miércoles, 11 de octubre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Octavo episodio )

Maestro de ceremonias en la iglesia de San Antonio


Resumen del episodio anterior: Un inversionista local contacta a Guillermo para que se haga cargo de cierta obra muy importante. No responde de inmediato, pide tiempo para pensarlo y consulta con su esposa y sus consejeros. Tres días después tiene dos decisiones tomadas. 

La primera decisión consistía en darle una respuesta afirmativa a Alfonso Puerta.

-Don Alfonso, sí puedo hacerme cargo de la construcción de su edificio y lo haré con mucho gusto

-En ese caso necesito que iniciemos cuanto antes, le respondió el empresario.

La segunda decisión fue viajar en compañía de Sara a Barranquilla para recoger algunos muebles y parte de los elementos del hogar que se encontraban guardados en la Arenosa desde su venida a Maicao.

¿En serio Guillermo estaría pensando en no irse más de Maicao?

Esa era la pregunta que Sara se hacía a cada instante al recordar todos los trasteos que habían tenido en sus años de matrimonio.

La cuadrilla de laboriosos trabajadores contratada por Alfonso y Guillermo trabajó muy duro, tanto que la obra avanzaba a muy buen ritmo. No les faltó en ningún momento el material y tampoco el agua que era tan escasa para esos días. Todo iba muy bien, pero Guillermo quería hacer mucho más de lo que hacía.

Una tarde de sábado tomó la escalera, la colocó en la pared frontal de su casa y en lo mes alto ubicó el cartel que lo haría aún más conocido en el pueblo.

"Se soban piernas y brazos"

En sus tiempos de vaquero en los llanos Orientales Guillermo había aprendido el arte de "sobar", es decir, aplicar sus conocimientos para enderezar huesos dislocados, “cuerdas montadas" y entablillar fracturas.

En algunos casos la terapia era dolorosa y como en aquellos parajes no se conocía la anestesia ni los sedantes, tenía que ingeniárselas para disminuir el sufrimiento de los pacientes. 

Herbert, el hijo mayor de Guillermo revela un episodio en el que éste tiene que emplearse a fondo para atender a un enfermo en aquellos tiempos:

"Mi papá decía que era capaz de enderezarle el brazo torcido al trabajador de una finca, pero sabía que el procedimiento iba a resultar muy doloroso, entonces se pudo de acuerdo con familiares de esa persona y algunos amigos. Se lo llevaron para la cantina, en donde estuvieron departiendo y bebiendo, y cuando el enfermo estaba bien borracho lo ataron a una silla.

¿Saben lo que pasó después?

Ocurrió que el señor fue atado a una silla para que Guillermo pudiera hacer bien su trabajo. Cuando el paciente despertó dio un grito que se sintió en todos los Llanos Orientales, pero el brazo había sido enderezado, se encontraba en perfectas condiciones y su dueño nunca más: volvió a mencionar sus antiguas dolencias.

Los vecinos de San Antonio y Rojas Pinilla contarían en adelante con su sobandero de cabecera al mismo tiempo que los del centro tenían a Fuge Brito.

Dellanit Giovanetti, una talentosa profesional residente en el barrio San José recuerda que en una ocasión se sentó en la silla de los pacientes de Guillermo.

Muestra una gran sonrisa  en los labios cuando relata de la siguiente manera su experiencia:

"Una vez me descompuse un dedo del pie y me dolía muchísimo. Me lo recomendaron a él como sobador y me dejó en muy buenas condiciones. El dolor desapareció por completo para no aparecer nunca más"

Los clientes hacían filas en la casa de San Antonio, pero la familia no los consideraba clientes sino amigos, así que todos disfrutaban de un buen café antes de recibir la respectiva terapia.

El protagonista de nuestra historia se encontraba sobredimensionado de energía, tal vez el agua de panela que le preparaba su esposa más el consumo de chivo, carne a la cual se había vuelto adicto, le proveían nuevas fuerzas y él las destinaba a servirle a la comunidad.

El cura y la congregación al conocer sus dotes de comunicador lo designaron como el maestro de ceremonias de las programaciones de la Junta de Acción Comunal y de la Iglesia.  

Micrófono en mano hacía las veces de presentador oficial. En alguna ocasión se vistió de payaso para distraer a los niños y era el locutor preferido en las festividades cívicas y religiosas.

Hacía mucho y al mismo tiempo sentía que no estaba dando aún lo suficiente.  Era como un guerrero que podía afrontar varias batallas a la vez o como un ajedrecista que atiende en simultánea a varios rivales.

Una tarde, al regresar del trabajo sorprendió a la familia con la noticia de que había encontrado una nueva forma de servirle a la gente y, acto seguido, les mostró una bolsa.

¿Qué contenía?

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jueves, 5 de octubre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Séptimo episodio )

Escrito por: Alejandro Ruto Martínez

Resumen del episodio anterior: Guillermo se conoció con una personalidad de Maicao, alguien que tenía una enorme popularidad, esa naciente relación con  sería clave para que Guillermo Ospina Vélez tomara una de las decisiones más trascendentales de su vida.

La tribu completa estableció su centro de operaciones en la calle 18 con la carrera 10 en el barrio San José. Desde ese lugar se dirigían a cumplir los compromisos en las obras donde eran contratados.

Guillermo traba amistad con un líder muy reconocido de la comunidad. Se trataba de Luis Rhenals Henríquez, fundador de numerosos barrios, concejal, directivo comunal y gestor público. La amistad se inició cuando el maestro Guillermo realizó algunas reparaciones en la vivienda de Luis (a quien llamaban "Lucho") y su esposa Telesila, una gran mujer, conocida por su amabilidad, don de gentes, persona de fe y espíritu maternal.

Por esa época Lucho estaba al frente de la creación del barrio Rojas Pinilla, vecino del San José. Guillermo conversa con Lucho y le pide la asignación de un lote en el naciente barrio para él y su familia, pero se encontró con la respuesta que no hubiera querido escuchar:

-           -Ya todos los lotes han sido asignados, mi estimado Guillermo

-          - "Don Luis, regáleme así sea un pedacito de tierra, yo le ayudo para que se pueda construir una iglesia".

Lucho analizó la solicitud de su nuevo amigo, pero no encontraba cómo ayudarlo.  Además, a Sara y a los demás miembros de la familia se les hacía muy raro que Guillermo estuviera interesado en un lote y mucho menos en construir una casa, porgue su costumbre era estar por algún tiempo en el pueblo donde hubiera trabajo, después en otro más y después emigrar a otro y así sucesivamente.

Un día muy temprano Lucho se presenta la obra en donde trabajaba Guillermo para hacerle una propuesta.

- Tenemos un lote, pero hay dos problemas:  primero, queda bastante retirado, prácticamente mente sería un barrio nuevo, deferente al Rojas Pinilla.

               - No importa que esté retirado respondió Guillermo. Y si hay que fundar un nuevo barrio, lo fundamos.

- ¿Cuál sería el segundo problema?

-El segundo problema es el siguiente, esos terrenos tal vez tienen dueño, entonces ustedes entrarán bajo su propio riesgo, si los dueños aparecen ustedes tendrían que entregarles su propiedad.

Entendidas las condiciones Guillermo y otras personas ocuparon sus lotes. Valga decir que nunca tuvieron ningún problema con sus propiedades.  El suyo sería un barrio Independiente al que llamaron San Antonio.

Tuvieron buen cuidado de separar la mejor ubicación para construir una capilla en homenaje al santo que daba su nombre al nuevo sector.

No fue difícil para el maestro de obra construir su propia casa en la calle 22 у sonreía al pensar que se le volvió tarde para vivir en el Rojas Pinilla, pero era temprano рага ser uno de los nuevos habitantes y pioneros del San Antonio, con la posibilidad de tener capilla propia, privilegio que no tenían los barrios vecinos.

Las manos de Guillermo trabajaban ardorosamente pues ahora debía desempeñarse en tres frentes: la terminación del edificio Маісао Juan Hotel, la construcción de su propia casa y también de la Capilla de San Antonio.

Cuando veía a su esposo pegar cada bloque Sara pensaba para sí misma:

-Tanto trabajo para nada. Dentro de unos meses Guillermo me hace empacar de nuevo las cosas para devolvernos a Barranquilla.   A él no le gusta quedarse en ninguna parte.

Pero Guillermo seguía empecinado en construir su casa. En las pocas horas libres se iba para el terreno de la capilla y hacía las veces de carpintero, pues el templo lo estaban construyendo provisionalmente de madera.

Una vez estuvo lista la pequeña iglesia Telesila, la esposa de Lucho Rhenals destinó sus ahorros de varios años para comprar la imagen del Santo.  La Diócesis dispuso la presencia de un sacerdote encargado de oficiar las primeras misas. Justo al frente de la iglesia quedó un pequeño terreno cuya futura destinación sería la de una cancha de futbol o un pequeño parque infantil.

La casa de los Ospina Betancur también estaba terminada.  La familia tenía, por fin, una casa propia e independiente a la tribu de los Ospina. Guillermo, probó por primera vez el sabor de ser jefe de una familia.

Se había separado de su padre en cuanto a vivienda, pero seguían compartiendo sus trabajos, como, por ejemplo, la construcción de un edificio de varios pisos al lado de la iglesia San José y la colocación de las letras del nombre en el Hotel Dorado.

El señor Alfonso Puerta, un reconocido empresario radicado e Uribia y con grandes deseos de incursionar en Maicao, lo contactó para proponerle que se hiciera cargo de un ambicioso proyecto:  la construcción de un edificio de cuatro pisos en la calle 12 con carrera 16 en vecindades del mercado público.   

Guillermo no dijo sí de inmediato, pidió en cambio un tiempo razonable para hacer consultas con su papá, con Sara y con Lucho Rhenals.  El apoyo de Sara y sus hijos era muy importante porque asumir tan importante reto significaba posponer de manera indefinida el regreso a Barranquilla o el traslado a cualquier otra ciudad.

Tres días después Guillermo tenía dos decisiones tomadas:

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viernes, 29 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Sexto episodio )

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del capítulo anterior:  Guillermo y su hijo Herbert deben regresar a casa en horas del mediodía, como todos los sábados, pero el tiempo pasa y no aparecen. Ya ha caído la noche y Sara está angustiada por la desaparición de los suyos.  ¿Qué les habrá pasado? ¿Por qué no regresan? 


Sara tenía la cara y el corazón contristado por la repentina e inexplicable desaparición de los suyos, pero en lugar de enloquecer se fue a su cuarto hizo lo que sus mayores le enseñaron: que debía hacerse en esos casos: doblar rodillas delante de Dios.

Mientras hacía sus oraciones sintió que tocaban con suavidad a la puerta. ¿Quién sería a esa hora? Obviamente bendijo a Dios, pero sabía que no era Guillermo, pues conocía su forma de tocarla puerta y lo hacía de manera fuerte. El visitante desconocido, en cambio, tocaba con suavidad y la timidez de quien llega a la casa ajena.

Cuando abrió la puerta vio a un hombre desconocido, pero de rostro familiar.

"Buenas noches, ¿es usted la señora Sara?

"Si señor, yo soy, ¿Qué se le ofrece"?, dijo ella con nerviosismo

-No se preocupe señora Sara, soy compañero de trabajo de Guillermo, vengo a decirle que él viajó, tomó esa decisión de un momento a otro. Le manda decir que no se-preocupe, que está bien, al

Igual que el niño. También le mandó este dinero para sus gastos.

- ¿No dijo cuando venía?

Dijo que vendría pronto, que prepare todo para que se vaya con él.


 Guillermo y Herbert iban sentados en sendas sillas de un bus de la empresa Almirante Padilla, rumbo a Maicao.

Sobre ese precipitado viaje Herbert se expresa, años después, de la siguiente manera:

- “Pasábamos por el terminal y mi padre sintió un impulso de montarnos en un busque iba saliendo para Maicao, en donde se encontraba mi abuelo Efraín, mi abuela y algunos de mis tíos. Apenas le dio tiempo de mandarle algo а mi mamá junto con un mensaje para que no se preocupara"

Llegaron a Maicao a eso de 1as 3 de la mañana. Se bajaron en una plaza de la que despu6s supieron que se llamaba Simón Bolívar.

 

A esa hora la ciudad aun dormía, pero algunos estaban despiertos. Un vigilante trasnochado le explicó dónde quedaba la construcción del edificio más alto de la ciudad. A un vendedor de café le

compraron cuatro tintos, suficientes para ellos, para el vigilante y para un habitante de calle que los acompañaba.

A las´6 de la mañana se dirigen hacia la construcci6n en donde encontraron un celador que les señaló con el dedo una casa´.

-Ahí, en esa casa vive Efraín y su familia, pero si quiere lo espera aquí, él siempre viene temprano.

Pero Guillermo no tenía tiempo para esperar, se dirigió a la vivienda ubicada en la calle 13 con carrera 10 y, cuando estuvo en la puerta hizo escuchar el santo y seña infalible para que los suyos supieran que era él: un silbido que parecía un sonido de flauta.

La puerta se abrió de inmediato. La familia estaba despierta y ya tenían el desayuno preparado, así que Guillermo y Herbert fueron los invitados de honor.

- ¿“Papá, ¿qué es esta carne extraña” ?, preguntó Guillermo

-Chivo, Guillermito, chivo y váyase acostumbrando, por que es lo que se come por aquí todos los días

Guillermo se vinculó a la cuadrilla de trabajadores dirigida por su padre la cual tenía a cargo los acabados de un imponente edificio en el cual funcionaría en Maicao Juan Hotel.  Los Ospina

aplicaban el granito a las escaleras y, al final, construyeron también la piscina del último piso.

Por ese entonces vivían, como se ha dicho, en la esquina de la calle 13 con carrera 10 a media cuadra del Juan Hotel, sección posterior, frente a la casa del conocido ciudadano Fuge Brito, sobandero del pueblo, y a muy corta distancia del cine Sandra, uno de los lugares más visitados de la época.

Unas semanas después Guillermo viajó a Barranquilla para traer a su familia, pero le indicó a Sara que no еmрасаrа todos los muebles y utensilios del hogar.

-Nos vamos a pasar un tiempo en Maicao y después nos regresamos para acá, dijo Guillermo y agregó:

- “Usted sabe que yo soy muy andariego"

Sara hizo un gesto significativo como para dar a entender que conocía muy bien la condición de hombre errabundo de su marido.

Al regresar se instalaron en una vivienda ubicada en la carrera 10 con calle 18 del barrio San José, a unas cinco cuadras de la casa en que antes vivía con el señor Efraín.

En su tránsito por los caminos de la vida se conoció con una personalidad de Maicao, alguien que tenía una enorme popularidad, un garante de convivencia pacífica, carismático, buen ser humano, gran orador y dueño de grandes cualidades como líder y como persona.

Esa naciente amistad con aquel caballero sería clave para que Guillermo Ospina Vélez tomara una de las decisiones más trascendentales de su vida.

¿Quién era esa persona y cuál era la decisión que iba a tomar?

Leer el episodio número 7

martes, 26 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Quinto episodio )


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del episodio anterior:  La "tribu" de los Ospina está radicada en Tolú. Cuando todo marchaba de la mejor manera, un hecho inesperado los obliga a salir de ahí a toda prisa.  Ese día debieron salir a toda prisa del pueblo. No hubo tiempo ni para recoger todas sus pertenencias. ¿Por qué?

Ocurrió lo que relatamos a continuación: 

El cielo se nubló, quedó totalmente oscuro, como si la noche hubiera llegado antes de tiempo, eran las 9 de la mañana, pero no había luz solar, en realidad parecía como si fueran las 5 de la tarde. Comenz6 a soplar la brisa, las copas de los árboles se movían de manera frenética y comenzó a llover intensamente.

Los Ospina huyeron a toda prisa al presagiar el paso de  un vendaval que podría poner en riesgo sus vidas.

En su desesperada marcha llegaron hasta la población de la Boca de la Ciénaga en donde conocieron las noticias de lo que había ocurrido: El pueblo fue azotado por un vendaval de fuerza extrema acompañado de un aguacero interminable que dejó graves inundaciones. Muchos árboles fueron a dar al suelo, decenas de viviendas quedaron sin techo y otras se derrumbaron por completo. El desastre era total.

 

-        "Ustedes hicieron bien en salir a tiempo. El barrio donde vivían fue el que más sufrió por encontrarse en un lugar tan bajo", les dijo uno de sus amigos cuando preguntaron por la magnitud del desastre.

En La Boca de la Ciénaga pasaron algunos días, pero después se separaron. Papá Efraín fue llamado a trabajar en un pueblo de La lejana y desconocida Península de La Guajira, en donde había una fiebre de la construcción. Guillermo, en cambio, se va con la familia para Barranquilla, en donde comienza a construir la casa de un acaudalado empresario.

Guillermo trabajaba duro de lunes a sábado y los fines salía a pasear con la familia, paseaban en puerto Colombia, iban a hacer mercado juntos, visitaban el zoológico y alguna que otra vez se sentaron en las graderías del estadio Romelio Martínez para ver los partidos del glorioso Junior de Barranquilla y, al igual que el resto de la concurrencia, llevaba un radio para poder escuchar la narración del campeón Edgar Perea. 

Eran los tiempos inolvidables de Víctor Ephanor, Jesús "Toto" Rubio, Gabriel Berdugo, Pedro Vásquez y Jaime Deluque. Ese año llega a Junior el mejor refuerzo de todos los tiempos: el accionista Fuad Char Abdala.

Guillermo pasaba días muy buenos entre el fútbol, el trabajo, los paseos familiares y algo que lo maravillaba: la buena radio. Por eso se hizo seguidor de Edgar Perea, quien lo mantenía informado sobre las hazañas de Junior, sino de Marcos Pérez Jiménez, el periodista de moda no sólo en Barranquilla sino en toda la Costa Caribe colombiana. 

Un sábado en la tarde Guillermo compró un pequeño radio que le permitiría escuchar las voces de su predilección aun cuando estaba montado en la azotea de la casa en donde trabajaba. Era de los que no se perdían ni un minuto de las noticias del día o de los grandes acontecimientos deportivos.

Pero ni la radio ni nada le hacía perder la concentración, de modo que estaba claro en que el sustento de la familia dependía del palustre, el nivel, el mortero y la escuadra. 

Lo demás hacía parte  de sus pasatiempos  o aficiones que lo ayudaban a relajarse un poco después de las agotadoras jornadas de fuerza y sudor que diariamente debía afrontar.

Sarita mientras tanto era muy feliz al saber que su buen esposo estaba dedicado a lo que le gustaba y sonreía a ver como su hijo Herbert se había apegado a su padre, tanto que siempre estaban juntos.

Un día sábado por la tarde el reloj marcaba las horas y Guillermo no regresaba a casa. Andaba en compañía de Herbert,  debía regresar a la una de la tarde para el almuerzo. El reloj marcaba las dos de la tarde y ellos no aparecían, las tres de la tarde y nada. A las 4 comenzó a preocuparse y a las 5 de la tarde ya había caído en la desesperación. Su corazón latía muy aprisa,  la tardanza aumentaba la ansiedad. Miró hacia el cielo para rogar a Dios por los suyos y vio que el día comenzaba a desaparecer para darle paso a la noche.

¿Dónde estarían los suyos a esa hora?

Fin del quinto episodio

Leer el sexto episodio

CONTINUARÁ

domingo, 24 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Cuarto episodio )

La "tribu" de los Ospina en Bogotá

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Colaboración especial: Herbert Ospina Betancur

Resumen del tercer  episodio: Guillermo se ha acercado a depositar una carta en las oficinas de correo del batallón, pero tiene dudas y está  a punto de echarse atrás.  Entregará el documento? ¿Qué era lo que había escrito en esa hoja tamaño carta?  

Cuarto episodio

Al leer de nuevo la carta se percató de que había olvidado anexar el cupón prediseñado, obligatorio para hacer su solicitud. Desde unos días atrás, al escuchar las emisoras de radio que siempre lo acompañaban en sus largas jornadas de patrullaje, creyó que era una buena idea estudiar locución y así tendría un oficio al cual dedicarse cuando se retirara del ejército. Por eso le pareció buena idea inscribirse en una academia que ofrecía el curso por correspondencia.

Se regresó a buscar el formulario, pero ya era bastante tarde, lo mejor sería esperar al día siguiente. Pero al día siguiente se ocupó en sus compromisos militares y también los días siguientes hasta que finalmente desistió. Un amigo con el que hablaba de todo le inculcó la idea de que no era posible aprender locución por correspondencia sino con el micrófono en la mano o en una cabina de radio.

-         “Eso es como estudiar natación por correspondencia hermano. Para aprender a nadar vos tenés que lanzarte al agua. Así mismo para aprender locución vos tenés que tomar el micrófono y tener algo que decir, déjate de tonterías y caminá que hay mucho trabajo por delante”

Aplazadas sus intenciones de ser locutor se concentró en las actividades cotidianas y en atender a la familia. Meses después, agobiado por la nostalgia de estar siempre lejos de los suyos toma una decisión trascendental e irreversible.

Se retiraría del ejército y se reintegraría a la vida civil.

- “Pensalo bien Guillermo y déjate de locuras, más bien aguantá y esperemos unos años para ganar la pensión”

Pero Guillermo no reflexionaba ni por el consejo que le daba el mejor amigo.

Sus superiores trataron de convencerlo una y otra vez. Lo llamaron también los superiores de sus superiores y la respuesta fue la misma:

-         “Más reversa tiene un avión en pleno vuelo, mi comandante”

Una vez obtenida la baja se vinculó a la empresa de construcción de su papá Efraín y sus hermanos. Ellos andaban siempre juntos en el trabajo y la diversión y conformaban lo que bien podría llamarse “la tribu de los Ospina”. El único ausente siempre era Guillermo debido a sus ocupaciones en la milicia, pero la situación cambiaría en adelante.  La empresa tenía buena demanda en los municipios del altiplano cundiboyacense, así que la tropa de constructores viajaba de manera frecuente a los pueblos cercanos, aunque tenían sus centros de operaciones en Girardot y Bogotá.

En 1971 la tribu se fue para Tolú a atender la construcción de varias casas y un edificio. Viajaron todos, menos Sara, quien se encontraba embarazada.

  En junio Sara trae al mundo una hermosa niña a quien llamarían Nubia Sandra. La bebé fue el centro de atención y objeto del cariño de sus padres, abuelos y vecinos. En parte ella llenaría el vacío existente desde años antes por la prematura e inesperada partida de Mariselda hacia la eternidad.

En septiembre viajarían hacia Tolú para reunirse con el resto de la familia.

Hubo muchas dificultades para conseguir transporte, los días pasaban y no tenían claro como llegarían hasta su destino. Pero lograron conseguir cupo en un bus que hacía la ruta desde Bogotá hasta Barranquilla con entrada a los terminales de Montería y Sincelejo.   Después de largas horas, casi eternas, llegaron a Tolú. La felicidad del encuentro fue total. La figura central del acontecimiento fue Nubia Sandra. Los familiares, los vecinos y compañeros de trabajo se peleaban para tener la dicha de cargar a aquella niña que parecía un ángel.

Allá permanecían todos dedicados al trabajo y a disfrutar del bellísimo paisaje costero, de los paseos dominicales y de la unidad familiar. Los trabajos se hicieron a un ritmo muy bueno, de manera que, en la práctica estaba muy cercano el final del ciclo en ese lugar.   Mientras tanto, paseaban por el pueblo, les daban los retoques finales a las obras construidas y hacían el procedimiento de entrega final de la obra a quienes los habían contratado.

El aire de la nostalgia o lo que en otra parte llaman “guayabo” los embargaba de nuevo. Tendrían que dejar atrás las nuevas a mistades, el colegio y los profesores. Esa era la vida semi nómada que había elegido. Esta vez no se irían muy lejos, en un mes, aproximadamente de trasladarían a La Boca de la Ciénaga, un punto intermedio entre Coveñas y Tolú.

Cuando todo marchaba de la mejor manera, un hecho inesperado los obliga a anticipar el viaje.  Ese día debieron salir a toda prisa del pueblo. No hubo tiempo ni para recoger todas sus pertenencias.

Fin del cuarto episodio

Leer el quinto episodio

 

  

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