sábado, 22 de octubre de 2022

¡ Póngale el nombre que a usted le dé la gana!

Escrito por:  Stevenson Marulanda Plata (Presidente del Colegio Médico Colombiano.)

Cierta vez, siendo yo residente de cirugía de la Universidad Nacional de Colombia, por allá en los años ochenta, con escenario de práctica en el extinto y viejo hospital San Juan de Dios, con préstamo del Icetex y todas las gabelas y ventajas, casi privilegios, que la reforma José Félix  Patiño nos dio a los estudiantes pobres y de provincia ---residencias, restaurantes, biblioteca, servicio médico, transporte para el hospital, campus y escenarios deportivos--- con algunos precarios y sufridos ahorros invité a mi papá, campesino elemental, casi analfabeto, apenas con segundo de primaria, a un restaurante de carnes finas en el norte de Bogotá.

Llegó el mesero, Tráigame la carta: Filet mignon, Steak pimienta, Chateaubriand y Lomo jalapeño, me contestó el atento y gentil servidor.

Yo pedí Lomo jalapeño y le pregunté a mi papá por su gusto, se quedó confundido,  mirando impávido secuencialmente al mesero y a mi. 

Pasaron unos cuantos segundos, cuando al rompe dijo: "mijito tráigame una carne blanda, suave y bien asada con dos o tres pedazos de yuca buena hervida en agua, ambas bajitas de sal y póngale el nombre que a usted le dé la gana".

Echo este cuento porque yo en política y cuestiones de ideologías soy lo mismo que mi papá, pragmático: no soy de izquierda ni de derecha, soy de lo que funciona bien,  y pónganle el nombre que usted quiera.

domingo, 16 de octubre de 2022

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (quinto y último episodio)

Foto oficial del Encuentro de escritores

Acto seguido pasaron al frente
 los profesores Álvaro  Suescún y  Luis Barros Pajaveau, quienes hicieron un agradable y extenso  recorrido a través del contenido variopinto de la literatura Caribe, desde las áridas tierras del norte de La Guajira hasta las fértiles sabanas del departamento de Córdoba. (Lee el cuarto capítulo de esta emocionante crónica)
Álvaro Suescún y Luis Barros

El cierre no pudo ser mejor: un vibrante recital de poesía erótica de Julio Manuel Larios; una emocionante lectura de poemas de  Limedis Castillo y un sensual monólogo de la  incomparable Ella Celedón.   

Ella Celedón

El público aplaudió con fuerza y cuando se esperaban más intervenciones  Marcela Soto Angarita tomó el micrófono para anunciar que había llegado el final y para invitar a los escritores a la maravillosa noche del festival amenizada, entre otros por Iván Villazón y Elder Dayán.

Yo me di una vuelta por el parque pero tuve que encargar a Abel Medina y Julio Larios de que le ofrecieran mis respetos a los artistas, pues yo tenía un inaplazable compromiso en el país de los sueños a partir de las diez de la noche.

Al día siguiente, sábado 15 de octubre, Arcesio Romero tuvo la generosidad de invitarme a su casa paterna para presentarme a su señora madre María Josefina Pérez, a su hermana Auxiliadora Romero  a Arcesio Romero padre y al arquitecto y pintor  Luis Fernando Guarín.  

Nos tomamos un café delicioso y nos fuimos a una sesión de fotos en los murales dedicados a la herencia africana de los barranqueros  los cuales llevan la firma de Guarín y  se han convertido en un nuevo ícono de la capital carbonífera de Colombia.

El autor de la crónica al lado del artista Fernando Guarín pintor de los murales

Terminada la sesión de fotos mi anfitrión me llevó a un recorrido por los sitios emblemáticos del pueblo: la casa del futbolista Luis Díaz, las residencias de exgobernadores  y exparlamentarios, la Biblioteca municipal Gabriel Solano Vidal, la cancha en donde Luis Díaz  pateó el balón por primera vez, la calle  en donde son vecinos  dos representantes a la Cámara, los murales dedicados a Olinto Fonseca y Dolores María Redondo.

Por último me trajo a la casa de Maximiliano Hernández y Helena Parodi, un bello pero derruido edificio al  cual se le nota el paso de los años y sobresale en el vecindario por su hermosa arquitectura antigua. 

Estamos frente a esa construcción y recordamos que en sus habitaciones durmieron ilustres representantes  de la política nacional, incluido el virtual presidente Guillermo León Valencia,  en una lejana  noche de 1.962.

Me contó que ese día algunos vagos, alentados por sus odios viscerales incubados en la trastienda de la maldad, embadurnaron cada pared de la casa con excrementos humanos cuyos hedores se percibían veinte calles más abajo, treinta cuadras más arriba y como a cien kilómetros a la redonda.  

Cuenta la historia que doña Berta y Guillermo León Valencia jamás regresaron a Barrancas, ni a preguntar por el nombre del bandido que ofendió sus delicadas narices.

En cambio yo me marcho con nostalgia y sé que pronto muy pronto volveré a la tierra amable de La Guajira atraído por el perfume de la literatura y el aroma del buen café que se sirve en los corredores de cada una de sus casas.

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (cuarta parte)


Hubiéramos querido ir a acompañar a Abel Medina y compartir con los niños, niñas y adolescentes pero... ya estaban terminando. El retraso nos había pasado factura.

Leer la tercera parte de esta emocionante crónica

A las 12 en punto estuvimos reunidos en el comedor en donde conocimos a Mario Romero y su equipo de trabajo del cual hacen parte Clara Inés Bolívar y Marcia Fonseca. 

Además fue la primera oportunidad para el reencuentro de escritores: ahí estaban Limedis Castillo y su nuevo look fitness; Ella Celedón  y sus llamativos rizos; Delia Bolaños y su sonrisa inconfundible; Lila Sagbini con sus versos a flor de piel; Jhony Beleño con su poesía rebelde y estábamos a la espera de quienes se encontraban atrapados en alguno de los frecuentes bloqueos de las carreteras, entre ellos los profesores Álvaro Suescún y Luis Barros. 

En una mesa aparte Marcela Soto Angarita, quien sería la presentadora oficial del evento de la tarde, repasaba la programación con Mario Romero, director de la Biblioteca Municipal.

Terminado el almuerzo nos despedimos y convinimos encontrarnos a las 2:30 para iniciar el programa en el que se haría el homenaje a Arcesio Romero y además tendríamos conversatorios y recitales.

Estuvimos puntuales, tal como habíamos acordado. Después de los actos protocolarios que incluyeron los himnos de Colombia y Barrancas, la oración al Creador por la secretaria de educación María Victoria Barros  y la bienvenida y 
presentación del programa por parte de Mario como director de la Biblioteca.


Acto seguido se dio inicio al diálogo entre el homenajeado Arcesio Romero y uno de los escritores asistentes. Y… ¿saben a quién escogieron?

Exacto, el escogido fue quien les escribe, un honor grande y desafiante para el cual aún no encuentro explicación lógica.

En todo caso, el autor y su entrevistador dialogaron por espacio de cuarenta minutos sobre la vida de Arcesio y algunos de los quince relatos que componen el libro “Disrupciones”. 

Arcesio Romero cuenta con un gran reconocimiento en toda La Guajira y en especial en su pueblo natal. Prueba de ello es el lleno que tuvo el auditorio: la mayoría de los asistentes llegaron con la intención de escucharlo a él y de conocer un poco más su obra literaria. 

Los barranqueros mayores gozaron con cada historia porque algunos de ellos fueron coprotagonistas o conocieron los hechos cuando deambulaban por las calles del municipio rogando para que alguien los plasmara en una pieza literaria. Y fue el autor de Disrupciones quien les hizo la reverencia.

A las cinco y un minuto terminó el homenaje y comenzó la presentación de Lila y Delia, y al lado de las dos el moderador de lujo: Abel Medina Sierra, uno de los más destacados orfebres de la palabra en el Caribe. Las dos damas de las letras premiaron a los asistentes con historias de sus vidas y extractos de sus obras. 


Las dos damas de las letras hablaron de sus obras y en especial de las más recientes. La profesora Sagbini se refirió a su bello libro Alquimia de la Palabra, mientras Bolaños trajo un trabajo recién salido del horno titulado El lápiz rosado.

Acto seguido pasaron al frente  los profesores Álvaro  Suescún y  Luis Barros  quienes nos sorprendieron con sus palabras...¿Saben de qué hablaron ellos?

Leer el quinto y último capítulo de esta emocionante crónica

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (tercera parte)



Por el retrovisor pudimos observar que eran dos hombres con intenciones de viajar y en cuyas manos tenían herramientas agrícolas.

-“Pobrecitos, nadie los va a llevar”, dijo el conductor

Leer la segunda parte de esta emocionante crónica

Recordé que no había orado aquella mañana, así que lo hice con toda la devoción posible así que apenas alcancé a ver los pueblos que dejábamos atrás: Carraipía, Porciosa, La Jamichera…y finalmente apareció la anhelada S de Paradero sin que hubiera ocurrido nada. 

En  verdad nos habíamos ganado lo que nuestro piloto llamaba “la lotería del viaje”.

En el asiento de atrás los dos compañeros de Larios, un hombre y una mujer,  charlaban animadamente acerca de los miles de millones de pesos que se movían en sus contratos.  Sin proponernos escuchamos detalles de jugosos negocios relacionados con actividades impensables. 

Al parecer tenían relaciones con empresas contratistas del estado y el diálogo giraba en torno a su evidente inconformidad por la repartición de utilidades.

Menos mal los ladrones de la carretera no supieron que  ellos venían con nosotros. 

Habrían sido el blanco perfecto.  A todas estas  ¿Por qué viajaban como pasajeros y no en sus propios vehículos? Tal vez para despistar al enemigo.  

La mujer se  ufanaba de haber puesto a alguien contra la pared mediante o una dura advertencia: 

-"Me ha visto cara de  idiota, pero usted no sabe quién soy yo"

Me hubiera gustado ver la cara de Larios al escuchar la manida frase de los prepotentes en Colombia. Preferí imaginar su irónica sonrisa. 

Los casuales acompañantes  iban para la audiencia pública organizada por la senadora Marta Peralta en Fonseca, de manera que su viaje era un poco más largo que el nuestro y tendrían más tiempo para hablar de sus millonarias transacciones. 

En cierto momento de su conversación decidieron hablar en un idioma desconocido para nosotros así que no pudimos saber quiénes eran ni en qué campo de la vida diaria se desempeñaban, así que nos concentramos de nuevo en la vía. 

Las lluvias dejadas por la tormenta habían logrado que a lado y lado de la carretera hubiera paredes verdes salpicadas de flores amarillas y rojas.   De un momento a otro el cielo claro fue inundado de nubes grises y comenzaron a caer algunas  gotas de lluvia que se deslizaban vertiginosas por el parabrisas.   

Un poco más adelante el sol volvió a asomarse en toda su intensidad, los pueblos se sucedían uno detrás del otro: Albania, Cuestecitas, Hatonuevo.

-¿Falta mucho para llegar a Fonseca?, preguntó uno de los multimillonarios del asiento trasero.

-“Ahora viene Papayal, después Barrancas y enseguida Fonseca”, estamos muy cerca contestó Fernando.

En efecto cruzamos Papayal pero Fernando llevaba en mente a Fonseca, así que por poco se pasa de largo. 

-¿Ustedes dónde se quedan? Nos preguntó Fernando

-Hotel Iparú, le contesté de inmediato.


Al llegar al sitio de nuestra reunión pagamos los cincuenta mil pesos del pasaje y entramos a toda prisa, pues llegábamos con una hora de retraso.

Nos recibió Jesús Acosta, un joven atento, respetuoso y emprendedor a quien los afanes de las múltiples tareas concernientes a su rol de director general del Festival del Carbón aún no le arrancaban ninguna muestra de preocupación y mucho menos de intranquilidad.

Lo primero que hizo fue pedirle a uno de sus auxiliares que nos hospedaran en el Hotel Musichi y que nos mantuviéramos allá a la espera de nuevas instrucciones.

A todas estas ¿Dónde estaría Abel Medina?

Una llamada de Julio Larios despejaría la incógnita:

-“Estamos en un colegio dando consejos a los jóvenes y de paso un recital”

Hubiéramos querido ir a acompañarlo y compartir con los niños, niñas y adolescentes pero...

Leer la cuarta parte de esta emocionante crónica

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (Segunda parte)

Leer la primera parte de esta interesante crónica

Era una mañana lluviosa y el transporte estaba en verdad muy escaso.    Al fin pudimos embarcarnos en un automóvil  cuyo conductor nos prometió dejarnos en el Barrancas setenta minutos después de que se iniciara el viaje.

Julio Larios y Alejandro Rutto

Impulsado por su poderoso motor de auto nuevo el vehículo avanzaba raudo por la Carretera de la Esperanza que nos llevaría desde Maicao hasta Paradero y desde ahí por la Vía Nacional hasta la ciudad natal de Luis Díaz el flamante extremo del Liverpool de Inglaterra.

Avanzábamos a cien kilómetros por hora, tuve la intención de pedirle a Fernando que bajara a la velocidad reglamentaria pero el caballero atendía la llamada de uno de sus numerosos clientes a quien debía recoger unos pueblos más adelante.   En el asiento posterior Larios miró su reloj con aire de impaciencia: eran las nueve de la mañana y veinticinco minutos, de manera que ya no podríamos cumplirle la cita a Abel.


Ante la evidencia de que ya era imposible llegar temprano como deseábamos nos tranquilizamos y nos concentramos en el viaje.

Las últimas dos semanas habían sido atípicas en el pueblo: nuestra geografía fue azotada por dos tormentas que dejaron barrios y calles inundadas y en medio de las dos un temblor de tierra de 4.3 en la escala de Ritcher con epicentro en el Lago de Maracaibo.

Dispuesto a olvidar esos malos momentos y para distraer la mente inicié conversación con Fernando a quien le pregunté por la seguridad en una carretera que tiene fama de ser muy peligrosa por el accionar frecuente de los atracadores.

La respuesta movió las placas tectónicas de mis emociones:

-“Viajar por aquí es una lotería. Sólo estaremos seguros cuando lleguemos a Paradero. En el momento menos pensado sale gente armada y se nos atraviesan. A mí me ha sucedido diez veces. En seis ocasiones me he salvado pero en otras cuatro nos han quitado todo lo que llevamos”

Con la intención de encontrar una respuesta más consoladora y para darme esperanzas a mí mismo me escuché decirle:

-Me imagino que el horario más peligroso es en la tarde o en la noche y no en una mañana tan bonita como esta

A lo que Fernando no tardó en responder:

-“Ellos no tienen horario, salen a cualquier hora y en todas partes, nadie está seguro hasta que no lleguemos a la curva en forma de S de Paradero

Un poco más adelante vimos a dos personas a la vera del camino que nos hacían señales para que nos detuviéramos,  lo llamativo no era su solicitud para que nos detuviéramos sino los objetos que llevaban en las manos. ¿Serían armas?

No nos detuvimos a averiguarlo.  Fernando fue hundió a fondo el acelerador hasta que la aguja del velocímetro marcaba 120, 140…160 kilómetros por hora.

¿Quiénes serían esas personas?

Leer de inmediato la tercera parte de esta emocionante crónica

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