Escrito por: Arcesio Romero*
El libro Cómo
mueren las democracias (Editorial Ariel, 2018), es un conjunto de
reflexiones académicas, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de la
Universidad de Harvard, presentan una guía para salvar un sistema democrático
amenazado por el populismo. El texto entrega al lector elementos de análisis
para inferir sobre los riesgos de la democracia colombiana ante la advenimiento
del populismo en las próximas elecciones presidenciales. A través de la presente
columna se presentarán lo elementos coincidentes con nuestra realidad y las
tesis abordadas por los investigadores.
En primer lugar
se avizora el temor de actual de un retroceso democrático con génesis en la
urnas, senda engañosa que puede conducir hacia una peligrosa desarticulación
institucional. Según los autores «los autócratas, tras su elección, electos
mantienen una apariencia de democracia, la cual van destripando hasta
despojarla de todo contenido».
Para el caso Colombiano, es necesario recordar
que en todas la sociedades emergen «demagogos extremistas», cuyas aspiraciones
son soportadas en el oportunismo o un error de cálculo de las élites que
facilita la incorporación de los revolucionarios de izquierda al sistema
democrático.
Muchos creen que
el sistema de pesos y contrapesos de los poderes públicos blindará a Colombia
de un autócrata adicto al poder y enemigo solapado de la democracia. Craso
error, porque de acuerdo los vicios de mal gobernante del potencial presidente,
se debe concluir que las instituciones por si sola no bastan para poner freno
al señor de las bolsas.
No cabe duda que el comandante Aureliano no le temblará
el pulso para subvertir la democracia en un desbarajuste por medio de la
instrumentalización de las cortes y otros organismos «neutrales» para
reescribir las reglas de la política en su favor. Esa será, a merced de
advertencia, la paradoja trágica de un probable acontecimiento apocalíptico en
la senda electoral de 2022. Y entonces, el autoritarismo entronizado nos conducirá
a un riesgo intrínseco, que de seguro, gracias a la utilización de las propias
instituciones de la democracia de manera gradual y sutil para liquidarla, y
sepultar las aspiraciones de futuro del un país que supuestamente aspira a ser
«potencia de la vida».
¿Qué tipo de
candidatos suelen dar positivo en una prueba de tornasol para detectar el
autoritarismo?
Los autores
presentan el prototipo del candidato autócrata y populista: «… son políticos
antisistema, figuras que afirman representar la voz del pueblo, y que
libran-según ellos- una guerra contra lo que describen como una élite corrupta
y conspiradora». Además, le dicen a sus votantes que: «el sistema existente en
realidad no es una democracia, sino que ésta ha sido secuestrada, está corrupta
o manipulada por la clase dirigente» y le prometen enterrar a esa élite y
devolver el poder al pueblo». Todos estos elementos están presentes en el
ideario y en el discurso del candidato del Pacto Histórico en los debates y
redes sociales, donde se asoman como un giro lingüístico engrupidor propio de
un autoritarismo en plena gestación.
Reglas de una
democracia sana
Los
investigadores plantean dos reglas fundamentales en una democracia que
funciona: (i) la Tolerancia Mutua y (ii) la Contención Institucional. La
Tolerancia Mutua alude a la idea de que «nuestros adversarios acaten las
reglas constitucionales, aceptamos que tienen el mismo derecho a competir por
el poder y gobernar con nosotros. Se puede estar en desacuerdo con ellos, e
incluso sentir un profundo desprecio por ellos, pero los aceptamos cono
contrincantes legítimos».
Esta regla, para el caso colombiano, apunta a que,
aunque creamos que las ideas y propuestas del Pacto Histórico sean ilusas o
erróneas (democratización expropiada de la tierras, creación de una agencia
aeroespacial, eliminación de la explotación y explotación de petróleo,
modificación de los sistemas de salud y pensiones, o el tren elevado de
Buenaventura a Barranquilla), no debemos concebirlos, aparentemente, como una
amenaza existencial para el futuro del país. La segunda norma crítica para la
supervivencia de la democracia es la Contención Institucional, descrita
por los autores como:«... evitar las acciones que, si bien respetan la ley
escrita, vulneran a todas luces su espíritu poniendo en peligro el sistema
existente».
En caso de la
llegada del «Petro-progresismo» a la Casa de Nariño es inminente la
desaparición de la tolerancia mutua. El nuevo presidente no dudará en rechazar
de plano las reglas democráticas y se verá tentado a abandonar la contención
institucional (resquebrajar las funciones de las Cortes, el Congreso y los
organismos del control) e intentará prolongar su estancia en el poder (al mejor
estilo de los regímenes totalitarios de los vecinos chavistas, sandinistas y castristas).
Por lo tanto, los políticos no deben utilizar sus prerrogativas institucionales
hasta la saciedad, aunque posen de aparente legalidad, para desplegar una labor
de sastrería institucional a la medida de sus intereses y de los grupos de
«primera linea» que los respalden.
Ante este riesgo
inminente, la clase política y la sociedad colombiana se pregunta: ¿Qué
hacer ante la amenaza de una presidencia de Gustavo Petro?
Levitsky y
Ziblatt afirman que cuando se tiene por delante a un déspota en potencia, la
élite política debe derrotarlo contundentemente en las urnas (como ocurrió en
2014 y 2018), convencer al pueblo de su rechazo oportuno. Los partidos
políticos deben actuar sin ambigüedades y hacer todo lo posible por defender
las instituciones, aunque ello implique: «aunar temporalmente fuerzas con sus
adversarios más acérrimos para contrarrestar la amenaza».
Para ese propósito,
es necesario construir confianza mutua, despojarse de egos y orgullos, dejar
atrás las mezquindades y ambiciones para lograr un fin supremo y patriótico:
ser guardianes de la constitución y protectores de la democracia colombiana.
A manera de
advertencia final, los escritores de Cómo mueren las democracias nos
enseñan que: «la promesa de la historia y de la esperanza del libro, es que
sepamos detectar las rimas antes de que sea demasiado tarde». Por eso, en
virtud de esa consideración y del riesgo de asistir a las últimas elecciones
libres de nuestra historia, los colombianos debemos evitar que «una combinación
letal de ambición, temor y errores de cálculo conspiren para entregarle
voluntariamente, las llaves del poder a un autócrata en ciernes».
Es importante
tener presente que la última palabra y la decisión a esta encrucijada está en
manos del pueblo, de los ciudadanos en ejercicio, cuyos valores democráticos y
conciencia salvarán al país de la extrema izquierda y de su caudillo, el Cayo
Graco de Ciénaga de Oro. Solo de esa forma, asumiendo esa responsabilidad
histórica, conformaremos el Equipo Colombia y la coalición que siembre la
esperanza en una nación donde verdaderamente se pueda «vivir sabroso» y en paz.
Barrancas, 28 de marzo de 2022
Arcesio Romero
Pérez
*Escritor afrocaribeño
miembro de la organización de base
NARP ASOMALAWI