lunes, 28 de marzo de 2022

La apuesta de Manaure (tercera parte)

 


Escrito por: Miguel Calderón Guerra

-¿Y cuál sería la penitencia? Interrogó Yadelis

-Si Luis Augusto pierde se queda tres horas más en esta casa, pero amarrado

Todos rieron por la ocurrencia

¿Te gustaría leer la segunda parte de La apuesta de Manaure?

-Si quieren descarten de una vez la cabuya con la que me van a amarrar, que yo no pierdo, dijo Luis Augusto.

-La cabuya no, la cadena y los candados dijo Isabel

Comenzó la partida en la que desde un principio se pudo observar que ninguno de los dos era buen jugador de ajedrez.

Yadelis dejó sobre la mesa otra jarra de agua de panela y una cadena de hierro, de las que se usan para cerrar los portones, junto a dos candados.  Luis Augusto sonrió, al tiempo que movía una de las fichas.

La partida se tornó aburrida, ninguno de los dos mostraba habilidad para el juego y Yadelis como única espectadora se impacientó, por eso lanzó una propuesta:

-Ustedes no juegan bien ajedrez. Les propongo que suspendan la partida y definan esa apuesta con los dados.

-¿Los dados? Preguntó Luis Augusto, ¿Cómo así?

-Cada uno de ustedes lanza los dos dados y el que saque el número mayor, ese es el que gana. Si gana Luis Augusto se lleva los mangos y si pierde se queda aquí encadenado tres horas…

-¡Uy sí!, dijo Isabel, ya casi no me acuerdo como se juega esto. Pásame esos dados para ganar y encadenar a este señor

-¿Estás segura de que quieres tirar primero?

-Claro que sí, en el colegio nos enseñaron que las damas siempre son primero ¿Te acuerdas?

-Sí, lo recuerdo, lanza tú primero entonces…

Isabel tomó los dados, los anidó en sus dos manos unidas, sopló sobre ellos como para darse ella misma la buena suerte, y luego los dejó en su mano derecha, cerró los ojos y cuando los abrió pudo ver el gesto de desaprobación que le hacía su hija y la sonrisa de satisfacción en el rostro de su oponente

-¡3 y 1 mamá!, apenas sacaste cuatro… ¿qué pasó con tu buena suerte?

-Isabel metió la cara entre sus manos, para lamentar su mala suerte, sintió vergüenza con ella y su hija por tan precario resultado

Luis Augusto tomó los dados en su mano derecha, empezó a agitarla y con la izquierda tomó la cadena y los candados y se la entregó a Yadelis:

-Llévense esto, aquí nadie lo va a necesitar

Las mujeres contuvieron la respiración y siguieron con la vista el recorrido de los dados en la mesa. Primero se detuvo uno que marcaba el número uno, lo cual animó un poco sus esperanzas casi perdidas y el otro danzó sobre unos de sus vértices como un trompo que no quiere perderse ni un minuto del baile. Al fin fue perdiendo fuerza y se detuvo marcando el número dos…

Las dos mujeres gritaron histéricas y se abrazaron como dos futbolistas cuando ganan la Copa del Mundo, la buena suerte les había sonreído a pesar del traspiés inicial, por eso ahora gritaban, brincaban, bailaban y caminaban pegadas como un pequeño trencito de tan sólo dos vagones.

Por último danzaron de manera irónica alrededor de Luis Augusto, quien esbozó una sonrisa que no ocultaba la contrariedad.  Le parecía increíble lo que estaba sucediendo y alcanzó a imaginar lo que iba a suceder en los siguientes minutos.

Continuará

¿Te gustaría leer la cuarta parte de La apuesta de Manaure?

3 comentarios:

Yoselin Aguilar Buelvas dijo...

Que historia tan divertida, llena de detalles cotidianos. Da gusto leerla.

Sugeidis Navarro dijo...

Muy interesante, la Narración atrapa nuestra Imaginación

Unknown dijo...

Bonita historia de la vida real, pensamos que todo es trabar y trabajar,y no nos dedicamos tiempos de calidad.

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