Por: Naudín Gracián Petro
―Y cómo te has sentido con esto de la muerte de David Sánchez Juliao.
―La verdad verdad es que no me afecta para nada. Ese tipo para mí no era ni siquiera escritor.
Esa respuesta en boca de un aprendiz de narrador, profesional en ciencias del lenguaje, profesor universitario y candidato a magister en Literatura del Caribe, me turbó sobremanera. Si la hubiera expresado alguien que no sólo desconociera el tema y al personaje, sino que incluso no le interesara, no tendría importancia alguna y hasta fuera de esperarse. Mientras el país, y sobre todo las personalidades de la cultura del interior reconocen la gran pérdida que es la muerte de David Sánchez Juliao, muchos del mundillo intelectual del departamento de Córdoba se expresan con displicencia sobre este gran personaje. Y no pueden hacerlo sino desde la falta de conocimiento de su obra escrita y grabada, y de su trabajo como conferencista.
Si tuviera la oportunidad le comentaría a ese joven que puedo incluso aceptarle que no considere a David un gran escritor, pero decir que “no es ni siquiera escritor”… E incluso puedo aceptar que no lo considere escritor, pero eso no es óbice para que se reconozca su gran aporte cultural y sociológico, su titánica y quijotesca labor, contra viento y marea, dentro y fuera del país, durante más de 30 años, como nadie, para que el mundo valorara la cultura caribe tal y como es, para que los costeños nos aceptáramos, nos reafirmáramos y sintiéramos orgullosos de ser como somos; para que reconociéramos la valía de su portentosa voz, su talento único con la oralidad, su agudeza para el humor, su labor pedagógica en las aulas, en sus conferencias y talleres, en sus grabaciones, en sus entrevistas, en sus apariciones en los medios de comunicación. Porque cada palabra de David Sánchez destilaba amor por la costeñidad, inoculaba razones para la reafirmación de nuestra cultura.
Y eso hoy en día es fácil hacerlo entre nosotros, donde con ese tema se cosechan aplausos por el simple hecho de que nos sentimos identificados con lo que se dice. Pero David lo hizo más que todo en el interior del país, en cachacolandia, donde muchos se sentían ofendidos por su ensalzamiento de la costeñidad. Y también alrededor del mundo, porque donde iba, David reafirmaba, antes que su condición de colombiano, su condición de hombre caribe.
Lo que casi nadie recuerda es que en los tiempos en que David Sánchez empezó a abrir sendero para la reafirmación de nuestra idiosincrasia, ser costeño era motivo de burla y de vergüenza; tratábamos de que nuestros interlocutores interioranos no se dieran cuenta de que éramos costeños y por eso quien pretendía posar de “civilizado” aprendía a hablar cachaco. Hoy no dimensionamos la magnitud del atrevimiento de David Sánchez Juliao cuando en esos entonces irrumpió en el mundo intelectual del país con sus cuentos escritos y grabados que mostraban con orgullo que ser costeño era valioso para la sociedad y la cultura.
Lo más doloroso para mí de que haya intelectuales y personas afines a la cultura que piensen como este muchacho, es que se trata de una persona que ha representado infinitamente más de lo que ellos y yo somos para nuestra región, el país y la humanidad. ¡Cuánto quisiera yo haber hecho un pequeño porcentaje de su aporte! O siquiera haber escrito una de sus obras más ignoradas pero que demuestra no sólo el talento incuestionable de David, sino su coherencia absoluta en su preocupación por lo que somos. Hablo de la canción El indio sinuano.
El caribeño que no reconozca la obra de David Sánchez Juliao como de peso literario, de todas formas está en el deber de escudriñarla como el gran ensayo propositivo sociológico sobre nuestra cultura que es.
―Y cómo te has sentido con esto de la muerte de David Sánchez Juliao.
―La verdad verdad es que no me afecta para nada. Ese tipo para mí no era ni siquiera escritor.
Esa respuesta en boca de un aprendiz de narrador, profesional en ciencias del lenguaje, profesor universitario y candidato a magister en Literatura del Caribe, me turbó sobremanera. Si la hubiera expresado alguien que no sólo desconociera el tema y al personaje, sino que incluso no le interesara, no tendría importancia alguna y hasta fuera de esperarse. Mientras el país, y sobre todo las personalidades de la cultura del interior reconocen la gran pérdida que es la muerte de David Sánchez Juliao, muchos del mundillo intelectual del departamento de Córdoba se expresan con displicencia sobre este gran personaje. Y no pueden hacerlo sino desde la falta de conocimiento de su obra escrita y grabada, y de su trabajo como conferencista.
Si tuviera la oportunidad le comentaría a ese joven que puedo incluso aceptarle que no considere a David un gran escritor, pero decir que “no es ni siquiera escritor”… E incluso puedo aceptar que no lo considere escritor, pero eso no es óbice para que se reconozca su gran aporte cultural y sociológico, su titánica y quijotesca labor, contra viento y marea, dentro y fuera del país, durante más de 30 años, como nadie, para que el mundo valorara la cultura caribe tal y como es, para que los costeños nos aceptáramos, nos reafirmáramos y sintiéramos orgullosos de ser como somos; para que reconociéramos la valía de su portentosa voz, su talento único con la oralidad, su agudeza para el humor, su labor pedagógica en las aulas, en sus conferencias y talleres, en sus grabaciones, en sus entrevistas, en sus apariciones en los medios de comunicación. Porque cada palabra de David Sánchez destilaba amor por la costeñidad, inoculaba razones para la reafirmación de nuestra cultura.
Y eso hoy en día es fácil hacerlo entre nosotros, donde con ese tema se cosechan aplausos por el simple hecho de que nos sentimos identificados con lo que se dice. Pero David lo hizo más que todo en el interior del país, en cachacolandia, donde muchos se sentían ofendidos por su ensalzamiento de la costeñidad. Y también alrededor del mundo, porque donde iba, David reafirmaba, antes que su condición de colombiano, su condición de hombre caribe.
Lo que casi nadie recuerda es que en los tiempos en que David Sánchez empezó a abrir sendero para la reafirmación de nuestra idiosincrasia, ser costeño era motivo de burla y de vergüenza; tratábamos de que nuestros interlocutores interioranos no se dieran cuenta de que éramos costeños y por eso quien pretendía posar de “civilizado” aprendía a hablar cachaco. Hoy no dimensionamos la magnitud del atrevimiento de David Sánchez Juliao cuando en esos entonces irrumpió en el mundo intelectual del país con sus cuentos escritos y grabados que mostraban con orgullo que ser costeño era valioso para la sociedad y la cultura.
Lo más doloroso para mí de que haya intelectuales y personas afines a la cultura que piensen como este muchacho, es que se trata de una persona que ha representado infinitamente más de lo que ellos y yo somos para nuestra región, el país y la humanidad. ¡Cuánto quisiera yo haber hecho un pequeño porcentaje de su aporte! O siquiera haber escrito una de sus obras más ignoradas pero que demuestra no sólo el talento incuestionable de David, sino su coherencia absoluta en su preocupación por lo que somos. Hablo de la canción El indio sinuano.
El caribeño que no reconozca la obra de David Sánchez Juliao como de peso literario, de todas formas está en el deber de escudriñarla como el gran ensayo propositivo sociológico sobre nuestra cultura que es.
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