Edificio Uribia en construcción |
Resumen del episodio anterior: Una tarde, al regresar del trabajo sorprendió a la familia con la noticia de que había encontrado una nueva forma de servirle a la gente y, acto seguido, les mostró una bolsa.
¿Qué contenía?
En los últimos días recibió sus clases y se graduó
como patrullero. En adelante estaría listo para hacer parte de numerosas
campañas sociales en las comunidades indígenas, en cumplimiento de un lema que
nunca olvidará:
"Listos
en paz o emergencia"
Su paso por este
organismo fue corto, se retiró e ingresó al Club de Leones Monarcas. De nuevo
se incorporó a actividades cívicas, sociales y comunitarias en las zonas
rurales más apartadas del departamento de La Guajira. Su felicidad consistía en
hacer siempre algo y hacerlo bien, ganara o no ganara dinero que era lo que
sucedía la mayoría de las veces.
Los compromisos
laborales y las actividades de la iglesia clamaban su atención, lo que le
obligó a retirarse también del Club de Leones.
Los sacerdotes y la
feligresía consideraron que era hora de construir una iglesia con todas las
dela ley, que fuera perdurable en el
tiempo y pudiera ser el orgullo no sólo de los habitantes del barrio sino de
todo el pueblo.
Se hicieron varias
colectas y comenzaron los trabajos de construcción en los que Guillermo tenía
un liderazgo enorme.
Además, la construcción
del edificio de la Calle 12 con carrera 16 al que sus propietarios habían dado
el nombre de Edificio Uribia, avanzaba a muy buen ritmo.
Los tres primeros pisos estaban completamente terminados y los obreros estaban trabajando en la cuarta planta, tenían listas las columnas y la placa que serviría de techo al cuarto piso y como azotea para toda la edificación.
El entusiasmo de Guillermo era
evidente, pues faltaba poco para terminar la más emblemática de sus construcciones,
la cual lo llenaba de orgullo, tanto o más que el derivado de trabajar en las
escaleras de Juan Hotel, el edificio en la calle del Almacén Barranquilla, el
edificio al lado de la iglesia san José, el retoque de las columnas de ese
mismo templo. En fin eran tantas sus obras pero ninguna tan imponente como la
que estaba terminando.
Las horas libres las invertía en el trabajo de sobandero y en la construcción de la Parroquia de San Antonio.
Todo iba muy bien, pero
cierta mañana, por ahí a las diez, un trabajador de Guillermo tocó a la puerta
de la casa varias veces hasta que al fin salió Sara.
El hombre estaba pálido
y casi no podía hablar. Como pudo y con la voz entrecortada le dio a Sara el
mensaje del cual era portador:
-Guillermo ha sufrido
un accidente y se encuentra muy delicado. Se requiere su presencia de manera
urgente porque necesitan su autorización para...
- ¿Para qué?
-Es mejor que usted vaya y le cuenten. Si quiere la espero para acompañarla.