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martes, 26 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Quinto episodio )


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del episodio anterior:  La "tribu" de los Ospina está radicada en Tolú. Cuando todo marchaba de la mejor manera, un hecho inesperado los obliga a salir de ahí a toda prisa.  Ese día debieron salir a toda prisa del pueblo. No hubo tiempo ni para recoger todas sus pertenencias. ¿Por qué?

Ocurrió lo que relatamos a continuación: 

El cielo se nubló, quedó totalmente oscuro, como si la noche hubiera llegado antes de tiempo, eran las 9 de la mañana, pero no había luz solar, en realidad parecía como si fueran las 5 de la tarde. Comenz6 a soplar la brisa, las copas de los árboles se movían de manera frenética y comenzó a llover intensamente.

Los Ospina huyeron a toda prisa al presagiar el paso de  un vendaval que podría poner en riesgo sus vidas.

En su desesperada marcha llegaron hasta la población de la Boca de la Ciénaga en donde conocieron las noticias de lo que había ocurrido: El pueblo fue azotado por un vendaval de fuerza extrema acompañado de un aguacero interminable que dejó graves inundaciones. Muchos árboles fueron a dar al suelo, decenas de viviendas quedaron sin techo y otras se derrumbaron por completo. El desastre era total.

 

-        "Ustedes hicieron bien en salir a tiempo. El barrio donde vivían fue el que más sufrió por encontrarse en un lugar tan bajo", les dijo uno de sus amigos cuando preguntaron por la magnitud del desastre.

En La Boca de la Ciénaga pasaron algunos días, pero después se separaron. Papá Efraín fue llamado a trabajar en un pueblo de La lejana y desconocida Península de La Guajira, en donde había una fiebre de la construcción. Guillermo, en cambio, se va con la familia para Barranquilla, en donde comienza a construir la casa de un acaudalado empresario.

Guillermo trabajaba duro de lunes a sábado y los fines salía a pasear con la familia, paseaban en puerto Colombia, iban a hacer mercado juntos, visitaban el zoológico y alguna que otra vez se sentaron en las graderías del estadio Romelio Martínez para ver los partidos del glorioso Junior de Barranquilla y, al igual que el resto de la concurrencia, llevaba un radio para poder escuchar la narración del campeón Edgar Perea. 

Eran los tiempos inolvidables de Víctor Ephanor, Jesús "Toto" Rubio, Gabriel Berdugo, Pedro Vásquez y Jaime Deluque. Ese año llega a Junior el mejor refuerzo de todos los tiempos: el accionista Fuad Char Abdala.

Guillermo pasaba días muy buenos entre el fútbol, el trabajo, los paseos familiares y algo que lo maravillaba: la buena radio. Por eso se hizo seguidor de Edgar Perea, quien lo mantenía informado sobre las hazañas de Junior, sino de Marcos Pérez Jiménez, el periodista de moda no sólo en Barranquilla sino en toda la Costa Caribe colombiana. 

Un sábado en la tarde Guillermo compró un pequeño radio que le permitiría escuchar las voces de su predilección aun cuando estaba montado en la azotea de la casa en donde trabajaba. Era de los que no se perdían ni un minuto de las noticias del día o de los grandes acontecimientos deportivos.

Pero ni la radio ni nada le hacía perder la concentración, de modo que estaba claro en que el sustento de la familia dependía del palustre, el nivel, el mortero y la escuadra. 

Lo demás hacía parte  de sus pasatiempos  o aficiones que lo ayudaban a relajarse un poco después de las agotadoras jornadas de fuerza y sudor que diariamente debía afrontar.

Sarita mientras tanto era muy feliz al saber que su buen esposo estaba dedicado a lo que le gustaba y sonreía a ver como su hijo Herbert se había apegado a su padre, tanto que siempre estaban juntos.

Un día sábado por la tarde el reloj marcaba las horas y Guillermo no regresaba a casa. Andaba en compañía de Herbert,  debía regresar a la una de la tarde para el almuerzo. El reloj marcaba las dos de la tarde y ellos no aparecían, las tres de la tarde y nada. A las 4 comenzó a preocuparse y a las 5 de la tarde ya había caído en la desesperación. Su corazón latía muy aprisa,  la tardanza aumentaba la ansiedad. Miró hacia el cielo para rogar a Dios por los suyos y vio que el día comenzaba a desaparecer para darle paso a la noche.

¿Dónde estarían los suyos a esa hora?

Fin del quinto episodio

Leer el sexto episodio

CONTINUARÁ

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