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domingo, 5 de octubre de 2008

Maicao no se muere, señores

Por: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ

La historia de Maicao y la del libro tienen algo parecido: ha ambos le han expedido el certificado de defunción sin que el paciente haya dado el último suspiro. Al libro le ocurrió varias veces pero siempre salió airoso y sobrevivió.
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A Maicao se le creyó condenado a muerte en 1.983 cuando el bolívar, moneda venezolana en que se realizaba una gran parte de las ventas en el mercado local, bajó de $16 a $5. Y se le volvió a vaticinar su desaparición en los años 90 cuando el país entró en la época de la apertura económica.

Y se le aseguró de nuevo su pronta extinción a principios del siglo XXI Cuando se hicieron más rigurosas las medidas para controlar el ingreso y comercialización de las mercancías extranjeras.

A pesar de los pronósticos reservados de los observadores el paciente da señales de vida: los niños tienen una sonrisa en el rostro, los jóvenes miran el futuro con decisión y los comerciantes han comenzado a reorientar sus actividades.
Desde hace algún tiempo el comercio dejó de ser esa actividad floreciente y próspera de los años anteriores. La gente vive ahora de negocios menos lucrativos, pero vive decentemente. Algunos cultiva en algodón, otros le apuestan a la ganadería, los demás al transporte o a la venta de gasolina….pero nadie renuncia a vivir.

Muchos se fueron, es cierto, pero otros se quedaron y son mayoría. Y el que no abandonó el pueblo en la época más brava de la crisis es porque está decidido a quedarse. En las épocas de la bonanza Maicao tuvo habitantes con un pie aquí y otro quién sabe dónde.

Eran personas que no veían a la ciudad como un vividero sino un lugar en donde hacer negocios i acumular un capital. Es decir, un sitio para pasar una temporada pero no toda la vida.
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Hoy en día el que está aquí está aquí y la ciudad logra quitarse de encima el estigma de tener “una gran población flotante” falso argumento con el cual se le negaron los recursos para su desarrollo. A los niños nacidos en los 90 bien pudiera llamárseles los Hijos de la Crisis.
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Sus padres le contarán que enhubo una bona el pasado hubo una bonanza económica y ésta producía ganancias absurdas. Los muchachos entonces preguntarán con todo derecho ¿Y qué hicieron tanta plata?
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Sin esperar una respuesta que nadie puede darles seguirán de largo su camino y de cara al sol mostrarán en sus caras un gesto en el que podrá leerse la frase: “Maicao no se muere, señores”
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NOTA DE LA REDACCIÓN:
Alejandro Rutto Martínez
es un prestigioso académico guajiro dedicado a la docencia y al periodismo. Es autor de varios libros, entre ellos "Si mañana fuera hoy" y "Aunque tiemble la tierra y se desplomen los cielos"

miércoles, 20 de febrero de 2008

Carraipía: en crisis por falta de agua

Un desgastado letrero anuncia que en este lugar comienza Carraipía


Por: Ernesto Acosta Solano (Enviado especial a Carraipía)

Varios habitantes del corregimiento de Carraipia manifestaron que desde hace varios meses el agua no llega a sus hogares por la tubería de la empresa Aguas de la Península por lo que ha optado por coger el agua de los caños y pozos artesanales que en su gran mayoría se encuentran contaminados por los animales que toman el vital liquido de este suministro alternativo.

“No entendemos como la empresa aguas de la península envía las factura de cobro hasta por siete mil pesos, siendo que desde el año pasado no nos suministra el agua anotaron varias amas de casa que pidieron la solución rápida al problema del agua”

martes, 18 de diciembre de 2007

Maicao no se muere, señores

Por: ALEJANDRO RUTTO MARTÍNEZ

La historia de Maicao y la del libro tienen algo parecido: ha ambos le han expedido el certificado de defunción sin que el paciente haya dado el último suspiro. Al libro le ocurrió varias veces pero siempre salió airoso y sobrevivió.

A Maicao se le creyó condenado a muerte en 1.983 cuando el bolívar, moneda venezolana en que se realizaba una gran parte de las ventas en el mercado local, bajó de $16 a $5. Y se le volvió a vaticinar su desaparición en los años 90 cuando el país entró en la época de la apertura económica. Y se le aseguró de nuevo su pronta extinción a principios del siglo XXI Cuando se hicieron más rigurosas las medidas para controlar el ingreso y comercialización de las mercancías extranjeras.

A pesar de los pronósticos reservados de los observadores el paciente da señales de vida: los niños tienen una sonrisa en el rostro, los jóvenes miran el futuro con decisión y los comerciantes han comenzado a reorientar sus actividades. Desde hace algún tiempo el comercio dejó de ser esa actividad floreciente y próspera de los años anteriores. La gente vive ahora de negocios menos lucrativos, pero vive decentemente. Algunos cultiva en algodón, otros le apuestan a la ganadería, los demás al transporte o a la venta de gasolina….pero nadie renuncia a vivir. Muchos se fueron, es cierto, pero otros se quedaron y son mayoría. Y el que no abandonó el pueblo en la época más brava de la crisis es porque está decidido a quedarse.

En las épocas de la bonanza Maicao tuvo habitantes con un pie aquí y otro quién sabe donde. Eran personas que no veían a la ciudad como un vividero sino un lugar en donde hacer negocios i acumular un capital. Es decir, un sitio para pasar una temporada pero no toda l` vida. Hoy en día el que está aquí está aquí y la ciudad lngra quitarse de encima el estigma de tener “una gran población flotante” falso argumento con el cual se le negargn los recursos para su desarrollo.

A los niños nacidos en los 90 bien pudiara llamárseles los Hijos de la Crisis. Sus padres le contarán que hace unos años hubo ena bonanza económica y ésta producía ganancias absurdas. Los muchachos entonces preguntarán con todo derecho ¿Y qué hicieron tanta plata? Sin esperar una respuesta que nadie puede darles seguirán de largo su camino y de cara al sol mostrarán en sus caras un gesto en el que podrá leerse la frase: “Maicao no se muere, señores”

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