Por: Nuria Barbosa León,
Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
Enero, 2011, la noche se tornaba fría pero una voz corrió entre todos los pobladores de Los Sitios, el trovador Silvio Rodríguez regalaría sus canciones a los vecinos del barrio capitalino.
En azoteas, balcones, corredores, andamios y cajones, se apostó la vecindad para no perderse el suceso que se inició justo a las cinco de la tarde con la parodia al nombre de María y otros temas cantados por Eduardo Sosa.
Los acordes de Guitarra identificaron a “Oleo de Mujer con Sombrero” y entre cinco músicos estaba, Silvio, quizás a nuestro alcance respirando el mismo aire.
Luego continuaron doce temas, el coro de voces seguía cada canción y los gritos de ovación calentaron el ambiente. La luz del día se fue, se encendieron las luminarias del escenario y nadie se percató del inició de la oscuridad.
El punto final debió haber sido la canción “Ojalá” pero el grito de: -otra- impuso “El Papalote” y “El Necio”.
Sólo el toque de tambor de Los Papines dejó partir al trovador y a ritmo de Guaguancó bailaron los espectadores que sacaron pañuelos, se sacudieron y evocaron a los orishas.
La noche pudo ser fría, pero un concierto la hizo cambiar.
Enero, 2011, la noche se tornaba fría pero una voz corrió entre todos los pobladores de Los Sitios, el trovador Silvio Rodríguez regalaría sus canciones a los vecinos del barrio capitalino.
En azoteas, balcones, corredores, andamios y cajones, se apostó la vecindad para no perderse el suceso que se inició justo a las cinco de la tarde con la parodia al nombre de María y otros temas cantados por Eduardo Sosa.
Los acordes de Guitarra identificaron a “Oleo de Mujer con Sombrero” y entre cinco músicos estaba, Silvio, quizás a nuestro alcance respirando el mismo aire.
Luego continuaron doce temas, el coro de voces seguía cada canción y los gritos de ovación calentaron el ambiente. La luz del día se fue, se encendieron las luminarias del escenario y nadie se percató del inició de la oscuridad.
El punto final debió haber sido la canción “Ojalá” pero el grito de: -otra- impuso “El Papalote” y “El Necio”.
Sólo el toque de tambor de Los Papines dejó partir al trovador y a ritmo de Guaguancó bailaron los espectadores que sacaron pañuelos, se sacudieron y evocaron a los orishas.
La noche pudo ser fría, pero un concierto la hizo cambiar.
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