El maestro, tomó en sus manos una diminuta semilla y la mostró a todos los concurrentes a su animada exposición,” ¿la conocen?” preguntó. En el salón se escuchó el coro unánime de un sí pronunciado con firmeza. A su lado tenía una enorme patilla de color exterior verde y cuyo corazón, todos lo sabían, era de un apetitoso y sólido rojo salpicado por pepitas negras como la que yacía inerte en su mano.
En la clase se hizo referencia a las dimensiones distintas del fruto y la semilla, es tan pequeña la una y tan grande la otra como lo es la siembra y la cosecha. Cosechamos de lo que sembramos pero recogemos una mayor cantidad porque la tierra nos devuelve multiplicado más de lo que le damos.
El conferencista estaba verdaderamente animado con su enseñanza, pues, luego mostró un hermoso mango amarillo, salpicado por su provocativo rojo perfectamente distribuido en la piel de la fruta, “todos sabemos que el interior de este fruto de la naturaleza contiene una semilla”.
Desde el fondo se escuchó una voz que dijo: “eso es correcto”, manifestó el maestro, sabemos que dentro del mango hay una semilla pero dentro de ésta ¿cuántos mangos hay?
“No lo sabemos ni podríamos saberlo nunca”, dijo uno de los discípulos. El expositor le dio la razón a este nuevo participante y siguió con el tema que tanto lo apasionaba.
La ley de la siembra y la cosecha en efecto rige vigorosamente en el mundo y se hace presente en variados momentos de nuestras vidas. En esencia tiene un origen científico pues Isaac Newton la formuló en los términos del principio de causa y efecto o de la acción y la reacción: toda causa genera uno o más efecto.
Eso lo sabemos y opera en todo tiempo y en todo lugar: toda acción produce al menos una reacción y esto último se comprueba varias veces antes de que las manecillas del reloj marquen el paso de un nuevo minuto.
Así como la naturaleza tiene un diseño perfecto para que se coseche aquello que se siembra, la vida opera de la misma forma: quien se dedica a sembrar maíz no debe sentarse a esperar una cosecha de arroz o trigo o naranjas.
Quien siembra el mal por su parte debe olvidarse de una siega de gratitud o de aplausos o de reconocimientos. La ley tiene un grado increíble de cumplimiento, opera de forma similar a un servicio cuyo costo se paga por anticipado. Pagamos ahora y disfrutamos después.
Es distinto a aquellos en los que primero se consume y luego se paga. En esta particular ley la factura se paga rigurosamente por anticipado Jesús también lo enseñó a sus discípulos como puede leerse en las primeras líneas del libro de Mateo en su capítulo siete: “No juzguéis para que no seáis juzgados porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgado y con la medida que medís os será medido”.
La enseñanza es una invitación a no sembrar de manera equivocada, en este caso el juicio, para no tener una reacción no deseada, en este caso el ser objeto del juicio de los demás.
El apóstol Pablo en su segunda carta a la iglesia de Corintos se refiere con claridad a los efectos secundarios, a los beneficios prodigiosos de quienes se acostumbran a dar.
En el capítulo 9 versículo 6 del segundo libro a los corintios escribe lo siguiente: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” .
La relación de consecuencia es directa y no deja lugar a la mínima duda: la escasez en el dar reportará escasez en el recibir y la generosidad conducirá a una colecta generosa.
La ley de la siembra y de la cosecha no tiene excepciones en su aplicación ni paréntesis para el tiempo de vigencia por lo tanto será válida en todo tiempo y su alcance es para todos los lugares lo que tenemos hoy tanto lo que disfrutamos como lo que soportamos es producto de lo que ayer hemos sembrado.
Por igual hoy en cada instante de nuestras vidas estamos haciendo numerosas ofrendas o negaciones y esa es la cosecha que haremos en un tiempo no muy lejano.
En un tiempo llegará la hora de obtener algo muy distinto si elogiamos hoy a quienes nos rodean a lo que encontraremos en cambio si criticamos duramente a los demás.
¿Qué podemos esperar si somos solidarios y le brindamos ayuda a los demás aún sin que nos la pidan? ¿Cuál es la consecuencia que podemos esperar si todo lo que hacemos lo hacemos con amor? ¿Qué recibiremos a cambio del chisme la murmuración y el odio?
La educación es un buen escenario para los actos de sembrar y recoger tal como lo afirma y recomienda Pitágoras: “Educad a los niños y no será necesario castigar al hombre” .
La educación que les brindamos hoy a nuestros hijos a la larga producirá sus frutos tanto por lo que les da como por el sufrimiento que les evita.
A propósito de la influencia de la ley en la educación, recordemos también el proverbio chino que nos invita a sembrar y a hacerlo de acuerdo con la magnitud de la cosecha a la que aspiramos y el tiempo para el cual la queremos la recogida. Dice así “Si haces planes para un año siembra arroz, si haces planes para diez años, planta árboles y si haces planes proyectando una vida entera educa a las personas”.
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