jueves, 5 de agosto de 2010

Riohacha se escribe con Mayúscula

Por: Martín López González*

Con esto se quiere dar a entender la importancia que a través de la historia ha tenido esta ciudad en el contexto Caribe insular y continental. Algo superior a lo ordinario en su especie, eso ha sido siempre Riohacha, una de las ciudades más antiguas de Colombia. Desde que se dieron los primeros asentamientos ligados a la explotación de los yacimientos perleros se ubicó como una de las localidades más importante por ser el epicentro del comercio del Caribe con Europa. ¿Cómo se explica la baja valoración que hoy le tienen sus habitantes?

Esos comportamientos y sentimientos se han generado en las últimas décadas. Muy diferentes era la situación en la Riohacha de los años sesentas del siglo anterior, cuando eran casi imperceptibles las diferencias sociales y étnicas. Algunos sectores vivían del comercio, otros de la agricultura y ganadería; los wayuu intercambiaban especialmente alimentos con la pequeña aldea de apenas quince calles y quince carreras cortas (con muchos espacios despoblados): entre la primera con primera (el Riíto) hasta la quince con quince (Cuatro vías).

La estructura social y familiar era muy fuerte, lazos unidos una y otra vez, hasta hacer prácticamente familiar a todos entre sí. Se estima que no había más de 100 apellidos entretejidos por lo que era muy fácil identificar quién era quién. La unidad y la solidaridad imperaban y se manifestaban en situaciones concretas: desde el trato interpersonal -mediante expresiones como “qui ‘ubo primo” o “tío/a” a las personas mayores- hasta el compartir alimentos, todo cimentado en la familiaridad, pues eran primos o sobrinos entre sí de las personas mayores.

Éstas tenían el permiso tácito de generaciones anteriores de regañar o corregir un comportamiento observado que se saliera del código moral existente y aquel que se atreviese a discrepar o levantar la voz a alguien de los venerables mayores sabía a lo que se atenía.
En este medio, los jóvenes estudiantes y los deportistas representaban lo más avanzado, eran los seres más queridos, un bachiller era motivo de orgullo de la familia y más el estudiante universitario quien en sus vacaciones no sólo disfrutaba en cualquier casa de los variados manjares de la culinaria criolla, pues no sólo las ‘tías’ se esmeraban por brindarle arroz con camarón o pargo frito antes de que regresaran a la ciudad donde cursaban sus estudios profesionales, sino también las chicas quienes organizaban los bailes para estar muy cerca de los tan admirados personajes de lenguaje distinguido y trato respetuoso. Indiscutiblemente eran el prototipo o modelo social, todo el mundo quería ser como ellos.

Esto generó una dinámica académico-cultural que trascendió el nivel local con el concurso Mejores Bachilleres de Colombia.

Existía una sana rivalidad entre los planteles educativos Colegio Divina Pastora y el Liceo nacional Almirante Padilla, los cuales disputaban desde la calidad académica de los profesores y alumnos hasta la destreza de los miembros de las “bandas de guerra” -hoy “bandas de paz”- y la calidad de los equipos de fútbol y baloncesto.

La ciudadanía se dividía en dos fanaticadas impulsoras de la formación de los estudiantes, lo cual produjo una cantidad de bachilleres que eran admitidos en cualquier Universidad y maestros con compromiso y empuje. La mayoría de estos egresados salían a los centros universitarios del país gracias al esfuerzo mancomunado de la familia, incluidos primos y tíos quienes aportaban para que esto se diera.

Por otro lado, estaban quienes se inclinaban por “otras cosas” -con el consabido reproche y frecuente comparación de los padres y mayores- y se constituían en los opuestos de los hijos y sobrinos ‘orgullo’ de las familias. Si bien es cierto que no les gustaba mucho el colegio, desde temprana edad aprendían en la “escuela de la vida” y enseñaban estas faenas a aquellos que tenían entre ceja y oreja culminar el nivel de educación superior. Aprendían a conducir, eran aventajados en el juego de billar, eran habilidosos comerciantes, los primeros que sin temor se lanzaban desde el puente de “el riíto” y desde la “punta del muelle” turístico.

De este mismo sector social, salían las “ovejas negras” de la familia, implicadas con frecuencia en problemas policiales. En esa época nadie podía imaginar que diez o quince años más tarde algunas de estas personas serían los “grandes señores”, con un poder económico inimaginable, que les hizo dueños hasta del espacio público de Riohacha y los demás pueblos.

Este contexto económico-social fue arrasado por una visión internacional que ató muchos cabos y trazó su estrategia contrabandista marítima y aérea:

a) La baja Guajira, con la fertilidad que le da la proximidad a la Sierra Nevada de Santa Marta, era capaz de producir casi todo tipo de cultivo, entre ellos los de pancoger y también de tipo industrial; eran famosos los plátanos de Dibulla. Estos cultivos, al inicio de los setentas, al llegar los dólares desde Florida (USA) se reemplazaron por marihuana.

b) Los cuatrocientos tres kilómetros de costa de La Guajira con puertos naturales.

c) La gran extensión del desierto, donde se necesita muy poco para construir un aeropuerto.

d) La península de La Guajira es el punto suramericano más cercano a la Florida.

e) La Florida, ‘meca’ de narcotraficantes y residencia de muchos cubanos refugiados, “lobos de mar” y pilotos en la guerra de Vietnam. Los ‘capos’ internacionales -a través de sus ‘contactos’ en el país- sustituyeron los cultivos de pan coger por el de la marihuana.

Como consecuencia, se produjeron cambios en la dinámica económica y sociocultural. La súbita prosperidad de algunos ‘emergentes’ -nuevo sector social-, invirtió las cosas; poco a poco el negocio de la ‘marimba’ se perfiló como industria y se expandió al Departamento y a la costa Caribe. La otrora vanguardia estudiantil fue reemplazada por los ‘marimberos’ quienes se convirtieron en los nuevos modelos sociales y, de paso, hundieron a La Guajira en general y a Riohacha, en particular en una crisis social, política, cultural, educativa y moral jamás registrada en su historia.

Muchas cosas que ocurren hoy, y que a veces no se entienden, tuvieron su origen en esa época:

1. La Guajira ocupa el último puesto en las pruebas del ICFES, habiendo estado en los primeros lugares.

2. Riohacha es el pueblo con el índice de alcoholismo más alto en la costa Caribe y, tal vez, en Colombia.

3. La Universidad de La Guajira ha ido de tumbo en tumbo, desde su origen en plena bonanza marimbera (1977), en un entorno social hostil.

4. Cuando comenzó la construcción de la infraestructura para la explotación y exportación de los carbones de “El cerrejón” a comienzos de los ochentas, se contaban y recogían los muertos que dejaba la “bonanza marimbera” en extinción y se dejaba a La Guajira “mal parqueada” históricamente.

5. Se heredaron las parrandas en carros, que han ocasionados muchos muertos en accidentes de tránsito en las carreteras y pueblos.

6. Se le cogió amor al dinero fácil, ocasionando un daño cultural que ha trascendido las generaciones.

Los nuevos ricos se convirtieron en hombres admirados; independientemente de la labor que desempeñaran en la industria del narcotráfico -cultivador, limpiador, prensador, empacador, transportador, chofer, guardaespaldas, embarcador o sencillamente guardián de caletas. Hacían despliegue de opulencia y riqueza como si fuesen los dueños del negocio, conectados directamente con los gringos. Demostraban especialmente a las mujeres y a los mayores del pueblo, que eran importantes y que aunque nunca habían tenido reconocimiento social y no habían estudiado, tenían poder económico.

El dinero circulante en efectivo que generaba esta actividad económica, nadie lo ha podido ni podrá calcular. Esta narco-economía arrastró a casi toda la población de La Guajira. Tal situación sedujo a muchos jóvenes que antes sólo pensaban en estudiar y ser profesionales. El argumento era que ellos ganaban en unos días lo que los profesionales tardarían años en conseguir, por lo que lo académico y cultural se desestimuló socialmente.

Antes de la bonanza marimbera el médico era el primero en la escala social el ideal de todos, éxito garantizado, mujeres, respeto comunitario; el abogado en segundo término; el odontólogo el tercero; el ingeniero aún no aparecía como algo importante en el escenario laboral. En plena bonanza y después de ella ya eso no era muy importante. Los estudiantes universitarios eran lo último en la escala social, era casi el peor valorado. Las damas ni lo miraban; es más, de hecho no existían. Cuando ellas hablaban de las personas, lo hacían sustancialmente de sus vehículos.

Con el advenimiento de los nuevos personajes en el escenario social cambiaron los símbolos. Las visitas de los estudiantes a las chicas del pueblo, con mucha frecuencia con libros bajo el brazo -unas veces para impresionar con títulos científicos, otras por exámenes pendientes- se reemplazaron por camionetas ‘Rangers’, trono de los reyes del dinero, espacio hedónico, pues el marimbero hacía allí lo que los demás mortales hacen en diferentes escenarios -negocios, parrandas, comidas, visitas, fornicaciones-.

La mezcla de carro, botella de whisky, arma y mente con poca escolaridad, impuso un estilo de vida, un modelo para los jóvenes de la época. En menos de diez años (1974-1981) todo cambió. En algunos casos pasó a ser lo opuesto: el Liceo Nacional Almirante Padilla, paradigma de intelectuales y pensadores sociales que lideraban movimientos en pro del mejoramiento de la calidad de vida de la comunidad, cuna de excelentes bachilleres, sufrió una transformación; además de la deserción estudiantil -todo el mundo deseaba ser marimbero-, ocurrió lo impensable en su seno: llegó a almacenarse marihuana y se le dio muerte a un profesor .Podemos decir que a partir de ese momento Riohacha comenzó a escribirse con minúscula por la tragedia social.

Producto de esta gran bonanza económica y paralelo a lo que ocurría en el seno de la sociedad riohachera, se presentó la corriente migratoria más grande de la historia reciente. Riohacha entre los censos de 1985 (57.000 habitantes) y 2005 (167.865 habitantes) creció tres veces su población. Se convirtió en un destino atractivo para miles de personas de dentro y mayoritariamente de fuera de La Guajira, que huyeron de las condiciones de extrema miseria en que se desenvolvían en sus lugares de origen.

Esta realidad le terminó de cambiar el rostro a la capital guajira, haciéndola más diversa, plural y compleja. Planteándole grandes retos desde el punto de vista de los servicios públicos, la movilidad, el equipamiento urbano y la integración social. La otrora pequeña aldea de los años sesentas se convirtió en una ciudad con gentes de muchas partes sin conocimiento de su historia y sus símbolos, lo que genera muchos puntos de análisis. El término riohachero raizal, generador de mucho orgullo en otros tiempos, ahora invita la exclusión.

Llegó a impactarse tanto la realidad social, que inclusive se le cambiaron el nombre a las cosas, el nombre “Parque de Federmann” comenzó a desaparecer en la medida que aumentó la inmigración en Riohacha. Eran tantas las personas que llegaban, a tal velocidad, que muchos no identificaban los sitios y sencillamente los relacionaban con lo evidente. Comenzaron a decir “Parque de los cañones” para diferenciarlo del parque de Padilla, hoy por hoy son más los que lo llaman por este nombre.

Han sido cambios dramáticos en el desarrollo económico, político, social y cultural que ha experimentado la ciudad de Riohacha. Es bueno resaltar que numerosas personas piensan que todavía es la misma de los setentas y todas las actividades culturales, sociales, festivas que se organizan, se ejecutan en la parte vieja de la ciudad. Los organizadores de todos estos eventos, en su mayoría riohacheros “raizales” que viven en la mencionada zona, los circunscriben al mismo y trillado recorrido o sitio. Generando una exclusión a grandes sectores de la población que demanda sus necesidades de recreación.

La falta de identidad y de sentido de pertenencia de la gran mayoría de sus habitantes, ha llevado a la ciudad a ser un espacio caótico y hostil. El simple hecho de trasladarse de un sitio a otro a pie, taxi, buseta, colectivo o mototaxi representa un riesgo de accidente. Además de la actitud agresiva y falta de disciplina de muchos conductores ante los pocos semáforos y señales de tránsito, en el servicio público los pasajeros son recogidos y dejados en medio de las calles y avenidas.

Siempre que se escucha la ya famosa expresión estamos en riohacha (con minúscula), dando a entender que así sé es y nada ni nadie la puede, ni podría cambiarla. Es una invitación y aceptación a perpetuar el conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas de convivencias en la cual se encuentra inmersa la ciudad. La que agoniza en lo social, económico, ambiental y cultural como consecuencia del descalabrado manejo administrativo que se le ha dado al Municipio en sus últimos periodos de gestión.

El colmo de la anomia lo representa el Paseo de la Marina (nombre cambiado por “la primera”), hermoso sitio, que ha quedado relegado a un bebedero de poca monta, con niveles de ruido también exagerados los fines de semana por la cantidad de cantinas portátiles que operan en pleno espacio público entorpeciendo el paso de los peatones, muchos de ellos turistas que quieren disfrutar del paseo. Estas ventas de cervezas ambulantes convierten al Malecón en un gigantesco orinal público, resultando desagradable la caminata desde el Centro Cultural hasta el muelle del riíto, por lo insoportable de los olores.

Ante la ausencia total de sanciones penales, morales y sociales se produce un reforzamiento negativo; en otras palabras se aumenta la frecuencia de las conductas descritas anteriormente, pues se ha retirado totalmente la aversión, inmediatamente después de esas conductas. Por ejemplo, a nadie se le penaliza por orinarse en la playa, los que lo hacen no sienten remordimiento y los que ven haciéndolo tampoco lo censuran.

La baja autoestima es un rasgo de la personalidad que se puede adquirir desde niño y que debemos evitar mediante el refuerzo de las actitudes positivas. Ahora, ¿qué puede pasar cuando una colectividad está sometida casi permanentemente al reforzamiento de lo negativo? ¿Puede generarse un sentimiento colectivo de baja autoestima? Eso es lo que ha estado sucediendo con Riohacha.

Se pueden caracterizar los efectos psicológicos de la mayoría de los habitantes frente a la ciudad como de un individualismo extremo, desarraigo social, anonimato, soledad y anomia, alienación y ausencia de sentimientos de reciprocidad, mutualidad y pertenencia social.

La baja autoestima colectiva, reflejada en la falta de sentido de pertenencia se puede definir como un sentimiento valorativo de qué somos como ciudad, del conjunto de los rasgos físicos, ambientales y paisajísticos que configuran nuestro entorno. Esto es importante porque es la manera de percibir y valorar el hábitat que moldea nuestro nivel de vida.

Los riohacheros no tienen confianza en su primera autoridad ni en sus Concejo Municipal, ni en los servicios públicos de la ciudad, especialmente el acueducto y el alcantarillado. Se han acostumbrado a la falta de empleo y a una baja calidad de vida, a las aguas negras en las calles y a la carencia de agua potable y continúa en las residencias y a los basureros que dan un aspecto denigrante en las entradas de la ciudad. En fin a una capital de muy baja categoría, escrita con minúscula.

Estos sentimientos pueden asumir muchas formas: odio a la ciudad, desprecio o subvaloración de lo propio o autóctono, repentinos cambios de humor, reacciones exageradas, encontrar el lado negativo en situaciones positivas o sentirse impotentes y autodestructivos. Caso concreto son esos grupos de jóvenes, que se pueden ver en los carnavales de Riohacha, armados con bolsas de agua y de cantidades de inmundicias con el ánimo no de jugar carnaval, como solía ocurrir en otras épocas, sino de hacer daño a los demás.

La intención manifiesta es casi siempre lesionar a otros, pues los ojos son los objetivos de las ¨municiones¨ preparadas como quien va a una guerra con mucho odio o resentimiento. La insolencia y la intimidación acompañan siempre a estos jóvenes que terminaban enfrentándose a otros grupos similares cual batalla campal.

Estos grupos están compuestos por personas de capas sociales bajas de la periferia de Riohacha (observaciones in-situ). Sus actos, producto de alguna psicopatía, son más criminales que vandálicos, pues quien mezcla vidrio molido con harina sabe que va a lesionar a otro especialmente en los ojos o el rostro. Además de lo anterior, producen gratuitamente estragos materiales en las calles, botes de basura, jardines, escuelas, medios de transporte, fachadas de edificios etc. en la zona de la vieja Riohacha. Este vandalismo tiene fines rencorosos, vengativos pues el ataque es dirigido a bienes representativos del mencionado sector.

La mayoría de estos desórdenes violentos cometidos por adolescentes se lleva a cabo en grupo. Esa violencia, que se acentúa al asociarse, va dirigida en los más jóvenes, aun con muchos temores, contra cosas y en los mayores contra las personas. Estos grupos se forman en las escuelas, en las comunas, en las esquinas, en los barrios etc. Lugares donde los jóvenes desarraigados encuentran a sus iguales. Son casi siempre varones procedentes de la población mencionada, que no tienen oportunidad ni sitios para el deporte y una sana recreación. Estos actos toman el significado de venganza o resentimiento contra la exclusión.

Otra de las causas por las cuales las personas llegan a desvalorizar a la ciudad, es por la comparación con otras, especialmente con las capitales de los Departamentos vecinos, Valledupar y Santa Marta destacando de éstas las características en las que son superiores. Es bueno resaltar que el tiempo tomado como referencia para este análisis (los sesentas), Riohacha estaba a la par con estas capitales.

Estas comparaciones generan sentimientos de ciudadanía de segunda categoría; de capital sin rumbo definido y de gente incapaz de otorgárselo; Riohacha es un conjunto no articulado de personas, que simplemente viven (mueren) en ella, muchos la hostilizan y pasan el tiempo sin compromisos, ni esperanza. La capital es una simple reunión de casas que se agrupan geográficamente como barrios, urbanizaciones e invasiones sin ningún tejido que hilvane la ciudadanía, llena de muchos habitantes sin vínculos afectivos con su entorno.

En la ciudad no se respira un ambiente de preocupación por ella, un gran deseo de recuperación de ese gran pasado de la ciudad y de veeduría permanente hacia lo bien o mal hecho según dictaminen las fuerzas vivas de la ciudad. Hay que profundizar y optimizar este diagnóstico para aplicar adecuadamente el remedio. ¿En qué quedan los intentos por parte de la débil sociedad civil de resaltar nuestro lado positivo? y cuando lo hacen; cuántos son en número comparados con lo que repiten una y otra vez todo lo malo que tenemos como ciudad.

Como nota predominante en lo cívico se resalta lo negativo, pero jamás se ponen ejemplos de alguien haciendo las cosas bien. Todo lo que se realiza es objeto de la implacable crítica destructiva. Al mencionar algo positivo en una reunión se viene una avalancha de objeciones y de peros. No es posible desarrollarse bien como comunidad, si todo el tiempo se resalta exclusivamente lo negativo. No es posible desarrollar una alta autoestima adecuada a nuestros tiempos si la comparación con la ciudad de los padres y abuelos está basada solo en recuerdos románticos y no en la situación histórica de cada periodo.

Es urgente empezar a escribir con mayúscula a Riohacha. No se trata de tapar lo malo, hay que seguir denunciando lo indebido. Mientras no mejoremos la autoestima como grupo, lo que requiere un equilibrio entre críticas y alabanzas, la Ciudad no alcanzará como le sucede al niño regañado y disminuido con todo tipo de comentarios negativos, el mejor rendimiento escolar o en la vida.

Sorprende que muchos de los que llegan de otros lugares a visitar a la ciudad tengan mejor concepto de ella que muchos de nosotros. Riohacha es como un bolero romántico que invita a quererla. A pesar de su baja autoestima actual, si la queremos hay que ayudarla pero con acciones concreta y cambiando ese lenguaje con que la tratamos. A pesar de que a fuerza de comentarios negativos, le hemos hecho perder el ánimo, Riohacha siempre resuelve darnos muestra de su afecto y amor permitiendo que muchos de nosotros, seamos triunfadores en la vida. “Riohacha se escribe con Mayúscula” debería ser un lema de combate para expresar el gran amor que sentimos por ella.

*Psicólogo Social

1 comentario:

RAFAEL SOLANO = ESE E.S dijo...

RIOHACHA... COMO CAPITAL ES EL CENTRO DE TODAS LAS MIRADAS... PERO ESTE FLAGELO TAMBIEN LO VIVEN LOS PUEBLOS VECINOS...ESTA CULTURA DEL DESARRAIGO, DEL POCO SENTIDO DE PERTENENCIA NO NOS PERMITE ENTENDER QUE TODA COLOMBIA TRTA DE IR EN ASCENSO...Y NUESTROS PUEBLOS SE VAN RELEGANDO EN LA HISTORIA.. NO PODEMOS SEGUIR ASI... NO MAS SANGRE DERRAMADA POR NOSOTROS EN PRO DE NADA.. COMENCEMOS A REESCRIBIR UN HORIZONTE... COMENCEMOS A DIRECCIONAR NUESTRO PUEBLO...DEMOSLE LA OPORTUNIDAD A NUESTRAS PROXIMAS GENERACIONES DE VER UNA GUAJIRA DISTINTA ...EN PROGRESO... NOSOTROS PODEMOS...

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