sábado, 22 de junio de 2019

Lo mejor es mi nombre, sin prefijos ni sufijos


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Algunos me dicen doctor y se equivocan rotundamente: no pertenezco a los herederos de la sabiduría de Hipócrates ni puedo portar la bata de quienes ejercen la maravillosa profesión de la medicina. El diccionario me dice que los únicos doctores son ellos y los egresados de un doctorado. Yo no cumplo con la primera condición y aún no alcanzo la segunda. ¿Se da cuenta mi querido amigo por qué no debe llamarme así?

Otros me llaman por la denominación del cargo o la dignidad  que temporalmente desempeño. Unos me han dicho director, secretario, coordinador, candidato. No creo que sea lo mejor, porque después de un tiempo esa forma de llamar se vuelve más larga cuando deba anteponerse la partícula ex: ex director, ex coordinador, ex secretario, ex candidato, Ex cétera (perdón, se escribe etcétera).

Algunos, inspirados posiblemente en el uso de algunas de mi camisa con cuello parecido al clériman o porque me han visto hablando de temas bíblicos o predicando, me llaman pastor.   Siento mucho decepcionarlos. Mis conocimientos bíblicos y el tiempo de dedicación a los estudios teológicos aún no me alcanzan para ser titular del precioso ministerio de guiar a las ovejas del Señor.  Así que no es justo (con la dignidad de pastor) que me llamen de esta manera.

Quienes no me conocen me dicen Mono (en razón del color claro de mi cabello), tío o primo (según la edad del interlocutor). Se los perdono la primera y hasta la segunda vez. Pero después de un corto tiempo de conocernos, preferiría que se cambie esa forma de llamarme. Sobre todo Mono, porque se siente un dejo peyorativo en la palabra.

Con  quienes me llaman profe o profesor, estoy inmensamente agradecido. Es la profesión y la faceta de mi vida que más satisfacciones me ha brindado, que más felicidad me ha permitido cosechar. Me siento muy bien como así me dicen, pero… es una forma genérica de llamar a quienes se dedican como yo a la enseñanza. Siento pues, que no es una palabra que se refiera exclusivamente a mí, como me gustaría.

¿Y entonces, cómo hacemos para llamarlo?, me preguntarán.   Para eso está el nombre. Me encanta cuando me dicen Alejandro, o Viejo Alejo, como me llaman algunos de los amigos. O Rutto, como me decían los profesores y algunos compañero, de tanto oír el llamado a lista siete veces al día, cinco veces a la semana.

Ya los saben, para todos ustedes soy Alejandro de ahora hasta siempre, sin prefijos de exaltación ni sufijos diferenciadores. Soy simplemente Alejandro.


viernes, 17 de mayo de 2019

Los seres ctónicos



Escrito por: Alejandro Rutto Martínez


Existían según la mitología clásica algunas divinidades a quienes se les ocurrió la idea sorprendente de habitación las profundidades de la Tierra. Estuve a punto de escribir" la brillante idea de hospedarse varias capas más abajo del subsuelo", pero dudo que algo pueda tener excesivo brillo en esas complicadas latitudes.

Se les asigna el adjetivo któnico (así sin vocal después de la letra k), el cual deriva del sustantivo griego khtón, qué significa " la Tierra"


Las divinidades cobijadas por este nombre, a pesar de vivir bien abajo, en lo más profundo del planeta, tenían cierta influencia también en el mundo de quienes viven con los pies sobre la Tierra y la cabeza debajo del sol.

Se utiliza este adjetivo para hacer referencia a Hades, Hécate y Perséfone.


Pero, ¿quiénes eran ellos? Se lo explicamos a continuación



Hades: Es el príncipe de las oscuras regiones del infierno.  Era hijo de Cronos y Rea. Fue un especialista, un aventón en el dudoso arte de hacerse odiar aún por sus colegas de la inmortalidad. Como no hay un campo de la vida del hombre en el que no existan los sobre nombres, Hades tenía el suyo: ERA CONOCIDO COMO “El Invisible”, el dios del inframundo. La familia estaba conformada además por sus tres hermana: Démeter, Hestia y Hera; y por dos hermanos: Zeus y Poseidón.


Hécate: Es una diosa sobre la cual no existe ningún escrito que relata sus hazañas su compleja personalidad era proverbial. Se conocía como una diosa que al mismo tiempo podía ser lunar, infernal y marina. Tiene tanto poder que el propio Zeus siente mucho respeto por ella. Entre los sobrenombres y epítetos con los cuales fue conocida se encuentra Cratesis (poderosa), Enodia (diosa de los caminos), Antania (enemiga de la humanidad) Prytania (reina de los muertos) y diosa de las encrucijadas.

Perséfone: Hija del mismísimo Zeus con Démeter. Cuando estaba pequeña y durante buena parte de su vida se llamó Core, pero luego fue raptada por Hades, quien la hizo su esposa y además virgen reina de los infiernos. En ese momento su nombre cambió y comenzó a llamarse Perséfone.  No se sabe si le gustaba más su nombre griego o la forma romana Proserpina. Tal vez debió pasar toda su vida pidiendo que la volvieran a llamar Core como en su infancia
Estos personajes estuvieron vinculados tanto a la idea de la vida como de la muerte. La reflexión anterior tiene sus en el hecho de que todas las plantas, cualquiera que sea su especie y tamaño, penetra a la tierra con sus raíces y de ésta toma los nutrientes para crecer vigorosas y fuertes.


Un animal ctónico por excelencia es la serpiente, bien porque parte de su vida transcurre en el mundo subterráneo o bien porque en algunas ocasiones se le considera como una emisaria del demonio o como una criatura en la que se encarna el mal.

Los seres ctónicos fueron parte vital de la mitología griega y aún se les menciona a la hora de hablar de la historia antigua, de las religiones del pasado y de las excentricidades de los antiguos dioses helénicos. 


Bibliografía: Diccionario de la Mitología Clásica. Espasa- El Espectador


martes, 9 de abril de 2019

La armadura del buen guerrero


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

En la escuela dominical del 17 de febrero de 2003 nos hablaron en la iglesia por primera vez sobre la armadura con la que ellos visten a sus guerreros para llevarlos a la victoria final.

Todo comienza con el testimonio de vida del apóstol Pablo, un hombre estudioso de intelectual acostumbrado a defender sus convicciones a cualquier precio, como lo demostró cuando mostró un celo mayúsculo por su fe inicial y, por supuesto, cuando viajó por todo el mundo conocido para esparcir el evangelio aprendido de aquel a quien había perseguido.

En el tiempo y en los lugares en los que creció estuvo en contacto con la cultura de la guerra, estructuradas sobre la economía de guerra en la que se basaba la prosperidad del imperio romano en el que había nacido.

Bien sabía Pablo que el donde hay guerra también hay guerreros. éstos van a la guerra, defienden al país, la subida por servir al emperador, celebran sus conquistas y se bañan con los plácidos rayos de luz de la victoria o se sumerge en la profunda obscuridad sanguinolenta de la derrota.

Los guerreros podían ser campesinos cuyas recias manos araba la tierra para introducir en estar la semilla de vida y en cargar los cereales para llevarlos al granero; no los pescadores en cuyo rostro se dibujaba las huellas de las horas nocturnas mal dormidas y las quemaduras el fuerte sol del mediodía al cual se enfrentaba con frecuencia en medio de las turbulentas olas del mar. Y así nos conoció Saulo de tarso, el azote de los cristianos que pasó a convertirse en el apóstol Pablo uno de los personajes más importantes del nuevo testamento después de Jesús.

Al convertirse en uno de los más grandes maestros de la Palabra con paro al creyente con guerrero que como tal debía estar protegido con su armadura, en este caso no con la pesada y casi inolvidable para madura que cesar proporcionaba a sus legionarios si no aquella con la que el Señor revestía a los soldados de la fe, los mismos cuya labor estaba destinada a combatir con el propósito de conquistar nuevos territorios, no con la finalidad de saquearlos y subyugarlos si no para llevarles las buenas nuevas de salvación.

En el capítulo seis del libro a los de Efesios el apóstol dedicada valiosas líneas para proveer una renovada armadura los integrantes del ejército propagador del evangelio.

En primer lugar, el soldado de la fe es vestido con el lomo de la verdad (Efesios 6:14): la verdad será su estandarte, su emblema, su compromiso es su pasión. La verdad será el propósito de búsqueda y elemento de marcador del camino, un camino para alcanzar la meta final que es la salvación.

En segundo lugar del escritor de heridos se refiere a la coraza del soldado. Esta era un elemento de protección del tórax y la parte alta del abdomen en donde se ubican órganos vitales. La justicia es esa protección con la cual el creyente podrá resguardar lo más preciado de importante en su relación con Dios lo preciado de importante puede ser el testimonio, el amor ágape, la templanza, el amor por las almas y el respeto por la Palabra divina.

En tercer lugar del autor del libro de Efesios pide casarnos diez con el aprestó, vale decir, con la tela firme y dura el evangelio de la paz. El. El evangelio consiste en buenas nuevas, perfectamente aplicables a la consecución de la paz y al anhelo de llevarlas por todo el mundo.

En cuarto lugar está el escudo ¡qué importante era el escudo para el soldado! Tanto que una de sus manos era buscada exclusivamente para sostenerlo. Todos los escudos juntos de los soldados convertían en prácticamente invulnerable al grupo de combatientes. La es la mejor defensa hoy arte los ataques espirituales y un buen modo de luchar por los sueños porque la que proporciona "La certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1).

En quinto lugar tenemos el yelmo de la salvación. Este es un elemento de la armadura para la protección de la cabeza. Algunos de ellos protegen también la nariz. Era uno de los aditamentos defensivos más importantes para el guerrero, que siempre estaba expuesto a sufrir ataques de frente o a sus espaldas. El apóstol Pablo compara esta parte de la armadura con la salvación, el último y el más importante de todos los propósitos de un creyente. El yelmo no sería en este caso un objeto para conseguir un fin, sino el fin mismo: triunfar en todas las batallas y en todas las guerras para obtener el trofeo anhelado de aprovechar la oferta de redención y pasar a la presencia del Señor por toda la eternidad.

En sexto lugar está el arma distintiva de los poderosos soldados en la antigüedad: la espada. Los soldados romanos se defendían, se protegían con el escudo, el yelmo, la coraza y su agilidad. En cambio para atacar a contaban con su arma más importante que era la espada.

Los soldados romanos tenían un arma denominada spatha en latín, idioma del cual pasó al castellano con leves cambios de escritura y pronunciación. El ex soldado podía tener dagas (una espada corta, usará para apuñalar), el glaudius y la spatha, que era el arma más larga y se podía utilizar para mantener al enemigo a distancia. Era empleada para atacar con el filo y en muchos casos este fi lo eran doble, es decir se extendía por todo el contorno de la hoja metálica con lo cual se hacía más temible (¿Has leído la expresión " espada de doble filo"?).

El apóstol Pablo dota a sus guerreros espirituales con la  " espada del Espíritu", que es la Palabra de Dios. (Efesios 6:17b)

¿Qué mejor arma puede tener un luchador? La Palabra es virtud del bondadoso, fuerza para el débil, aliento para el desvalido, compañía para el solitario, orientación para el extraviado, y una antorcha para quien viene perdido en la oscuridad.

El apóstol Pablo da a sus guerreros una buena armadura apta para la defensa y el ataque. Dios da a cada pieza de ella un Valor especial. Pero la armadura no peleas sola. Se requiere que quien la puse escuche las palabras que el Señor le dijera a Josué: "Mira te  mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios está contigo en donde quiera que vayas".


martes, 2 de abril de 2019

Érika Paz, la voluntad hecha niña


ERIKA PAZ
Por: Alonso Mendoza Contreras. Docente de matemáticas y Física de la institución educativa n°7.
”Solo es posible avanzar cuando se mira lejos”.

Todos los días escolares para Erika Paz estudiante de 9° de la escuela Madre Laura Montoya representa un desafío  de 45 minutos que para ella es el tiempo empleado desde la ranchería Waapana  donde vive hasta las instalaciones de su colegio.

Nació en la ranchería de su padre, es la mayor de tres hermanos, vive con su madre y su abuela; pero a pesar dela distancia que debe caminar ocupa el primer puesto académico en su curso y siempre es una estudiante proactiva a las actividades culturales de su institución bailando desde una cumbia hasta representar orgullosamente su etnia wayuu con la yonna. Pertenece a la casta Ipuana heredada de la línea materna como es tradicional en esta etnia.

Es una estudiante que involuntariamente nos invita a reflexionar respecto a la actitud de algunos jóvenes con facilidades de transporte, alimentación, útiles escolares entre otras y que no aprovechan de manera óptima las oportunidades ofrecidas por familiares, entes gubernamentales y docentes.

En el aula de clases es notable su liderazgo; se le facilitan las matemáticas, las ciencias  naturales.  El trato con sus compañeros y docentes siempre va acompañado con una sonrisa; su caso puede ser excepcional, venciendo obstáculos y vicisitudes como la distancia y el clima. En ella el estoicismo y el sentido de pertenencia son de fácil apreciación como la solidaridad con sus compañeros a quienes intenta persuadir para cumplir puntualmente con sus actividades académicas asigna por sus docentes. Ella simplemente es Erika Paz.

miércoles, 27 de marzo de 2019

La praxis y la práctica educativa



Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
El ser humano se ha caracterizado por el hacer: desde las más remotas etapas de la historia lo suyo ha sido el ejercicio práctico de actividades que le permitieron subsistir y sobrevivir pese a los embates de la naturaleza y las amenazas de animales cuya fuerza y poderío lo amenazaban a él y a su familia.  La necesidad de obtener alimento, protegerse del clima y defenderse de otros seres, lo llevó a ejercer actividades prácticas como cazar, pescar, atacar, huir, trepar, correr. Todo lo anterior iba conformando desde la génesis de la historia la praxis de la vida, es decir la praxis social que, por supuesto, evolucionó con el desarrollo del tiempo y los cambios de pensamiento y de acción de la humanidad            
Dentro de la praxis social está la praxis educativa, relacionada con la forma en que la sociedad ha sistematizado su conocimiento  para después compartirlo con las actuales y futuras generaciones.   Lo que se hace, lo que se comprueba, lo que es validado como posible y como eficiente va formando el bagaje de conocimientos  útiles que le permiten al hombre movilizarse hacia estadios.
La praxis educativa simplemente ocurre. Su única exigencia consiste en que estemos vivos y nuestros sentidos estén en condiciones de percibir el entorno  para que la razón pueda discernir y escoger aquello que sea más útil y se adapte a las necesidades del momento o del futuro.
El tema ha motivado que una gran variedad de autores se dediquen a estudiarlo y de ese estudio proceden respetables opiniones como las de Paulo Freire quien propicia la praxis  en la enseñanza para liberar al hombre, que es producto de su realidad socio-histórica y aboga por un proceso que involucre al educando y lo haga partícipe de la transformación de su realidad, a la que debe aprender a problematizar, y a hallar soluciones.
Parte del debate ha girado alrededor de la controversia sobre la importancia, la utilidad y la prevalencia de la reflexión o de la praxis. Lo anterior nos lleva de manera obligatoria a pensar en la pregunta sobre la dicotomía contenida en el interrogante ¿es más importante la praxis o la teoría?
Para un campesino siempre será más importante cortar la hierba y los matorrales, aunque no sepa ni la familia, ni la especie, el género o los subgéneros a los que pertenecen y tampoco se preocupará demasiado por la información científica acerca del ñame o la yuca que se dispone a cultivar.  Lo mismo puede pasarle a un conductor en la carretera sometido a la ley de la inercia que posiblemente no conoce y obligado a hacer cálculos respecto a velocidad, tiempo y distancia, sin haber asistido a clases de matemáticas ni de física.  O el futbolista que de manera empírica ha aprendido a aprovechar la dirección del viento para darle la dirección  deseada al balón que desea anidar en la portería del equipo rival.
Sin embargo, el devenir de la historia ha demostrado que la teoría y la praxis tiene un punto de encuentro en los saberes: no se puede construir saber si no hay reflexión, pero la reflexión encuentra su mejor cimentación en la práctica desde la cual puede teorizar, formular hipótesis y descubrir o validar nuevos conocimientos.
Lo anterior nos lleva a descartar la frase anónima colgada en el ancho tablero de internet según la cual: “Teoría es cuando se sabe todo y nada funciona; praxis cuando todo funciona y nadie sabe por qué”

Para María Soledad García, en su artículo  La praxis educativa, Como práctica social, la Educación consiste en la formación del Hombre dentro y fuera del ámbito escolar. Educar es un hecho; y como tal implica responsabilidad y compromiso con lo que se hace.”

Respecto a la práctica educativa esta tiene que ver con un proceso intencionado, sistematizado y apegado a una filosofía y un modo de ver el mundo.
Según Cecilia Fierro la práctica educativa es una praxis social objetiva e intencional en la que intervienen los significados, las percepciones y las acciones de los agentes implicados en el proceso. 
A la luz de lo anterior el quehacer educativo va más allá de la aplicación de técnicas de enseñanza. Por el contrario, es una acción de cierta complejidad  e intencionada que impacta varios aspectos entre los que Cecilia Fierro destaca como dimensión personal, impersonal, institucional, social, didáctica y valoral.
La práctica educativa es, pues, un acto, o mejor, una serie de actos encadenados que conducen al desarrollo personal, académico, ético y  profesional de los individuos. .

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