Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
El pentateuco es una pequeña biblioteca contenida en la gran biblioteca bíblica que ha servido como guía para que el ser humano tenga una mejor comprensión de la obra maravillosa de Dios.
La particular colección está compuesta por
cinco libros cuyo contenido es emocionante, pues nos lleva al principio de los
principios, a aquellos tiempos en que el telón de fondo del Universo era
la
nada, y de esa nada inmensa, inexplicable e infinita, comenzó Dios su obra
maravillosa obra creadora y luego una generosa y particular relación con el
hombre, con los patriarcas y con el pueblo escogido.
Imagínese el lector por un momento esos minutos iniciales en
que Dios toma la decisión de iniciar su obra creadora. Es el principio de los
tiempos y se respira una profunda paz en la que los ojos, los oídos y el olfato
no hubieran podido ejercer sus funciones porque no existía en absoluto ningún
elemento que pudiera ser visto; ningún sonido que pudiera haber sido captado y
ningún aroma que pudiera haberse percibido.
Dios, que no tiene principio ni fin, decide crear un sistema
perfecto compuesto por galaxias, astros, planetas y fuerzas y leyes físicas; y
elementos como el agua, la tierra, el aire y el fuego. Y dentro de ese sistema instalaría la vida
como su obra máxima. Y lleno de vida dentro de esa obra mayor estaría el ser
humano, formado para que el autor de la vida fuera honrado y glorificado. Los seres humanos, por mandato de Dios
formarían su familia y posteriormente los pueblos.
De entre los pueblos
uno sería el escogido como pueblo de Dios y con éste, el pueblo de Israel,
habría una estrecha relación de amor, de Él hacia el pueblo.
Y también habría
una respuesta de la colectividad elegida, que no siempre sería recíproca hacia
su Padre bueno y generosos, pues ésta se caracteriza por la rebeldía, la
desobediencia, el arrepentimiento, más rebeldía, solicitud de perdón, más
desobediencia, nuevo arrepentimiento… En fin, el pentateuco narra en buena
parte la relación del ser humano, imperfecto y débil, frente a un Dios que
desea moldearlo a su imagen y semejanza
y de ésta manera se produzca una perfecta relación que le permita a ese
pueblo ser un verdadero adorador y merecedor de la vida eterna.