jueves, 20 de marzo de 2008

Sección de literatura infantil

Hubo un tiempo en que todos los árboles se movían libremente por todo el mundo.
Y era hermoso – según dioses pequeños que aún sobreviven – ver a todo el reino vegetal en movimiento por todos lados, en los bosques, en las selvas tropicales, en las tierras sembradas y sobre el mar.

Era normal y bello ver a los Robles, hermosos amarillos y morados, detenerse, entrecruzar sus ramas y hablar en medio de los caminos reales, las coquetas ceibas gustaban de que se les tocase en sus sonoras cinturas, árboles gigantes realizaban competencias para llegar al cielo y servir de escalones para que bajasen los ángeles, rosas y flores se reunían para perfumarse entre sí y hacían enormes rondas jugando a la marisola. Todo era bello.

Más llegó un día en que apareció El Encantador como lo llamaban algunos, era un hombre fortísimo que cuando hablaba todos los árboles y las plantas corrían a esconderse en donde podían y los animales aprendieron a temerle.

El Encantador era terrible y se divertía jugando al ¡ Encantado!. Cada vez que sorprendía a un árbol corriendo, rascándose, pensando o dialogando con otro lo señalaba con su poderoso dedo y le gritaba: ¡Encantado!. El árbol señalado no tenía más remedio que quedarse allí en donde estaba y con el paso del tiempo y la acción del agua y del sol, las raíces temerosas se hundían más y más en las profundidades de la tierra y el árbol se quedaba allí, plantado, imposibilitado para moverse.

De hecho no se movía más.; pero, desde su nacimiento los árboles y las plantas aprender a fabricar su propio alimento de tal manera que el hambre no fue su preocupación. Aún más, no solamente comen, sino que, lo que les sobra lo almacenan en jugosas frutas que con mucha hambre devora El Encantador.

Poco a poco El Encantador fue encantando a todo el reino vegetal y llegó un tiempo en que todos quedaron encantados, olvidaron que un día se movían con plena libertad y hasta la nostalgia se borró de sus almas.

No hay comentarios:

Analytic