Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Es un hecho:
las personas desea tener más equipos, elementos y bienes con los cuales
satisfacer sus necesidades. La ambición es insaciable: tener y tener; más y
cada vez más. Y no es sólo un deseo o un capricho sino un derecho ligado la
subsistencia del ser humano. Cada persona debe tener garantizado un mínimo
vital para su subsistencia.
En eso todos estamos de acuerdo a tal punto que se
han creado leyes y normas destinadas a garantizar que todos, en igualdad de
condiciones, podamos disfrutar de lo mínimo para tener una existencia digna.
Pero los seres humanos somos como somos y llega un
punto en el que ya no encontramos satisfacción con lo que tenemos y queremos
más. Es ahí donde comienzan buena parte de los problemas con los que el mundo
lidia en nuestros tiempos: imperios que no se conforman con sus territorios y
desean extenderlo, aunque el precio sea la guerra dolorosa y triste contra sus
vecinos; capitalistas cuyas empresas han crecido y le generan enormes ingresos
y siguen su proceso de ensanchamiento en algunos casos a costa del deterioro
ambiental, de la evasión de impuestos y del pago de bajos salarios; personas
que ya tienen suficiente para vivir bien el resto de sus vidas pero se dejan
seducir por negocios ilícitos para incrementar sus ganancias…
Tener es un verbo que se conjuga con más frecuencia de
la que sería deseable pero…cuando se habla de tener viene a la mente la idea de
las posesiones materiales y de omite la otra forma de tener y es la relacionada
con toda la riqueza que poseemos y que no puede traducirse (por lo menos no tan
fácilmente) en billetes y monedas.
Yo le doy gracias a Dios por que pude asistir a escuela
y hoy "tengo" la sabiduría que allá recibí, en especial la de leer y
escribir. Es una posesión con la que no puedo ir a hacer compras en el
supermercado ni consignar en mi cuenta bancaria pero es de lo más preciado que
jamás he podido tener.
Usted, que ha seguido hasta acá estas líneas
seguramente tiene sus dos ojos en buenas condiciones y también aprendió a leer
y escribir. Seguramente en lo que va del día ha tenido la oportunidad de
sonreír y de ver sonreír a sus seres queridos y ha percibido la dulce voz de
los seres a los que más quiere, lo cual significa que tiene capacidad para oír
y, tal vez de escuchar.
Podríamos hacer una larga lista de valiosas posesiones
cuyo valor es imposible traducir en dinero o en otros medios de cuantificación
financiera. No siempre se puede hacer la conversión a oro, plata, dólares o
euros. Pero lo que tenemos vale y vale mucho, tanto que no aceptaríamos ponerle
precio a lo que es más importante: la salud, la cercanía de los seres queridos,
la libertad, el tener una patria y una nacionalidad y el saber que ocupamos un
espacio que nosotros y solo nosotros podemos ocupar en nuestro tiempo y en
nuestro contexto.
La próxima vez que por el cielo de nuestra alegría pase
una entristecedora nube que nos recuerde alguna carencia, miremos al cielo
esplendoroso y azul y felicitémonos, porque allá arriba hay un pedazo de cielo
que es nuestro, no tiene precio, y nadie nos podrá quitar.