que acabó con mi actividad deportiva, y un gran cantidad de vivencias que por razones de espacio debemos obviar, pero que me ayudan a concluir que la más grande influencia para mi, FUE LA DE HABER NACIDO, SER CRIADO Y AUN ESTAR EN MI AMADO MAICAO…

No sé si estén de acuerdo, pero definitivamente, los factores expuestos tan someramente, son los que influyen en que seamos como somos. Mil gracias Señor, por haberme concedido el honor de haber nacido en este terruño caluroso, acartonado e icoporado (no escribí mal: ICOPORADO de icopor) en el que sobran esperanzas y se carece de mucho; en el que un buen día un excelente compositor y amigo, Alvaro Pérez, encontró el amor de su vida, su musa y en un arranque de amor terrígeno, pleno de gratitud y de nobleza, dijo con justicia: BIENVENIDOS A MAICAO, EL PUEBLITO DE DIOS…

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