Escrito Por: Alejandro Rutto Martínez
jueves, 12 de octubre de 2023
domingo, 24 de septiembre de 2023
El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Cuarto episodio )
La "tribu" de los Ospina en Bogotá |
Colaboración especial: Herbert Ospina Betancur
Resumen del tercer episodio: Guillermo se ha acercado a depositar una carta en las oficinas de correo del batallón, pero tiene dudas y está a punto de echarse atrás. Entregará el documento? ¿Qué era lo que había escrito en esa hoja tamaño carta?
Cuarto episodio
Al leer de nuevo la carta
se percató de que había olvidado anexar el cupón prediseñado, obligatorio para
hacer su solicitud. Desde unos días atrás, al escuchar las emisoras de radio
que siempre lo acompañaban en sus largas jornadas de patrullaje, creyó que era
una buena idea estudiar locución y así tendría un oficio al cual dedicarse
cuando se retirara del ejército. Por eso le pareció buena idea inscribirse en
una academia que ofrecía el curso por correspondencia.
Se regresó a buscar el
formulario, pero ya era bastante tarde, lo mejor sería esperar al día
siguiente. Pero al día siguiente se ocupó en sus compromisos militares y también
los días siguientes hasta que finalmente desistió. Un amigo con el que hablaba
de todo le inculcó la idea de que no era posible aprender locución por
correspondencia sino con el micrófono en la mano o en una cabina de radio.
-
“Eso es
como estudiar natación por correspondencia hermano. Para aprender a nadar vos tenés
que lanzarte al agua. Así mismo para aprender locución vos tenés que tomar el
micrófono y tener algo que decir, déjate de tonterías y caminá que hay mucho
trabajo por delante”
Aplazadas sus intenciones
de ser locutor se concentró en las actividades cotidianas y en atender a la
familia. Meses después, agobiado por la nostalgia de estar siempre lejos de los
suyos toma una decisión trascendental e irreversible.
Se retiraría del ejército
y se reintegraría a la vida civil.
- “Pensalo bien Guillermo
y déjate de locuras, más bien aguantá y esperemos unos años para ganar la
pensión”
Pero Guillermo no
reflexionaba ni por el consejo que le daba el mejor amigo.
Sus superiores trataron de
convencerlo una y otra vez. Lo llamaron también los superiores de sus
superiores y la respuesta fue la misma:
-
“Más
reversa tiene un avión en pleno vuelo, mi comandante”
Una vez obtenida la baja
se vinculó a la empresa de construcción de su papá Efraín y sus hermanos. Ellos
andaban siempre juntos en el trabajo y la diversión y conformaban lo que bien
podría llamarse “la tribu de los Ospina”. El único ausente siempre era
Guillermo debido a sus ocupaciones en la milicia, pero la situación cambiaría
en adelante. La empresa tenía buena demanda
en los municipios del altiplano cundiboyacense, así que la tropa de
constructores viajaba de manera frecuente a los pueblos cercanos, aunque tenían
sus centros de operaciones en Girardot y Bogotá.
En 1971 la tribu se fue
para Tolú a atender la construcción de varias casas y un edificio. Viajaron
todos, menos Sara, quien se encontraba embarazada.
En junio Sara trae al mundo una hermosa niña
a quien llamarían Nubia Sandra. La bebé fue el centro de atención y objeto del cariño
de sus padres, abuelos y vecinos. En parte ella llenaría el vacío existente
desde años antes por la prematura e inesperada partida de Mariselda hacia la
eternidad.
En septiembre viajarían
hacia Tolú para reunirse con el resto de la familia.
Hubo muchas dificultades
para conseguir transporte, los días pasaban y no tenían claro como llegarían
hasta su destino. Pero lograron conseguir cupo en un bus que hacía la ruta
desde Bogotá hasta Barranquilla con entrada a los terminales de Montería y
Sincelejo. Después de largas horas,
casi eternas, llegaron a Tolú. La felicidad del encuentro fue total. La figura
central del acontecimiento fue Nubia Sandra. Los familiares, los vecinos y
compañeros de trabajo se peleaban para tener la dicha de cargar a aquella niña
que parecía un ángel.
Allá permanecían todos
dedicados al trabajo y a disfrutar del bellísimo paisaje costero, de los paseos
dominicales y de la unidad familiar. Los trabajos se hicieron a un ritmo muy
bueno, de manera que, en la práctica estaba muy cercano el final del ciclo en
ese lugar. Mientras tanto, paseaban por
el pueblo, les daban los retoques finales a las obras construidas y hacían el
procedimiento de entrega final de la obra a quienes los habían contratado.
El aire de la nostalgia o
lo que en otra parte llaman “guayabo” los embargaba de nuevo. Tendrían que
dejar atrás las nuevas a mistades, el colegio y los profesores. Esa era la vida
semi nómada que había elegido. Esta vez no se irían muy lejos, en un mes,
aproximadamente de trasladarían a La Boca de la Ciénaga, un punto intermedio
entre Coveñas y Tolú.
Cuando todo marchaba de la
mejor manera, un hecho inesperado los obliga a anticipar el viaje. Ese día debieron salir a toda prisa del
pueblo. No hubo tiempo ni para recoger todas sus pertenencias.
Fin del cuarto episodio
martes, 19 de septiembre de 2023
El maestro Guillermo Ospina Vélez, constructor de casas y promotor de felicidades ajenas (Primer episodio)
Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Son las 5 de la tarde de un día caluroso en Maicao y mi hija ha pasado a recogerme en la puerta del Maicao Juan Hotel, en donde me había dejado un poco antes. Al embarcarme le pido que me lleve a la casa del maestro Guillermo Ospina Vélez en la Comuna Número Cuatro en una lugar que no preciso, pero del cual recuerdo que está ubicado en la calle 22 muy cerca del templo católico del barrio San Antonio.
Mi hija conduce su
automóvil Renault color vino tinto con la pericia de quien lleva más de quince
años en el oficio. Uno de mis hobbies es acompañarla en la silla del
copiloto. La miro y me retrato yo mismo
un montón de años atrás cuando era pasajero frecuente en el puesto de la
ventanilla, en la volqueta de mi padre a la que todos llamábamos El Cotorrón.
Tiempos idos que nunca olvidaré.
Cruzamos las calles de la Comuna, una antigua zona cenagosa, recuperada gracias a las calle-canal y a programas oficiales de pavimentación. Los niños juegan descalzos en los solares, la gente se refugia del fuerte calor debajo de los árboles de nin que existen en las aceras y la tarde comienza a morirse.
La Comuna Cuatro se precia de albergar el estadio Hernando Urrea Acosta y el coliseo Jorge Toyota Novoa y la iglesia de San Antonio. En sus límites se encuentra una emblemática empresa de la familia Terraza conocida como “Las Carrocerías”, que le da su nombre a las manzanas adyacentes. En sus talleres se han fabricado desde los años setenta las carrocerías tipo estaca que utilizan los vehículos de carga de todo el departamento. Su época dorada fue la de los años de bonanza comercial cuando fabricaban las carrocerías de los camiones grandes llamados “siete y medio” en los que se transportaba la mercancía desde el puerto hasta las bodegas y almacenes de Maicao. Aún funciona, pero no como en aquellos tiempos cuando caravanas interminables de estos vehículos transportaban café o mercancías extranjeras.
Cuando estamos en el
sector indicado le preguntamos a la primera persona que encontramos y ésta, un
hombre de unos cincuenta años, nos señala un árbol de mango y nos dice:
-Es ahí, vayan con
confianza.
Al maestro Guillermo
todos los conocen en el barrio y, si no me niegan su dirección es porque saben
que a él nunca lo van a buscar para algo malo.
Hemos llegado al lugar
indicado y en la puerta de la casa veo una hermosa pareja de octogenarios
quienes disfrutan del sencillo paisaje consistente en una cantina frente a su
casa en donde los parroquianos juegan billar y beben cerveza, los motocarros
que pasan y las motocicletas que ruedan a toda velocidad a pesar de que es día
sin moto.
Antes de dejarme bajar
del auto mi hija me pregunta:
- ¿Qué vienes a hacer
acá?
- Voy a entrevistar al
maestro Ospina, le contesté
- ¿Y él quién es?,
volvió a preguntarme
- Él es la persona que
ha construido varias de las casas y de los edificios que vimos en todo el
camino. Además, fue fundador de la emisora del barrio y es el padre de la
navidad.
- ¿El padre de qué?,
alcanzó a preguntarme.
Pero no escuchó mi
respuesta porque el parlante de un altanero equipo de sonido en el volumen más
fuerte posible, se hacía sentir con una canción de Diomedes Díaz.
He llegado a la casa
del maestro Guillermo y, sólo en ese momento me doy cuenta de un detalle en el
que no había pensado…(CONTINUARÁ)