martes, 16 de septiembre de 2008

Selección Colombia: fútbol, talento y lágrimas

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
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François de la Rochefoucauld: El amor propio es más ingenioso que el hombre más ingenioso del mundo

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En una de esas encuestas callejeras que se hacen cuando ocurre un hecho importante le preguntaron a los hinchas sobre la actuación del seleccionado colombiano en sus partidos frente a Chile y Uruguay. Los aficionados, como es apenas obvio, estaban enfurecidos por las dos derrotas y, especialmente por los cuatro goles encajados en el estadio Nacional de Santiago.
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Uno de ellos contestó de manera curiosa pero contundente: "a Colombia la mejoramos haciéndole unos pequeños cambios. Cuatro, para ser más precisos: el portero, la defensa, el mediocampo y la delantera" Mejor dicho, el hombre planteó un borrón y cuenta nueva. Parece excesivo hacer todos estos cambios sobre todo en la posición del arquero, en donde Agustín Julio saldría fácilmente absuelto después de la inesperada derrota ante Uruguay y la vergonzosa presentación frente a Chile.
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Los hinchas son así: cuando ganan están felices y los jugadores son elevados a la categoría de ídolos, una escala breve antes de graduarlos de dioses. Cuando pierden sienten frustración , dolor y rabia y la emprenden contra todo el mundo: comienzan con el técnico, siguen con los directivos, continúan con los jugadores y, si los controlan a tiempo, terminan contra los vidrios del bus del equipo.
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En el caso de la selección hay algunas voces airadas y de alto volumen con la petición repetida y expresa de que haya cambios. Es una historia conocida y repetida en las pasadas eliminatorias. En el 2.002, camino a Corea y Japón, un empate con Venezuela puso fin a la era de Luis Augusto García y cuatro años más tarde, en la ruta hacia Alemania, los venezolanos, esta vez ganadores en el recinto sagrado del estadio metropolitano de Barranquilla, pusieron fin a la accidentada dirección técnica de Francisco Maturana.

Hoy las voces del dolor, los gritos de la angustia, los requiebros de la desesperación pidieron cambios y cabezas y entre ellas, es apenas obvio, la de Jorge Luis Pinto, una de las personas más queridas del país el día en que se le ganó a Argentina por 2-1 cuando los analistas, los expertos y los mismos hinchas, firmaban y se conformaban con un empate.

Jorge Luis Pinto ya no es el técnico del seleccionado nacional. Se ha ido porque no se entendió con los jugadores, porque no aceptó suavizar el trato como se lo propusieron los directivos y por los pálidos resultados obtenidos en el 2.008. Diga lo que se diga, a la familia del fútbol no le gusta perder. Y nos solo al hincha al que le duelen las derrotas. Estas entristecen al directivo, al patrocinador, al periodista y, claro está, al propio técnico quien se juega la cabeza, partido tras partido, sin tener la oportunidad siquiera de patear el balón.

La salida de Pinto nos hace recordar una parte de la historia reciente del fútbol colombiano. Ojalá no tengamos que lamentar la decisión tomada hoy (16 de septiembre) por los directivos de la Federación quienes han asignado a Eduardo Lara, un hombre sabio y comprometido con el fútbol, la responsabilidad de ser el capitán del barco durante al menos una parte del trayecto que debería conducirnos al mundial.
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Pinto no dio explicaciones convincentes acerca de la baja producción de algunos jugadores talentosos y rendidores en sus equipos, quienes sufrían un "apagón futbolístico" apenas se ponían la camiseta de la escuadra nacional. ¿A dónde iba a dar el fútbol aguerrido y los goles de Falcao García? ¿Qué se hacía la calidad, la seguridad y la confianza de Aquivaldo Mosquera? ¿Por qué Rodallega no celebra tan de seguido como lo hace en sus equipos?.

Es posible que la respuesta esté en la actitud de los jugadores, pero también es admisible pensar en que el sistema del técnico los estaba disminuyendo y de esta manera su talento se perdía en la maraña complicada de tácticas inadecuadas, de estrategias ultradefensivas y de planteamientos ininteligibles.
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Como íbamos no íbamos bien pero las esperanzas se mantienen afincadas en las bases sólidas de las matemáticas y de los puntos por disputar. No hay que perder la cabeza, pero tampoco puede ignorarse el mal momento. .

Que no se engañen quienes piensan que todo se arregla con la salida de un técnico y la salida de otro. No somos los fuera de serie que una vez nos creímos, ni tenemos un número grande de jugadores a quienes echar mano. Ni contamos con héroes de los que dejan la sangre en el campo como tiene Uruguay o de aguerridos luchadores quienes se crecen cuando se ponen la camisa de rayas rojas y blancas como los paraguayos.
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Es necesario jugar con lo que tenemos como lo hacen nuestros rivales y tener la frente en alta de cara a lo que viene: partidos duros frente a rivales serios y dedicados a trabajar con firmeza por conseguir el mismo objetivo al que aspiramos: apoderarse del botín precioso y esquivo representado en el cupo al país de Christiaan Barnard y Nelson Mandela.

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Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso escritor y académico colombiano, autor de artículos registrados en periòdicos y revistas internacionales y de varios libros, entre ellos "Si mañana fuera hoy"



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