ENTORNO
EXTERNO ADVERSO
Escrito por: Amylkar D. Acosta M[1]
A mediados del año pasado, el
Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, ante los nubarrones que se posaban
sobre la economía colombiana, le daba un parte de tranquilidad al país:
“la
tasa de cambio flexible nos ayuda a estimular
las exportaciones y a sustituir importaciones, por lo que se
reduce el déficit en cuenta corriente”[2]
y remataba diciendo que “el peso más débil ayudará a la recuperación del crecimiento, llevándolo a su ´velocidad de
crucero´ de entre 4.5% y 5% por año”[3],
al tiempo que le apostó a un crecimiento del PIB para el 2015 del 3.5%. Pues
nada de lo que él previó pasó, empezando porque el crecimiento del PIB el año
pasado cerró en un 3.1%, muy por debajo del 4.6% de 2014. Claro que para el Ministro Cárdenas, frente al mal de
muchos, “si nos comparamos con el resto de Latinoamérica vamos bien” [4].
Dicho coloquialmente, la habíamos sacado barata, porque nos pudo haber ido
peor.
2014 y 2015 han sido dos de los
tres peores años en el desempeño de la economía colombiana en la última década,
afectada por la caída de los precios de los commodities y su demoledor impacto
en las finanzas públicas, el desplome de la actividad industrial, la caída del
consumo y la inversión privada, el déficit histórico en la cuenta corriente de
la balanza de pagos, la devaluación y de contera el encarecimiento del servicio
de la deuda externa. Dicho sea de paso, la caída en el ingreso nacional tiene
un carácter estructural, permanente y
no coyuntural, habida cuenta que la recuperación de los precios, especialmente
los del petróleo será lenta y moderada, máxime después del fracaso de la Cumbre
de la OPEP en su intento por detener la caída de los precios. De allí que,
dados los vientos en contra y el adverso entorno externo, las perspectivas de
la economía colombiana sean tan sombrías.
Como lo sostiene el Nobel de
economía Joseph Stiglitz, refiriéndose a Latinoamérica, “el error clave en los
últimos 15 años fue no entender que había una burbuja de bienes primarios que
no duraría para siempre, lo cual hacía
obligatorio diversificar las economías del área y eso no se hizo…Las cosas
iban bien y más de uno creyó que se había aprendido a manejar correctamente la
economía. Sin desconocer las mejoras, la
verdad es que
hubo una época de suerte, pero no se hicieron otras tareas importantes”[5].
En efecto, según Paolo Giordano, Economista principal del Departamento de
Integración y Comercio del BID, sólo México ha logrado que el 75% de sus
exportaciones esté representado por 132 productos; en cambio, Colombia, Bolivia
y Paraguay por sólo 10, Ecuador por 4 y Venezuela es monoexportador de
petróleo.
Después de casi una década de
revaluación del peso frente al dólar, en el 2015 la moneda colombiana se
depreció el 37.2%, rebasando con creces la cotización del deseado “dólar Cárdenas”
de los $2.000 el dólar y llegó a rozar los $3.500. Pero el peso “más débil” ni
estimuló las exportaciones ni ayudó a la recuperación del crecimiento como se
esperaba. Como lo advierte el Presidente de ANALDEX Javier Díaz, “hay
dificultades para retomar la senda del crecimiento, cuando uno mira el
aprovechamiento de los acuerdos, este no se ha dado en buena medida porque
nuestra economía sufrió una revaluación que golpeó el aparato productivo
colombiano”[6].
Además, el hecho es que, como lo acota él mismo “dependemos mucho de la
dinámica del mercado internacional”[7]
y este acusa una caída muy pronunciada, asociada al débil crecimiento de la
economía de los países desarrollados y la desaceleración del crecimiento de los
países que hacen parte del bloque de los BRIC (Brasil, Rusia, India, China y
Sudáfrica), especialmente China.
Según la Organización Mundial de
Comercio (OMC), las importaciones mundiales se estancaron por completo entre
2010 y comienzos de 2014 y desde entonces hasta la fecha han bajado 14%. Es
más, según la OMC, el comercio mundial crecerá en 2016 2.8% y no el 3.9%, que
era su anterior cálculo. Y no hay que perder de vista, además, que las dos
terceras partes del comercio mundial son manufacturas y sus partes o
componentes. De allí que, como lo afirma el ex ministro de comercio Carlos
Ronderos, “el mundo que nos queda para ampliar nuestro comercio está
relacionado con nuevos productos”[8],
pero que, además, “vayan a mercados que
hayan devaluado menos que nosotros”9. Y lo corrobora Javier Díaz
cuando asevera que “hay una menor demanda por nuestros productos. No basta con que el dólar esté alto para que
se disparen las exportaciones y haya una reacción inmediata.
Es que no hay mercado y
los precios cayeron”[9],
no sólo los de las exportaciones tradicionales
sino los de las no tradicionales.
Así las cosas no es de extrañar
que el año anterior, según cifras del Banco de la República, el déficit en cuenta corriente de la Balanza de pagos
si bien bajó en términos absolutos
con respecto a 2014 US $668 millones, al pasar de US $19.593 millones a US
$18.925 millones, dicho déficit equivale al 6.4% del PIB, 1.2 puntos porcentuales más alto que en 2014, contra un déficit histórico del 3%. Esta aparente paradoja se
explica por la reducción en dólares
del PIB corriente. En lo corrido del año la caída de las exportaciones persiste
y registra una disminución del 31%, al pasar de US $6.035 millones FOB para el
mismo período en 2015 a US $4.156 millones.
La crisis del sector externo se
acentúa aún más con la caída de la inversión
extranjera directa, por cuyo concepto entraron al país en 2015 US $11.427
millones, 24.37% menos que en 2014, esto es, una caída de US $3.682.07 millones
en sólo un año, siendo el descenso
mayor en el sector minero (US $533 millones) y petrolero (3.063 millones),
cayendo el 66% y el 25%, respectivamente. La situación, entonces, es
preocupante y amerita andar con pies de plomo.
Bogotá, abril 17 de 2016
www.fnd.org.co