Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Leer la primera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"
En este recorrido
por los tiempos de la edad dorada de la radio sería bueno mencionar cómo nació
la radio en Maicao, pero eso ameritaría una serie completa y extensa, de manera
que le voy a contar sólo una pequeña parte, con la promesa de presentar un
estudio más amplio en otra oportunidad.
Me cuenta mi amigo el ex concejal de Maicao y ex representante a la Cámara Luis Cepeda Arraut, residenciado hoy en Cartagena y Magangué, que en 1.962, cando era un jovenzuelo, llegó a Maicao en busca de nuevos horizontes y se le ocurrió la idea de montar una emisora. Para tal efecto se asoció con José Martínez, empresario de radio de Fundación (Magdalena) y locutor y juntos montaron Radio Maicao, para lo cual utilizaron algunos equipos ya usados anteriormente y de poco alcance.
Luis Cepeda Arraut |
La nómina
de locutores estaba integrada por los socios Luis Cepeda Arraut, José Martínez
y un profesional de Fundación llamado Marcos Pérez, quien después de un tiempo
no soportaría las ganas de volver y se regresó a su tierra.
Nos cuenta
Luis Cepeda Arraut, un hombre de memoria prodigiosa, que la emisora se montó en
la calle 12 con Carrera 11, en la casa de la señora Rosa Solano Ospina. El novedoso proyecto, el cual revolucionó a
la sociedad maicaera, fue posible gracias al tesón de sus precursores quienes
desde el principio debieron enfrentar un grave problema, muy difícil de
superar: por esos tiempos en Maicao no había servicio de energía eléctrica y no
se conoce la primera emisora que funcione con leña, carbón o gas propano.
Esta
contingencia fue superada gracias a la generosidad del comerciante Teófilo
María, propietario de una planta eléctrica que utilizaba para proveer
electricidad a su residencia y al almacén de su propiedad, quien no tuvo ningún
reparo en permitir que la emisora se conectara desde las 6 de la mañana hasta
las 7 de la noche.
Había
nacido de esa manera la radio en Maicao. La radio abierta, a través de los
aparatos convencionales, valga la aclaración, porque anteriormente existieron
algunas “emisoras” consistentes en varias bocinas situadas en la parte superior
de una vara (o un tubo) bien alto desde donde se emitían programas y avisos
comerciales. También se utilizaban para ciertos avisos parroquiales como la
apertura de matrículas en la escuela, los horarios de la misa y felicitaciones
a quienes cumplían años o se graduaban como bachilleres en la Divina Pastora o
el Liceo Padilla de Riohacha (en Maicao no había colegios de bachillerato). Uno de los dueños de estas singulares emisoras
era Chalindú, un personaje que fue símbolo del Maicao de los años cincuenta y
sesenta.
El gran
Chalindú tenía además un móvil en el que vendía productos medicinales de
fabricación artesanal que servían para todo: desde limpiar el hígado, hasta
matar las lombrices; desde gotas para que los ojos volvieran a ver
perfectamente bien y sin gafas hasta jarabes para la memoria. Los maicaeros y
los visitantes de otros lugares se familiarizaron con su voz de patriarca
paisa, le compraban sus medicinas y le pedían que les hiciera el favor de
divulgar sus anuncios. Cuentan los testimonios de la época que los menjurjes de
Chalindú funcionaban al pie de la letra, con todos los beneficios que él
ofrecía en sus convincentes alocuciones.
Pero dejemos
esa era antigua y volvamos a tiempos más cercanos a nosotros en donde estábamos,
con Luis Cepeda Arraut, José Martínez y Marcos Pérez y su Radio Maicao,
conectada a la planta de Teófilo María ¿Se acuerdan?
Pues bien,
la emisora funcionaba a las mil maravillas y era un verdadero
acontecimiento. Sus programas culturales
hacían parte de la escasa diversión de un pueblo bucólico en el que las horas
transcurrían lentamente y se invertían en atender los locales comerciales,
luchar para conseguir agua, fabricar chirrinchi y barrer las terrazas en donde
se acumulaba el polvo trasladado por la brisa desde las pocas y arenosas calles
de un caserío con ínfulas de pueblo.
Un día
cualquiera doña Rosario Solano Ospino hizo lo que pocas veces acostumbraba:
tocar a la puerta de la sagrada cabina desde donde se emitían los programas de
Radio Maicao.
-¿Qué se le
ofrece, doña Rosario?
-Tenemos
visita, don Lucho
-¿Y es muy
urgente que la atendamos? Usted sabe que a esta hora estamos en Tic Toc, el
programa de más sintonía en la emisora.
-S no fuera
importante no lo habría interrumpido, usted sabe que yo nunca lo molesto.
-Está bien,
doña Rosario, dígale a la visita que nos espere diez minutos mientras
terminamos y lo atendemos.
Luis
regresó a la cabina un poco preocupado
¿Quién
podría ser esa visita tan importante que llevó a doña Rosario a interrumpir el
programa más importante de la emisora?
Continuará
Leer la primera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"
Leer la tercera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"
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