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lunes, 28 de marzo de 2022

La apuesta de Manaure (sexta y última parte)

 


Escrito por:  Miguel Calderón Guerra

-A buen entendedor pocas palabras, dijo Luis Augusto. ¿Eso quiere decir que tu señora madre podría tenerme aquí más de tres horas como parte de una generosa promoción para este buen cliente?

-Más o menos señor Luis, usted es muy inteligente, pero tranquilo. No la está pasando usted tan mal.

-No señorita, no la estoy pasando nada mal. Y estaría mejor si no estuviera preso, encadenado y sujeto a pedir permiso para todo

-No se queje señor Luis, descanse, ¿Le traigo café?

Dos tazas de café más tarde y cuando el sol se disponía a reposar entre las cortinas del crepúsculo llegó Isabel. Bajó del auto con las compras que había hecho para toda una semana.

-Hola Luis, ¿cómo la has pasado? Te cuento que tu carro es muy lindo, grande, cómodo. Fui a visitar a una amiga y me tocó darle un paseo a ella y a sus hijas. No querían creerme que yo fuera amiga del dueño de ese carrazo, deberías dejármelo una semana.

Todos sonrieron por la ocurrencia. Isabel miró el reloj y su cara cambió de color, hizo un gesto de horro y dijo:

-¡Cuatro horas!, caramba, han pasado cuatro horas desde que estás encadenado…si proponernos te hemos dado una hora de más. Te vamos a cobrar el valor extra del hospedaje.

Isabel pidió las llaves a Yadelis y ella misma liberó los dos candados con lo que Luis Augusto recuperó totalmente su libertad. Además, le fueron entregados su reloj y teléfono móvil.

Yadelis le ofreció un jugo de zapote con leche y le preguntó.

-¿Cómo se siente? Bastante bien, por el jugo y por hacer recuperado mi libertad. Espero que me den la revancha un día de estos.

-Claro que sí señor Luis, no nos olvide, cuando guste lo estaremos esperando con esta mecedora, este chinchorro

-…Y sin cadenas…interrumpió Luis. Bueno, yo me marcho antes de que se arrepientan de dejarme en libertad.

Luis se despidió con mucho cariño de sus amigas, se montó a su auto y se disponía a partir,  cuando tocaron en la ventanilla

-Se le olvida algo señor Luis, le dijo Yadelis

-¿Qué se me olvida?

-Un bulto de mangos maduros, respondió Isabel, aquí los tienes, a pesar de que perdiste la apuesta

Luis recogió los mangos, se despidió de nuevo y emprendió el retorno feliz y con el recuerdo que siempre lo acompañaría, la apuesta de Manaure.

FIN

¿Te gustaría leer la quinta parte de La Apuesta de Manaure?

La Apuesta de Manaure (quinta parte)

 


Escrito por: Miguel Calderón Guerra

Decidió golpear con los nudillos de la mano sobre la lisa superficie de la mesa, como quien llama a la puerta de una casa.

¿Te gustaría leer la cuarta parte de La Apuesta de Manaure?

Volvió a insistir y apareció Yadelis quien preguntó:

-¿Se le ofrece algo señor Luis?

-Hola, pensé que estaba sólo

-Aquí estoy esperando a mi mamá que aún no ha regresado

-Déjala que se tome su tiempo, tal vez está visitando a alguna de sus buenas amigas

-Sí, ella a veces se aburre y yo también, pero hoy ha sido un día muy divertido. Usted nos alegró la tarde y, además es un buen trofeo.

-Ya me imagino a que te refieres, pero ahora tu trofeo quiere ir al baño, así que, por favor, ayúdame.

-Señor Luis, no estoy autorizada para permitirle que vaya al baño. Usted sabe que la autoridad la tiene mi madre y ella no está.

-¿Podrías prestarme mi teléfono para llamarla?

-Tampoco estoy autorizada para devolverle todavía su teléfono pero la llamaré del mío

-Adelante…

La muchacha marcó el número de la mamá y, como el teléfono estaba en altavoz pudo escuchar el diálogo

-Mami, el señor Luis desea ir al baño, que si le haces el favor de darle permiso

-La penitencia es por tres horas y no incluía permiso, respondió Isabel al otro lado de la línea.

-Dígale a su mamá que hasta a los presos más peligrosos les permiten ir al baño y que yo no soy tan peligroso, afirmó Luis.

Al otro lado de la línea se escuchó una carcajada y las instrucciones de la madrea a la hija:

-Ayúdalo para que vaya al baño pero cuidado se te vuela, jajaja

Yadelis colgó la llamada, introdujo las manos en su brassier y extrajo las llaves. Se dirigió hasta el tronco, se inclinó y abrió el candado. Tomó el extremo de la cadena y dijo a Luis Augusto:

-Adelante señor Luis, camine hacia aquella puerta que está en el fondo, yo lo acompaño.

Desde la copa del árbol de mango un curioso canario observaba la singular escena en que un hombre caminaba arrastrando la cadena cuyo otro extremo era sostenida por una mujer.

-Es aquí señor Luis, adelante, por seguridad cerraré la puerta con pasador. Cuando termine me avisa para venir por usted.

Luis Augusto se tomó su tiempo para aliviar su vejiga, luego tocó a la puerta varias veces sin obtener respuesta. Al cabo de unos minutos sintió como se descorría el pasador.  Era Yadelis, quien se iba a inclinar a recoger el extremo de la cadena, pero Luis se le adelantó, recogió la cadena y se la entregó a su nueva amiga, ella se apartó para que él pasara rumbo a su sitio junto al poste. Cuando iba en camino fue tentado por un mango maduro que se encontraba muy cerca e intentó desviarse un poco, pero Yadelis jalo la cadena y le informó:

-Es por aquí derecho, señor Luis, no se desvíe

Yadelis repitió el ritual de atar la cadena al poste y cerrar el candado

-¿Qué hora es? Preguntó Luis

-No estoy autorizada para dar esa información

-Pero ya casi se cumplen las tres horas, me imagino

-Tal vez, pero si usted conociera mejor a mi mamá no cantara victoria, ella es comerciante y a veces hace promociones para darle al cliente un poco más de lo que compran. ¿Usted sabe lo que eso quiere decir?

¿Te gustaría leer el sexto y último capítulo de La Apuesta de Manaure?


La apuesta de Manaure (Segunda parte)

 


Escrito por:
Miguel Calderón Guerra

-¿Te acuerdas el día del rayo ese que cayó en el patio del colegio?

-Sí, como no me voy a acordar si me costó trabajo sacarte debajo del pupitre donde te metiste.

Leer la primera parte de La apuesta de Manaure

-Eso fue mucho susto, yo creía que el mundo se iba a acabar yo vi con mis ojos como si el sol se hubiera estrellado contra el suelo y se hubiera enterrado hasta la mitad. La imagen era hasta bonita, como un girasol gigante partido por la mitad, clavado ahí en el piso, pero sólo duró como un segundo. Imagen bonita pero aterradora, más aterrador todavía el ruido que hizo, los cuadro se cayeron de la pared, por eso me metí debajo del pupitre.

-Tienes buena memoria

-Esos sustos no se olvidan nunca

Cuando el locutor de la radio anunció las 12 en punto, Yadelis se levantó de su silla y avanzó hacia el interior de la casa, cinco minutos después regresó con individuales y cubiertos para el almuerzo

-Es chivo guisado y asado dijo la muchacha sonriente mientras iba a la cocina por los platos

-Delicioso, manifestó Luis Augusto, y me cuentan que por acá lo preparan muy bien

-Especial, muy especial para un invitado de honor, agregó Isabel.  

Luis Augusto disfrutó al máximo el momento, por primera vez en muchos meses se consideraba un hombre libre, liberado de las presiones del trabajo y en la agradable compañía de aquella ex compañera de estudios y su hija que se habían esforzado por atenderlo bien y por hacer que el tiempo pasara casi sin que se dieran cuenta.

Luis augusto señaló con su dedo índice los mangos maduros que se movían suavemente empujados por la brisa en las ramas de un árbol cercano al quiosco.

-Ese sería un buen postre después de semejante almuerzo, les dijo a sus anfitrionas

-No señor, le dijo Isabel, esos mangos son mírame y no me toque, son la decoración del patio, el que los quiera debe ganárselos.

En ese momento apareció Yadelis con tres generosas porciones de postre napoleón

-Espero que este postre le haga olvidar otros antojos, manifestó la joven

-Delicioso, manifestó Luis Augusto al saborear el primer bocado.

Cuando terminó miró el reloj y dijo:

-Nicolás, Nicolás, ya comiste ya te vas…

-Espérese un momento señor Luis, repose el almuerzo, siéntese otro rato. Juegue una partida de ajedrez con mi mamá.

Acto seguido colocó el tablero en la mesa

-Mi mamá me dijo que a ustedes les enseñaron a jugar ajedrez en el colegio. Un día compré este tablero y no lo hemos estrenado.  Jueguen una partida ustedes dos

Luis Augusto volvió a sentarse en la silla que ocupaba, tomó para sí las fichas blancas y dijo:

-No me acuerdo muy bien de las reglas del ajedrez, dijo Luis Augusto, pero jugaré la partida con una condición

-¿Y cuál es esa condición?, preguntó Yadelis

-Si gano, me dan veinte mangos de esos que son marca “mírame y no me toques”

-¿Y si pierde?, preguntó Yadelis con cierta inocencia

-Si pierde, que pague penitencia, se apresuró a contestar Isabel

-Me parece muy bien, contestó Yadelis ¿Qué opina, señor Augusto?

-Estoy de acuerdo, porque sé que no voy a perder, dijo Luis Augusto

-¿Y cuál sería la penitencia? Interrogó Yadelis

Continuará

¿Te gustaría leer la tercera parte de La Apuesta de Manaure?

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