Escrito por: Miguel Calderón Guerra
Decidió golpear con los
nudillos de la mano sobre la lisa superficie de la mesa, como quien llama a la
puerta de una casa.
¿Te gustaría leer la cuarta parte de La Apuesta de Manaure?
Volvió a insistir y apareció
Yadelis quien preguntó:
-¿Se le ofrece algo señor
Luis?
-Hola, pensé que estaba sólo
-Aquí estoy esperando a mi
mamá que aún no ha regresado
-Déjala que se tome su tiempo,
tal vez está visitando a alguna de sus buenas amigas
-Sí, ella a veces se aburre y
yo también, pero hoy ha sido un día muy divertido. Usted nos alegró la tarde y,
además es un buen trofeo.
-Ya me imagino a que te
refieres, pero ahora tu trofeo quiere ir al baño, así que, por favor, ayúdame.
-Señor Luis, no estoy
autorizada para permitirle que vaya al baño. Usted sabe que la autoridad la
tiene mi madre y ella no está.
-¿Podrías prestarme mi
teléfono para llamarla?
-Tampoco estoy autorizada para
devolverle todavía su teléfono pero la llamaré del mío
-Adelante…
La muchacha marcó el número de
la mamá y, como el teléfono estaba en altavoz pudo escuchar el diálogo
-Mami, el señor Luis desea ir
al baño, que si le haces el favor de darle permiso
-La penitencia es por tres horas
y no incluía permiso, respondió Isabel al otro lado de la línea.
-Dígale a su mamá que hasta a
los presos más peligrosos les permiten ir al baño y que yo no soy tan
peligroso, afirmó Luis.
Al otro lado de la línea se
escuchó una carcajada y las instrucciones de la madrea a la hija:
-Ayúdalo para que vaya al baño
pero cuidado se te vuela, jajaja
Yadelis colgó la llamada,
introdujo las manos en su brassier y extrajo las llaves. Se dirigió hasta el
tronco, se inclinó y abrió el candado. Tomó el extremo de la cadena y dijo a
Luis Augusto:
-Adelante señor Luis, camine
hacia aquella puerta que está en el fondo, yo lo acompaño.
Desde la copa del árbol de
mango un curioso canario observaba la singular escena en que un hombre caminaba
arrastrando la cadena cuyo otro extremo era sostenida por una mujer.
-Es aquí señor Luis, adelante,
por seguridad cerraré la puerta con pasador. Cuando termine me avisa para venir
por usted.
Luis Augusto se tomó su tiempo
para aliviar su vejiga, luego tocó a la puerta varias veces sin obtener
respuesta. Al cabo de unos minutos sintió como se descorría el pasador. Era Yadelis, quien se iba a inclinar a
recoger el extremo de la cadena, pero Luis se le adelantó, recogió la cadena y
se la entregó a su nueva amiga, ella se apartó para que él pasara rumbo a su
sitio junto al poste. Cuando iba en camino fue tentado por un mango maduro que
se encontraba muy cerca e intentó desviarse un poco, pero Yadelis jalo la
cadena y le informó:
-Es por aquí derecho, señor
Luis, no se desvíe
Yadelis repitió el ritual de
atar la cadena al poste y cerrar el candado
-¿Qué hora es? Preguntó Luis
-No estoy autorizada para dar
esa información
-Pero ya casi se cumplen las
tres horas, me imagino
-Tal vez, pero si usted
conociera mejor a mi mamá no cantara victoria, ella es comerciante y a veces
hace promociones para darle al cliente un poco más de lo que compran.
¿Te gustaría leer el sexto y último capítulo de La Apuesta de Manaure?