viernes, 26 de noviembre de 2010

Hernando Iguarán Romero: la palabra y el entusiasmo del hermano mayor

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Hernando Iguarán Romero fue uno de los políticos que hizo época en Maicao y Guajira durante casi tres décadas.


Mi primer contacto con él fue en los tiempos de líder de los estudiantes de la Universidad de La Guajira desasientes en Maicao, en 1.983 año en el cual “Nando” se desempeñaba como alcalde municipal y nuestro mayor sueño era
tener un bus que nos transportara diariamente hasta la capital del departamento. En una primera y fugaz reunión, sostenida a las carreras en los pasillos de la alcaldía, nos prometió su ayuda y nos concedió una audiencia para la semana siguiente a una de esas horas en que solo atendía a quienes consideraba sus buenos amigos: la una de la tarde.

Nosotros hubiéramos concurrido aunque nos hubiera dicho la una de la mañana pues teníamos el anhelo de contar con ese vehículo cuanto antes para poder continuar los estudios que habíamos iniciado.
El día fijado estuvimos puntualmente en el despacho y recibimos alentadoras noticias y una nueva cita a la misma hora en un día de la semana siguiente.

Por un tiempo nuestra rutina fue salir de la universidad en Riohacha a las 12, “volar” hacia Maicao en el primer carro que pasara y cumplirle la cita al alcalde que siempre nos esperaba con nuevas y alentadoras noticias. De aquellos tiempos recuerdo su discurso encendido, la pasión con que afrontaba todas sus empresas, el entusiasmo con que exponía sus planes y el particular empeño puesto en conseguir nuestro bus. Por nuestra parte lo veíamos con admiración y, a pesar del sueño, el cansancio y el hambre del grupo de jóvenes estudiantes, nos daba una particular alegría reunirnos con aquel mandatario que en medio de sus ocupaciones encontraba tiempo para trabajar por nuestro sueño.

En una de las habituales reuniones nos dio la buena noticia de que el sábado finalmente nos entregaría el bus y nosotros no lo podíamos creer. Nos habían alertado tanto acerca de las promesas de los políticos que estábamos poseídos por lo que pudiéramos llamar “el espíritu de Santo Tomás”. Solo nos consolaba la convicción con la que nos hablaba aquel wayûu de piel clara, palabra amable, mirada compasiva y gestos convincentes que por aquel entonces fungía como “cacique de todos los maicaeros”.

Nos citó para el sábado 7 de mayo en la sala de profesores del Colegio San José. El día de la reunión habló con particular interés de la construcción de un nuevo colegio y de otras proyecciones para la ciudad y, cuando la reunión casi terminaba, sacó de su bolsillo una llave atada a una lámina con los colores de la bandera nacional y me la entregó delante de todo el mundo. En la puerta se encontraba nuestro flamante bus con los colores blanco y verde de la Gobernación del departamento, en el que podríamos viajar a Riohacha para recibir nuestras clases de universitarios juiciosos.

Desde entonces consideramos a “Nando” como un alcalde amigo y como alguien que se convertía en buen representante de su generación.

Luego lo visitamos un par de veces más en su despacho, siempre a la una de la tarde, siempre con hambre y sueño, siempre para pedirle algo, que siempre conseguíamos, relacionado con nuestros estudios o con la construcción del nuevo Colegio San José. Por eso, cada vez que con cariño miro mi diploma de la Universidad, recuerdo el pedacito que le debo a un amigo a quien llegué a tenerle el afecto de hermano mayor: Hernando Iguarán Romero.

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