lunes, 28 de marzo de 2022

La apuesta de Manaure (Segunda parte)

 


Escrito por:
Miguel Calderón Guerra

-¿Te acuerdas el día del rayo ese que cayó en el patio del colegio?

-Sí, como no me voy a acordar si me costó trabajo sacarte debajo del pupitre donde te metiste.

Leer la primera parte de La apuesta de Manaure

-Eso fue mucho susto, yo creía que el mundo se iba a acabar yo vi con mis ojos como si el sol se hubiera estrellado contra el suelo y se hubiera enterrado hasta la mitad. La imagen era hasta bonita, como un girasol gigante partido por la mitad, clavado ahí en el piso, pero sólo duró como un segundo. Imagen bonita pero aterradora, más aterrador todavía el ruido que hizo, los cuadro se cayeron de la pared, por eso me metí debajo del pupitre.

-Tienes buena memoria

-Esos sustos no se olvidan nunca

Cuando el locutor de la radio anunció las 12 en punto, Yadelis se levantó de su silla y avanzó hacia el interior de la casa, cinco minutos después regresó con individuales y cubiertos para el almuerzo

-Es chivo guisado y asado dijo la muchacha sonriente mientras iba a la cocina por los platos

-Delicioso, manifestó Luis Augusto, y me cuentan que por acá lo preparan muy bien

-Especial, muy especial para un invitado de honor, agregó Isabel.  

Luis Augusto disfrutó al máximo el momento, por primera vez en muchos meses se consideraba un hombre libre, liberado de las presiones del trabajo y en la agradable compañía de aquella ex compañera de estudios y su hija que se habían esforzado por atenderlo bien y por hacer que el tiempo pasara casi sin que se dieran cuenta.

Luis augusto señaló con su dedo índice los mangos maduros que se movían suavemente empujados por la brisa en las ramas de un árbol cercano al quiosco.

-Ese sería un buen postre después de semejante almuerzo, les dijo a sus anfitrionas

-No señor, le dijo Isabel, esos mangos son mírame y no me toque, son la decoración del patio, el que los quiera debe ganárselos.

En ese momento apareció Yadelis con tres generosas porciones de postre napoleón

-Espero que este postre le haga olvidar otros antojos, manifestó la joven

-Delicioso, manifestó Luis Augusto al saborear el primer bocado.

Cuando terminó miró el reloj y dijo:

-Nicolás, Nicolás, ya comiste ya te vas…

-Espérese un momento señor Luis, repose el almuerzo, siéntese otro rato. Juegue una partida de ajedrez con mi mamá.

Acto seguido colocó el tablero en la mesa

-Mi mamá me dijo que a ustedes les enseñaron a jugar ajedrez en el colegio. Un día compré este tablero y no lo hemos estrenado.  Jueguen una partida ustedes dos

Luis Augusto volvió a sentarse en la silla que ocupaba, tomó para sí las fichas blancas y dijo:

-No me acuerdo muy bien de las reglas del ajedrez, dijo Luis Augusto, pero jugaré la partida con una condición

-¿Y cuál es esa condición?, preguntó Yadelis

-Si gano, me dan veinte mangos de esos que son marca “mírame y no me toques”

-¿Y si pierde?, preguntó Yadelis con cierta inocencia

-Si pierde, que pague penitencia, se apresuró a contestar Isabel

-Me parece muy bien, contestó Yadelis ¿Qué opina, señor Augusto?

-Estoy de acuerdo, porque sé que no voy a perder, dijo Luis Augusto

-¿Y cuál sería la penitencia? Interrogó Yadelis

Continuará

¿Te gustaría leer la tercera parte de La Apuesta de Manaure?

La apuesta de Manaure (Primera parte)


 Escrito por:
Miguel Calderón Guerra

Ese día Luis Augusto se levantó con muchas ganas de cumplirle la promesa a su amiga Isabel a quien no veía desde mucho tiempo atrás. La había localizado por redes sociales y de esa manera supo que vivía en Manaure junto a su hija, en una casa algo apartada del pueblo. Ambos tenían ganas de reencontrarse, así que él le prometió que pasaría a saludarla cuando se le diera la oportunidad.

Leer la segunda parte de La apuesta de Manaure

La vida de Luis Augusto era un torbellino de acciones en sus ocupaciones como gerente de ventas de una prestigiosa firma, dentro de la cual había ganado cierto estatus, pero se había concentrado tanto en el trabajo que ahora era una persona solitaria, sus días y sus noches giraban alrededor de los compromisos de trabajo y había dejado en el olvido a los amigos y a la mayor parte de sus conocidos.

Le había prometido a Isabel que la visitaría ese sábado en la mañana.

-“Pero sólo puedo estar allá un rato, hasta el mediodía” le había dicho

-¿Hasta el mediodía?, me parece muy corta esa visita después de tanto tiempo, espero que cuando llegues cambies de opinión.

-No creo, pero nos vemos el sábado

El sábado llego y Luis Augusto emprendió el viaje hacia Manaure.  Se detuvo en Uribia en donde compró una canasta de peras y manzanas, las frutas preferidas de Isabel. Llegó a las 9 en punto de la mañana a la dirección indicada.

Isabel lo esperaba con alegría, aunque vestida como hija de vecina, sin muchos arreglos personales ni maquillaje. Una gran alegría se apoderó de la casa, una estancia amplia con una sala bien decorada y un piso blanco y pulcro.

-Bienvenido a tu casa, aquí puedes venir cuantas veces quieras para que te libres por un rato de ese trabajo que te ha hecho rico pero que te está envejeciendo antes de tiempo

- Gracias Isabel, gracias, pero no tienes que insultarme para brindar tu hospitalidad. Tú no cambias, esa lengua tuya es muy brava.

En ese momento salió del cuarto una joven de cabello ensortijado, mitad castaño y mitad rubio

-Te presento a mi hija Yadelis

- Mucho gusto Yadelis

-El placer es mío Luis Augusto, soy su nueva amiga y con mugo gusto

Los tres rieron a carcajadas para celebrar la rima en que se había convertido aquel saludo

Se sentaron en los puestos de la cabecera de una mesa de madera de guayacán de ocho puestos bajo el techo fresco de un quiosco de palma. Trajeron una jarra de agua de panela y le bajaron el volumen al radio en el que se escuchaban canciones vallenatas.

El resto del tiempo la pasaron recordando las buenas épocas de la primaria y de la secundaria en el Gimnasio Girardot.   Se rieron al recordar las travesuras del “Canillón” Rodríguez, de Paulino Polo de “Abecedario” Quintana y de las ocurrencias del profesor Eudilio Duarte, quien recorría los pasillos jugando al yoyo, pero con disimulo cuidaba de que todo estuviera en orden.

De pronto Isabel hizo remembranza de  uno de sus recuerdos más impactantes de los tiempos de la primaria

Continuará

Leer la segunda parte de La apuesta de Manaure

domingo, 27 de marzo de 2022

La edad dorada de la radio en Maicao (segunda parte)


 

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Leer la primera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"

En este recorrido por los tiempos de la edad dorada de la radio sería bueno mencionar cómo nació la radio en Maicao, pero eso ameritaría una serie completa y extensa, de manera que le voy a contar sólo una pequeña parte, con la promesa de presentar un estudio más amplio en otra oportunidad.

Me cuenta mi amigo el ex concejal de Maicao y ex representante a la Cámara Luis Cepeda Arraut, residenciado hoy en Cartagena y Magangué, que en 1.962, cando era un jovenzuelo, llegó a Maicao en busca de nuevos horizontes y se le ocurrió la idea de montar una emisora. Para tal efecto se asoció con José Martínez, empresario de radio de Fundación (Magdalena) y locutor y juntos montaron Radio Maicao, para lo cual utilizaron algunos equipos ya usados anteriormente  y de poco alcance.           

    


Aún así, la emisora llegaba a un radio de cuarenta kilómetros a la redonda, lo que le permitía ser escullada en Paraguachón, algunos pueblos de Venezuela y en las rancherías vecinas.
  Con las relaciones de los propietarios lograron conseguir que el Ministerio de Comunicaciones les otorgara una licencia como radio cultural lo que les permitía emitir programas musicales, humorísticos y de variedades.
Luis Cepeda Arraut

La nómina de locutores estaba integrada por los socios Luis Cepeda Arraut, José Martínez y un profesional de Fundación llamado Marcos Pérez, quien después de un tiempo no soportaría las ganas de volver y se regresó a su tierra.

Nos cuenta Luis Cepeda Arraut, un hombre de memoria prodigiosa, que la emisora se montó en la calle 12 con Carrera 11, en la casa de la señora Rosa Solano Ospina.  El novedoso proyecto, el cual revolucionó a la sociedad maicaera, fue posible gracias al tesón de sus precursores quienes desde el principio debieron enfrentar un grave problema, muy difícil de superar: por esos tiempos en Maicao no había servicio de energía eléctrica y no se conoce la primera emisora que funcione con leña, carbón o gas propano.

Esta contingencia fue superada gracias a la generosidad del comerciante Teófilo María, propietario de una planta eléctrica que utilizaba para proveer electricidad a su residencia y al almacén de su propiedad, quien no tuvo ningún reparo en permitir que la emisora se conectara desde las 6 de la mañana hasta las 7 de la noche.

Había nacido de esa manera la radio en Maicao. La radio abierta, a través de los aparatos convencionales, valga la aclaración, porque anteriormente existieron algunas “emisoras” consistentes en varias bocinas situadas en la parte superior de una vara (o un tubo) bien alto desde donde se emitían programas y avisos comerciales. También se utilizaban para ciertos avisos parroquiales como la apertura de matrículas en la escuela, los horarios de la misa y felicitaciones a quienes cumplían años o se graduaban como bachilleres en la Divina Pastora o el Liceo Padilla de Riohacha (en Maicao no había colegios de bachillerato).  Uno de los dueños de estas singulares emisoras era Chalindú, un personaje que fue símbolo del Maicao de los años cincuenta y sesenta.   

El gran Chalindú tenía además un móvil en el que vendía productos medicinales de fabricación artesanal que servían para todo: desde limpiar el hígado, hasta matar las lombrices; desde gotas para que los ojos volvieran a ver perfectamente bien y sin gafas hasta jarabes para la memoria. Los maicaeros y los visitantes de otros lugares se familiarizaron con su voz de patriarca paisa, le compraban sus medicinas y le pedían que les hiciera el favor de divulgar sus anuncios. Cuentan los testimonios de la época que los menjurjes de Chalindú funcionaban al pie de la letra, con todos los beneficios que él ofrecía en sus convincentes alocuciones.

Pero dejemos esa era antigua y volvamos a tiempos más cercanos a nosotros en donde estábamos, con Luis Cepeda Arraut, José Martínez y Marcos Pérez y su Radio Maicao, conectada a la planta de Teófilo María ¿Se acuerdan?

Pues bien, la emisora funcionaba a las mil maravillas y era un verdadero acontecimiento.  Sus programas culturales hacían parte de la escasa diversión de un pueblo bucólico en el que las horas transcurrían lentamente y se invertían en atender los locales comerciales, luchar para conseguir agua, fabricar chirrinchi y barrer las terrazas en donde se acumulaba el polvo trasladado por la brisa desde las pocas y arenosas calles de un caserío con ínfulas de pueblo.

Un día cualquiera doña Rosario Solano Ospino hizo lo que pocas veces acostumbraba: tocar a la puerta de la sagrada cabina desde donde se emitían los programas de Radio Maicao.

-¿Qué se le ofrece, doña Rosario?

-Tenemos visita, don Lucho

-¿Y es muy urgente que la atendamos? Usted sabe que a esta hora estamos en Tic Toc, el programa de más sintonía en la emisora.

-S no fuera importante no lo habría interrumpido, usted sabe que yo nunca lo molesto.

-Está bien, doña Rosario, dígale a la visita que nos espere diez minutos mientras terminamos y lo atendemos.

Luis regresó a la cabina un poco preocupado

¿Quién podría ser esa visita tan importante que llevó a doña Rosario a interrumpir el programa más importante de la emisora?

Continuará

Leer la primera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"

Leer la tercera parte de "La edad dorada de la radio de Maicao"

sábado, 26 de marzo de 2022

Las historias de Beruski (Parte 6)

 Escrito por: Mirollav Kessien

-Acabo de convencerla de que vaya conmigo a la iglesia en donde me volví bueno, le aseguro que ella no necesita volverse buena porque ya lo es,  pero de seguro se amará más a sí misma y tendrá ganas de vivir por muchos años más.

-Cuídala mucho entonces, y no se te olvide pagarle lo que le debes, le dijo Beruski

-No se preocupe, de eso me encargaré aunque tenga que pedir financiación y pago por cuotas

Leer la parte quinta de Las historias de Beruski

Beruski los saludó con la mano, satisfecho por el final de esa particular historia. Acto seguido se dirigió a la terminal de transportes, en donde compró un tiquete hacia el puerto de Montsky.

Llegó casi al anochecer cuando el ir y venir de los transeúntes, de los montacargas y las sirenas anunciaban que un barco de pasajeros estaba próximo a zarpar. Se dirigió a la oficina de la naviera en conde compró un pasaje hacia Pentik, en donde visitaría a sus abuelos a quienes no había visto en por lo menos cinco años. Sería un encuentro maravilloso en el que podría volver a probar la sopa de pavo a la pentik, un plato famoso en todas las reuniones familiares y muy conocido también en toda la región aledaña al Río Antisic, en donde se hablaba de la sinfonía de sabores presentes en la mesa de la señora Mariuska.

El viaje fue muy tranquilo al principio pero de un momento a otro el tiempo cambió de forma brusca, el viento comenzó a rugir con fuerza descomunal. Los marineros tomaron sus posiciones desde las cuales intentaban estabilizar la nave. Por encima de toda la confusión, los truenos, los relámpagos y los gritos de los asustados viajeros, se escuchaba la voz del capitán dando inútiles instrucciones que nadie escuchaba y si las escuchaban no podían ponerlas en práctica porque la fuerza del mar embravecido y del viento incontenible era mayor que las fuerzas humanas.

Beruski se aferró con todas sus fuerzas a un poste cercano a babor en donde pudo mantenerse en pie. Desde donde estaba pudo ver a varias personas tiradas en el piso de la cubierta y otras que sufrían los embates de la tormenta rodando de un lugar a otro.  

La confusión era total, los gritos desesperados de alguien que trataba de encontrar a su familia conmovía hasta a los más serenos; el capitán continuaba dando órdenes que muy pocos entendían y ninguno acataba; las señoras intentaban mantenerse de rodillas para invocar a las fuerzas superiores del universo pero el brusco movimiento del barco les impedía hilvanar sus oraciones.

Con el paso de los minutos la fuerza del viento disminuyó un tanto, los marineros pudieron organizarse en pequeños grupos para atender sus tareas y los pasajeros pudieron bajar, no sin dificultad, a una cámara en la que estarían más seguros.

Beruski no quiso protegerse e como los demás pasajeros, en lugar de eso tomó el puesto de uno de los marineros que se había lesionado.

-Capitán, estoy a sus órdenes para lo que me necesite, cuente conmigo

-No creo que sepas mucho de esto, pero de todas maneras te agradezco por la disposición. Si te necesito te lo haré saber. Por ahora lo importante es mantenernos a flote. Debemos sacar toda el agua que entró al barco.

-Ayudaré a sacar el agua y estaré disponible para lo que me necesite, capitán

Poco a poco los marineros, con la ayuda de Beruski, pudieron sacar el agua que había inundado la cubierta y algunas secciones de popa. El barco no había sufrido ningún desperfecto y, si la tempestad amainaba, podrían llevar a feliz término su viaje.

Pero el viento tenía otros planes. De repente comenzaron de nuevo los movimientos bruscos y el rugido de los truenos, por algunos segundos el océano se iluminaba como si fuera de día por efecto de los relámpagos.

Uno de los marinos situados en cubierta gritó aterrorizado:

-Capitán, mire hacia adelante, ¡estamos en peligro! ¡Hagamos algooo!

-El capitán desplazó su mirada hacia donde indicaba el marinero y, con la ayuda de la luz relampagueante de la tormenta pudo ver algo que lo dejó aterrorizado

Leer la parte siete de Las historias de Beruski


viernes, 25 de marzo de 2022

La edad dorada de la radio (primera parte)

 Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Por aquellos tiempos la radio de Maicao era una nota: eran dos emisoras con una amplia cobertura, unos programas maravillosos y unas voces, lo mejor eran las voces. El director técnico de esas dos estilizadas orquestas llamadas Radio Península  y Radio Tribuna era un caballero llamado Arnoldo Zapata, cuya vida era un continuo vaivén entre su laboratorio de productos médicos y sus emisoras.  El primero era su vida, su trabajo y el inicio de su prosperidad. Las emisoras eran, además de empresas, su juguete de niño grande.

El señor Zapata quería que sus emisoras fueran los mejores en todo sentido, por eso se preocupó por tener unos modernos estudios dentro de los cuales había un hermoso radioteatro en el cual las nuevas promociones de músicos, cantantes y declamadores podían mostrar sus talentos. Además unos recursos técnicos extraordinarios. Radio Península contaba con 50 Kilovatios, una potencia descomunal que le permitía ser sintonizada como si fuera local en todo el Caribe, la región occidental de Venezuela, las Antillas y parte del interior del país.

Pero lo mejor de la emisora eran sus locutores, profesionales del micrófono cuyas voces fuertes como el treno y bien moduladas como la de los cantantes egresados de una academia de canto.

Una vez me di a la tarea de tomar dos radios y de sintonizar en uno de ellos a Radio Península y en el otro iba cambiando de Radio Sutatenza, después a Caracol, luego a Radio Guatapurí y más adelante a Radio Libertad.    La conclusión del estudio comparativo realizado a mis diez años de edad me dio como resultado llegar a la conclusión de que teníamos en nuestro pueblo amado la mejor de todas las emisoras.

Atraídos por la potencia de la emisora y por la fama de ciudad próspera que tenía Maicao, llegaron a la cabina de la calle 13 locutores y periodistas de la talla de Ignacio Ramírez Pinzón, Guillermo Alfonso Mejía, Tulio Pizarro Herrera y Raúl Comas, quienes eran profesionales consagrados y con  una fuerte  presencia  en los medios nacionales.    

Tulio Pizarro Herrera

Ignacio y Guillermo Alfonso ya eran figuras de talla nacional y no tuvieron ningún impedimento en venirse a estas tierras de vientos fuertes y arena incandescente para hacer parte de uno de los mejores equipos que haya tenido la radio en todos los tiempos. Tulio Pizarro y Raúl Comas dejaron a su natal barranquilla y emprendieron el duro y casi eterno viaje para establecerse en Maicao y dedicarse a ejercer las tres funciones más importantes de la radio (de la buena radio): divertir, educar e informar.

Ignacio Ramírez Pinzón

Junto a los ya mencionados titanes de la radio acudieron otros portentos de la locución y el periodismo, como Jaime Rengifo, quien atravesó más de medio país (desde su natal Palmira, en el Valle del Cauca) para convertirse en uno de los hombres de la radio más riguroso en sus críticas a las autoridades y entes gubernamentales cuando consideraba que éstos fallaban en el cumplimiento de sus responsabilidades. Debo decir con tristeza que su estilo acucioso y su valentía para denunciar lo que no estuviera bien hecho, le granjeó varios enemigos uno de los cuáles dio la orden para que fuera asesinado en el año 2003.

Uno de los más recordados entre los pioneros es Roberto Enrique Pineda, por su prudencia, tono de voz y defensa de las causas sociales.  La gente de Maicao y sus alrededores certificaba un hecho como verdadero cuando Roberto Enrique Pineda presentaba la noticia sobre el mismo.  

Roberto Enrique Pineda

La frase con que se cerraban todas las discusiones en las esquinas era ésta:

-“Eso es verdad, lo dijo Pineda en la emisora”  

Roberto tuvo una gran longevidad periodística: durante 41 años contados desde 1969 cuando comenzó su trabajo hasta el 2010 cuando Dios los llamó a su presencia estuvo al frente de un micrófono para dar las noticias con el encabezado que era su marca personal: “Atención Maicao”

Vamos bien, por ahora he mencionado a varios de nuestros más amados locutores y periodistas, pero apenas estamos comenzando.

¿Qué tal si me tienen paciencia y esperan las demás ediciones de esta interesante serie?

Leer la segunda parte de La edad dorada de la radio de Maicao

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