Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
En la escuela dominical del 17 de febrero de 2003 nos hablaron en la
iglesia por primera vez sobre la armadura con la que ellos visten a sus
guerreros para llevarlos a la victoria final.
Todo comienza con el testimonio de vida del apóstol Pablo, un hombre
estudioso de intelectual acostumbrado a defender sus convicciones a cualquier
precio, como lo demostró cuando mostró un celo mayúsculo por su fe inicial y,
por supuesto, cuando viajó por todo el mundo conocido para esparcir el
evangelio aprendido de aquel a quien había perseguido.
En el tiempo y en los lugares en los que creció estuvo en contacto con
la cultura de la guerra, estructuradas sobre la economía de guerra en la que se
basaba la prosperidad del imperio romano en el que había nacido.
Bien sabía Pablo que el donde hay guerra también hay guerreros. éstos
van a la guerra, defienden al país, la subida por servir al emperador, celebran
sus conquistas y se bañan con los plácidos rayos de luz de la victoria o se
sumerge en la profunda obscuridad sanguinolenta de la derrota.
Los guerreros podían ser campesinos cuyas recias manos araba la tierra
para introducir en estar la semilla de vida y en cargar los cereales para
llevarlos al granero; no los pescadores en cuyo rostro se dibujaba las huellas
de las horas nocturnas mal dormidas y las quemaduras el fuerte sol del mediodía
al cual se enfrentaba con frecuencia en medio de las turbulentas olas del mar.
Y así nos conoció Saulo de tarso, el azote de los cristianos que pasó a convertirse
en el apóstol Pablo uno de los personajes más importantes del nuevo testamento
después de Jesús.
Al convertirse en uno de los más grandes maestros de la Palabra con paro
al creyente con guerrero que como tal debía estar protegido con su armadura, en
este caso no con la pesada y casi inolvidable para madura que cesar
proporcionaba a sus legionarios si no aquella con la que el Señor revestía a
los soldados de la fe, los mismos cuya labor estaba destinada a combatir con el
propósito de conquistar nuevos territorios, no con la finalidad de saquearlos y
subyugarlos si no para llevarles las buenas nuevas de salvación.
En el capítulo seis del libro a los de Efesios el apóstol dedicada
valiosas líneas para proveer una renovada armadura los integrantes del ejército
propagador del evangelio.
En primer lugar, el soldado de la fe es vestido con el lomo de la verdad
(Efesios 6:14): la verdad será su estandarte, su emblema, su compromiso es su
pasión. La verdad será el propósito de búsqueda y elemento de marcador del
camino, un camino para alcanzar la meta final que es la salvación.
En segundo lugar del escritor de heridos se refiere a la coraza del
soldado. Esta era un elemento de protección del tórax y la parte alta del
abdomen en donde se ubican órganos vitales. La justicia es esa protección con
la cual el creyente podrá resguardar lo más preciado de importante en su
relación con Dios lo preciado de importante puede ser el testimonio, el amor
ágape, la templanza, el amor por las almas y el respeto por la Palabra divina.
En tercer lugar del autor del libro de Efesios pide casarnos diez con el
aprestó, vale decir, con la tela firme y dura el evangelio de la paz. El. El
evangelio consiste en buenas nuevas, perfectamente aplicables a la consecución
de la paz y al anhelo de llevarlas por todo el mundo.
En cuarto lugar está el escudo ¡qué importante era el escudo para el
soldado! Tanto que una de sus manos era buscada exclusivamente para sostenerlo.
Todos los escudos juntos de los soldados convertían en prácticamente invulnerable
al grupo de combatientes. La es la mejor defensa hoy arte los ataques
espirituales y un buen modo de luchar por los sueños porque la que proporciona
"La certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve"
(Hebreos 11:1).
En quinto lugar tenemos el yelmo de la salvación. Este es un elemento de
la armadura para la protección de la cabeza. Algunos de ellos protegen también
la nariz. Era uno de los aditamentos defensivos más importantes para el
guerrero, que siempre estaba expuesto a sufrir ataques de frente o a sus
espaldas. El apóstol Pablo compara esta parte de la armadura con la salvación,
el último y el más importante de todos los propósitos de un creyente. El yelmo
no sería en este caso un objeto para conseguir un fin, sino el fin mismo:
triunfar en todas las batallas y en todas las guerras para obtener el trofeo
anhelado de aprovechar la oferta de redención y pasar a la presencia del Señor
por toda la eternidad.
En sexto lugar está el arma distintiva de los poderosos soldados en la
antigüedad: la espada. Los soldados romanos se defendían, se protegían con el
escudo, el yelmo, la coraza y su agilidad. En cambio para atacar a contaban con
su arma más importante que era la espada.
Los soldados romanos tenían un arma denominada spatha en latín, idioma
del cual pasó al castellano con leves cambios de escritura y pronunciación. El
ex soldado podía tener dagas (una espada corta, usará para apuñalar), el
glaudius y la spatha, que era el arma más larga y se podía utilizar para
mantener al enemigo a distancia. Era empleada para atacar con el filo y en
muchos casos este fi lo eran doble, es decir se extendía por todo el contorno
de la hoja metálica con lo cual se hacía más temible (¿Has leído la expresión
" espada de doble filo"?).
El apóstol Pablo dota a sus guerreros espirituales con la " espada del Espíritu", que es la
Palabra de Dios. (Efesios 6:17b)
¿Qué mejor arma puede tener un luchador? La Palabra es virtud del
bondadoso, fuerza para el débil, aliento para el desvalido, compañía para el
solitario, orientación para el extraviado, y una antorcha para quien viene
perdido en la oscuridad.
El apóstol Pablo da a sus guerreros una buena armadura apta para la
defensa y el ataque. Dios da a cada pieza de ella un Valor especial. Pero la
armadura no peleas sola. Se requiere que quien la puse escuche las palabras que
el Señor le dijera a Josué: "Mira te
mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová
tu Dios está contigo en donde quiera que vayas".