"La intervención del banco central es la peor forma de estabilizar el precio del dólar, con excepción de todas las demás fórmulas conocidas” Mauricio cárdenas
Por: Amylkar D. Acosta M
Ex presidente del Congreso de la República
www.amylkaracosta.net
Bogotá, octubre 4 de 2010
EL DÓLAR MENGUANTE
Es una verdad de a puño que la revaluación de las monedas con respecto al dólar es un fenómeno universal e inexorable, debida a varios factores, entre ellos el pesimismo sobre el desempeño de la economía estadounidense.
La recuperación de esta además de lenta ha sido poco vigorosa y lo que es más grave una de las peores secuelas de la crisis, el desempleo, no cede y amenaza con llegar al 10%. Como lo sentenció Paul Krugman, premio Nobel de Economía, la economía estadounidense necesita “un crecimiento del 2.5% tan sólo para impedir que el desempleo aumente, y un crecimiento mucho más rápido para lograr que se reduzca significativamente. Sin embargo, el crecimiento se mantiene en la actualidad entre el 1% y el 2%, con buenas probabilidades de hacerse aún más lento durante los próximos meses.
Realmente la economía volverá a la recesión? A quién le importa? Si el desempleo aumenta durante el resto del año, cosa que parece probable, no importará si las cifras del PIB son levemente positivas o levemente negativas” . Y no es para menos, habida cuenta que la tasa anualizada de crecimiento del PIB en el segundo trimestre del año fue a duras penas del 1.6%, más de dos puntos porcentuales más baja que la del primer trimestre que alcanzó el 3.7%. De allí el temor de una nueva recaida de la economía norteamericana, arrastrando consigo a la economía globlal al foso de “una recesión de doble caida” como lo augura Justin Yifu Lin, Economista Jefe y Vicepresidente superior del Banco Mundial.
Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal (FED), luego de reconocer que la economía sigue sin salir de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), “vulnerable a desarrollos inesperados” , se resigna a esperar a que “pese a los datos débiles que se vieron recientemente, las condiciones para un repunte en 2011 se mantienen” . Dicho de otra manera, el año 2010 está perdido para la economía estadounidense. Su industria sigue rengueando, las exportaciones languidecen y las importaciones se acrecientan ostensiblemente.
Ello se ha traducido en un déficit comercial de enormes proporciones; en los siete primeros meses de este año los EEUU acumularon un déficit comercial del orden de los US $288.928 millones. Y ello, pese a la fuerte caída del déficit en el mes de julio con respecto a junio al pasar de los US $49.800 millones a los US $42.800. En tales circunstancias, los EEUU no tiene el menor interés en frenar la devaluación de su moneda, en la cual se apoya para tratar de reducir semejante déficit. Es tal la preocupación que invade tanto al Gobierno como al Congreso de los EEUU el marcado deterioro de su balanza comercial, que cursa actualmente un proyecto de Ley mediante el cual se espera contrarrestar el creciente déficit de su comercio con China, el cual se trepó en un 18% en los primeros siete meses de 2010, a US $145.400 millones, comparado con igual lapso del 2009. Se trata del proyecto de ley H. R 237, titulado Currency Reform for Fair Trade, modificatorio de la Ley de Comercio que data desde 1930, la cual regula actualmente las salvaguardias aplicables a las importaciones que involucren subsidios en sus países de orígen o vendidas en el mercado doméstico a precios de dumping.
Con ello se busca forzar a China para que esta permita “una revaluación más rápida y significativa” de su moneda, el Yuan, como se lo solicitó recientemente Barack Obama al Premier chino Wen Jiabao. Como nos lo explica Andrés Espinosa F, Asesor del Ministro de Agricultura, “en lenguaje llano, el proyecto de ley determina que una sobrevaloración de la tasa de cambio del país exportador de más de 5% durante 18 meses, que genere un superávit comercial de orden global, podría ser considerado como subsidio o un facilitador de las prácticas predatorias del dumping, y como tales, accionables mediante aranceles compensatorios” . Esta medida podría desatar una guerra comercial entrambos países de consecuencias imprevisibles, especialmente para los EEUU, pues este puede terminar propinándose un tiro en el pié, dado que buena parte de las exportaciones de China a los EEUU corresponde a productos de empresas estadounidenses que se relocalizaron allá .
LA HUIDA DEL DÓLAR
El dólar junto con los bonos del Tesoro, pese a la baja de los rendimientos de estos, había servido de refugio a los operadores cuando la economía global estaba en el filo de la crisis, ahora han perdido su atractivo y han migrado hacia otras monedas o en las deudas alemana y japonesa. También han optado por tomar posiciones en el mercado de los commodities, a la espera de un escenario alcista de estos y ello ha contribuido al repunte de sus precios, los cuales se cotizan en la divisa norteamericana, en los mercados internacionales.
Tal y como sucede con los tiburones y la sangre que los atrae, los especuladores han olfateado que allí habrán de obtener una mayor rentabilidad de sus inversiones y hacia ellos se han encaminado. Es el caso del oro, el cual, como lo afirma el analista de Societe Generale David Wilson, “está volando debido a las preocupaciones por el debilitamiento del dólar y la perspectiva de flexibilización cuantitativa” con precios que ya superaron los US $1.300 la onza. Y qué decir de la plata, que ha alcanzado los US $23 la onza, el más alto precio en los últimos 30 años.
Es muy probable que se repita la historia del 2008 cuando el alza inusitada de los precios de los alimentos, atizada por la especulación en el mercado de futuros, puso en riesgo la seguridad alimentaria . No olvidemos que los mercados a menudo se adelantan a los acontecimientos y responden siempre a la teoría de las expectativas racionales propuesta por John F. Muth y desarrollada por Robert Lucas, que explica la razón de ser de las profecías autocumplidas.
EL PESO AL ALZA
Colombia, desde luego, no ha escapado a esta tendencia revaluacionista que la ha afectado con algunos altibajos desde 2003. Entre agosto de 2009 y agosto de 2010 el peso se apreció en 19% con respecto al dólar; el los últimos 9 meses la cotización del dólar ha perdido $240 hasta situarse por debajo de la barrera psicológica de los $1.800.
A ello han contribuido el auge de las exportaciones de productos minero – energéticos y los mejores precios de estos, las cuales van aparejadas de una mayor afluencia de Inversión Extranjera Directa (IED) a dicho sector, así como también el reciente repunte de las remesas de los colombianos residentes en el exterior. Pero, también han contribuido a ello otros factores que han servido de catalizadores, como lo veremos más adelante.
Colombia no es la excepción en este sentido en América Latina; los demás países de la región han sido igualmente favorecidos por la tendencia que marcan los mercados de los productos básicos, la cual ha contribuido al mejor desempeño de su economía, a tal punto que se ha revisado al alza la proyección de la tasa de crecimiento promedio del 4% que se vaticinaba a comienzos de 2010 a tasas que superan el 5.5%.
La apuesta por este mayor crecimiento se fundamenta en el gran apetito del mundo, especialmente por parte de los países emergentes encabezados por China e India por alimentos, minerales y combustibles. Tal hecho ha llevado a algunos analistas despistados como Eduardo Lora, Economista Jefe del Departamento de Investigación del BID, a considerar que “la fortaleza de las monedas latinoamericanas debe verse como el inevitable precio del éxito económico” . El eufórico ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga sostuvo sin pestañear refiriéndose al caso colombiano en su acto de posesión que Colombia “es un país que está ofreciendo confianza, que genera credibilidad, y eso representa que su moneda se vuelva atractiva” , justificación esta que no está avalada por los hechos, ya que la procesión va por dentro. Como lo afirma el ex ministro Director del Instituto para América Latina en el Brookings Institution Mauricio Cárdenas, “la economía colombiana no anda del todo bien. La recuperación después de la crisis ha sido débil, especialmente cuando se la compara con la de las demás economías grandes de América Latina” . Tanto que los pronósticos más optimistas sitúan el crecimiento de su PIB para este año entre 4% y 4.5%, en contraste con el 5.5% promedio de Latinoamérica. Como es apenas obvio la revaluación afecta negativamente tanto a los renglones de exportación como a los productos no transables pero que compiten con los importados, dado que unos y otros pierden competitividad por cuenta del diferencial cambiario. Desde luego se favorecen con la apreciación de la moneda los importadores, comerciantes, consumidores de bienes importados y, cómo no, tanto el gobierno como los particulares que tienen deudas denominadas en dólares. En el caso colombiano se han visto afectadas particularmente las actividades de la floricultura, la textilería y la confección, así como la industria del cuero y la talabartería, todas ellas intensivas en manos de obra.
¿BOOM O BLUF?
La gran pregunta, que hasta ahora no ha tenido una respuesta oficial satisfactoria, es por qué Colombia con una revaluación del 12.8% en lo que va corrido del año acusa la más alta tasa de apreciación de su moneda en el mundo, como lo registró recientemente Bloomberg Noticias Financieras y Económicas. Le sigue de lejos en Suramérica el peso chileno en el puesto 21 del ranking con una revaluación del 3.8% y el real brasileño en el 35 con el 1.4%, los dos países cuyas economías muestran un mayor dinamismo. Cabe preguntarse qué hace la diferencia de Colombia con respecto a los demás países de la región. Se aduce que en los últimos años han ingresado al país ingentes sumas por concepto de inversiones, atraidas por el boom del sector monero-energético y ello ha venido presionando la tasa de cambio. Y se prevé hacia el futuro que tendremos aún mayores inversiones, las cuales amenazarían la estabilidad económica del país ante el riesgo de contraer la enfermedad holandesa. Citando al ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga, nos dice el ex ministro de Minas y Energía Carlos Caballero Argáez que “fue, precisamente, el ministro saliente quien dio a conocer en los últimos meses de su gestión, la información sobre la inminencia de una bonanza de inversión extranjera y de ingresos de divisas en el sector de petróleo y la minería. Entregó a la opinión un cuadro que contenía el destino de los 50.000 millones de dólares de inversión en el sector minero-energético para el período 2010 – 2015. Monto que se elevó después a 60.000 millones, cuando se incluyeron las inversiones requeridas en la ampliación de la infraestructura de transporte de crudo por el incremento en la producción” .
Con el objeto de magnificar el impacto de la bonanza que se espera se habla sólo de la afluencia de divisas al país merced a las mayores inversiones, pero se desestiman las cifras atinentes a la repatriación de recursos hechas por las mismas empresas inversoras, que es la única forma de establecer el saldo neto al final del día. Las cifras son elocuentes y hablan por sí solas, veamos. Entre el segundo semestre de 2002 y 2009 ingresaron al país US $49.172 millones por IED (B de la R). Pero, para el mismo período Colombia giró al exterior US $35.489 millones en utilidades que remesaron (libre de impuestos) esas inversiones, equivalentes al 72% de dichos flujos de IED. El caso del renglón petrolero fue patético, puesto que en igual lapso giraron al exterior utilidades equivalentes al 117.7% de lo que invirtieron en esos años. Esto es, por cada dólar invertido se giraron al exterior un dólar con veinte centavos de utilidades. Según el profesor Germán Umaña, “en el período 2006 – 2009 ingresaron 26.000 millones de dólares y egresaron 27.000 millones de dólares, y en el año 2009 los ingresos alcanzaron 6.500 millones de dólares y los egresos 9.500 millones de dólares” . Gracias a la actividad petrolera y minera, entre enero y marzo de este año Colombia registró ingresos por IED de US $4.179 millones, con un incremento de US $530 millones frente a los registrados en el mismo período de 2009. En el mismo período salieron capitales por US $2.142 millones asociados a reembolso de capital de la inversión extranjera en Colombia. Hablando del primer semestre de este año, se observa que la IED fue de US $4.115 millones, inferiores a los US $5.043 millones de igual período del año pasado. Pero, esto no es lo peor, resulta que en ese mismo semestre se registraron giros al exterior por valor de US $5.439 millones por concepto de reembolsos de capital, a los cuales se le vienen a sumar US $4.838 más por remesas de utilidades, superándose de este modo con creces lo que había entrado. No hay tal, entonces, que el país se haya visto desbordado por la entrada masiva de capitales producto de la “confianza inversionista” y que sea ello lo que justifique la imparable revaluación del peso por encima de los demás países.
La sobrevaluación, producto de una distorsión del mercado y expresada en un desalineamiento de la tasa de cambio, más que la revaluación del peso, junto con la alta tasa de desempleo se han convertido en los dos grandes desafíos - issus, como los llaman los norteamericanos - que enfrenta la administración Santos en el frente económico.
El anterior Gobierno, preso de la autocomplacencia, poco hizo por atenuar la sobrevaluación del peso; por el contrario, con su indisciplina fiscal se encargó de estimularla. Al término de su gestión entregó la economía con un déficit fiscal del orden del 4.5% del PIB y con un endeudamiento del 39.4% del PIB, en el límite de su sostenibilidad. Como lo señala Dinero “cada vez que la Tesorería monetiza los dólares que el Gobierno consigue por fuera, el peso se revalúa. Si este desequilibrio no se corrige, no será posible aminorar el impacto de la revaluación de la moneda” . Tanto la monetización de los recursos provenientes del endeudamiento externo por parte del sector público y del privado, como la presión sobre las tasas de interés del mayor endeudamiento interno, han contribuido enormemente a la apreciación del peso y de qué manera.
Un dato muy reciente del Banco Emisor da cuenta de cómo a septiembre 3 de este año se recibieron por concepto de préstamos del sector privado la suma de US $4.997 millones, casi 7 veces más que en igual período del año anterior cuando llegó sólo a los US $717 millones (¡!), entendible dado que las tasas de interés domésticas son más altas que las internacionales. Por su parte la monetización de recursos provenientes del exterior por parte del Gobierno ascendió a los US $4.747 millones (¡!). Y esto sí que presiona la tasa de cambio.
A esto se añade la gran afluencia de capitales especulativos, más conocidos como capitales golondrinas. Como lo señala el analista Mauricio Cabrera, “el exceso del dólares no viene del comercio exterior; más aún, a pesar de la supuesta bonanza petrolera y minera el saldo de las exportaciones e importaciones de bienes y servicios es cada vez más negativo, pues en 7 meses del 2009 teníamos un déficit de US$3.200 millones y este año este ha aumentado hasta US$5.900 millones. La razón es que los ingresos de exportaciones sólo crecen 1,8%, mientras las importaciones 16%” .
Tampoco es atribuible la avalancha de dólares a la IED, pues cómo lo aclara el mismo Cabrera, “la inversión extranjera de largo plazo sólo representa menos del 20% del incremento de ingresos mientras que los ingresos de capitales de corto plazo y por créditos son la causa principal. En efecto, la inversión de portafolio aumentó US $700 millones y los créditos en monedas extranjeras de los bancos muestran un incremento neto de US $2.400 millones con respecto al 2009” . Coincidimos con el profesor Cesar A Ferrary en que definitivamente, “el mayor flujo de divisas proviene de un mayor endeudamiento en el exterior del sector privado: a julio de 2010 éste era de US$ 6.811,7; en 2009 fue de US$ 4.736. No es para menos.
Mientras haya disponibilidad de recursos en el exterior, por la abundante monetización del déficit fiscal estadounidense, y la tasa de interés de colocación en Colombia sea tan elevada frente a las tasas internacionales, siempre habrá un incentivo para las empresas en Colombia a endeudarse en el exterior” . A ello sumémosle el cúmulo de divisas que ingresan subrepticiamente al país a través de las torrenteras del lavado de activos y el narcotráfico, las cuales son muy difíciles de cuantificar.
En todo caso, cada vez son más frecuentes y cuantiosos los hallazgos de contenedores, guacas y caletas atestadas de narcodólares; esto, para sólo referirnos a las incautaciones, pues resultan inimaginables las sumas que alcanzan a filtrarse escapando al control de las autoridades. El diario El Espectador destacó que “no es gratuito que en los últimos seis meses hayan sido 111.000 las operaciones sospechosas” y se aventura a estimar que “en el país los narcos y otros grupos irregulares lavan, por lo menos, cinco mil millones de dólares al año” , suma esta que no es despreciable El codirector del Emisor Juan José Echavarría se muestra escéptico sobre la posibilidad de que estos dineros calientes puedan estar presionando la revaluación y con el mayor candor del mundo dice “no creer en esa teoría, pues si así fuera esta sería mayor a la de otros países” y es que acaso no lo es?
EL FANTASMA DE LA ENFERMEDAD HOLANDESA
Mucho se ha venido hablando recientemente de los riesgos que entraña la bonanza minero-energética venidera, pero ya nadie se acuerda de la que pasó, que hizo del período 2003 – 2008 el quinquenio virtuoso, cuando el precio del crudo llegó a cotizarse a US $147.50 el barril y el carbón superó la barrera de los US $160 la tonelada. A diario se leen en los periódicos de mayor circulación y aún en revistas especializadas las admoniciones sobre los peligros que acechan, sobre los riesgos de contraer la enfermedad holandesa, de su inminencia, del peligro que entraña, cuando la real realidad es que son muchos los sectores estragados por sus deletéreos efectos. Noticias recientes dan cuenta del cierre de 15 empresas floricultoras en Cundinamarca en los últimos tres años, dejando cesantes a 15.000 trabajadores, lo cual da buena cuenta de ello.
Como lo explica Luis Fernando María, Secretario de Asocolflores Cundinamarca, los floricultores se debaten entre “los costos que crecen con la inflación y los ingresos que se reducen con la revaluación del peso”. Las causas saltan a la vista en este caso como en tantos otros que se repiten una y otra vez. El fantasma de la enfermedad holandesa es una realidad y está entre nosotros, la economía colombiana se contagió de esta peste sin que las autoridades se percataran de ello.
No hay que negar que en las últimas dos décadas los sucesivos gobiernos han tratado de mantener la competitividad de la producción doméstica y de las exporttaciones colombianas de manera artificial y artificiosa, en el primer caso mediante aranceles proteccionistas y en el segundo a través de subsidios y ayudas. De este modo se consolidó en el país una especie de industria de invernadero aupada por el Estado.
Por muchos años se creyó que a través de la devaluación de la tasa de cambio (léase Decreto 444 de 1967) y de la reducción de los costos laborales vía flexibilización de la legislación (léase Ley 50 de 1990 y Ley 789 de 2002) se podría conservar el mercado doméstico y sostener los nichos de mercados externos. Pero, el escenario cambió radicalmente con la ley de hierro de la apertura y la globalización. Vivimos en un mundo en el que la soberanía en el ambito económico es más que limitada y el márgen de maniobra de la autoridad monetaria y cambiaria es cada vez más reducida. Como lo afirma Dinero, la competitividad depende de la productividad, antes que de la tasa de cambio, “y la productividad del país no solamente depende de los procesos productivos de las empresas, sino también de factores que son ajenos al control de estas últimas, como son la estructura tributaria, la infraestructura, los costos laborales y de transporte, los trámites y otros elementos que, en Colombia, se convierten en cargas que frenan las posibilidades de crecimiento” .
Y según el más reciente informe del Foro Económico Mundial (FEM), Colombia pasó del puesto 69 al 68 entre 139 países examinados en el escalafón de competitividad, pero “si la comparación se hace con los mismos países que estaban en el ranking el año pasado, Colombia se mantiene en la casilla 68” .
SOLUCIONES DIFERIDAS
Aparte de las invectivas presidenciales en contra de la Junta directiva del Banco de la República, demandando de este medidas draconianas para contener la revaluación mientras el gobierno la exacerbaba con su indisciplina fiscal, poco hizo el ejecutivo en el curso de los dos cuatrienios anteriores en este sentido. Por su parte los exportadores demandaron el apoyo del gobierno para sobreaguar, frente a los ingresos dejados de recibir, que no pérdidas como alegaban, a consecuencia de la apreciación del peso. Ni corto ni perezoso el Gobierno acudió en auxilio del sector exportador, renuentes todos a utilizar las coberturas contra el riesgo cambiario que ofrecen los bancos, más no de los productores nacionales que compiten con las importaciones, los cuales también se han visto afectados por la revaluación. En total, las ayudas que el gobierno le dió al sector exportador entre el 2007 y mayo 3 de 2008 asciendieron a la friolera de $800.000 millones! Y ello mientras esos mismos exportadores recibían el doble beneficio de las importaciones de equipos y maquinarias con dólares baratos, al tiempo que deducían de su impuesto de renta el 40% del valor de la inversión en la modernización y ensanche de su planta industrial.
Fue tanta la liberalidad y discrecionalidad con la que el Gobierno asignaba estas “compensaciones” al sector exportador que incluso quedó consagrada en el propio Plan de Desarrollo a través del cual el Congreso de la República le dio carta blanca. En efecto, en la Ley del Plan se estableció que “es potestad del Gobierno Nacional establecer el sector beneficiario y el valor del apoyo o incentivo económico, así como determinar los requisitos y condiciones que sean del caso…” . Por fortuna la Corte Constitucional le salió al paso a semejante exabrupto y declaró su inexequibilidad, al considerar que no resultaba ajustado a la Constitución, en la medida que “otorga una autorización genérica al Gobierno Nacional para entregar ayudas o apoyos económicos sin contraprestación alguna por parte del beneficiario y no establece las garantías constitucionales mínimas para asegurar que no se trata de una donación o un auxilio”. Además de inconstitucional, es bien sabido que, como lo sostiene Mario Cacigli, “cuanto más discrecional es la distribución de los bienes, más altas son las posibilidades de clientelismo” .
Ante los cuestionamientos de los cuales fueron objeto estas ayudas al sector exportador, el entonces Ministro de Hacienda Oscar Ivan Zuluaga no tuvo empacho en aseverar en forma desafiante ante la Plenaria del Senado de la República que “aquí no hemos hecho nada por debajo de la mesa. No, aquí las ayudas tienen nombre propio” .
Ya de despedida el ex ministro Zuluaga dejó en claro que la revaluación “tiene efectos en algunos sectores exportadores, pero para ello hemos adoptado el esquema de la regla fiscal que obligará a que el gobienro gaste menos y se endeude menos" , refiriéndose a la propuesta formulada por un Comité Técnico Interinstitucional. La misma que está contenida en el Proyecto de Acto legislativo radicado por el Gobierno anterior cuando estaba de salida y por desarrollar a través del Proyecto de Ley que acaba de presentar la administración Santos.
A este respecto declaró el novel Ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry que “la Regla fiscal es la contribución que el Gobierno nacional le da al B de la R. Es la regla de austeridad que acompañará el esfuerzo del Banco de la República” . Pero, ojalá que este Gobierno no imite al anterior quedándose cruzado de brazos a esperar hasta el 2012, que será cuando entre en vigencia la Regla fiscal y descargar toda la responsabilidad del manejo de esta crisis cambiaria al B de la R. Además, en concepto de Francisco Barnier Gonzalez, Presidente Tracker do Brasil “Sólo la formación de un déficit nominal de cero, donde las cuentas públicas incluyan los intereses de la deuda en el total de gastos y no que sean reincorporados en el principal, será capaz de disminuir la entrada de capitales y reducir esas tasas” .
EL CONTROL DE CAPITALES Y REBAJAS ARANCELARIAS
El Gobierno debe poner más de su parte, pues hay decisiones que son de su resorte y no del banco Emisor, empezando por ajustar sus desarboladas finanzas y así evitar en lo posible mayores monetizaciones de su financiamiento externo. Por ejemplo, Andrés Espinoza nos trae a colación lo que piensa Jonathan Ostry, quien “en compañía de otros colegas del Departamento de Investigación del FMI, asegura, en el documento ‘Capital Inflows: The role of Controls’, que la aplicación del control de capitales se justifica si la economía trabaja a capacidad, el nivel de reservas es el adecuado, la tasa de cambio está apreciada y los flujos de capital son transitorios. Ostry reitera que si la tasa de cambio está revaluada se requiere ‘una política proactiva’, que puede incluir una reducción de la tasa de interés. ¿Receta para Colombia?” . El Gobierno nacional es el que tiene la última palabra sobre este particular. Al FMI, que cambió su dogmática postura sobre el libre tránsito de capitales, se le vino a sumar el Banco Mundial y ahora uno y otro abogan por la adopción de controles o medidas tendientes a evitar los movimientos especulativos indeseados. Chile y Brasil han establecido impuestos a los flujos de capital al país; este último, incluso, está considerando en este momento la posibilidad de subir dicha tasa impositiva para tratar de frenar el alza de la cotización del real.
Entre otras cosas, en opinión de José Antonio Cordero y Juan Antonio Montecino, plasmada en un texto del Center for Economic and Policy Research sobre los controles de capital en los países en desarrollo, “la aplicación de restricciones a la movilidad de capitales contribuye a conservar la independencia de los bancos centrales en su empeño por mantener bajas y estables tasas de inflación y permite alterar la madurez y la composición de los flujos de capital” . De esta manera se le estaría dando una mano al B de la R, ya que resulta asaz dificil para el mismo mantener a raya la denominada “inflación objetivo” y la estabilidad de la tasa de cambio al mismo tiempo, en un contexto de plena libertad de movimientos de los capitales.
Huelga decir que medidas como las que ensayó el anterior Gobierno, tales como reducir los aranceles para estimular las importaciones cuando estas están disparadas no se justifican. Ahora se vuelve a hablar de ello, pero esta vez a manera de reforma arancelaria unilateral y acelerada, “con la peregrina idea de que si estimulamos la importación de insumos y maquinarias (no producidos en el país), entonces subirá la demanda por dólares y se contendrá la apreciación cambiaria” , como si no bastara para ello la apreciación cambiaria que durante el último año frisa el 13% en lo corrido del año. Una medida tan atembada como esta iría a contrapelo de lo que se ha venido dando en el curso de las negociaciones de los TLC, en los cuales se ha pactado una desgravación bilateral y progresiva; de contera tendría unos costos fiscales que ANIF calcula estarían entre $1.4 billones y $2.5 billones y el palo no está para cucharas.
¿QUÉ HACER?
Parodiando a Churchill, Mauricio Cárdenas afirma que “la intervención del banco central es la peor forma de estabilizar el precio del dólar, con excepción de todas las demás fórmulas conocidas” . Uno de los inamovibles del B de la R es precisamente su política monetaria de “inflación objetivo” y es a partir de esta que a su juicio “se debe evaluar si una política de intervención cambiaria es coherente con el logro de las metas de inflación. Adicionalmente se debe evaluar si la política de intervención es consistente con el esquema operativo de una estrategia de inflación objetivo” . Como bien lo dice el ex presidente de Asobancaria Cesar Gonzalez, “la política monetaria colombiana tiene unos imperativos que el Emisor observa y cuida celosamente” De allí la timidez de las intervenciones por parte de la Junta directiva del Banco a la hora de decidir sobre las intervenciones en el mercado cambiario. Uno de sus codirectores, Juan José Echavarría, reconoce que las intervenciones a las cuales nos tienen acostumbrados son a lo sumo el uno o el dos por ciento del mercado cambiario, “por lo que su papel es marginal en el sistema” . Estamos hablando de compras, anunciadas además, no mayores de US $20 millones diarios hasta completar un máximo de US $1.600 millones, que no le hacen ni cosquillas al mercado, que las descuenta rápidamente.
El contraste no puede ser mayor, cuando constatamos que el Banco central del Perú ha venido haciendo intervenciones en el mercado cambiario sumamente agresivas: a julio pasado había acumulado reservas producto de la compra de divisas del orden de los US $4.553 millones, en contraposición a los US $1.600 millones que acumuló el B de la R para el mismo período. En sólo una semana, la tercera del mes de julio, el Banco central peruano compró US $494 millones, con el firme propósito de evitar que el Sol llegara a la tasa simbólica de 2.8 por dólar. El monto de las reservas internacionales del Banco central del Perú para el 20 de julio alcanzó los US $38.049 millones; entre tanto las del B de la R llegaron a los US $26.542 millones. Y estamos hablando de un país que fue el único en América Latina que no sólo no bajó la IED en 2009, sino que registró un crecimiento nada menos que del 28%. Con todo y ello, Perú ha logrado mantener a raya la revaluación. Mientras en Colombia para el 27 de julio la revaluación del peso bordeaba el 10%, la del Sol de Perú se situaba en el 2.28%. Lo propio podemos decir de Brasil, que ha comprado US $50.000 millones el último año, sólo entre el 13 y el 16 de septiembre compró US $1.000 millones diarios, cuya revaluación anualizada a septiembre de este año fue de 5.5% frente al 9.4% de Colombia.
Estamos de acuerdo con Mauricio Cárdenas en que “el Banco de la República tiene más munición y la debe aprovechar” para atacar la revaluación galopante del peso; en que “no hay presiones inflacionarias que le compliquen el panorama y, además, si tiene que recoger liquidez lo puede hacer sin demasiado costo” , como ya lo ha hecho en el pasado, acompasando sus intervenciones con esterilizaciones de circulatorio mediante la emisión de TES o elevando los encajes y/o la posición propia de los bancos. Con sobrada razón acota el ex ministro de Hacienda Guillermo Perry R que “el Banco de la República tiene que contribuir en serio. Las compritas de divisas, de poco o nada sirven: o está dispuesto a intervenir en grande y en forma no anunciada, para quebrar a algunos especuladores e imponer disciplina en el mercado cambiario, o tendrá que asumir ante la historia la responsabilidad de haber contribuido, por omisión, al desaprovechamiento de la bonanza y al debilitamiento estructural de la economía”. Por qué no explorar otros caminos como puede ser la emisión de papeles en dólares o decretar una mayor libertad de invertir en dólares como lo viene haciendo Perú. De otra parte, se deben contemplar medidas tendientes a limitar el endeudamiento externo privado. El profesor Ferrari es del criterio que “la solución a la revaluación cambiaria actual no parecería ser, por ahora, la constitución de un fondo de recursos naturales, por lo menos mientras subsista el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. Tampoco ninguna regla fiscal. La mejor manera sería doble: una intervención más profunda del Banco de la República acumulando reservas, y otra más decidida del mismo banco y de la Superintendencia Financiera en pro de una mayor competencia en los mercados de crédito”. Y no le falta razón en su aserto.
La inacción del Banco Emisor y la indisplina fiscal del Gobierno le prestan un flaco servicio a la estabilidad económica y a la sostenibilidad del crecimiento derl PIB. Preocupa sobremanera que el país no sólo no ha avanzado en competitividad ni en la diversificación de sus mercados externos y de su oferta exportadora, sino que hoy dependemos más que nunca de las exportaciones de productos primarios cuyos precios se caracterizan por su gran volatilidad. La reprimarización de la economía del país no le hace bien a esta, no le conviene, pues como bien lo dice Manuel José Cárdenas “Apoyarse en factores tan estáticos como los recursos naturales, puede ser una buena manera de comenzar pero una mala manera de continuar”. La situación es apremiante y cada día que pasa los estragos de la revaluación son mayores y las soluciones se tornan aún más complicadas. Llegó la hora de actuar con prontitud y firmeza, antes de que se haga tarde!
Bogotá, octubre 4 de 2010
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Por: Amylkar D. Acosta M
Ex presidente del Congreso de la República
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Bogotá, octubre 4 de 2010
EL DÓLAR MENGUANTE
Es una verdad de a puño que la revaluación de las monedas con respecto al dólar es un fenómeno universal e inexorable, debida a varios factores, entre ellos el pesimismo sobre el desempeño de la economía estadounidense.
La recuperación de esta además de lenta ha sido poco vigorosa y lo que es más grave una de las peores secuelas de la crisis, el desempleo, no cede y amenaza con llegar al 10%. Como lo sentenció Paul Krugman, premio Nobel de Economía, la economía estadounidense necesita “un crecimiento del 2.5% tan sólo para impedir que el desempleo aumente, y un crecimiento mucho más rápido para lograr que se reduzca significativamente. Sin embargo, el crecimiento se mantiene en la actualidad entre el 1% y el 2%, con buenas probabilidades de hacerse aún más lento durante los próximos meses.
Realmente la economía volverá a la recesión? A quién le importa? Si el desempleo aumenta durante el resto del año, cosa que parece probable, no importará si las cifras del PIB son levemente positivas o levemente negativas” . Y no es para menos, habida cuenta que la tasa anualizada de crecimiento del PIB en el segundo trimestre del año fue a duras penas del 1.6%, más de dos puntos porcentuales más baja que la del primer trimestre que alcanzó el 3.7%. De allí el temor de una nueva recaida de la economía norteamericana, arrastrando consigo a la economía globlal al foso de “una recesión de doble caida” como lo augura Justin Yifu Lin, Economista Jefe y Vicepresidente superior del Banco Mundial.
Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal (FED), luego de reconocer que la economía sigue sin salir de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), “vulnerable a desarrollos inesperados” , se resigna a esperar a que “pese a los datos débiles que se vieron recientemente, las condiciones para un repunte en 2011 se mantienen” . Dicho de otra manera, el año 2010 está perdido para la economía estadounidense. Su industria sigue rengueando, las exportaciones languidecen y las importaciones se acrecientan ostensiblemente.
Ello se ha traducido en un déficit comercial de enormes proporciones; en los siete primeros meses de este año los EEUU acumularon un déficit comercial del orden de los US $288.928 millones. Y ello, pese a la fuerte caída del déficit en el mes de julio con respecto a junio al pasar de los US $49.800 millones a los US $42.800. En tales circunstancias, los EEUU no tiene el menor interés en frenar la devaluación de su moneda, en la cual se apoya para tratar de reducir semejante déficit. Es tal la preocupación que invade tanto al Gobierno como al Congreso de los EEUU el marcado deterioro de su balanza comercial, que cursa actualmente un proyecto de Ley mediante el cual se espera contrarrestar el creciente déficit de su comercio con China, el cual se trepó en un 18% en los primeros siete meses de 2010, a US $145.400 millones, comparado con igual lapso del 2009. Se trata del proyecto de ley H. R 237, titulado Currency Reform for Fair Trade, modificatorio de la Ley de Comercio que data desde 1930, la cual regula actualmente las salvaguardias aplicables a las importaciones que involucren subsidios en sus países de orígen o vendidas en el mercado doméstico a precios de dumping.
Con ello se busca forzar a China para que esta permita “una revaluación más rápida y significativa” de su moneda, el Yuan, como se lo solicitó recientemente Barack Obama al Premier chino Wen Jiabao. Como nos lo explica Andrés Espinosa F, Asesor del Ministro de Agricultura, “en lenguaje llano, el proyecto de ley determina que una sobrevaloración de la tasa de cambio del país exportador de más de 5% durante 18 meses, que genere un superávit comercial de orden global, podría ser considerado como subsidio o un facilitador de las prácticas predatorias del dumping, y como tales, accionables mediante aranceles compensatorios” . Esta medida podría desatar una guerra comercial entrambos países de consecuencias imprevisibles, especialmente para los EEUU, pues este puede terminar propinándose un tiro en el pié, dado que buena parte de las exportaciones de China a los EEUU corresponde a productos de empresas estadounidenses que se relocalizaron allá .
LA HUIDA DEL DÓLAR
El dólar junto con los bonos del Tesoro, pese a la baja de los rendimientos de estos, había servido de refugio a los operadores cuando la economía global estaba en el filo de la crisis, ahora han perdido su atractivo y han migrado hacia otras monedas o en las deudas alemana y japonesa. También han optado por tomar posiciones en el mercado de los commodities, a la espera de un escenario alcista de estos y ello ha contribuido al repunte de sus precios, los cuales se cotizan en la divisa norteamericana, en los mercados internacionales.
Tal y como sucede con los tiburones y la sangre que los atrae, los especuladores han olfateado que allí habrán de obtener una mayor rentabilidad de sus inversiones y hacia ellos se han encaminado. Es el caso del oro, el cual, como lo afirma el analista de Societe Generale David Wilson, “está volando debido a las preocupaciones por el debilitamiento del dólar y la perspectiva de flexibilización cuantitativa” con precios que ya superaron los US $1.300 la onza. Y qué decir de la plata, que ha alcanzado los US $23 la onza, el más alto precio en los últimos 30 años.
Es muy probable que se repita la historia del 2008 cuando el alza inusitada de los precios de los alimentos, atizada por la especulación en el mercado de futuros, puso en riesgo la seguridad alimentaria . No olvidemos que los mercados a menudo se adelantan a los acontecimientos y responden siempre a la teoría de las expectativas racionales propuesta por John F. Muth y desarrollada por Robert Lucas, que explica la razón de ser de las profecías autocumplidas.
EL PESO AL ALZA
Colombia, desde luego, no ha escapado a esta tendencia revaluacionista que la ha afectado con algunos altibajos desde 2003. Entre agosto de 2009 y agosto de 2010 el peso se apreció en 19% con respecto al dólar; el los últimos 9 meses la cotización del dólar ha perdido $240 hasta situarse por debajo de la barrera psicológica de los $1.800.
A ello han contribuido el auge de las exportaciones de productos minero – energéticos y los mejores precios de estos, las cuales van aparejadas de una mayor afluencia de Inversión Extranjera Directa (IED) a dicho sector, así como también el reciente repunte de las remesas de los colombianos residentes en el exterior. Pero, también han contribuido a ello otros factores que han servido de catalizadores, como lo veremos más adelante.
Colombia no es la excepción en este sentido en América Latina; los demás países de la región han sido igualmente favorecidos por la tendencia que marcan los mercados de los productos básicos, la cual ha contribuido al mejor desempeño de su economía, a tal punto que se ha revisado al alza la proyección de la tasa de crecimiento promedio del 4% que se vaticinaba a comienzos de 2010 a tasas que superan el 5.5%.
La apuesta por este mayor crecimiento se fundamenta en el gran apetito del mundo, especialmente por parte de los países emergentes encabezados por China e India por alimentos, minerales y combustibles. Tal hecho ha llevado a algunos analistas despistados como Eduardo Lora, Economista Jefe del Departamento de Investigación del BID, a considerar que “la fortaleza de las monedas latinoamericanas debe verse como el inevitable precio del éxito económico” . El eufórico ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga sostuvo sin pestañear refiriéndose al caso colombiano en su acto de posesión que Colombia “es un país que está ofreciendo confianza, que genera credibilidad, y eso representa que su moneda se vuelva atractiva” , justificación esta que no está avalada por los hechos, ya que la procesión va por dentro. Como lo afirma el ex ministro Director del Instituto para América Latina en el Brookings Institution Mauricio Cárdenas, “la economía colombiana no anda del todo bien. La recuperación después de la crisis ha sido débil, especialmente cuando se la compara con la de las demás economías grandes de América Latina” . Tanto que los pronósticos más optimistas sitúan el crecimiento de su PIB para este año entre 4% y 4.5%, en contraste con el 5.5% promedio de Latinoamérica. Como es apenas obvio la revaluación afecta negativamente tanto a los renglones de exportación como a los productos no transables pero que compiten con los importados, dado que unos y otros pierden competitividad por cuenta del diferencial cambiario. Desde luego se favorecen con la apreciación de la moneda los importadores, comerciantes, consumidores de bienes importados y, cómo no, tanto el gobierno como los particulares que tienen deudas denominadas en dólares. En el caso colombiano se han visto afectadas particularmente las actividades de la floricultura, la textilería y la confección, así como la industria del cuero y la talabartería, todas ellas intensivas en manos de obra.
¿BOOM O BLUF?
La gran pregunta, que hasta ahora no ha tenido una respuesta oficial satisfactoria, es por qué Colombia con una revaluación del 12.8% en lo que va corrido del año acusa la más alta tasa de apreciación de su moneda en el mundo, como lo registró recientemente Bloomberg Noticias Financieras y Económicas. Le sigue de lejos en Suramérica el peso chileno en el puesto 21 del ranking con una revaluación del 3.8% y el real brasileño en el 35 con el 1.4%, los dos países cuyas economías muestran un mayor dinamismo. Cabe preguntarse qué hace la diferencia de Colombia con respecto a los demás países de la región. Se aduce que en los últimos años han ingresado al país ingentes sumas por concepto de inversiones, atraidas por el boom del sector monero-energético y ello ha venido presionando la tasa de cambio. Y se prevé hacia el futuro que tendremos aún mayores inversiones, las cuales amenazarían la estabilidad económica del país ante el riesgo de contraer la enfermedad holandesa. Citando al ex ministro de Hacienda Oscar Iván Zuluaga, nos dice el ex ministro de Minas y Energía Carlos Caballero Argáez que “fue, precisamente, el ministro saliente quien dio a conocer en los últimos meses de su gestión, la información sobre la inminencia de una bonanza de inversión extranjera y de ingresos de divisas en el sector de petróleo y la minería. Entregó a la opinión un cuadro que contenía el destino de los 50.000 millones de dólares de inversión en el sector minero-energético para el período 2010 – 2015. Monto que se elevó después a 60.000 millones, cuando se incluyeron las inversiones requeridas en la ampliación de la infraestructura de transporte de crudo por el incremento en la producción” .
Con el objeto de magnificar el impacto de la bonanza que se espera se habla sólo de la afluencia de divisas al país merced a las mayores inversiones, pero se desestiman las cifras atinentes a la repatriación de recursos hechas por las mismas empresas inversoras, que es la única forma de establecer el saldo neto al final del día. Las cifras son elocuentes y hablan por sí solas, veamos. Entre el segundo semestre de 2002 y 2009 ingresaron al país US $49.172 millones por IED (B de la R). Pero, para el mismo período Colombia giró al exterior US $35.489 millones en utilidades que remesaron (libre de impuestos) esas inversiones, equivalentes al 72% de dichos flujos de IED. El caso del renglón petrolero fue patético, puesto que en igual lapso giraron al exterior utilidades equivalentes al 117.7% de lo que invirtieron en esos años. Esto es, por cada dólar invertido se giraron al exterior un dólar con veinte centavos de utilidades. Según el profesor Germán Umaña, “en el período 2006 – 2009 ingresaron 26.000 millones de dólares y egresaron 27.000 millones de dólares, y en el año 2009 los ingresos alcanzaron 6.500 millones de dólares y los egresos 9.500 millones de dólares” . Gracias a la actividad petrolera y minera, entre enero y marzo de este año Colombia registró ingresos por IED de US $4.179 millones, con un incremento de US $530 millones frente a los registrados en el mismo período de 2009. En el mismo período salieron capitales por US $2.142 millones asociados a reembolso de capital de la inversión extranjera en Colombia. Hablando del primer semestre de este año, se observa que la IED fue de US $4.115 millones, inferiores a los US $5.043 millones de igual período del año pasado. Pero, esto no es lo peor, resulta que en ese mismo semestre se registraron giros al exterior por valor de US $5.439 millones por concepto de reembolsos de capital, a los cuales se le vienen a sumar US $4.838 más por remesas de utilidades, superándose de este modo con creces lo que había entrado. No hay tal, entonces, que el país se haya visto desbordado por la entrada masiva de capitales producto de la “confianza inversionista” y que sea ello lo que justifique la imparable revaluación del peso por encima de los demás países.
La sobrevaluación, producto de una distorsión del mercado y expresada en un desalineamiento de la tasa de cambio, más que la revaluación del peso, junto con la alta tasa de desempleo se han convertido en los dos grandes desafíos - issus, como los llaman los norteamericanos - que enfrenta la administración Santos en el frente económico.
El anterior Gobierno, preso de la autocomplacencia, poco hizo por atenuar la sobrevaluación del peso; por el contrario, con su indisciplina fiscal se encargó de estimularla. Al término de su gestión entregó la economía con un déficit fiscal del orden del 4.5% del PIB y con un endeudamiento del 39.4% del PIB, en el límite de su sostenibilidad. Como lo señala Dinero “cada vez que la Tesorería monetiza los dólares que el Gobierno consigue por fuera, el peso se revalúa. Si este desequilibrio no se corrige, no será posible aminorar el impacto de la revaluación de la moneda” . Tanto la monetización de los recursos provenientes del endeudamiento externo por parte del sector público y del privado, como la presión sobre las tasas de interés del mayor endeudamiento interno, han contribuido enormemente a la apreciación del peso y de qué manera.
Un dato muy reciente del Banco Emisor da cuenta de cómo a septiembre 3 de este año se recibieron por concepto de préstamos del sector privado la suma de US $4.997 millones, casi 7 veces más que en igual período del año anterior cuando llegó sólo a los US $717 millones (¡!), entendible dado que las tasas de interés domésticas son más altas que las internacionales. Por su parte la monetización de recursos provenientes del exterior por parte del Gobierno ascendió a los US $4.747 millones (¡!). Y esto sí que presiona la tasa de cambio.
A esto se añade la gran afluencia de capitales especulativos, más conocidos como capitales golondrinas. Como lo señala el analista Mauricio Cabrera, “el exceso del dólares no viene del comercio exterior; más aún, a pesar de la supuesta bonanza petrolera y minera el saldo de las exportaciones e importaciones de bienes y servicios es cada vez más negativo, pues en 7 meses del 2009 teníamos un déficit de US$3.200 millones y este año este ha aumentado hasta US$5.900 millones. La razón es que los ingresos de exportaciones sólo crecen 1,8%, mientras las importaciones 16%” .
Tampoco es atribuible la avalancha de dólares a la IED, pues cómo lo aclara el mismo Cabrera, “la inversión extranjera de largo plazo sólo representa menos del 20% del incremento de ingresos mientras que los ingresos de capitales de corto plazo y por créditos son la causa principal. En efecto, la inversión de portafolio aumentó US $700 millones y los créditos en monedas extranjeras de los bancos muestran un incremento neto de US $2.400 millones con respecto al 2009” . Coincidimos con el profesor Cesar A Ferrary en que definitivamente, “el mayor flujo de divisas proviene de un mayor endeudamiento en el exterior del sector privado: a julio de 2010 éste era de US$ 6.811,7; en 2009 fue de US$ 4.736. No es para menos.
Mientras haya disponibilidad de recursos en el exterior, por la abundante monetización del déficit fiscal estadounidense, y la tasa de interés de colocación en Colombia sea tan elevada frente a las tasas internacionales, siempre habrá un incentivo para las empresas en Colombia a endeudarse en el exterior” . A ello sumémosle el cúmulo de divisas que ingresan subrepticiamente al país a través de las torrenteras del lavado de activos y el narcotráfico, las cuales son muy difíciles de cuantificar.
En todo caso, cada vez son más frecuentes y cuantiosos los hallazgos de contenedores, guacas y caletas atestadas de narcodólares; esto, para sólo referirnos a las incautaciones, pues resultan inimaginables las sumas que alcanzan a filtrarse escapando al control de las autoridades. El diario El Espectador destacó que “no es gratuito que en los últimos seis meses hayan sido 111.000 las operaciones sospechosas” y se aventura a estimar que “en el país los narcos y otros grupos irregulares lavan, por lo menos, cinco mil millones de dólares al año” , suma esta que no es despreciable El codirector del Emisor Juan José Echavarría se muestra escéptico sobre la posibilidad de que estos dineros calientes puedan estar presionando la revaluación y con el mayor candor del mundo dice “no creer en esa teoría, pues si así fuera esta sería mayor a la de otros países” y es que acaso no lo es?
EL FANTASMA DE LA ENFERMEDAD HOLANDESA
Mucho se ha venido hablando recientemente de los riesgos que entraña la bonanza minero-energética venidera, pero ya nadie se acuerda de la que pasó, que hizo del período 2003 – 2008 el quinquenio virtuoso, cuando el precio del crudo llegó a cotizarse a US $147.50 el barril y el carbón superó la barrera de los US $160 la tonelada. A diario se leen en los periódicos de mayor circulación y aún en revistas especializadas las admoniciones sobre los peligros que acechan, sobre los riesgos de contraer la enfermedad holandesa, de su inminencia, del peligro que entraña, cuando la real realidad es que son muchos los sectores estragados por sus deletéreos efectos. Noticias recientes dan cuenta del cierre de 15 empresas floricultoras en Cundinamarca en los últimos tres años, dejando cesantes a 15.000 trabajadores, lo cual da buena cuenta de ello.
Como lo explica Luis Fernando María, Secretario de Asocolflores Cundinamarca, los floricultores se debaten entre “los costos que crecen con la inflación y los ingresos que se reducen con la revaluación del peso”. Las causas saltan a la vista en este caso como en tantos otros que se repiten una y otra vez. El fantasma de la enfermedad holandesa es una realidad y está entre nosotros, la economía colombiana se contagió de esta peste sin que las autoridades se percataran de ello.
No hay que negar que en las últimas dos décadas los sucesivos gobiernos han tratado de mantener la competitividad de la producción doméstica y de las exporttaciones colombianas de manera artificial y artificiosa, en el primer caso mediante aranceles proteccionistas y en el segundo a través de subsidios y ayudas. De este modo se consolidó en el país una especie de industria de invernadero aupada por el Estado.
Por muchos años se creyó que a través de la devaluación de la tasa de cambio (léase Decreto 444 de 1967) y de la reducción de los costos laborales vía flexibilización de la legislación (léase Ley 50 de 1990 y Ley 789 de 2002) se podría conservar el mercado doméstico y sostener los nichos de mercados externos. Pero, el escenario cambió radicalmente con la ley de hierro de la apertura y la globalización. Vivimos en un mundo en el que la soberanía en el ambito económico es más que limitada y el márgen de maniobra de la autoridad monetaria y cambiaria es cada vez más reducida. Como lo afirma Dinero, la competitividad depende de la productividad, antes que de la tasa de cambio, “y la productividad del país no solamente depende de los procesos productivos de las empresas, sino también de factores que son ajenos al control de estas últimas, como son la estructura tributaria, la infraestructura, los costos laborales y de transporte, los trámites y otros elementos que, en Colombia, se convierten en cargas que frenan las posibilidades de crecimiento” .
Y según el más reciente informe del Foro Económico Mundial (FEM), Colombia pasó del puesto 69 al 68 entre 139 países examinados en el escalafón de competitividad, pero “si la comparación se hace con los mismos países que estaban en el ranking el año pasado, Colombia se mantiene en la casilla 68” .
SOLUCIONES DIFERIDAS
Aparte de las invectivas presidenciales en contra de la Junta directiva del Banco de la República, demandando de este medidas draconianas para contener la revaluación mientras el gobierno la exacerbaba con su indisciplina fiscal, poco hizo el ejecutivo en el curso de los dos cuatrienios anteriores en este sentido. Por su parte los exportadores demandaron el apoyo del gobierno para sobreaguar, frente a los ingresos dejados de recibir, que no pérdidas como alegaban, a consecuencia de la apreciación del peso. Ni corto ni perezoso el Gobierno acudió en auxilio del sector exportador, renuentes todos a utilizar las coberturas contra el riesgo cambiario que ofrecen los bancos, más no de los productores nacionales que compiten con las importaciones, los cuales también se han visto afectados por la revaluación. En total, las ayudas que el gobierno le dió al sector exportador entre el 2007 y mayo 3 de 2008 asciendieron a la friolera de $800.000 millones! Y ello mientras esos mismos exportadores recibían el doble beneficio de las importaciones de equipos y maquinarias con dólares baratos, al tiempo que deducían de su impuesto de renta el 40% del valor de la inversión en la modernización y ensanche de su planta industrial.
Fue tanta la liberalidad y discrecionalidad con la que el Gobierno asignaba estas “compensaciones” al sector exportador que incluso quedó consagrada en el propio Plan de Desarrollo a través del cual el Congreso de la República le dio carta blanca. En efecto, en la Ley del Plan se estableció que “es potestad del Gobierno Nacional establecer el sector beneficiario y el valor del apoyo o incentivo económico, así como determinar los requisitos y condiciones que sean del caso…” . Por fortuna la Corte Constitucional le salió al paso a semejante exabrupto y declaró su inexequibilidad, al considerar que no resultaba ajustado a la Constitución, en la medida que “otorga una autorización genérica al Gobierno Nacional para entregar ayudas o apoyos económicos sin contraprestación alguna por parte del beneficiario y no establece las garantías constitucionales mínimas para asegurar que no se trata de una donación o un auxilio”. Además de inconstitucional, es bien sabido que, como lo sostiene Mario Cacigli, “cuanto más discrecional es la distribución de los bienes, más altas son las posibilidades de clientelismo” .
Ante los cuestionamientos de los cuales fueron objeto estas ayudas al sector exportador, el entonces Ministro de Hacienda Oscar Ivan Zuluaga no tuvo empacho en aseverar en forma desafiante ante la Plenaria del Senado de la República que “aquí no hemos hecho nada por debajo de la mesa. No, aquí las ayudas tienen nombre propio” .
Ya de despedida el ex ministro Zuluaga dejó en claro que la revaluación “tiene efectos en algunos sectores exportadores, pero para ello hemos adoptado el esquema de la regla fiscal que obligará a que el gobienro gaste menos y se endeude menos" , refiriéndose a la propuesta formulada por un Comité Técnico Interinstitucional. La misma que está contenida en el Proyecto de Acto legislativo radicado por el Gobierno anterior cuando estaba de salida y por desarrollar a través del Proyecto de Ley que acaba de presentar la administración Santos.
A este respecto declaró el novel Ministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry que “la Regla fiscal es la contribución que el Gobierno nacional le da al B de la R. Es la regla de austeridad que acompañará el esfuerzo del Banco de la República” . Pero, ojalá que este Gobierno no imite al anterior quedándose cruzado de brazos a esperar hasta el 2012, que será cuando entre en vigencia la Regla fiscal y descargar toda la responsabilidad del manejo de esta crisis cambiaria al B de la R. Además, en concepto de Francisco Barnier Gonzalez, Presidente Tracker do Brasil “Sólo la formación de un déficit nominal de cero, donde las cuentas públicas incluyan los intereses de la deuda en el total de gastos y no que sean reincorporados en el principal, será capaz de disminuir la entrada de capitales y reducir esas tasas” .
EL CONTROL DE CAPITALES Y REBAJAS ARANCELARIAS
El Gobierno debe poner más de su parte, pues hay decisiones que son de su resorte y no del banco Emisor, empezando por ajustar sus desarboladas finanzas y así evitar en lo posible mayores monetizaciones de su financiamiento externo. Por ejemplo, Andrés Espinoza nos trae a colación lo que piensa Jonathan Ostry, quien “en compañía de otros colegas del Departamento de Investigación del FMI, asegura, en el documento ‘Capital Inflows: The role of Controls’, que la aplicación del control de capitales se justifica si la economía trabaja a capacidad, el nivel de reservas es el adecuado, la tasa de cambio está apreciada y los flujos de capital son transitorios. Ostry reitera que si la tasa de cambio está revaluada se requiere ‘una política proactiva’, que puede incluir una reducción de la tasa de interés. ¿Receta para Colombia?” . El Gobierno nacional es el que tiene la última palabra sobre este particular. Al FMI, que cambió su dogmática postura sobre el libre tránsito de capitales, se le vino a sumar el Banco Mundial y ahora uno y otro abogan por la adopción de controles o medidas tendientes a evitar los movimientos especulativos indeseados. Chile y Brasil han establecido impuestos a los flujos de capital al país; este último, incluso, está considerando en este momento la posibilidad de subir dicha tasa impositiva para tratar de frenar el alza de la cotización del real.
Entre otras cosas, en opinión de José Antonio Cordero y Juan Antonio Montecino, plasmada en un texto del Center for Economic and Policy Research sobre los controles de capital en los países en desarrollo, “la aplicación de restricciones a la movilidad de capitales contribuye a conservar la independencia de los bancos centrales en su empeño por mantener bajas y estables tasas de inflación y permite alterar la madurez y la composición de los flujos de capital” . De esta manera se le estaría dando una mano al B de la R, ya que resulta asaz dificil para el mismo mantener a raya la denominada “inflación objetivo” y la estabilidad de la tasa de cambio al mismo tiempo, en un contexto de plena libertad de movimientos de los capitales.
Huelga decir que medidas como las que ensayó el anterior Gobierno, tales como reducir los aranceles para estimular las importaciones cuando estas están disparadas no se justifican. Ahora se vuelve a hablar de ello, pero esta vez a manera de reforma arancelaria unilateral y acelerada, “con la peregrina idea de que si estimulamos la importación de insumos y maquinarias (no producidos en el país), entonces subirá la demanda por dólares y se contendrá la apreciación cambiaria” , como si no bastara para ello la apreciación cambiaria que durante el último año frisa el 13% en lo corrido del año. Una medida tan atembada como esta iría a contrapelo de lo que se ha venido dando en el curso de las negociaciones de los TLC, en los cuales se ha pactado una desgravación bilateral y progresiva; de contera tendría unos costos fiscales que ANIF calcula estarían entre $1.4 billones y $2.5 billones y el palo no está para cucharas.
¿QUÉ HACER?
Parodiando a Churchill, Mauricio Cárdenas afirma que “la intervención del banco central es la peor forma de estabilizar el precio del dólar, con excepción de todas las demás fórmulas conocidas” . Uno de los inamovibles del B de la R es precisamente su política monetaria de “inflación objetivo” y es a partir de esta que a su juicio “se debe evaluar si una política de intervención cambiaria es coherente con el logro de las metas de inflación. Adicionalmente se debe evaluar si la política de intervención es consistente con el esquema operativo de una estrategia de inflación objetivo” . Como bien lo dice el ex presidente de Asobancaria Cesar Gonzalez, “la política monetaria colombiana tiene unos imperativos que el Emisor observa y cuida celosamente” De allí la timidez de las intervenciones por parte de la Junta directiva del Banco a la hora de decidir sobre las intervenciones en el mercado cambiario. Uno de sus codirectores, Juan José Echavarría, reconoce que las intervenciones a las cuales nos tienen acostumbrados son a lo sumo el uno o el dos por ciento del mercado cambiario, “por lo que su papel es marginal en el sistema” . Estamos hablando de compras, anunciadas además, no mayores de US $20 millones diarios hasta completar un máximo de US $1.600 millones, que no le hacen ni cosquillas al mercado, que las descuenta rápidamente.
El contraste no puede ser mayor, cuando constatamos que el Banco central del Perú ha venido haciendo intervenciones en el mercado cambiario sumamente agresivas: a julio pasado había acumulado reservas producto de la compra de divisas del orden de los US $4.553 millones, en contraposición a los US $1.600 millones que acumuló el B de la R para el mismo período. En sólo una semana, la tercera del mes de julio, el Banco central peruano compró US $494 millones, con el firme propósito de evitar que el Sol llegara a la tasa simbólica de 2.8 por dólar. El monto de las reservas internacionales del Banco central del Perú para el 20 de julio alcanzó los US $38.049 millones; entre tanto las del B de la R llegaron a los US $26.542 millones. Y estamos hablando de un país que fue el único en América Latina que no sólo no bajó la IED en 2009, sino que registró un crecimiento nada menos que del 28%. Con todo y ello, Perú ha logrado mantener a raya la revaluación. Mientras en Colombia para el 27 de julio la revaluación del peso bordeaba el 10%, la del Sol de Perú se situaba en el 2.28%. Lo propio podemos decir de Brasil, que ha comprado US $50.000 millones el último año, sólo entre el 13 y el 16 de septiembre compró US $1.000 millones diarios, cuya revaluación anualizada a septiembre de este año fue de 5.5% frente al 9.4% de Colombia.
Estamos de acuerdo con Mauricio Cárdenas en que “el Banco de la República tiene más munición y la debe aprovechar” para atacar la revaluación galopante del peso; en que “no hay presiones inflacionarias que le compliquen el panorama y, además, si tiene que recoger liquidez lo puede hacer sin demasiado costo” , como ya lo ha hecho en el pasado, acompasando sus intervenciones con esterilizaciones de circulatorio mediante la emisión de TES o elevando los encajes y/o la posición propia de los bancos. Con sobrada razón acota el ex ministro de Hacienda Guillermo Perry R que “el Banco de la República tiene que contribuir en serio. Las compritas de divisas, de poco o nada sirven: o está dispuesto a intervenir en grande y en forma no anunciada, para quebrar a algunos especuladores e imponer disciplina en el mercado cambiario, o tendrá que asumir ante la historia la responsabilidad de haber contribuido, por omisión, al desaprovechamiento de la bonanza y al debilitamiento estructural de la economía”. Por qué no explorar otros caminos como puede ser la emisión de papeles en dólares o decretar una mayor libertad de invertir en dólares como lo viene haciendo Perú. De otra parte, se deben contemplar medidas tendientes a limitar el endeudamiento externo privado. El profesor Ferrari es del criterio que “la solución a la revaluación cambiaria actual no parecería ser, por ahora, la constitución de un fondo de recursos naturales, por lo menos mientras subsista el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos. Tampoco ninguna regla fiscal. La mejor manera sería doble: una intervención más profunda del Banco de la República acumulando reservas, y otra más decidida del mismo banco y de la Superintendencia Financiera en pro de una mayor competencia en los mercados de crédito”. Y no le falta razón en su aserto.
La inacción del Banco Emisor y la indisplina fiscal del Gobierno le prestan un flaco servicio a la estabilidad económica y a la sostenibilidad del crecimiento derl PIB. Preocupa sobremanera que el país no sólo no ha avanzado en competitividad ni en la diversificación de sus mercados externos y de su oferta exportadora, sino que hoy dependemos más que nunca de las exportaciones de productos primarios cuyos precios se caracterizan por su gran volatilidad. La reprimarización de la economía del país no le hace bien a esta, no le conviene, pues como bien lo dice Manuel José Cárdenas “Apoyarse en factores tan estáticos como los recursos naturales, puede ser una buena manera de comenzar pero una mala manera de continuar”. La situación es apremiante y cada día que pasa los estragos de la revaluación son mayores y las soluciones se tornan aún más complicadas. Llegó la hora de actuar con prontitud y firmeza, antes de que se haga tarde!
Bogotá, octubre 4 de 2010
www.amylkaracosta.net
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