Por: Edwin Solano García
Contador Público
Hace días, mientras caminaba con mi esposa por la avenida de la carrera 12, observábamos como una señora de cincuenta años de edad aproximadamente, con
vestidos harapientos y con su intimidad al aire, dormía a pleno mediodía en el bulevar de esta vía, rodeada de basuras, animales rumiantes husmeando el olor penetrante de su piel y moscas alimentándose de las llagas que decoraban sus voluminosos muslos.
En ese momento, se vino a mi mente la siguiente pregunta, ¿esta mujer ha dejado de ser nuestra semejante por ser indigente?; desde luego que no, respondo hoy. Este caso no es único en Maicao, puesto que el fenómeno de la indigencia social ha venido creciendo desmedidamente en nuestro pueblo, sin que nos percatemos de ello. Cuando observamos estas personas caminando sin que tengan destino de llegada, nos cambiamos de acera, tapamos nuestras narices o simplemente nos escondemos para evitar el roce con sus ropas o manos y la insinuación de que le ayudemos con dinero o comida.
Si bien es cierto que es incomodo y desagradable el aspecto y olor de estas personas, también es cierto que lo único que los hace diferente a nosotros es su condición de vida actual, pero igual que a usted y a mí, ellos los rige las mismas leyes espirituales y naturales, por dentro están compuestos de los mismos órganos y un día iremos a reposar en muerte de la misma forma.
Quizás en este momento, este usted pensando, ciertamente e ignorado la situación de estas personas, si es así lo felicito, pues ha iniciado el primer paso para valorar a los demás sin importar las diferencias sociales, religiosas o políticas; el siguiente paso, es actuar y ayudar a que estos hermanos indigentes, empiecen a valorar su propia vida, no les de dinero, invítelos a comer, como usted comería, regálele una motilada, o una jornada de belleza física, ellos lo merecen, apadrine uno de ellos y sentirá lo hermoso que es devolverle las ganas de seguir viviendo a un ser humano.
Más allá de esta ayuda primaria a este grupo de personas, deberíamos motivar a los gobiernos en sus distintas esferas, para iniciar programas serios de rehabilitación social de estos amigos, pero no hacerlo para obtener un reconocimiento político únicamente, si no por lo que realmente vale la pena, que es la sensibilidad humana.
Por último quiero pedirles a todos los que lean estas líneas por cualquier medio, que no olvidemos y que combatamos el Sistema de Indigencia Política que se viene imponiendo en gran parte del territorio colombiano.
De esta forma he denominado la práctica que realizan algunos grupos o personas dedicadas al ejercicio político, la cual consiste en mantener entretenido con limosnas periódicas a un gran número de personas, lo que provoca que los más necesitados, no exploren posibilidades laborales de auto sostenimiento económico, si no que lleguen a convertir desprevenidamente a aquel que los esclaviza con miseria, en su dios, a quien le rinden culto, con la firme convicción de que lo que reciben es por bondad, mientras estos se burlan de la ignorancia de este tipo de indigentes, quienes son socios y dueños de las riquezas del estado sin que puedan llegar a saberlo y lo que es peor aun a creerlo.