sábado, 7 de mayo de 2016

Confesiones del "Viejo Mile" (Segunda parte)

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

Continuando con lo que mi primo Emiliano Zuleta Baquero, me contó en el año de 1996, para mí y los amantes del folclor vallenato es relevante y placentero conocer su historia. 


¿Primo y esas salidas jocosas de donde le salen? Primo, el humor me viene en parte de mi madre. Y también la bebedera. 

Me explico. Antes había un vicio muy agreste: La gente, joven y vieja, comía barro. 

Y creo que yo comía más barro que todo el mundo. Casi me muero. Mi mamá me preparaba unas tomas, con unas botellas de chirrinche el ron de entonces y con quina rayada. 

Y me las daba a beber. Al principio, me obligó a hacerlo. 

Yo le hacía mofa al remedio, pero me lo bebía y le fui cogiendo el gusto. Tanto que después me tomaba el que me daba ella       y otro a escondidas. 

Así me acostumbre a beber. Mi mamá compraba el chirrinche para venderlo en la casa. Un día me pilló tomándome un trago y me regañó. Yo le dije que ya me había agarrado, que me diera una botellita. “Unos pencazos es que te voy a dar”, me respondió. Y eso me causó mucho sentimiento. 

Me puse a llorar y después eché para el monte y me estuve tres días perdido. Yo quería volarme, irme lejos de ahí, pero no tenía un centavo. Mamá me fue a buscarme con dos hermanas mías y me halló débil, muerto de hambre. 

Entonces me dijo: -ay hijo. Allá está toda la cantarita pa´que te la bebáis. Y así fue. Yo le compuse una décima al episodio.

Mi madre compuso versos inolvidables. 

Una vez, siendo ya íntima de Escalona, unos amigos de Valledupar fueron con él a El Plan y allá dijeron: -Vamos a asustar a la Vieja Sara. 

Llegaron dejaron a Escalona en una pieza cerca de allí  y entraron a la casa de mi mamá.
–hola, doña Sara, ¿qué tal? 
–ombe, bien ¿y ustedes? 
–caramba, Vieja Sara, ¿usted supo de la muerte de Rafael Escalona? 
–¡NO! ¿Qué me están diciendo? 
–No que Rafael Escalona murió ayer. 

Cuando eso, no había carretera de El Plan para Manaure, y ella dice: -yo me voy para Manaure a pie  y en Manaure cojo carro. 

Y cuando los amigos ven que mi mamá se está alistando para irse, deciden traer a Escalona. Escalona llega, pasa el quicio de la puerta y cuando la Vieja Sara lo ve, su rostro se ilumina y lanza ella este verso: Llegó el agraciado al puerto/ y en la tierra firme pisó/ y vi que resucitó/ al que nombraban por muerto.

Con todo y sus virtudes heredadas, la Vieja Sara no quiso nunca que yo fuera músico, porque los músicos eran bebedores, irresponsables, no prometían nada en la vida. 

Casi todos mis hijos se hicieron también músicos solos, porque yo tampoco quería que lo fueran. 

El acordeón no era sino para parrandear y vagabundear con los amigos. Mi madre no quería ni que me enamorara ni que tocara acordeón. 

Yo vine a conseguir mujer fue después de ser hombre porque, de joven, mamá no me dejaba. Me celaba con todas.

Nunca aprendí a leer ni escribir. Nuestra vida era muy pobre. 

No había plata y, cuando los niños estábamos en edad de ayudar al trabajo, las mamás nos “concertaban”, como decían antes. 

Nos ponían a trabajar en fincas o casas de familias con dinero. Así que uno no tenía tiempo de estudiar. 

Yo vine a aprender a firmar mi nombre con la primera muchacha que me saqué, Pule Muegues. Las pendejaditas que yo sé de lectura y escritura me las enseñó ella.

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