martes, 23 de junio de 2009

Apuntes sobre la historia de Maicao

Por: Alejandro Rutto Martínez

El siglo veinte avanzaba con paso firme hacia su tercera década. Colombia y Venezuela tenían mapas diferentes pero en el plano de la realidad no existían las divisiones. Los nativos se desplazaban con libertad a uno y otro lado de la imaginaria línea fronteriza y les importaba poco en qué país se encontraban porque desde tiempos de sus mayores se habían acostumbrado que la suya era una nación distinta que trascendía la historia y el espacio aunque se sentía representada por el amarillo, el azul y el rojo sin que fuera relevante el ancho ni el largo de las franjas horizontales en la bandera.

En el centro de la Guajira los wayüu vivían felices: tenían pastos para sus animales y agua para que éstos calmaran su sed así como tierras extensas, vírgenes y privilegiadas para la cría de ganado bovino y caprino. Varias familias de las más reconocidas se habían establecido en la zona. Parte de su tiempo estaba dedicado al cuidado de la ganadería y otra parte al comercio de maíz y a los viajes a diferentes puntos de la Península.

En uno de sus viajes al norte del territorio descubrieron que los parientes estaban pasando una difícil situación: los animales perdían peso rápidamente y otros habían muerto en medio del más intenso verano de que se tuviera noticias. Juyá los había abandonado y, al parecer, sus intenciones no eran las de regresar en un corto tiempo. Y durante su ausencia los pastos eran arrasados por el sol abrasador del semi desierto y la tierra se encontraba más desprotegida que nunca por la muerte de los últimos rastrojos y la desaparición de los pastos y las malezas.

La conversación entre los del norte y los del centro fue corta y provechosa: los primeros fueron invitados a trasladarse a la tierra de los segundos en donde encontrarían todo lo que solucionaría sus problemas.

A decir verdad no se hicieron esperar y en un plazo más bien breve, estaban en la tierra de sus amigos y familiares dispuestos a iniciar una nueva vida.

La llegada de los huéspedes hizo necesaria una reasignación de las tierras y de la ubicación alrededor de la Laguna de Majupay, generosa proveedora de agua y pastos frescos, equidistante de todos los puntos cardinales lo cual facilitaría sus traslados en plan de intercambio comercial o simplemente para visitar a todos los parientes esparcidos a lo largo y ancho del territorio de los sueños y la paz.

A unos les correspondió el costado occidental de la laguna y a otros el norte. Los anfitriones se reservaron la zona sur y la oriental. Cuenta el historiador Manuel palacio Tiller que de esta manera comenzó a poblarse el lugar en donde más adelante habría un caserío y luego un pequeño pueblo llamado Maiko que posteriormente se convertiría en una de las más importantes y prósperas ciudades del Caribe Colombiano.

De esta manera nació Maicao. Con la llegada lenta de unos y otros, de los de aquí y de los de allá quienes entrelazaron su sangre, su vida y su pasado para escribir una historia común y un futuro en el cual se abran las puertas de la fraternidad y brille la luz del progreso.

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