Por:
Amylkar D. Acosta M[1]“Salvo mi corazón, todo está bien”
Eduardo Carranza
Después de la recesión de 1999 la economía colombiana empezó a reponerse de sus quebrantos, favorecida por los vientos favorables que empezaron a soplar en la economía global, del cual se benefició Latinoamérica, sobre todo a partir del 2002 hasta el 2007, intervalo este en el cual el crecimiento de su economía promedió el 5.5%, que no se veía desde 1970 - 1974. Curiosamente, en la última década el ritmo de crecimiento de las economías de los países emergentes ha sido superior al de los países desarrollados, en este sentido Latinoamérica no es la excepción. El comportamiento de la economía colombiana durante ese mismo lapso estuvo a tono con el de la región, con un crecimiento promedio del PIB entre 2003 y 2007 de 5.56, superando la media histórica del 4%.
Cabe resaltar que el crecimiento promedio del sector agropecuario durante este período se situó en un lánguido 2.3%. El gobierno saca pecho alardeando que este mayor crecimiento de la economía responde simple y llanamente a los éxitos reportados por la política de la seguridad democrática y al acertado manejo de la política económica. Pero, la realidad es otra, pues el mayor mérito que le cabe al gobierno en los buenos índices que ha acusado la economía en esta etapa es el haber permitido que funcionara sin mayores interferencias el piloto automático.
Por ello, es explicable que cuando desde mediados de 2007 la economía norteamericana y con ella la economía global, de la cual se considerada la locomotora que la jalona, sus efectos se transmitieron rápidamente a Latinoamérica y el frenazo se hizo sentir.
Como todo aquello que por agua viene por agua se va, era inexorable que la baja en el crecimiento de la economía mundial y la Latinoamericana repercutiera en la ralentización del crecimiento de la economía colombiana. Con la crisis generalizada que provocaron las hipotecas subprime en los Estados Unidos, la economía global pasó de la desaceleración a la recesión y se teme, como lo hizo ver el director gerente del FMI, Dominique Strauss Kahn, que esta se pueda tornar en una depresión de grandes proporciones.
De acuerdo con sus pronósticos, el crecimiento de la economía mundial sería de un magro 0.5%, el más bajo en 60 años, el cual sería mayor de no ser porque los países emergentes aunque resentidos con la crisis mantienen un crecimiento relativamente alto; es el caso de China, que venía creciendo por encima del 10% y se estima que este año lo hará alrededor del 7.7%. “El crecimiento de la economía mundial prácticamente se ha detenido” sostuvo recientemente el FMI. Por su parte, la CEPAL estima para Latinoamérica y el Caribe un crecimiento del 1.9%, muy por debajo del promedio en el último lustro.
En tales circunstancias, no dejaba de ser iluso que el Ministro de Hacienda, Oscar Iván Zuluága, en medio de semejante crisis, dijera sin pestañear que “El país está blindado contra la crisis económica externa”.
Sobre todo, dadas sus vulnerabilidades, pues es bien sabido que es el único país de la región cuya economía se ha visto sorprendida por la crisis afectada por los déficits gemelos (fiscal y de cuenta corriente de la balanza de pagos), que no fue capaz de corregir aprovechando el boom de los productos básicos y lo que es peor con nota negativa por parte de las firmas calificadoras de riesgo.
Así las cosas, no es de extrañar que lo que se creía iba a ser un suave aterrizaje de la economía después de un crecimiento inusitado del PIB del 7.5% en 2007, se convirtió en un aterrizaje forzoso de un crecimiento a lo sumo del 2% este año a causa de su despresurización. Los hechos son tozudos y terminan por imponerse; al Ministro de Hacienda no le quedó más camino que rendirse ante la evidencia y ya ha tenido que revisar varias veces, siempre a la baja, la proyección gubernamental del crecimiento.
Primero fue en el 24 de septiembre del año anterior cuando rebajó la expectativa del gobierno para el 2008 del 5% a la horquilla de 3.8% - 4.2%, pero insistió en la meta del 5% para 2009; luego, el 14 de octubre le apostó a un rango entre 3% y 4% y más recientemente la rebajó a sólo el 3%, que todavía sigue siendo muy optimista para los analistas serios de la actividad económica. Ya el B de la R manifestó que espera un crecimiento del PIB para este año entre 1% y 3%, por su parte ANIF revisó su proyección de 3.2% a un 2% y Fedesarrollo proyecta 1.6%. Es más, el Economist Intelligence Unit (EIU), en su informe de enero es más pesimista y estima que Colombia entrará este año en una recesión franca, con una caída del PIB de – 0.5%, lo cual sería espantoso.
Y, como afirma el FMI, estos sombríos vaticinios no son alarmistas sino realistas, ya que, como lo afirma el director gerente del FMI, “2008 fue un año difícil para la economía mundial, pero de ningún modo podemos esperar que 2009 sea mejor”. Lo peor del coletazo de la crisis, entonces, está por venir. No exageraba el Presidente de la ANDI, Luis Carlos Villegas, cuando se atrevió a decir en octubre pasado que “no somos conscientes del tsunami que se ha desatado. Sin duda, sino hacemos una preparación mayor para el coletazo de la crisis financiera sobre la economía colombiana, esta podría llegar a una recesión”
[2].
Sus palabras resultaron premonitorias, pues, como lo revela la más reciente Encuesta de Opinión Industrial Conjunta (EOIC) de la ANDI, la producción industrial, sector clave de la economía, cayó 3.1% en 2008, mientras que las ventas lo hicieron en 3%, las cifras más bajas en los últimos 5 años. De los 21 sectores analizados, 16 tuvieron caída.
La utilización de la capacidad instalada en diciembre de 2008 cayó a 75%, casi 6 puntos porcentuales por debajo del nivel observado 12 meses atrás. Este es un campanazo muy sonoro, que nos advierte de lo que se nos viene pierna arriba. Razón tiene el Presidente de este gremio, Luis Carlos Villegas, para concluir que “Las cifras nos señalan que la industria colombiana, técnicamente entró en recesión”
[3].
Aunque él hace la salvedad en el sentido que “sobre la recesión de la economía creo que estamos igual de lejos a cuando me lo preguntaron en septiembre pasado”
[4]. Aquí se repite la historia reciente de los EEUU, en donde se aguardaba que se cumpliera el tecnicismo de esperar que bajara el crecimiento del PIB durante dos trimestres consecutivos para modo de declarar que la economía estaba en recesión.
Pero la prestigiosa Oficina Nacional de Investigación Económica de los EEUU cuestionó dicho criterio y consideró que “un descenso significativo de la actividad económica que se extiende a través de sus sectores, que dura más de unos pocos meses, normalmente visible en producción, empleo, ingreso real y otros indicadores”
[5] .
Con base en esta redefinición de la recesión, conceptuó que esta se estaba dando en los EEUU desde diciembre de 2007 y nadie salió a contradecirla. Si nos atenemos a ella, aquí estamos en recesión o por lo menos ad portas de ella. A las cosas hay que llamarlas por su nombre, para no dar lugar a confusión: si está en recesión la industria está en recesión la economía. Bien pudo exclamar Luis Carlos Villegas con el poeta Eduardo Carranza en su “Soneto con una salvedad”, “salvo mi corazón todo está bien”.
Las perspectivas hacia el futuro de la economía del país no lucen mejores dada la crisis de confianza que se ha apoderado tanto de empresarios como de consumidores, como lo comprueba la misma Encuesta de la ANDI.
Según esta, el Índice de confianza Industrial (ICI) para diciembre de 2008 se desplomó 28 puntos con respecto al mismo mes de 2007, registrando – 20 puntos. Entre tanto, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) se descolgó desde 34 puntos en diciembre de 2007 a 2.7 puntos en diciembre de 2008 y el Índice de Expectativas del Consumidor (IEC) se ubicó en 0.8 puntos en diciembre de 2008, con una caída vertical de 32.2 puntos.
Vemos cómo no sólo se deprime la actividad económica, sino que sus agentes son presa de una profunda depresión. Se pregunta el profesor Gonzalo Palaus Rivas, “¿cómo es posible que la confianza tanto de consumidores como de empresarios esté en los mismos niveles de la época del Caguán?
No deja de ser llamativo que de acuerdo con la misma, la ciudad donde cunde el mayor grado de pesimismo es Medellín, tan cara al corazón grande del Jefe del Estado”
[6]. Vendrán tiempos difíciles y para ellos hay que prepararse, con el fin de ver de mitigar sus devastadores efectos sociales, especialmente en el ingreso y el empleo; sobre todo para la población vulnerable, que es la que llevará la peor parte.
Bogotá, febrero 14 de 2009
www.amylkaracosta.net
[1]Ex presidente del Congreso de la República
[2] El Tiempo. Octubre, 22 de 2008
[3] Portafolio. Febrero, 13 de 2009
[4] Idem
[5] El Tiempo. Diciembre, 2 de 2008
[6] Portafolio. Febrero, 2 dew 2009