domingo, 29 de octubre de 2023

Tomás Domingo Ocando, pionero de emisoras y aerolíneas (Segundo episodio)

Foto reciente de Mingo Ocando y Joselina Brito

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del episodio anterior: 
Un ruido que se escucha todas las noches en el banco tiene alterado el ánimo de los vecinos y ha hecho que circulen en el sector varias hipótesis, entre las que se cuentan historias de fantasmas. Al principio se preguntaban  ¿Qué será ese ruido tan raro? 

Pero después los rumores fueron perdiendo fuerza y se volvieron parte de la cotidianidad. 

Mientras tanto en el banco se presentó una vacante para el cargo de auxiliar de oficina.  Se postularon varios candidatos entre ellos uno que llamó la atención del gerente: el celador nocturno.

Al directivo se le hizo extraño que una persona de conocimientos limitados en el área administrativa aspirara al nuevo cargo, pero le dio la oportunidad de participar en el proceso de escogencia.  No había ninguna regla que lo impidiera. 

La prueba consistía en escribir una carta, mecanografiada,  sin errores de ortografía ni enmendaduras en el menor tiempo posible.

El primero en terminar la prueba fue...el celador, un muchacho de mirada limpia y sonrisa alegre que respondía al nombre de Tomás Domingo Ocando.

-¿Y este carajo en qué momento aprendió a escribir a máquina con esa redacción perfecta y esa ortografía impecable?, se preguntaba el gerente.

Y el cura italiano le respondió: “Caro amico, chi ha interesse al progresso studia alla luce di una lampada e impara a scrivere anche di notte”  (Querido amigo, aquellos que están interesados ​​en progresar estudian a la luz  de una lámpara y aprenden a escribir aunque sea de noche). 

Esa era la explicación  del ruido del banco. Era el intermitente clap, clap de una máquina de escribir en la que el celador aprendía a escribir a máquina, a la luz de un mechón que prendía y apagaba con ciertos intervalos. Al principio los tipos golpeaban de manera irregular el papel situado en el rodillo, pero después lo hacía de manera fluida. Era ese el momento en que Mingo ya había adquirido total destreza como mecanógrafo.

El excelador asumió su nuevo cargo, pero nunca le reveló a nadie que en algunos momentos de la noche prendía un mechón para leer y también para aprender a escribir a máquina y de esa manera se develó el misterio difundido por Ana Velásquez.

Tomás Domingo Ocando nació en Distracción, un pueblo pequeño, acogedor y romántico del sur de La Guajira, el 18 de septiembre de 1939, es hijo de Rafael Ocando un próspero comerciante de la región quien llegaría a ser nombrado alcalde de Maicao, y Victoria “Toya” Borrego, una amorosa mujer dedicada las veinticuatro horas del día a cumplir sus labores de gerente del hogar.

En 1956, cuando su registro civil indicaba que tenía 17 años, Tomás Domingo, a quien en adelante llamaremos “Mingo” se trasladó a Maicao en busca de mejores oportunidades, pero se encontró con la realidad de enfrentarse a lo desconocido y a la escasez de oportunidades. Trabajó como ayudante de albañilería, maestro de obra y mandadero. Hizo de todo hasta que se le presentó la oportunidad de trabajar en el Banco Popular en el que desempeñó varios cargos gracias a su don de gente, talento y su afición a formarse como autodidacta.

Al retirarse del banco se dedicó al comercio de víveres y abarrotes, pero un día recibió la llamativa oferta de gerenciar la oficina local de una empresa de transporte aéreo y fue así como llegó a ser gerente de Aerocóndor, una de las aerolíneas colombianas más importante de los años sesenta y setenta, para todo el departamento de La Guajira.

También tuvo su propia agencia de viajes en donde vendía tiquetes de las empresas Avianca, Sam, Aerocóndor, Taxader, Urraca y Satena. Era la época dorada del aeropuerto San José y “Mingo” era el encargado de venderles los pasajes a los numerosos viajeros que día a día se trasladaban desde Maicao hacia otras latitudes.

Por esa época conoce a la joven Joselina Brito, natural de Fonseca, quien vivía en el mismo sector que él, calle once con carrera 15 zona adyacente al mercado público. Se hicieron novios y decidieron unir sus vidas para siempre. La boda se efectuó en la iglesia San José el 16 de septiembre de 1967. Ella acudió elegante, como una rosa blanca, del brazo de su abuelo quien la llevó al altar en donde se encontraba Tomás Domingo, acompañado de Toya, quien desbordaba felicidad.

El matrimonio fue uno de los acontecimientos familiares más importantes de la década para las familias Ocando y Brito. Tanto Mingo como Joselina contaban con el gran aprecio de sus familiares.    

En el momento más importante de la ceremonia el sacerdote italiano expresó la conocida fórmula del ritual católico: Los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe. Y acto seguido le dirigió una pequeña exhortación a Mingo:  Caro ragazzo, prenditi cura di questa bella donna, ha un bell'aspetto e non ne troverai mai una come lei da nessuna parte.  (Querido muchacho, cuida a esta hermosa mujer, se ve que es buena y nunca vas a encontrar una como ella en ninguna parte.)

Josefina no necesitó mucho tiempo para conocer los hábitos de Mingo y sus aficiones. Entre ellas una  que marcaría la vida de ambos. 

sábado, 28 de octubre de 2023

Tomás Domingo Ocando, pionero de emisoras y aerolíneas


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

“Para describir a Mingo Ocando se necesita el cincel de Miguel Ángel y el pincel de Da Vinci” Ovidio Mejía Marulanda

Introducción: Tomás Domingo Ocando es una leyenda viviente de Maicao. Gracias a Dios está vivo y con la salud como la de un roble, vive con su esposa Joselina y es el patriarca de una hermosa familia. Fundó la primera emisora de Maicao, trajo al pueblo varias aerolíneas, lideró procesos de pavimentación por autoconstrucción...en fin, es una verdadera personalidad en el pueblo.  Una avenida y un barrio llevan su nombre, un honor que muy pocos han conseguido en vida. 

Con cierta frecuencia se lo ve con su abundante cabellera canosa amarrada en forma de cola de caballo, como la de los grandes artistas,  detrás del timón de alguno de sus dos camperos Nissan Patrol por las calles de Maicao o tomando el fresco de la tardes en su casa del barrio San Martín al lado de su esposa Joselina. Allí, en el patio de su casa me invitó a tomar café para darme notas que anoté juicioso en una libreta. Son  las notas que hoy me permiten contarle varios episodios de su interesante historia. 

Primer episodio

En esas mañanas de intenso calor y calles invadidas por la arena y la resequedad la brisa se había ausentado y las copas de los árboles se mantenían imperturbables, su amable sombra era el único y eficaz refugio en el que podían protegerse los fatigados transeúntes que iban y venían de la plaza. 

Ante la falta del viento lo único que corría por el caserío era el rumor que andaba de boca en boca desde la noche en que Ana Velásquez pasó por el edificio donde funcionaba el Banco Popular y sintió que algo raro pasaba en su interior.

Banco Popular antiguo

Al principio le pareció ver un mechón encendido, pero éste se apagó misteriosamente cuando ella se acercó a comprobar si era verdad lo que sus ojos habían visto. A ella no le cabían dudas de lo que sus sentidos  le decían. La noche siguiente sintió un ruido extraño, como el que producían las máquinas de escribir al martillar sus teclas contra el papel en blando envuelto en el rodillo. 

Ana le contó la historia  a una vecina y esta a un compadre y el compadre hizo el comentario en la ventana de la tienda y poco después la noticia del “Fantasma del Banco” se había extendido por todas partes.

- "Esa es el alma en pena de alguna persona que trabajó en el banco y murió”, se atrevió a decir alguien experto en temas del más allá, pero otras personas preferían creer en la tesis de que era el eco de las máquinas que se escuchaba como las fichas de dominó a altas horas de la madrugada los lugares en donde se acostumbra a golpearlas contra la mesa.

El cura italiano al que le preguntaron si existía un fantasma escritor respondió:

- “Il diavolo è troppo impegnato nella sua malvagità per scrivere lettere di notte” (El diablo está muy ocupado en su maldad para escribir cartas por la noche).

El único que no sentía el sonido de la máquina fantasma era el celador del banco. A las 6 de la mañana, cuando terminaba su turno, abría la puerta y se iba tranquilo para su casa. Si alguien le preguntaba por el ruido de la máquina y el mechón que se encendía y se apagaba, tan sólo respondía:

- “Son ideas de la gente loca”, yo estoy despierto toda la noche y no siento nada, fantasma que se aparezca, fantasma que espanto.

Sin embargo, la gente no estaba muy convencida del "no pasa nada" todos estaban seguros de que algo estaba pasando y seguían con la inquietud metida en el pensamiento y el temor incrustado en el alma. 

Los vecinos se dividieron en tres grupos: los creyentes, los temerosos y los arriesgados. 

Los creyentes organizaron reuniones en las que rezaban el rosario juntos o elevaban silenciosas oraciones en privado. 

Los temerosos atrancaban bien la casa por si acaso o colgaban un amuleto en lugar estratégico, como la mata de sábila detrás de la puerta. Y los más arriesgados patrullaban por los alrededores o se asomaban por las rendijas de las ventanas con la idea de captar algo que los ayudara a resolver el misterio. 

Pero pasaban los días y no pasaba nada. Los ruidos extraños persistían, así como las oraciones, los amuletos y las hipótesis sobre sus posibles causas. Eran los tiempos de un pueblo en el que no pasaba nada o casi nada y cualquier acontecimiento por pequeño que fuera se convertía en tema de conversación.

El rumor fue perdiendo fuerza, no porque desaparecieran el ruido nocturno y la luz intermitente, sino porque la gente decidió no invertir más tiempo tratando de explicar lo inexplicable. El pueblo aceptó ambos fenómenos como parte de su vida normal y dejó de hablar de ese tema.

Supusieron que la verdad se sabría tarde o temprano pero no abandonaron sus cavilaciones:

¿Qué será lo que causa ese ruido todas las noches?

Leer el segundo episodio


domingo, 22 de octubre de 2023

José Luis Palmar Díaz, el pintor que captura los colores de La Guajira (Todos los capítulos)



Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Te invitamos a disfrutar de esta maravillosa serie sobre la vida del gran artista colombiano José Luis Palmar Díaz. Te vas a adentrar en paisajes de La Guajira y en la forma en que crece y se consolida uno de los más grandes artistas de los últimos tiempos:

Capítulo 1: Un parto muy difícil

Capítulo 2: A veces llegan las cartas

Capítulo 3: Estudios y más estudios 

Capítulo 4:     Primer cuadro, producto de exportación

Capítulo final: Familia, logros y satisfacciones

José Luis Palmar Díaz, el pintor que captura los colores de La Guajira (episodio final)


 Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del capítulo anterior: José Luis vive en Maicao, juega fútbol y se dedica por entero a la pintura. Todo parecía llenarlo en la vida, su arte, los estudios y el deporte. Además de sus hermanos José Ramón, Angélica, Carmen, Límbano y Juan.

Pero después conoció a alguien que le cambiaría dramáticamente la vida. Alguien que le hizo temblar hasta la voz. 

Se trataba de Leticia Gutiérrez Hernández, una esbelta muchacha que estaba en la transición de niña a mujer, tenía una mirada perturbadora, una silueta de sirena y un cabello hermoso, además de una personalidad arrolladora. Se enamoró de ella y, aunque era hombre de pocas palabras, se las arregló para declararle su amor.

Se hicieron novios y dos años más tarde se fueron a vivir juntos. Ella tenía tan sólo 17 años no cumplidos y era la muchacha más hermosa de la calle 15 y del barrio…La historia de amor tuvo su punto culminante el 10 de mayo de 1975 y por ahora no hay final a la vista, gracias a Dios.


La familia se hizo aún más sólida con el nacimiento de sus hijos Julio, Cindy, José José y María José.

El arte no de detiene, José Luis ha tenido sus obras expuestas en prestigiosas galerías de todo el país. Hoy no sólo es un pintor consagrado sino un artista de artes plásticas, autor de bellísimas y significativas esculturas a través de las cuales expresa su sentimiento de patria con La Guajira y con el planeta.


Es el autor de obras expuestas en el festival de esculturas, pintó un mural para la empresa Chevron y otro en el Colegio Santa Catalina, desarrolló la obra Palabrero Abstracto, ubicada hoy en Manaure y ha participado en varios salones regionales.


He tenido el privilegio de conocer el taller del maestro José Palmar y conocer sus cuadros y esculturas, así como la paz de su hogar, en donde he podido interactuar con Leticia, sus hijos y nietos.  En la vitrina encontramos un cuaderno con bocetos al carboncillo. Me llama la atención también un poema escrito a lápiz en letras mayúsculas, del cual transcribo una parte: 




En el monte fresco

Amaneciendo espero

Recibir de la brisa

El ansiado aroma

De la flor en el campo

Por donde camino

En medio de árboles

Viviendo con muchos seres

Que juntos residen

En un bello orden

 

Disfruto de la vista de cuadros que captan la soledad del desierto, el sudor del obrero cuya frente está surcada por las huellas del sol y del tiempo, el rostro de la realidad instalado en árboles que no mueren, en nidos que no sobreviven, en casas frágiles que no ceden al paso del tiempo y arena y arena que se acumula hasta en lo párpados de la memoria.


Un día lo acompaño a la premiación del Premio Departamental de Cultura. Cuando llega la hora de premiar al ganador, el presentador comienza a abrir con lentitud el sobre en donde está el nombre del privilegiado artista. Por mi mente pasa el momento en que José Luis rompía la envoltura del sobre que le enviaron un día del exterior. Desde una escuela en cuyo curso aprendería los rudimentos de su arte. Mientras elaboro la imagen del muchacho abriendo su carta el presentador ya tiene en la suya el nombre indicado por los evaluadores. Señoras y señores, el ganador es (pausa de cinco segundos que parecen como mil) …

¡¡¡José Palmar Díííííííaz!!!

El auditorio aplaude entusiasmado y sus amigos corremos a abrazarlo, pero sus hijos nos tomaron la delantera. Es apenas justo, ellos han sido privados de la compañía de su papá durante las largas horas que él permanece en el estudio y son los que ahora tienen derecho a disfrutar de primeros en este memorable día.


José Luis no se inmuta, no salta, no llora, saluda a cada uno con amabilidad y empieza su lenta caminata hasta el escenario en donde le entregarán su merecido reconocimiento.  Es la segunda vez que gana, así que es un experto en premiaciones.

La obra de José Luis Palmar es una brizna de soledad encendida en el puño cerrado de un hombre, la fuerza de un camión que recorre caminos inundados de tierra seca y de nadas imperceptibles.


Veo un espacio de la pared reservado para un nuevo cuadro y pienso en la obra de arte que el pintor concibiera en su infancia, cuando dibujó el Palacio Intendencial desde la punta del muelle de Riohacha. 

Pero ese cuadro no está, tal vez se encuentra en alguna galería de Europa, en un monasterio de Italia o simplemente en los laberintos de la memoria que se niega a olvidar los días en que germinó la semilla de mil colores y el paisaje ancestral que busca el hilo conductor hacia los orígenes de una raza que vive y palpita hasta en las grietas del barro y de la historia.

Fin

José Luis Palmar Díaz, el pintor que captura los colores de La Guajira (Cuarto capítulo)



Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

Resumen del capítulo anterior: José Luis Palmar es llamado de manera urgente a la oficina del coordinador del colegio. El nerviosismo se apoderó de él, no tanto por la cita, sino por la persona que le hacía del llamado.  Era una persona muy correcta, pero…tenía ansiedad.  ¿Qué error habría cometido sin darse cuenta? 

Capítulo cuatro: Primer cuadro, arte de exportación

No pasaba nada malo, le informaron. Tan sólo había sido incluido en un plan importante del colegio. Los sacerdotes capuchinos, muy relacionados con el plantel viajaban a Italia y querían llevarse algunos detalles para su país.

Las directivas del colegio recolectaron artesanías del pueblo wayüu y quisieron incluir en los regalos algo que llevara la marca del colegio. Por eso seleccionaron a los mejores artistas con el fin de que cada uno de ellos aplicara su talento para plasmar en el lienzo un paisaje típico de Riohacha para adornar algún monasterio o iglesia en Roma, a donde regresaban los sacerdotes.

Algunos de los muchachos fueron llevados a la Laguna Salá y otros al Riíto. A José Luis lo llevaron a la punta del muelle para que dibujara el Palacio Intendencial desde esa posición. Trabajó con paciencia como siempre lo hacía para abarcar todos los detalles. Estaba a cierta distancia prudente, lo que le permitía incluir una parte del muelle, el mar y las palmeras en su dibujo.  

Ahí estaba el mar, el hermoso mar que siempre le llamó la atención en Puerto López, con su blanca espuma, sus aguas verdeazuladas y pájaros que volaban en perfecta formación como aviones que van en misión especial hacia alguno de los puntos cardinales del mundo.

Al terminar su primer cuadro recibió la aprobación del maestro maya y el día de la despedida de los religiosos fue premiado con elogiosas palabras sobre su talento. 

Uno de ellos se emocionó y no ahorró palabras para agradecerle y animarlo:

-         * Sei un artista molto bravo, un giorno la gente parlerà molto di te, sei fantastico. Congratulazioni e continua a dipingere con entusiasmo, tratta bene il pennello e funzionerà per te (*Eres un artista buenísimo, algún día se va a hablar mucho de ti, eres grande. Felicitaciones y continúa pintando con ganas, trata bien el pincel y él trabajará para ti)

Esa fue la primera obra de José Luis, sólo pudo disfrutar de la imagen y del olor a pintura fresca unas pocas horas porque después era empacada y transportada al otro lado del océano, por pura casualidad, hacia Italia, cuna de Leonardo Da Vinci y Miguel Ángel, dos de sus grandes referentes.

-         ¿Se supo algo del cuadro después del viaje de los sacerdotes?

-         "Nunca más me volvieron a decir nada. Si aún existe debe estar en alguna casa cural o en el monasterio. Espero que no se haya perdido en un trasteo o que lo hayan abandonado en un rincón, como a veces sucede".

Para ese tiempo José Luis y su familia se habían trasladado a Maicao, a una casa ubicada en la calle 12, en donde hoy en día funciona la Librería Tauro, permanecía en Riohacha hasta el viernes y se regresaba. Volvía el lunes para sus clases.

Después de esa experiencia vinieron otras hermosas pinturas en las que plasmó los jagüeyes de la Media y la Alta Guajira, con todo el ecosistema que los rodea: árboles semidesnudos, pájaros inquietos, animales que beben con ansiedad y personas que transportan el agua hasta las rancherías, además del barro agrietado de los bordes.

También pintó el paisaje verde, tupido, fresco de El Silencio, el cual decoró con la sonrisa de las personas que disfrutaban de un día de paseo en uno de los lugares más hermosos de La Guajira.

José Luis terminó sus estudios en la Divina Pastora, se graduó como bachiller y se trasladó de manera definitiva a Maicao.   Sin embargo, al preguntarle sobre quiénes son sus mejores amigos, demuestra tener el cordón umbilical de su identidad arraigado en Riohacha:

-Mis mejores amigos son rosados (sonríe),  me refiero a Polaco Rosado y Jairo Rosado. Como ellos no hay nadie. Son mis hermanos.   En Maicao hice gran amistad con José Bolívar Padilla, es otro de los hermanos que la vida me ha regalado. Algunas veces pasé largas horas en su casa conversando con él y hasta hice uso de su taller en alguna ocasión.  Complementa la lista de sus buenos amigos Esdras Sará, artista de tiempo completo como él.

En Maicao tiene muchas amistades y sigue en su afición por el fútbol, en equipos como Farmacia Central y Colegio San José en el que se desempeñaba como volante. El arte y el deporte le permitió conocer a muchas personas.

En esos días, durante un paseo por la calle 15, le bendita calle 15, se encontró con alguien que lo puso a temblar…

Todo parecía llenarlo en la vida, su arte, los estudios y el deporte. Además de sus hermanos José Ramón, Angélica, Carmen, Límbano y Juan.

Pero después conoció a alguien que le cambiaría dramáticamente la vida. Alguien que le hizo temblar hasta la voz. 

Leer el episodio final de esta emocionante serie

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