Segundo episodio: Matrimonio y un descubrimiento de su esposa
Tercer episodio: Fundación de la primera emisora del pueblo
Episodio final: Nuevos planes activismo social
Segundo episodio: Matrimonio y un descubrimiento de su esposa
Tercer episodio: Fundación de la primera emisora del pueblo
Episodio final: Nuevos planes activismo social
Resumen del episodio anterior: Mingo estaba dedicado a impulsar Ondas de Maicao, la emisora que había creado, pionera de la radiodifusión en el pueblo. Un día dejó a un lado la máquina de escribir y el radio, se puso a analizar la contabilidad de su novedosa empresa y lo que descubrió le causó una gran sorpresa.
Las cuentas no
cuadraban con la sintonía y el fervor que generaba la programación. Las huellas
del lápiz rojo sobre los números de la contabilidad delataban el mal momento
financiero por el que atravesaba la empresa. Los oyentes apoyaban a la emisora,
pero los anunciadores no pautaban.
La tristeza hizo su
aparición, pero no se desesperó. Llamó a su esposa y consultó con ella la
gravedad de la situación.
-
Tenemos que salvar la emisora dijo Mingo
-
Pero, ¿Cómo lo haremos, esos números que dejan
lugar a dudas? Estamos al borde de la
quiebra, le respondió Josefina.
-
No sé, pero no podemos cerrar Ondas de Maicao,
tenemos que salvarla.
Y encontraron la
fórmula para salvarla, aunque para ello se vieron obligados a tomar una
dolorosa decisión: venderla a un empresario que tuviera el suficiente músculo
financiero para mantenerla en el aire.
Logró contactarse con
empresarios radiales de Barranquilla quienes a su vez la vendieron a Aroldo
Zapata y de esta operación nacieron
Radio Península y Radio Tribuna, dos de las más recordadas estaciones de radio
del departamento de La Guajira.
Tomás Domingo, por su parte, se dedicó de nuevo al comercio y
a la familia. El cariño y el tiempo que le dedicaba a la emisora lo orientó
hacia su flamante campero Nissan Patrol, que en adelante sería su compañero
inseparable y su mejor amigo y compañero
de trabajo.
Incursionó en la compra de sal, pero prefería la de Bahía Honda, porque según sus conocimientos esta era de mejor calidad para el consumo humano y la curtiembre. Después la trajo también desde Manaure.
También en el procesamiento de sal fue pionero, el suyo fue el primer molino para el procesamiento del mineral en Maicao. En algún momento fue distribuidor del hilo que utilizan las artesanas guajiras para elaborar sus artesanías.
El negocio
avanzaba bien y tenía cara de que mejoraría en las siguientes temporadas. Y se volvió tan buen cliente que sus
proveedores le hicieron una sorprendente propuesta: le enviarían sólo hilos
blancos y él se encargaría de tinturarlos de acuerdo con la demanda del mercado local.
Una vez manifestara
su aceptación le dieron las instrucciones necesarias y las herramientas para
montar su pequeña factoría. El proveedor
le enviaba los hilos blancos y él, a través de un complejo proceso químico, los
teñía de rojo, verde, morado amarillo…de acuerdo con las solicitudes de la
clientela.
En el plano familiar
contemos que el hogar se llenó de
alegría con la llegada de sus siete hijos Shirley de Jesús, Tomás Domingo,
Indira Jazmín, Lenin Jesit, Osiris Carolina, Henry Rafael, Erica Joselina.
Incursionó también en el trabajo social a través de programas de pavimentación comunitaria lo que le valió el agradecimiento de decenas de familias y dirigentes locales quienes decidieron bautizar con su nombre un barrio de la ciudad, el cual se levantó en los mismos terrenos en donde se instalaron por primera vez los transmisores de Ondas de Maicao.
También
existe una avenida llamada Mingo Ocando: la carrera 12 en el tramo que va desde
el Cuerpo de Bomberos hasta la antigua pista del Aeropuerto San José.
Jaime Mendoza Pitre,
el gran profesor Pitre, define a Mingo Ocando como un ícono de los maicaeros,
éstas son sus palabras:
- “Mingo Ocando es un ícono por su seriedad, su permanencia y su querer y amor a Maicao. Lo considero y lo he llamado 'mi jefe único' por que es la persona que se ha ganado el cariño de los maicaeros. A través de la emisora logró que La Guajira y Colombia supieran qué era Maicao y cómo era Maicao. Aún sigue insistiendo en eso. Quien no conozca a Mingo Ocando es porque es muy joven o no es de Maicao. Es un mito, muy popular y su Nissan Patrol lo hace aún más popular, cuando pasa la gente dice “ahí va Mingo Ocando. Es una persona a quien le tengo gran aprecio, cariño y estima”
Mingo Ocando camina
por las calles de Maicao como el hombre del millón de amigos, al que todos
quieren y respetan, como un símbolo del civismo y del progreso y como pioneros
de la emisora y las aerolíneas.
FIN
Resumen del episodio anterior: Tomás Domingo Ocando se ha casado con su novia Josefina Brito, natural de Fonseca. A los pocos días de convivir con su esposo Josefina descubre una de las grandes aficiones del hombre al que había unido su vida
Después de varios viajes a Bogotá y a Tunja, desde donde vino el transmisor, Ondas de Maicao, identificada ante el Ministerio de Comunicaciones como H J I O comenzó sus transmisiones a través de la frecuencia 1290 khrtz el 20 de julio de 1969, día de la Independencia nacional.
Lo primero que se escuchó fue el himno nacional y después algunas
canciones de moda en la época. Ondas de
Maicao se convirtió en la novedad del último año de la década de los sesenta.
Su improvisada cabina y sus estudios estaban ubicados en la salida a
Paraguachón, margen derecha y allí mismo quedaban los estudios.
Mingo recuerda esos tiempos con nostalgia, como
se aprecia en su narración:
-
“Eran tiempos muy duros, a mí me tocaba recoger a los locutores y
periodistas para llevarlos a la emisora porque esta quedaba muy lejos. Además,
pasaba toda la noche pegado al radio para copiar las noticias nacionales e
internacionales para que las leyera Roberto Pineda. Eran noticias frescas que
los periódicos solo publicaban al día siguiente”
Después la empresa consiguió un enlace de FM y
pudieron trasladar las cabinas al centro de la ciudad en la esquina de la
carrera 12 con calle 14. Ondas de Maicao se convirtió en la escuela en donde comenzaron a formarse periodistas
y locutores de la talla de Roberto Enrique Pineda y Amaranto pájaro
Murieles.
Mingo demostraba que siempre lograba lo que se
proponía, por eso es tan difícil definirlo como ser humano y describir su
generosa personalidad. El exalcalde Ovidio Mejía Marulanda, uno de sus mejores
amigos, al referirse a él lo hace con estas elogiosas palabras:
- “Para describir a Mingo Ocando se necesita el cincel de Miguel Ángel y el pincel de Leonardo Da Vinci. Con él he construido una amistad y una hermandad. Lo conocí cuando implementamos el plan de pavimentos comunitarios, él era un hombre prevenido con la clase política.
Lo
conocí como un hombre pulcro, de manos limpias, que no propone ni se deja
proponer actos indecentes que puedan manchar su honorabilidad y honradez. Por
eso aconsejo, recomiendo que el que busque un amigo de verdad, que busque a Mingo
Ocando”
Volvamos a los tiempos de la radio en los que
el dueño de la emisora fungía, además como uno de los “cazadores de
información”. No era lo que pudiéramos llamar un reportero, pero él se las
ingeniaba para rastrear las noticias nacionales e internacionales:
-
“Yo tenía un radio de onda corta, marca Phillips, muy potente. Me pasaba la
noche escuchando radio y transcribiendo las noticias nacionales e
internacionales en mi máquina de escribir para que al día siguiente las leyera
Roberto Enrique Pineda. De esa forma
logramos que En Ondas de Maicao se difundieran noticias del mundo y del país
primero que las grandes cadenas de radio”
Por esta razón Ondas de Maicao se ganó el
respeto y aprecio de su multitudinaria audiencia. Además, prestaba servicios sociales
muy importantes como felicitaciones a quienes cumplían años o tenían otro
motivo de celebración como grados o matrimonios; invitaba a las honras
fúnebres; ayudaba a encontrar documentos
perdidos y daba a conocer los servicios de las empresas y establecimientos
comerciales.
Un servicio social común en aquellos tiempos
era:
-
“Se le informa a Marina González que su hermana Eudosia llegó procedente de San Onofre y desconoce su dirección. Se le agradece pasar por nuestros
estudios a recogerla”
No pasaban cinco minutos antes de que Marina
fuera a buscar a Eudosia a la emisora.
Un día Mingo dejó a un lado la máquina y el
radio, se puso a analizar la contabilidad de su novedosa empresa y lo que descubrió le
causó una gran sorpresa.
Foto reciente de Mingo Ocando y Joselina Brito |
Pero después los rumores fueron perdiendo fuerza y se volvieron parte de la cotidianidad.
Mientras tanto en el banco se presentó una vacante para
el cargo de auxiliar de oficina. Se
postularon varios candidatos entre ellos uno que llamó la atención del gerente:
el celador nocturno.
Al directivo se le hizo extraño que una persona de
conocimientos limitados en el área administrativa aspirara al nuevo cargo, pero
le dio la oportunidad de participar en el proceso de escogencia. No había ninguna regla que lo impidiera.
La prueba consistía en escribir una carta, mecanografiada, sin errores de
ortografía ni enmendaduras en el menor tiempo posible.
El primero en terminar la prueba fue...el celador, un
muchacho de mirada limpia y sonrisa alegre que respondía al nombre de Tomás
Domingo Ocando.
-¿Y este carajo en qué momento aprendió a escribir a
máquina con esa redacción perfecta y esa ortografía impecable?, se preguntaba
el gerente.
Y el cura italiano le respondió: “Caro amico, chi ha interesse al progresso studia alla luce di una lampada e impara a scrivere anche di notte” (Querido amigo, aquellos que están interesados en progresar estudian a la luz de una lámpara y aprenden a escribir aunque sea de noche).
Esa era la explicación del ruido del banco. Era el intermitente clap, clap de una máquina de escribir en la que el celador aprendía a escribir a máquina, a la luz de un mechón que prendía y apagaba con ciertos intervalos. Al principio los tipos golpeaban de manera irregular el papel situado en el rodillo, pero después lo hacía de manera fluida. Era ese el momento en que Mingo ya había adquirido total destreza como mecanógrafo.
El excelador asumió su nuevo cargo, pero nunca le reveló a
nadie que en algunos momentos de la noche prendía un mechón para leer y también
para aprender a escribir a máquina y de esa manera se develó el misterio
difundido por Ana Velásquez.
Tomás Domingo Ocando nació en Distracción, un pueblo
pequeño, acogedor y romántico del sur de La Guajira, el 18 de septiembre de
1939, es hijo de Rafael Ocando un próspero comerciante de la región quien
llegaría a ser nombrado alcalde de Maicao, y Victoria “Toya” Borrego, una
amorosa mujer dedicada las veinticuatro horas del día a cumplir sus labores de
gerente del hogar.
En 1956, cuando su registro civil indicaba que tenía 17
años, Tomás Domingo, a quien en adelante llamaremos “Mingo” se trasladó a
Maicao en busca de mejores oportunidades, pero se encontró con la realidad de
enfrentarse a lo desconocido y a la escasez de oportunidades. Trabajó como
ayudante de albañilería, maestro de obra y mandadero. Hizo de todo hasta que se
le presentó la oportunidad de trabajar en el Banco Popular en el que desempeñó
varios cargos gracias a su don de gente, talento y su afición a formarse como
autodidacta.
Al retirarse del banco se dedicó al comercio de víveres y
abarrotes, pero un día recibió la llamativa oferta de gerenciar la oficina
local de una empresa de transporte aéreo y fue así como llegó a ser gerente de
Aerocóndor, una de las aerolíneas colombianas más importante de los años
sesenta y setenta, para todo el departamento de La Guajira.
También tuvo su propia agencia de viajes en donde vendía
tiquetes de las empresas Avianca, Sam, Aerocóndor, Taxader, Urraca y Satena.
Era la época dorada del aeropuerto San José y “Mingo” era el encargado de
venderles los pasajes a los numerosos viajeros que día a día se trasladaban
desde Maicao hacia otras latitudes.
Por esa época conoce a la joven Joselina Brito, natural
de Fonseca, quien vivía en el mismo sector que él, calle once con carrera 15
zona adyacente al mercado público. Se hicieron novios y decidieron unir sus
vidas para siempre. La boda se efectuó en la iglesia San José el 16 de
septiembre de 1967. Ella acudió elegante, como una rosa blanca, del brazo de su
abuelo quien la llevó al altar en donde se encontraba Tomás Domingo, acompañado
de Toya, quien desbordaba felicidad.
El matrimonio fue uno de los acontecimientos familiares más importantes de la década para las familias Ocando y Brito. Tanto Mingo como Joselina contaban con el gran aprecio de sus familiares.
En el momento más importante de la ceremonia el sacerdote italiano expresó la conocida fórmula del ritual católico: Los declaro marido y mujer hasta que la muerte los separe. Y acto seguido le dirigió una pequeña exhortación a Mingo: Caro ragazzo, prenditi cura di questa bella donna, ha un bell'aspetto e non ne troverai mai una come lei da nessuna parte. (Querido muchacho, cuida a esta hermosa mujer, se ve que es buena y nunca vas a encontrar una como ella en ninguna parte.)
Josefina no necesitó mucho tiempo para conocer los hábitos de Mingo y sus aficiones. Entre ellas una que marcaría la vida de ambos.“Para describir a
Mingo Ocando se necesita el cincel de Miguel Ángel y el pincel de Da Vinci”
Ovidio Mejía Marulanda
Introducción: Tomás Domingo Ocando es una leyenda viviente de Maicao. Gracias a Dios está vivo y con la salud como la de un roble, vive con su esposa Joselina y es el patriarca de una hermosa familia. Fundó la primera emisora de Maicao, trajo al pueblo varias aerolíneas, lideró procesos de pavimentación por autoconstrucción...en fin, es una verdadera personalidad en el pueblo. Una avenida y un barrio llevan su nombre, un honor que muy pocos han conseguido en vida.
Con cierta frecuencia se lo ve con su abundante cabellera canosa amarrada en forma de cola de caballo, como la de los grandes artistas, detrás del timón de alguno de sus dos camperos Nissan Patrol por las calles de Maicao o tomando el fresco de la tardes en su casa del barrio San Martín al lado de su esposa Joselina. Allí, en el patio de su casa me invitó a tomar café para darme notas que anoté juicioso en una libreta. Son las notas que hoy me permiten contarle varios episodios de su interesante historia.
Primer episodio
En esas mañanas de intenso calor y calles invadidas por la arena y la resequedad la brisa se había ausentado y las copas de los árboles se mantenían imperturbables, su amable sombra era el único y eficaz refugio en el que podían protegerse los fatigados transeúntes que iban y venían de la plaza.
Ante la falta del viento lo único
que corría por el caserío era el rumor que andaba de boca en boca desde la
noche en que Ana Velásquez pasó por el edificio donde funcionaba el Banco
Popular y sintió que algo raro pasaba en su interior.
Banco Popular antiguo |
Ana le contó la
historia a una vecina y esta a un compadre y el compadre hizo el comentario
en la ventana de la tienda y poco después la noticia del “Fantasma del Banco”
se había extendido por todas partes.
- "Esa es el alma en
pena de alguna persona que trabajó en el banco y murió”, se atrevió a decir
alguien experto en temas del más allá, pero otras personas preferían creer en
la tesis de que era el eco de las máquinas que se escuchaba como las fichas de
dominó a altas horas de la madrugada los lugares en donde se acostumbra a
golpearlas contra la mesa.
El cura italiano
al que le preguntaron si existía un fantasma escritor respondió:
- “Il diavolo è
troppo impegnato nella sua malvagità per scrivere lettere di notte” (El diablo
está muy ocupado en su maldad para escribir cartas por la noche).
El único que no
sentía el sonido de la máquina fantasma era el celador del banco. A las 6 de la
mañana, cuando terminaba su turno, abría la puerta y se iba tranquilo para su
casa. Si alguien le preguntaba por el ruido de la máquina y el mechón que se
encendía y se apagaba, tan sólo respondía:
- “Son ideas de la
gente loca”, yo estoy despierto toda la noche y no siento nada, fantasma que se
aparezca, fantasma que espanto.
Sin embargo, la
gente no estaba muy convencida del "no pasa nada" todos estaban
seguros de que algo estaba pasando y seguían con la inquietud metida en el
pensamiento y el temor incrustado en el alma.
Los vecinos se dividieron en tres grupos: los creyentes, los temerosos y los arriesgados.
Los creyentes organizaron reuniones en las que rezaban el rosario juntos o elevaban silenciosas oraciones en privado.
Los temerosos atrancaban bien la casa por si
acaso o colgaban un amuleto en lugar estratégico, como la mata de sábila detrás
de la puerta. Y los más arriesgados patrullaban por los alrededores o se
asomaban por las rendijas de las ventanas con la idea de captar algo que los
ayudara a resolver el misterio.
Pero pasaban los
días y no pasaba nada. Los ruidos extraños persistían, así como las oraciones,
los amuletos y las hipótesis sobre sus posibles causas. Eran los tiempos de un
pueblo en el que no pasaba nada o casi nada y cualquier acontecimiento por
pequeño que fuera se convertía en tema de conversación.
El rumor fue perdiendo fuerza, no porque desaparecieran
el ruido nocturno y la luz intermitente, sino porque la gente decidió no invertir
más tiempo tratando de explicar lo inexplicable. El pueblo aceptó ambos
fenómenos como parte de su vida normal y dejó de hablar de ese tema.
Supusieron que
la verdad se sabría tarde o temprano pero no abandonaron sus cavilaciones:
¿Qué será lo que
causa ese ruido todas las noches?