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viernes, 28 de mayo de 2010

Las huellas del Alfarero



Por: Paola Johana Martínez Ortíz

Recuerdo haber leído y escuchado en varias ocasiones a cerca de la parábola de la vasija en las manos del alfarero, una historia muy representativa de la vida de los que llegamos a los pies del señor. Aquella vasija se echó a perder y el alfarero construyó otra, fue muy paciente aunque la vasija se quejaba del doloroso procedimiento; él le hizo entender que era necesario porque luego de todo eso sería una vasija mejor.

Hoy quiero que por un momento dejemos de ser las vasijas y tomemos el lugar del alfarero, ¡sí del alfarero!; que imaginemos que nuestras manos pueden darle forma al barro mojado hasta obtener un resultado. A menudo ejecutamos el papel del alfarero, en el sentido de dejar huellas por donde quiera pasamos, huellas que influyen de alguna manera en la vida de las demás personas.

Encontramos en nuestro paso por la vida diferentes vasijas, unas a término medio a las que ayudaremos a formar completamente; otras casi terminadas que solo necesitaremos pulirlas, pero en determinado momento encontraremos un poco de barro mojado para darle forma; un ejemplo más preciso de ese tipo de barro son nuestros hijos, a los cuales tenemos que formar hasta hacer de ellos una vasija útil.

Nuestros hijos, al igual que todo lo que poseemos en la tierra le pertenecen a Dios, él nos confía su cuidado; lo que quiere decir que de la misma manera que administramos los bienes que Dios nos entrega, así mismo administramos la vida de nuestros hijos, y por ellos tendremos que rendir cuentas algún día.

Ese barro nos ha sido entregado justo para darle la forma que deseamos, pero recordemos que no es a nuestro parecer, aunque Dios nos confía y nos da potestad sobre ellos, no es a nuestra manera que podremos formar a nuestros hijos, sino según los principios que Dios establece. De pronto esta responsabilidad a la manera de Dios se nos hace muy difícil y rígida, pero resulta la manera correcta y más segura para hacer de nuestros hijos hombres y mujeres de bien, esto es; hombres y mujeres nacidos y formados bajo los principios de Dios, y cuando digo que es la manera más segura; me refiero a que un niño al que se le enseñan los fundamentos cristianos, es un niño que llega a conocer el temor de Dios; y consecuentemente será alguien que difícilmente se dejará llevar por las banalidades que les ofrece el mundo, las que sólo conllevan a caminos de destrucción.

Un niño que conoce a Dios, entiende principios como por ejemplo: que el hombre está hecho para una sola mujer, que los vicios de cualquier índole desagradan a Dios y destruyen al hombre; que Dios establece que honremos a nuestros padres, en fin; todos los principios preestablecidos por Dios, como lo mencionaba, esto puede sonar un poco rígido y a lo mejor para algunos anticuado; pero lo que sí les puedo asegurar es que una persona que se desarrolla y conoce estos principios, será una persona confiable para sus padres y por lo tanto confiable para la sociedad; y será poco probable que cause dificultades en su crianza.

Hoy tenemos la necesidad de examinarnos, sería sano hacer un análisis a cerca de la forma que le estamos dando al barro que nos ha sido confiado, ¿Qué clase de vasija estamos creando?. Tengamos en cuenta que nuestros hijos son ese barro mojado en el que dejamos plasmadas nuestras huellas, y precisamente de aquellas estampas que dejemos en ellos dependerá lo que serán el día del mañana.

¡Es un aviso para ti Alfarero!, ¿qué forma le estás dando a la vasija?, cuida de que no sea frágil y quebradiza; procura que sea tan bien diseñada que mañana te pueda servir para verterte en ella, permite que sean huellas de amor que dejes en ellos y no cicatrices.


2 de Corintios 12:14 Ahora, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré una carga, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos.



Bendiciones,

lunes, 17 de mayo de 2010

BENDITA PENINA



Por: Paola Johana Martínez Ortíz

Uno de los propósitos de la mujer en la vida natural es reproducirse, unirse con el hombre en una sola carne como lo dice la sagrada escritura, para luego construir una familia; es un mandato divino. Pero ¿qué sucede cuando la mujer está imposibilitada para concebir y no puede cumplir con su naturaleza procreadora?, y lo que es más preocupante cuando encontramos que hombres casados llegan a tener hijos por fuera de sus hogares a veces con le excusa machista de que su esposa no le puede dar hijos. Esta es la historia de una mujer llamada Ana, que vivió exactamente la misma situación planteada.

Ana quien era esposa de Elcana tenía un profundo dolor porque Dios no la había regalado hijos, y Penina, quien era la otra mujer de su esposo; y quien tenía hijos con él la irritaba, enojándola con su burla destructora; Ana lloraba y no comía por su profundo dolor, pero su esposo la amaba más que a Penina y eso reconfortaba un poco, sin embargo Ana no estaría tranquila y Feliz hasta no concebir un hijo, lo que sería un “milagro”.

Ana entendió que los milagros le pertenecen a Dios, por lo que oró a él en total angustia pidiéndole aquel hijo que tanto deseaba. Ana hizo una promesa sobre una promesa, Ana le dijo a Dios que si le concedía un hijo ella lo dedicaría a él todos los días de su vida, (1 Samuel, 1:11) .Ella no se rendiría; no aceptaría un no por respuesta. Puso Ana su confianza en Dios y no estuvo más triste porque sabía que él le concedería su milagro.

A su tiempo llegó Samuel “la promesa”, quien fue dedicado a Dios y él lo hizo profeta en su nación, de esta manera Dios concedió el anhelo de Ana; Dios no se había olvidado de ella, solo estaba esperando que ella recurriera a él para demostrarle que él es el que nos hace caminar sobre las alturas y nos da honra delante de nuestros opresores, porque él usa todas las cosas a nuestro favor.

Bueno al final Penina no fue tan mala, yo en lugar de Ana le bendeciría, Si Ana no habría tenido a Penina, quien sabe si habría llegado a orar con semejante desesperación. Ana dijo: "Señor, me tienes que dar ese hijo, al menos para callar las burlas de Penina.

Necesitamos, aunque no nos guste, que Dios nos impida de algo por algún tiempo para que concibamos a Samuel que representa la “promesa” de Dios en nuestras vidas. El Señor usa y permite que entremos en crisis para que concibamos y demos a luz sus propósitos. Penina hace falta en los planes de Dios, Penina es quien nos reta a luchar por la promesas de Dios, es quien nos acorrala a tal punto que sólo en su presencia podamos encontrar una respuesta.

Hoy te invito a que tomes cada uno de tus problemas los conviertas en un peldaño, los hagas una escalera y te subas por encima de ellos para llegar a la cima de las promesas de Dios.

Los problemas no se acabarán, ellos al igual que Penina nos inyectan valor para reclamar el lugar que nos pertenece y que Dios nos ha prometido.

Bendita seas Penina, benditas sean las Dificultades porque nos acercan más a Dios.

Romanos 8:28 : Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

domingo, 5 de octubre de 2008

Maicao no se muere, señores

Por: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ

La historia de Maicao y la del libro tienen algo parecido: ha ambos le han expedido el certificado de defunción sin que el paciente haya dado el último suspiro. Al libro le ocurrió varias veces pero siempre salió airoso y sobrevivió.
.
A Maicao se le creyó condenado a muerte en 1.983 cuando el bolívar, moneda venezolana en que se realizaba una gran parte de las ventas en el mercado local, bajó de $16 a $5. Y se le volvió a vaticinar su desaparición en los años 90 cuando el país entró en la época de la apertura económica.

Y se le aseguró de nuevo su pronta extinción a principios del siglo XXI Cuando se hicieron más rigurosas las medidas para controlar el ingreso y comercialización de las mercancías extranjeras.

A pesar de los pronósticos reservados de los observadores el paciente da señales de vida: los niños tienen una sonrisa en el rostro, los jóvenes miran el futuro con decisión y los comerciantes han comenzado a reorientar sus actividades.
Desde hace algún tiempo el comercio dejó de ser esa actividad floreciente y próspera de los años anteriores. La gente vive ahora de negocios menos lucrativos, pero vive decentemente. Algunos cultiva en algodón, otros le apuestan a la ganadería, los demás al transporte o a la venta de gasolina….pero nadie renuncia a vivir.

Muchos se fueron, es cierto, pero otros se quedaron y son mayoría. Y el que no abandonó el pueblo en la época más brava de la crisis es porque está decidido a quedarse. En las épocas de la bonanza Maicao tuvo habitantes con un pie aquí y otro quién sabe dónde.

Eran personas que no veían a la ciudad como un vividero sino un lugar en donde hacer negocios i acumular un capital. Es decir, un sitio para pasar una temporada pero no toda la vida.
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Hoy en día el que está aquí está aquí y la ciudad logra quitarse de encima el estigma de tener “una gran población flotante” falso argumento con el cual se le negaron los recursos para su desarrollo. A los niños nacidos en los 90 bien pudiera llamárseles los Hijos de la Crisis.
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Sus padres le contarán que enhubo una bona el pasado hubo una bonanza económica y ésta producía ganancias absurdas. Los muchachos entonces preguntarán con todo derecho ¿Y qué hicieron tanta plata?
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Sin esperar una respuesta que nadie puede darles seguirán de largo su camino y de cara al sol mostrarán en sus caras un gesto en el que podrá leerse la frase: “Maicao no se muere, señores”
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NOTA DE LA REDACCIÓN:
Alejandro Rutto Martínez
es un prestigioso académico guajiro dedicado a la docencia y al periodismo. Es autor de varios libros, entre ellos "Si mañana fuera hoy" y "Aunque tiemble la tierra y se desplomen los cielos"

martes, 18 de diciembre de 2007

Maicao no se muere, señores

Por: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ

La historia de Maicao y la del libro tienen algo parecido: ha ambos le han expedido el certificado de defunción sin que el paciente haya dado el último suspiro. Al libro le ocurrió varias veces pero siempre salió airoso y sobrevivió.

A Maicao se le creyó condenado a muerte en 1.983 cuando el bolívar, moneda venezolana en que se realizaba una gran parte de las ventas en el mercado local, bajó de $16 a $5. Y se le volvió a vaticinar su desaparición en los años 90 cuando el país entró en la época de la apertura económica. Y se le aseguró de nuevo su pronta extinción a principios del siglo XXI Cuando se hicieron más rigurosas las medidas para controlar el ingreso y comercialización de las mercancías extranjeras.

A pesar de los pronósticos reservados de los observadores el paciente da señales de vida: los niños tienen una sonrisa en el rostro, los jóvenes miran el futuro con decisión y los comerciantes han comenzado a reorientar sus actividades. Desde hace algún tiempo el comercio dejó de ser esa actividad floreciente y próspera de los años anteriores. La gente vive ahora de negocios menos lucrativos, pero vive decentemente. Algunos cultiva en algodón, otros le apuestan a la ganadería, los demás al transporte o a la venta de gasolina….pero nadie renuncia a vivir. Muchos se fueron, es cierto, pero otros se quedaron y son mayoría. Y el que no abandonó el pueblo en la época más brava de la crisis es porque está decidido a quedarse.

En las épocas de la bonanza Maicao tuvo habitantes con un pie aquí y otro quién sabe donde. Eran personas que no veían a la ciudad como un vividero sino un lugar en donde hacer negocios i acumular un capital. Es decir, un sitio para pasar una temporada pero no toda l` vida. Hoy en día el que está aquí está aquí y la ciudad lngra quitarse de encima el estigma de tener “una gran población flotante” falso argumento con el cual se le negargn los recursos para su desarrollo.

A los niños nacidos en los 90 bien pudiara llamárseles los Hijos de la Crisis. Sus padres le contarán que hace unos años hubo ena bonanza económica y ésta producía ganancias absurdas. Los muchachos entonces preguntarán con todo derecho ¿Y qué hicieron tanta plata? Sin esperar una respuesta que nadie puede darles seguirán de largo su camino y de cara al sol mostrarán en sus caras un gesto en el que podrá leerse la frase: “Maicao no se muere, señores”

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