Mi paladar,
antaño, degustaba todo. Este, también tuvo un giro de 180°. Ya no hay excesos
en la comida ni en la bebida. Todo medido, dietético. Menos carne, más
verduras. Con el etílico: cero.
Apasionado a las
letras soy, a los buenos libros, pero mi excesivo amor a ellas, también me pasó
factura. La evaporación de las líneas de
las páginas de un libro mientras las recorro con mi vista, va configurando en
mi mente, la trama, el desenlace y proyecta en ella, una imagen visible y
tangible del personaje del cuento o de la novela que me impide soltarla. Esta
rutina, diaria, constante, cual ritual sagrado, hizo que mi vista se cansara.
Ahora, tengo muchas
dificultades en leer caracteres pequeños. Sin embargo, aquí estoy, en la lucha,
sin bajar una línea, facilitando saberes, académicos y ancestrales en los claustros educativos.
No soy tan
joven, tampoco tan viejo. Para salir de dudas, juzguen ustedes. Les puedo decir
que cronológicamente, llegué a existir, hace cinco décadas. Súmele a ello un número primo de nuestro sistema
decimal, el primero, y allí tienen mi
edad, contados justo a partir del Día
del Estudiante Caído.
No soy tan alto,
tampoco tan bajo. Mi estatura está en la medida estándar de mi raza. Para más información le digo que; el color de
mi piel, el color de mi cabello, la forma de mis ojos, la forma de mi cara y la
forma de mi cuerpo, es la herencia biológica de mi pueblo, un pueblo ancestral
que se asentó en este territorio hace miles de años. Hoy, somos el grupo étnico
más numeroso de Colombia.
En la parte
norte de Sur América, justo en una península, en medio de la sal y frente al
mar, estoy. Azul celeste y blanco es el
confalón de mi municipio, verde y blanco el de mi departamento; amarillo, azul
y rojo, el de mi país.
Mi
comportamiento algunas veces viene acompañado de unos patrones primigenios. Las
ceremonias, los rituales, son replicados por mi familia paterna y materna, también
por mis tres críos y por mi mujer. Mis tres hijos no pasan de la mayoría de
edad y mi señora, a ella, la duplico en edad.
Les comento que
en los últimos tres lustros, he estado inmerso en el arte de escribir cuentos y poesías. Con
suerte, algunos he publicado, otros, están en espera de serlos, eso sí, en mi
lengua madre y por supuesto, en esta, con la que ustedes decodificaron e
interpretaron mi pequeño relato, mi autorretrato.
Ángel Woo’uliyuu