Por: Alejandro Rutto Martínez
Para mí el fútbol es el deporte que jugamos en mi calle: un sitio plano, pero salpicado de piedras y vidrios en donde ponemos dos porterías pequeñas separadas por 20 metros de distancia. Allí jugamos tres contra tres, o cuatro contra cuatro o siete contra siete si todos tienen ganas de jugar y han logrado escapárseles a las tareas del colegio.
Para mí el fútbol es el deporte que jugamos en mi calle: un sitio plano, pero salpicado de piedras y vidrios en donde ponemos dos porterías pequeñas separadas por 20 metros de distancia. Allí jugamos tres contra tres, o cuatro contra cuatro o siete contra siete si todos tienen ganas de jugar y han logrado escapárseles a las tareas del colegio.
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La pelota, la pelota la hacemos con las medias rotas de los hermanos mayores y cuando no hay medias rotas nos toca con las nuevas y a veces con las toallas. La portería tiene ochenta centímetros de ancho y su alto… es el alto de la bola, así que solo se aceptan goles cuando la pelota va a ras de piso. Pasa como con ciertos empresarios que pagan sueldos a ras de la miseria.
Bueno lo cierto es que el marco no es de madera ni es metálico. Cuatro piedras, dos en cada extremo de la cancha, hacen las porterías. Se forman unas discusiones tremendas cada vez que hay un gol. Todos se ponen rebeldes cuando el equipo contrario celebra. Todos los futbolistas del mundo son (somos) rebeldes.
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