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jueves, 5 de octubre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Séptimo episodio )

Escrito por: Alejandro Ruto Martínez

Resumen del episodio anterior: Guillermo se conoció con una personalidad de Maicao, alguien que tenía una enorme popularidad, esa naciente relación con  sería clave para que Guillermo Ospina Vélez tomara una de las decisiones más trascendentales de su vida.

La tribu completa estableció su centro de operaciones en la calle 18 con la carrera 10 en el barrio San José. Desde ese lugar se dirigían a cumplir los compromisos en las obras donde eran contratados.

Guillermo traba amistad con un líder muy reconocido de la comunidad. Se trataba de Luis Rhenals Henríquez, fundador de numerosos barrios, concejal, directivo comunal y gestor público. La amistad se inició cuando el maestro Guillermo realizó algunas reparaciones en la vivienda de Luis (a quien llamaban "Lucho") y su esposa Telesila, una gran mujer, conocida por su amabilidad, don de gentes, persona de fe y espíritu maternal.

Por esa época Lucho estaba al frente de la creación del barrio Rojas Pinilla, vecino del San José. Guillermo conversa con Lucho y le pide la asignación de un lote en el naciente barrio para él y su familia, pero se encontró con la respuesta que no hubiera querido escuchar:

-           -Ya todos los lotes han sido asignados, mi estimado Guillermo

-          - "Don Luis, regáleme así sea un pedacito de tierra, yo le ayudo para que se pueda construir una iglesia".

Lucho analizó la solicitud de su nuevo amigo, pero no encontraba cómo ayudarlo.  Además, a Sara y a los demás miembros de la familia se les hacía muy raro que Guillermo estuviera interesado en un lote y mucho menos en construir una casa, porgue su costumbre era estar por algún tiempo en el pueblo donde hubiera trabajo, después en otro más y después emigrar a otro y así sucesivamente.

Un día muy temprano Lucho se presenta la obra en donde trabajaba Guillermo para hacerle una propuesta.

- Tenemos un lote, pero hay dos problemas:  primero, queda bastante retirado, prácticamente mente sería un barrio nuevo, deferente al Rojas Pinilla.

               - No importa que esté retirado respondió Guillermo. Y si hay que fundar un nuevo barrio, lo fundamos.

- ¿Cuál sería el segundo problema?

-El segundo problema es el siguiente, esos terrenos tal vez tienen dueño, entonces ustedes entrarán bajo su propio riesgo, si los dueños aparecen ustedes tendrían que entregarles su propiedad.

Entendidas las condiciones Guillermo y otras personas ocuparon sus lotes. Valga decir que nunca tuvieron ningún problema con sus propiedades.  El suyo sería un barrio Independiente al que llamaron San Antonio.

Tuvieron buen cuidado de separar la mejor ubicación para construir una capilla en homenaje al santo que daba su nombre al nuevo sector.

No fue difícil para el maestro de obra construir su propia casa en la calle 22 у sonreía al pensar que se le volvió tarde para vivir en el Rojas Pinilla, pero era temprano рага ser uno de los nuevos habitantes y pioneros del San Antonio, con la posibilidad de tener capilla propia, privilegio que no tenían los barrios vecinos.

Las manos de Guillermo trabajaban ardorosamente pues ahora debía desempeñarse en tres frentes: la terminación del edificio Маісао Juan Hotel, la construcción de su propia casa y también de la Capilla de San Antonio.

Cuando veía a su esposo pegar cada bloque Sara pensaba para sí misma:

-Tanto trabajo para nada. Dentro de unos meses Guillermo me hace empacar de nuevo las cosas para devolvernos a Barranquilla.   A él no le gusta quedarse en ninguna parte.

Pero Guillermo seguía empecinado en construir su casa. En las pocas horas libres se iba para el terreno de la capilla y hacía las veces de carpintero, pues el templo lo estaban construyendo provisionalmente de madera.

Una vez estuvo lista la pequeña iglesia Telesila, la esposa de Lucho Rhenals destinó sus ahorros de varios años para comprar la imagen del Santo.  La Diócesis dispuso la presencia de un sacerdote encargado de oficiar las primeras misas. Justo al frente de la iglesia quedó un pequeño terreno cuya futura destinación sería la de una cancha de futbol o un pequeño parque infantil.

La casa de los Ospina Betancur también estaba terminada.  La familia tenía, por fin, una casa propia e independiente a la tribu de los Ospina. Guillermo, probó por primera vez el sabor de ser jefe de una familia.

Se había separado de su padre en cuanto a vivienda, pero seguían compartiendo sus trabajos, como, por ejemplo, la construcción de un edificio de varios pisos al lado de la iglesia San José y la colocación de las letras del nombre en el Hotel Dorado.

El señor Alfonso Puerta, un reconocido empresario radicado e Uribia y con grandes deseos de incursionar en Maicao, lo contactó para proponerle que se hiciera cargo de un ambicioso proyecto:  la construcción de un edificio de cuatro pisos en la calle 12 con carrera 16 en vecindades del mercado público.   

Guillermo no dijo sí de inmediato, pidió en cambio un tiempo razonable para hacer consultas con su papá, con Sara y con Lucho Rhenals.  El apoyo de Sara y sus hijos era muy importante porque asumir tan importante reto significaba posponer de manera indefinida el regreso a Barranquilla o el traslado a cualquier otra ciudad.

Tres días después Guillermo tenía dos decisiones tomadas:

Leer el próximo episodio

viernes, 29 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Sexto episodio )

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del capítulo anterior:  Guillermo y su hijo Herbert deben regresar a casa en horas del mediodía, como todos los sábados, pero el tiempo pasa y no aparecen. Ya ha caído la noche y Sara está angustiada por la desaparición de los suyos.  ¿Qué les habrá pasado? ¿Por qué no regresan? 


Sara tenía la cara y el corazón contristado por la repentina e inexplicable desaparición de los suyos, pero en lugar de enloquecer se fue a su cuarto hizo lo que sus mayores le enseñaron: que debía hacerse en esos casos: doblar rodillas delante de Dios.

Mientras hacía sus oraciones sintió que tocaban con suavidad a la puerta. ¿Quién sería a esa hora? Obviamente bendijo a Dios, pero sabía que no era Guillermo, pues conocía su forma de tocarla puerta y lo hacía de manera fuerte. El visitante desconocido, en cambio, tocaba con suavidad y la timidez de quien llega a la casa ajena.

Cuando abrió la puerta vio a un hombre desconocido, pero de rostro familiar.

"Buenas noches, ¿es usted la señora Sara?

"Si señor, yo soy, ¿Qué se le ofrece"?, dijo ella con nerviosismo

-No se preocupe señora Sara, soy compañero de trabajo de Guillermo, vengo a decirle que él viajó, tomó esa decisión de un momento a otro. Le manda decir que no se-preocupe, que está bien, al

Igual que el niño. También le mandó este dinero para sus gastos.

- ¿No dijo cuando venía?

Dijo que vendría pronto, que prepare todo para que se vaya con él.


 Guillermo y Herbert iban sentados en sendas sillas de un bus de la empresa Almirante Padilla, rumbo a Maicao.

Sobre ese precipitado viaje Herbert se expresa, años después, de la siguiente manera:

- “Pasábamos por el terminal y mi padre sintió un impulso de montarnos en un busque iba saliendo para Maicao, en donde se encontraba mi abuelo Efraín, mi abuela y algunos de mis tíos. Apenas le dio tiempo de mandarle algo а mi mamá junto con un mensaje para que no se preocupara"

Llegaron a Maicao a eso de 1as 3 de la mañana. Se bajaron en una plaza de la que despu6s supieron que se llamaba Simón Bolívar.

 

A esa hora la ciudad aun dormía, pero algunos estaban despiertos. Un vigilante trasnochado le explicó dónde quedaba la construcción del edificio más alto de la ciudad. A un vendedor de café le

compraron cuatro tintos, suficientes para ellos, para el vigilante y para un habitante de calle que los acompañaba.

A las´6 de la mañana se dirigen hacia la construcci6n en donde encontraron un celador que les señaló con el dedo una casa´.

-Ahí, en esa casa vive Efraín y su familia, pero si quiere lo espera aquí, él siempre viene temprano.

Pero Guillermo no tenía tiempo para esperar, se dirigió a la vivienda ubicada en la calle 13 con carrera 10 y, cuando estuvo en la puerta hizo escuchar el santo y seña infalible para que los suyos supieran que era él: un silbido que parecía un sonido de flauta.

La puerta se abrió de inmediato. La familia estaba despierta y ya tenían el desayuno preparado, así que Guillermo y Herbert fueron los invitados de honor.

- ¿“Papá, ¿qué es esta carne extraña” ?, preguntó Guillermo

-Chivo, Guillermito, chivo y váyase acostumbrando, por que es lo que se come por aquí todos los días

Guillermo se vinculó a la cuadrilla de trabajadores dirigida por su padre la cual tenía a cargo los acabados de un imponente edificio en el cual funcionaría en Maicao Juan Hotel.  Los Ospina

aplicaban el granito a las escaleras y, al final, construyeron también la piscina del último piso.

Por ese entonces vivían, como se ha dicho, en la esquina de la calle 13 con carrera 10 a media cuadra del Juan Hotel, sección posterior, frente a la casa del conocido ciudadano Fuge Brito, sobandero del pueblo, y a muy corta distancia del cine Sandra, uno de los lugares más visitados de la época.

Unas semanas después Guillermo viajó a Barranquilla para traer a su familia, pero le indicó a Sara que no еmрасаrа todos los muebles y utensilios del hogar.

-Nos vamos a pasar un tiempo en Maicao y después nos regresamos para acá, dijo Guillermo y agregó:

- “Usted sabe que yo soy muy andariego"

Sara hizo un gesto significativo como para dar a entender que conocía muy bien la condición de hombre errabundo de su marido.

Al regresar se instalaron en una vivienda ubicada en la carrera 10 con calle 18 del barrio San José, a unas cinco cuadras de la casa en que antes vivía con el señor Efraín.

En su tránsito por los caminos de la vida se conoció con una personalidad de Maicao, alguien que tenía una enorme popularidad, un garante de convivencia pacífica, carismático, buen ser humano, gran orador y dueño de grandes cualidades como líder y como persona.

Esa naciente amistad con aquel caballero sería clave para que Guillermo Ospina Vélez tomara una de las decisiones más trascendentales de su vida.

¿Quién era esa persona y cuál era la decisión que iba a tomar?

Leer el episodio número 7

viernes, 22 de septiembre de 2023

El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Tercer episodio)

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez


Resumen del episodio anterior:
 Un día, al regresar a casa, después de los recorridos y tareas de la Jornada Guillermo regresa a casa, en donde Sara lo recibe con una noticia sobre un hecho que les cambiaría la vida para siempre….

TERCER EPISODIO

- “Mi amor, vamos a tener un hijo”, le dice ella emocionada.  

Celebran con una copa de vino y buena música, pero se acuestan temprano, porque al día siguiente Guillermo deberá cumplir sus tareas militares.

Unos meses después nace una hermosa niña, a quien bautizan con el nombre de Mariselda cuya venida al mundo une mucho más a los jóvenes esposos, quienes no caben de la felicidad.  

Sin embargo, unos días después de nacida la bebé tuvo quebrantos de salud y fue recluida en el hospital en donde los médicos le diagnosticaron una grave afección cardíaca.  

Los médicos brindan todos los  cuidados, la familia se aferra a Dios y confía en que todo resulta bien. Con el credo en la mano quedan a la espera de un milagro. 

Sin embargo, la noticia que los médicos dan no es la esperada:  la niña falleció cuando aún no había cumplido los dos meses de vida.

Guillermo y Sara estaban destrozados. Se refugiaron en la fe y solo así pudieron recuperar un buen estado de ánimo y reincorporarse a sus actividades cotidianas.

Guillermo secó las lágrimas de Sara y la consoló con las palabras del sufrido patriarca Job: Dios dio, y Dios quitó; sea el nombre de Dios bendito

Un tiempo después Sara vuelve a concebir y da a luz a un vigoroso niño al que bautizan con el nombre de Herbert.

Dos años después nace Adelmo Osvaldo y por último son bendecidos con el nacimiento de una niña a la que bautizan con el nombre de Nubia Sandra.

Nunca pueden olvidar a la pequeña Mariselda, consideran que ella es un angelito que tienen en el cielo y que siempre hará parte de su recuerdo y siempre estará en sus corazones.

La vida militar es fuerte, pero Guillermo tiene las energías de la juventud y unas ganas muy grandes de servirle a su país.   

Además, el trabajo duro es lo de menos, porque desde muy niño trabajó al lado de sus mayores en labores agrícolas y en la construcción. Sus manos estaban llenas de callos, signo inequívoco de sus luchas diarios y su piel blanca estaba bronceada por el fuerte sol que recibía en sus interminables jornadas como ayudante de albañilería.

Guillermo Ospina en sus tiempos como militar

Su esposa y sus tres hermosos hijos eran un motivo adicional para enamorarse de la vida y cumplir las órdenes de sus superiores.  Se hizo famoso como el soldado ideal, por las virtudes que exhibía: fortaleza física, disciplina, obediencia, resistencia y respeto a los soldados a su cargo.

Sus cualidades eran conocidas, así que el sargento Ospina era destinado a delicados operativos que sólo podían asignarse a los hombres de más confianza en el territorio.  Con el tiempo varios batallones solicitaron sus servicios porque deseaban contar con el talento de tan destacado hombre de armas.

Lo anterior le valió la posibilidad de ser trasladado a otros lugares de la geografía nacional a donde iba acompañado siempre de su pequeña familia. Lo primero que hacía al llegar a su nuevo lugar de destino era conseguir una casa cómoda y segura en donde Sara y los tres pequeños pudieran estar sin ningún problema cuando él se ausentara en cumplimiento de sus frecuentes excursiones militares.

Los constantes traslados tenían un lado bueno, porque Guillermo sabía que era en reconocimiento a su labor. Podía conocer más lugares y hacer nuevos amigos, aunque también significaba dejar atrás a sus antiguas amistades y algunas dificultades para la adaptación de los niños. Pero él no se quejaba de nada y, por el contrario, disfrutaba cada una de sus tareas. Tomaba sus viajes y sus nuevos lugares de residencia como un regalo de Dios.

A veces compartía con su padre y tíos, una familia dedicada a la construcción de casas, edificios, caminos y carreteras. Podría decirse que Efraín su padre era el mejor amigo que tenía y a quien podía contarle todo y pedirle sus sabios consejos. La familia completa era su más valiosa posesión, sin lugar a dudas. 

Cierto día al terminar la jornada se dirigió a una mesa del comedor en el casino de suboficiales y empezó a redactar una carta. 

Una hora después, había terminado de escribir. Dobló el papel y lo introdujo en un sobre de color blanco. Se dirigió a la oficina de correos del batallón, pero se detuvo un momento, sacó el papel del sobre y lo volvió a leer, quería verificar que el mensaje estaba bien escrito y no había cometido errores de redacción o de ortografía.

En ese momento lo asaltó de nuevo la duda entre enviar la carta o dar media vuelta, romperla y regresar a casa.

 ¿Entregaría el documento? ¿Qué era lo que había escrito en esa hoja tamaño carta?  

Leer el cuarto episodio

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