Un día de 1962, en el fervor de la campaña presidencial que llevaría el país a
escoger el segundo de cuatro mandatarios del Frente Nacional, uno de los más
fuertes aspirantes, Guillermo León Valencia programó una gira por el departamento
de La Guajira en compañía de la cúpula del partido conservador, algunos
dirigentes liberales y la señora Berta
Hernández de Ospina, una de las mujeres más poderosas de la época. Valencia y
los suyos hicieron varias reuniones y, al llegar la noche se hospedaron en la
casa de la familia Hernández Parodi.
Casa de los Hernández Parodi |
Todo iba bien, según cuenta Arcesio Romero, mi generoso guía a través de las calles llenas
de historia de este macondiano pueblo del centro de La Guajira, pero nadie
contaba con el odio y la astucia de la oposición, uno de cuyos representantes
tenía diseñado un muy bien calculado plan para arruinarle la noche al político
y a sus anfitriones.
Ahí estamos Arcesio y yo frente a la antigua casa
de color mostaza rodeada de una hierba
que nadie ha cortado en los últimos seis meses, casi en plan de despedida
después de acudir al primer Encuentro de Escritores en el marco de la versión
cincuenta y uno del Festival Nacional del Carbón.
Las notas de prensa de los días previos manifestaban
que todos los caminos conducían a Barrancas en alusión al Festival que se
inició hace más de medio siglo. Para los escritores era una bonita oportunidad
de reencontrarnos después de más de un lustro sin que nos reuniéramos como lo hacíamos cuando existía la hermosa
fiesta de las letras en el municipio de El Molino.
Abel Medina, uno de los encargados de la organización,
me había invitado con dos semanas de anticipación y en las últimas horas me
hizo varias llamadas para pedirme que no fuera a faltar.
-“Ponte de acuerdo con Julio Manuel Larios que él
también viene desde Maicao”
Acaté la sugerencia y me puse en contacto con Julio
Larios, pero el duende del correo electrónico había mandado su invitación
directamente a la bandeja de documentos no deseados y el hombre no se
encontraba lleno de ánimos para emprender un viaje de última hora.
Fue necesaria una llamada de varios minutos para
convencerlo, de manera que nos citamos para encontrarnos en el centro y hacer
juntos el viaje que nos llevaría de nuevo a un momento de aventuras literarias,
tal como la hacíamos antes para asistir a El Molino (insisto en lamentar que el
evento no se haya vuelto a hacer).
Abel nos esperaba en Barrancas a las nueve de la mañana de ese 14 de octubre y, fiel a su costumbre, nos brindaría las mejores atenciones. También nos esperaba Arcesio Romero, autor de Disrupciones un libro que se ha robado el corazón de los lectores del continente aunque todavía no es muy conocido en La Guajira y mucho menos en Barrancas, en donde están ambientados varios de los quince relatos de su contenido.
Sería un viaje maravilloso, según mis suposiciones, pero las cosas no serían tan fáciles. Más adelante les cuento al respecto