Foto oficial del Encuentro de escritores |
Acto seguido pasaron al frente los profesores Álvaro Suescún y Luis Barros Pajaveau, quienes hicieron un agradable y extenso recorrido a través del contenido variopinto de la literatura Caribe, desde las áridas tierras del norte de La Guajira hasta las fértiles sabanas del departamento de Córdoba. (Lee el cuarto capítulo de esta emocionante crónica)
Álvaro Suescún y Luis Barros |
El cierre no pudo ser mejor: un vibrante recital de poesía erótica de Julio Manuel Larios; una emocionante lectura de poemas de Limedis Castillo y un sensual monólogo de la incomparable Ella Celedón.
El público aplaudió con fuerza
y cuando se esperaban más intervenciones
Marcela Soto Angarita tomó el micrófono para anunciar que había llegado
el final y para invitar a los escritores a la maravillosa noche del festival
amenizada, entre otros por Iván Villazón y Elder Dayán.
Yo me di una vuelta por el parque pero tuve que
encargar a Abel Medina y Julio Larios de que le ofrecieran mis respetos a los
artistas, pues yo tenía un inaplazable compromiso en el país de los sueños a
partir de las diez de la noche.
Al día siguiente, sábado 15 de octubre, Arcesio Romero tuvo la generosidad de invitarme a su casa paterna para presentarme a su señora madre María Josefina Pérez, a su hermana Auxiliadora Romero a Arcesio Romero padre y al arquitecto y pintor Luis Fernando Guarín.
Nos tomamos un café delicioso y nos fuimos a una sesión de fotos en los murales dedicados a la herencia africana de los barranqueros los cuales llevan la firma de Guarín y se han convertido en un nuevo ícono de la capital carbonífera de Colombia.
El autor de la crónica al lado del artista Fernando Guarín pintor de los murales |
Terminada la sesión de fotos mi anfitrión me llevó a un recorrido por los sitios emblemáticos del pueblo: la casa del futbolista Luis Díaz, las residencias de exgobernadores y exparlamentarios, la Biblioteca municipal Gabriel Solano Vidal, la cancha en donde Luis Díaz pateó el balón por primera vez, la calle en donde son vecinos dos representantes a la Cámara, los murales dedicados a Olinto Fonseca y Dolores María Redondo.
Por último me trajo a la casa de Maximiliano Hernández y Helena Parodi, un bello pero derruido edificio al cual se le nota el paso de los años y sobresale en el vecindario por su hermosa arquitectura antigua.
Estamos frente a esa construcción y recordamos que en sus habitaciones durmieron ilustres representantes de la política nacional, incluido el virtual presidente Guillermo León Valencia, en una lejana noche de 1.962.
Me contó que ese día algunos vagos, alentados por sus
odios viscerales incubados en la trastienda de la maldad, embadurnaron cada
pared de la casa con excrementos humanos cuyos hedores se percibían veinte calles
más abajo, treinta cuadras más arriba y como a cien kilómetros a la redonda.
Cuenta la historia que doña Berta y Guillermo León
Valencia jamás regresaron a Barrancas, ni a preguntar por el nombre del bandido
que ofendió sus delicadas narices.
En cambio yo me marcho con nostalgia y sé que pronto
muy pronto volveré a la tierra amable de La Guajira atraído por el
perfume de la literatura y el aroma del buen café que se sirve en los
corredores de cada una de sus casas.