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miércoles, 11 de octubre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Noveno episodio )

Edificio Uribia en construcción

Resumen del episodio anterior: Una tarde, al regresar del trabajo sorprendió a la familia con la noticia de que había encontrado una nueva forma de servirle a la gente y, acto seguido, les mostró una bolsa.

¿Qué contenía?


Desde el fondo de le bolsa Guillermo sacó una elegante camisa blanca y un pantalón azul turquí, una gorra anaranjada tipo boina adornada por las insignias de una prestigiosa institución: la Defensa Civil Colombiana

 En los últimos días recibió sus clases y se graduó como patrullero. En adelante estaría listo para hacer parte de numerosas campañas sociales en las comunidades indígenas, en cumplimiento de un lema que nunca olvidará:

"Listos en paz o emergencia"

Su paso por este organismo fue corto, se retiró e ingresó al Club de Leones Monarcas. De nuevo se incorporó a actividades cívicas, sociales y comunitarias en las zonas rurales más apartadas del departamento de La Guajira. Su felicidad consistía en hacer siempre algo y hacerlo bien, ganara o no ganara dinero que era lo que sucedía la mayoría de las veces.

Los compromisos laborales y las actividades de la iglesia clamaban su atención, lo que le obligó a retirarse también del Club de Leones.

Los sacerdotes y la feligresía consideraron que era hora de construir una iglesia con todas las dela ley,  que fuera perdurable en el tiempo y pudiera ser el orgullo no sólo de los habitantes del barrio sino de todo el pueblo.

Se hicieron varias colectas y comenzaron los trabajos de construcción en los que Guillermo tenía un liderazgo enorme.

Además, la construcción del edificio de la Calle 12 con carrera 16 al que sus propietarios habían dado el nombre de Edificio Uribia, avanzaba a muy buen ritmo.

Los tres primeros pisos estaban completamente terminados y los obreros estaban trabajando en la cuarta planta, tenían listas las columnas y la placa que serviría de techo al cuarto piso y como azotea para toda la edificación. 

El entusiasmo de Guillermo era evidente, pues faltaba poco para terminar la más emblemática de sus construcciones, la cual lo llenaba de orgullo, tanto o más que el derivado de trabajar en las escaleras de Juan Hotel, el edificio en la calle del Almacén Barranquilla, el edificio al lado de la iglesia san José, el retoque de las columnas de ese mismo templo. En fin eran tantas sus obras pero ninguna tan imponente como la que estaba terminando.

Las horas libres las invertía en el trabajo de sobandero y en la construcción de la Parroquia de San Antonio.

Todo iba muy bien, pero cierta mañana, por ahí a las diez, un trabajador de Guillermo tocó a la puerta de la casa varias veces hasta que al fin salió Sara.

El hombre estaba pálido y casi no podía hablar. Como pudo y con la voz entrecortada le dio a Sara el mensaje del cual era portador:

-Guillermo ha sufrido un accidente y se encuentra muy delicado. Se requiere su presencia de manera urgente porque necesitan su autorización para...

- ¿Para qué?

-Es mejor que usted vaya y le cuenten.  Si quiere la espero para acompañarla. 

Leer el siguiente episodio

viernes, 29 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Sexto episodio )

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del capítulo anterior:  Guillermo y su hijo Herbert deben regresar a casa en horas del mediodía, como todos los sábados, pero el tiempo pasa y no aparecen. Ya ha caído la noche y Sara está angustiada por la desaparición de los suyos.  ¿Qué les habrá pasado? ¿Por qué no regresan? 


Sara tenía la cara y el corazón contristado por la repentina e inexplicable desaparición de los suyos, pero en lugar de enloquecer se fue a su cuarto hizo lo que sus mayores le enseñaron: que debía hacerse en esos casos: doblar rodillas delante de Dios.

Mientras hacía sus oraciones sintió que tocaban con suavidad a la puerta. ¿Quién sería a esa hora? Obviamente bendijo a Dios, pero sabía que no era Guillermo, pues conocía su forma de tocarla puerta y lo hacía de manera fuerte. El visitante desconocido, en cambio, tocaba con suavidad y la timidez de quien llega a la casa ajena.

Cuando abrió la puerta vio a un hombre desconocido, pero de rostro familiar.

"Buenas noches, ¿es usted la señora Sara?

"Si señor, yo soy, ¿Qué se le ofrece"?, dijo ella con nerviosismo

-No se preocupe señora Sara, soy compañero de trabajo de Guillermo, vengo a decirle que él viajó, tomó esa decisión de un momento a otro. Le manda decir que no se-preocupe, que está bien, al

Igual que el niño. También le mandó este dinero para sus gastos.

- ¿No dijo cuando venía?

Dijo que vendría pronto, que prepare todo para que se vaya con él.


 Guillermo y Herbert iban sentados en sendas sillas de un bus de la empresa Almirante Padilla, rumbo a Maicao.

Sobre ese precipitado viaje Herbert se expresa, años después, de la siguiente manera:

- “Pasábamos por el terminal y mi padre sintió un impulso de montarnos en un busque iba saliendo para Maicao, en donde se encontraba mi abuelo Efraín, mi abuela y algunos de mis tíos. Apenas le dio tiempo de mandarle algo а mi mamá junto con un mensaje para que no se preocupara"

Llegaron a Maicao a eso de 1as 3 de la mañana. Se bajaron en una plaza de la que despu6s supieron que se llamaba Simón Bolívar.

 

A esa hora la ciudad aun dormía, pero algunos estaban despiertos. Un vigilante trasnochado le explicó dónde quedaba la construcción del edificio más alto de la ciudad. A un vendedor de café le

compraron cuatro tintos, suficientes para ellos, para el vigilante y para un habitante de calle que los acompañaba.

A las´6 de la mañana se dirigen hacia la construcci6n en donde encontraron un celador que les señaló con el dedo una casa´.

-Ahí, en esa casa vive Efraín y su familia, pero si quiere lo espera aquí, él siempre viene temprano.

Pero Guillermo no tenía tiempo para esperar, se dirigió a la vivienda ubicada en la calle 13 con carrera 10 y, cuando estuvo en la puerta hizo escuchar el santo y seña infalible para que los suyos supieran que era él: un silbido que parecía un sonido de flauta.

La puerta se abrió de inmediato. La familia estaba despierta y ya tenían el desayuno preparado, así que Guillermo y Herbert fueron los invitados de honor.

- ¿“Papá, ¿qué es esta carne extraña” ?, preguntó Guillermo

-Chivo, Guillermito, chivo y váyase acostumbrando, por que es lo que se come por aquí todos los días

Guillermo se vinculó a la cuadrilla de trabajadores dirigida por su padre la cual tenía a cargo los acabados de un imponente edificio en el cual funcionaría en Maicao Juan Hotel.  Los Ospina

aplicaban el granito a las escaleras y, al final, construyeron también la piscina del último piso.

Por ese entonces vivían, como se ha dicho, en la esquina de la calle 13 con carrera 10 a media cuadra del Juan Hotel, sección posterior, frente a la casa del conocido ciudadano Fuge Brito, sobandero del pueblo, y a muy corta distancia del cine Sandra, uno de los lugares más visitados de la época.

Unas semanas después Guillermo viajó a Barranquilla para traer a su familia, pero le indicó a Sara que no еmрасаrа todos los muebles y utensilios del hogar.

-Nos vamos a pasar un tiempo en Maicao y después nos regresamos para acá, dijo Guillermo y agregó:

- “Usted sabe que yo soy muy andariego"

Sara hizo un gesto significativo como para dar a entender que conocía muy bien la condición de hombre errabundo de su marido.

Al regresar se instalaron en una vivienda ubicada en la carrera 10 con calle 18 del barrio San José, a unas cinco cuadras de la casa en que antes vivía con el señor Efraín.

En su tránsito por los caminos de la vida se conoció con una personalidad de Maicao, alguien que tenía una enorme popularidad, un garante de convivencia pacífica, carismático, buen ser humano, gran orador y dueño de grandes cualidades como líder y como persona.

Esa naciente amistad con aquel caballero sería clave para que Guillermo Ospina Vélez tomara una de las decisiones más trascendentales de su vida.

¿Quién era esa persona y cuál era la decisión que iba a tomar?

Leer el episodio número 7

sábado, 18 de junio de 2022

Vicente Bocanegra de Oro: un amigo que es como su segundo apellido


Nació en Fundación
, cálido municipio del departamento del Magdalena, el penúltimo día de diciembre de 1.942 un año en que el mundo ardía en llamas por causa de la Segunda Guerra Mundial y la literatura recibía con alborozo la publicación de El Extranjero, de Albert Camus. 

Sus padres eran campesinos de escasas ganancias lo que lo obligó a probar suerte en varios lugares como Aguas Blancas en donde vivió algún tiempo. Allí tuvo la fortuna de volverse el favorito de una de sus tías, la esposa de su tío político Luis Gómez Castro, funcionario de la secretaría de hacienda municipal de Maicao, quienes lo invitan a vivir con ellos.

Llega a esta ciudad un sábado del mes de mayo de 1962, a las 4:30 de la tarde, se hospeda en casa de sus parientes, ubicada en la calle 14 número 15-32, en pleno centro. Al día siguiente, domingo, sale al centro a buscar trabajo y consigue que lo contraten como empleado en el Almacén Emilio, frente a lo que hoy es el Maicao Juan Hotel.

En lo sucesivo desempeñaría varios trabajos como gerente del restaurante Los Ranchos y de Apuestas Las Vegas. Fue contabilista del Hotel Familiar de la familia Abuchaibe, el más importante de su época, en donde también se desempeñó como jefe de personal. Allí pudo conocer a grandes personalidades del mundo empresarial y artistas de la talla de La Billo's Caracas Boys. También fue gerente del primer alcantarillado privado de Colombia, propiedad de los mismos dueños del hotel.

Se caracteriza por su gran sentido de afecto por la familia. Después de posicionarse en Maicao hizo lo posible por hacer que se vinieran sus hermanos entre ellos el legendario profesor Robinson Bocanegra de Oro.

A este último sus estudiantes le escuchaban con frecuencia un relato que lo llenaba de orgullo familiar:

“Bocanegra somos muchos, De Oro somos poco…pero Bocanegra de Oro sólo somos mi hermano y yo

Ese hermano al que amaba tanto era, Vicente, hombre amable, caballeroso, buen comunicador y dueño de un don de gentes que le permite ser muy querido por todos los que lo conocen.

Ha sido estudiante del Sena en donde perfeccionó sus conocimientos como pequeño empresario y vendedor calificado.

A lo largo de la vida tuvo siete hijos cuyos nombres son Geovanny, Vicente, Jesús Enrique, Lilia Esther, Madolina, Libia Esther, María Eugenia, Aisha.

Por convicción propia y luego de profundas meditaciones y un largo diálogo interior decidió convertirse al Islam y practicar la religión musulmana con la dedicación que le es característica y que según sus palabras, le ha permitido tener una relación estrecha con el Creador. Por un tiempo Vicente fue el encargado de impartir las conferencias que la Mezquita le ofrece a sus visitantes en Maicao.

Uno de los momentos más felices de su vida lo vivió en el año 2016. A sus setenta y cuatro años recibió su título de bachiller en la Institución Educativa Número 2 sede La Inmaculada, junto con su hija Aisha Bocanegra a sus quince años.


Hoy en día Vicente Bocanegra de Oro es un símbolo viviente, una leyenda sonriente de la maicaeridad.

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