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sábado, 28 de octubre de 2023

Tomás Domingo Ocando, pionero de emisoras y aerolíneas


Escrito por: Alejandro Rutto Martínez

“Para describir a Mingo Ocando se necesita el cincel de Miguel Ángel y el pincel de Da Vinci” Ovidio Mejía Marulanda

Introducción: Tomás Domingo Ocando es una leyenda viviente de Maicao. Gracias a Dios está vivo y con la salud como la de un roble, vive con su esposa Joselina y es el patriarca de una hermosa familia. Fundó la primera emisora de Maicao, trajo al pueblo varias aerolíneas, lideró procesos de pavimentación por autoconstrucción...en fin, es una verdadera personalidad en el pueblo.  Una avenida y un barrio llevan su nombre, un honor que muy pocos han conseguido en vida. 

Con cierta frecuencia se lo ve con su abundante cabellera canosa amarrada en forma de cola de caballo, como la de los grandes artistas,  detrás del timón de alguno de sus dos camperos Nissan Patrol por las calles de Maicao o tomando el fresco de la tardes en su casa del barrio San Martín al lado de su esposa Joselina. Allí, en el patio de su casa me invitó a tomar café para darme notas que anoté juicioso en una libreta. Son  las notas que hoy me permiten contarle varios episodios de su interesante historia. 

Primer episodio

En esas mañanas de intenso calor y calles invadidas por la arena y la resequedad la brisa se había ausentado y las copas de los árboles se mantenían imperturbables, su amable sombra era el único y eficaz refugio en el que podían protegerse los fatigados transeúntes que iban y venían de la plaza. 

Ante la falta del viento lo único que corría por el caserío era el rumor que andaba de boca en boca desde la noche en que Ana Velásquez pasó por el edificio donde funcionaba el Banco Popular y sintió que algo raro pasaba en su interior.

Banco Popular antiguo

Al principio le pareció ver un mechón encendido, pero éste se apagó misteriosamente cuando ella se acercó a comprobar si era verdad lo que sus ojos habían visto. A ella no le cabían dudas de lo que sus sentidos  le decían. La noche siguiente sintió un ruido extraño, como el que producían las máquinas de escribir al martillar sus teclas contra el papel en blando envuelto en el rodillo. 

Ana le contó la historia  a una vecina y esta a un compadre y el compadre hizo el comentario en la ventana de la tienda y poco después la noticia del “Fantasma del Banco” se había extendido por todas partes.

- "Esa es el alma en pena de alguna persona que trabajó en el banco y murió”, se atrevió a decir alguien experto en temas del más allá, pero otras personas preferían creer en la tesis de que era el eco de las máquinas que se escuchaba como las fichas de dominó a altas horas de la madrugada los lugares en donde se acostumbra a golpearlas contra la mesa.

El cura italiano al que le preguntaron si existía un fantasma escritor respondió:

- “Il diavolo è troppo impegnato nella sua malvagità per scrivere lettere di notte” (El diablo está muy ocupado en su maldad para escribir cartas por la noche).

El único que no sentía el sonido de la máquina fantasma era el celador del banco. A las 6 de la mañana, cuando terminaba su turno, abría la puerta y se iba tranquilo para su casa. Si alguien le preguntaba por el ruido de la máquina y el mechón que se encendía y se apagaba, tan sólo respondía:

- “Son ideas de la gente loca”, yo estoy despierto toda la noche y no siento nada, fantasma que se aparezca, fantasma que espanto.

Sin embargo, la gente no estaba muy convencida del "no pasa nada" todos estaban seguros de que algo estaba pasando y seguían con la inquietud metida en el pensamiento y el temor incrustado en el alma. 

Los vecinos se dividieron en tres grupos: los creyentes, los temerosos y los arriesgados. 

Los creyentes organizaron reuniones en las que rezaban el rosario juntos o elevaban silenciosas oraciones en privado. 

Los temerosos atrancaban bien la casa por si acaso o colgaban un amuleto en lugar estratégico, como la mata de sábila detrás de la puerta. Y los más arriesgados patrullaban por los alrededores o se asomaban por las rendijas de las ventanas con la idea de captar algo que los ayudara a resolver el misterio. 

Pero pasaban los días y no pasaba nada. Los ruidos extraños persistían, así como las oraciones, los amuletos y las hipótesis sobre sus posibles causas. Eran los tiempos de un pueblo en el que no pasaba nada o casi nada y cualquier acontecimiento por pequeño que fuera se convertía en tema de conversación.

El rumor fue perdiendo fuerza, no porque desaparecieran el ruido nocturno y la luz intermitente, sino porque la gente decidió no invertir más tiempo tratando de explicar lo inexplicable. El pueblo aceptó ambos fenómenos como parte de su vida normal y dejó de hablar de ese tema.

Supusieron que la verdad se sabría tarde o temprano pero no abandonaron sus cavilaciones:

¿Qué será lo que causa ese ruido todas las noches?

Leer el segundo episodio


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