Yorledys camina por las calles de Manaure y recorre los caminos polvorientos de La Guajira en busca de las pequeñas vetas de donde surge el fuego irreversible que origina sus versos cargados de fe y de esperanza para complementar las letras que han brotado de los pequeños surcos dejados por las cicatrices del sufrimiento a lo largo de su ciclo vital como mujer, madres y maestra.
Hoy es una de las escritoras afro con más reconocimiento en el país, con el plus de que pertenece a la etnia wayüu por la línea de los Aguilar. O sea, en sus versos reposan la impetuosa herencia africana y la inefable resistencia amerindia.
Desde temprana edad ha
invertido su tiempo en escribir sus versos para que rimen con la vida como
riman los colores del cardenal guajiro con los silbidos del viento en las dunas
y los desiertos de la península.
Hace poco quisimos explorar su pensamiento acerca de temas de nuestros días y también de los detonantes que la han llevado a producir sus letras. Le hemos preguntado por un tema que hoy desvela a la humanidad y amenaza a la mayoría de las profesiones, la inteligencia artificial.
Nuestra pregunta fue: Yorledys,
¿Usted piensa que la inteligencia artificial, que puede hacer casi todo, hasta
escribir un poema rimado, amenaza la profesión del escritor?
Ella sonríe, como si no le
preocupara el peligro vecino y responde pausadamente:
“Es una pregunta muy interesante sé de personas que han utilizado la inteligencia artificial para crear textos, poesía, contar una experiencia vivida. Sólo se utiliza para producir textos, pero jamás podrá tener esas vivencias, esas emociones, esos sentimientos… nunca podrá reemplazar el sentir de un escritor”
Ella sabe de tristezas
silenciosas y de sílabas elocuentes. En algunas épocas la vida la ha golpeado
con dureza, lo sabemos. Pero no está demás preguntarle ¿Cuál es el manantial en
donde calma su sed de escribir, es decir, qué es lo que en realidad la estimula? He aquí su inspiradora respuesta:
“En mi primer poemario hubo
muchos eventos que me impactaron como fue la separación, la pérdida de mi padre…
fueron sentimientos que guardé dentro de mí y al escribir con esas emociones
hice como una catarsis pude soltar todo lo que me estaba haciendo daño cambié
el dolor por letras y transformé el dolor en poesía”
Desde Manaure, el pueblo en donde la poesía se posa en los pezones de las pequeñas montañas de sal frente al indescifrable mar Caribe, ella aprovecha las franjas de la noche y las ventanas del día para verter letras expresivas sobre la superficie del papel. Sin embargo, cada línea, cada párrafo, cada página que escribe se convierten en un nuevo estímulo para superar el más grande desafío de un escritor de provincia. Ella misma nos responde cuál es ese desafío:
“Aunque en Colombia se
realizan muchos eventos literarios el poder tener un libro en nuestras manos es
lo mejor, pero es bastante difícil el apoyo, la impresión y publicación de un
libro ese es uno de los desafíos más importantes a los que me he tenido que
afrontar”
En medio de sus clases, sus
bailes rítmicos de danzarina experta su sonrisa espontánea aprendida en sus
tiempos de reina del Carnaval en el colegio, atiza el fogón y prende la
antorcha para iluminar el camino de su estilo propio, original e
inconfundible. Ella vive inspirada,
pero lo está aún más en determinadas circunstancias:
“Particularmente me inspiro en
sentimientos, en emociones, amor, desamor, soledad, ausencia, pérdidas…en mi
segundo poemario me inspiro más que todo de mi cultura, mi cultura wayüu, hago
un homenaje a esa mujer guerrera, a esa mujer luchadora, a esta etnia que pesar
de las tecnologías y la modernización en la que estamos viviendo ha luchado por
preservarse, por tener ese arraigo en su historia, preservarla y por tenerla
siempre presente y que siempre siga adelante”
Ella no se detiene y su
literatura tampoco. Mañana es otro día y de seguro nos sorprenderá de nuevo con
otros versos orondos y bellas palabras que se contonean entre la línea recta de
los propósitos y las redondas curvaturas del amor.