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domingo, 16 de octubre de 2022

Crónica del primer encuentro de escritores en la Tierra Amable (tercera parte)



Por el retrovisor pudimos observar que eran dos hombres con intenciones de viajar y en cuyas manos tenían herramientas agrícolas.

-“Pobrecitos, nadie los va a llevar”, dijo el conductor

Leer la segunda parte de esta emocionante crónica

Recordé que no había orado aquella mañana, así que lo hice con toda la devoción posible así que apenas alcancé a ver los pueblos que dejábamos atrás: Carraipía, Porciosa, La Jamichera…y finalmente apareció la anhelada S de Paradero sin que hubiera ocurrido nada. 

En  verdad nos habíamos ganado lo que nuestro piloto llamaba “la lotería del viaje”.

En el asiento de atrás los dos compañeros de Larios, un hombre y una mujer,  charlaban animadamente acerca de los miles de millones de pesos que se movían en sus contratos.  Sin proponernos escuchamos detalles de jugosos negocios relacionados con actividades impensables. 

Al parecer tenían relaciones con empresas contratistas del estado y el diálogo giraba en torno a su evidente inconformidad por la repartición de utilidades.

Menos mal los ladrones de la carretera no supieron que  ellos venían con nosotros. 

Habrían sido el blanco perfecto.  A todas estas  ¿Por qué viajaban como pasajeros y no en sus propios vehículos? Tal vez para despistar al enemigo.  

La mujer se  ufanaba de haber puesto a alguien contra la pared mediante o una dura advertencia: 

-"Me ha visto cara de  idiota, pero usted no sabe quién soy yo"

Me hubiera gustado ver la cara de Larios al escuchar la manida frase de los prepotentes en Colombia. Preferí imaginar su irónica sonrisa. 

Los casuales acompañantes  iban para la audiencia pública organizada por la senadora Marta Peralta en Fonseca, de manera que su viaje era un poco más largo que el nuestro y tendrían más tiempo para hablar de sus millonarias transacciones. 

En cierto momento de su conversación decidieron hablar en un idioma desconocido para nosotros así que no pudimos saber quiénes eran ni en qué campo de la vida diaria se desempeñaban, así que nos concentramos de nuevo en la vía. 

Las lluvias dejadas por la tormenta habían logrado que a lado y lado de la carretera hubiera paredes verdes salpicadas de flores amarillas y rojas.   De un momento a otro el cielo claro fue inundado de nubes grises y comenzaron a caer algunas  gotas de lluvia que se deslizaban vertiginosas por el parabrisas.   

Un poco más adelante el sol volvió a asomarse en toda su intensidad, los pueblos se sucedían uno detrás del otro: Albania, Cuestecitas, Hatonuevo.

-¿Falta mucho para llegar a Fonseca?, preguntó uno de los multimillonarios del asiento trasero.

-“Ahora viene Papayal, después Barrancas y enseguida Fonseca”, estamos muy cerca contestó Fernando.

En efecto cruzamos Papayal pero Fernando llevaba en mente a Fonseca, así que por poco se pasa de largo. 

-¿Ustedes dónde se quedan? Nos preguntó Fernando

-Hotel Iparú, le contesté de inmediato.


Al llegar al sitio de nuestra reunión pagamos los cincuenta mil pesos del pasaje y entramos a toda prisa, pues llegábamos con una hora de retraso.

Nos recibió Jesús Acosta, un joven atento, respetuoso y emprendedor a quien los afanes de las múltiples tareas concernientes a su rol de director general del Festival del Carbón aún no le arrancaban ninguna muestra de preocupación y mucho menos de intranquilidad.

Lo primero que hizo fue pedirle a uno de sus auxiliares que nos hospedaran en el Hotel Musichi y que nos mantuviéramos allá a la espera de nuevas instrucciones.

A todas estas ¿Dónde estaría Abel Medina?

Una llamada de Julio Larios despejaría la incógnita:

-“Estamos en un colegio dando consejos a los jóvenes y de paso un recital”

Hubiéramos querido ir a acompañarlo y compartir con los niños, niñas y adolescentes pero...

Leer la cuarta parte de esta emocionante crónica

sábado, 14 de julio de 2018

Manito Ballesteros, ganadero ejemplar

Escrito por: Hernán Baquero Bracho

El jueves 4 de julio, murió en la ciudad fronteriza de Maicao, a los 95 años de edad, uno de los grandes patriarcas que ha tenido La Guajira en su devenir histórico: Manuel Ballesteros Galván, conocido cariñosamente en toda la región como “Manito” Ballesteros. De los ganaderos ejemplares que ha tenido la península en toda su historia. Un hombre probo, sin mácula, recto en todos sus procederes, que es la mejor herencia que les ha dejado a sus hijos y para ejemplo William Ballesteros López, ganadero transparente como su padre, el primer alcalde elegido popularmente en Maicao donde demostró solvencia moral y solvencia profesional. Ahí está también otro de sus hijos Alex con la misma impronta de su padre. Su nieta Ingrid Ballesteros Solano, alta ejecutiva de Carbones del Cerrejón, con la misma huella indeleble de su padre y de su abuelo: rectitud moral en todas sus actuaciones en su vida pública y privada.

Hace algunos años, FEDEGAN de quien era miembro activo le hizo un reconocimiento público por todo su trasegar como ganadero. Tomando una de sus palabras que quedan en la memoria de la gente correcta y de los ganaderos de valía “El robo de ganado era un delito…, ahora es un comercio”.

Transcribo apartes de ese homenaje de FEDEGAN para honrar a su memoria: “Manuel es, sobre todo, un buen conversador, como los hombres de su tierra y un recipiente de anécdotas de la vieja ganadería, a la que se dedicó su abuelo desde finales XIX, luego su padre y ahora él, desde 1948. Hoy vive en Maicao pero tiene su finca en la zona rural de Riohacha, desde 1970, cuando le tocó vender la anterior porque estaba en el área que hoy ocupa El Cerrejón. En este tiempo no había si no criollo, pero hoy, en “El Salao” – así se llama la finca porque la riega el arroyo del mismo nombre, Manuel tiene ganado en su mayoría mestizo (Cebú – Pardo).

“Era el año 1947 – mi padre contaba con 34 reses, 2 mulas y 3 burros, y me encargó que pidiera un préstamo en la Caja Agraria en Valledupar, porque en Riohacha no existían bancos. Solicité entonces uno por $1.000, pero me tocó conformarme con los $800 que me aprobaron. Esa sí, no se hizo efectivo sino hasta después del informe del visitador que enviaron, el señor “Pipe Socarras”. Corrijo, el visitador de esa época era el famoso “Tite” Socarras de los cantos de Escalona.

Poco después, y a pesar de las críticas de sus hermanos compro 25 puercos y viajó a Maracaibo, donde esperaba venderlos y regresar el día siguiente. “El regreso se demoró – recuerda Manuel – porque, estando allá – eso fue en el año 50 -, asesinaron al presidente de Venezuela y hubo una gran confusión. Después de haber recuperado el dinero continué viajando y comercializando ganado con el vecino país. El precio de una vaca buena en aquel tiempo era de $10 pesos”.

Manuel sigue pegado a sus recuerdos ganaderos y nos cuenta como, por ejemplo, no era común castrar los animales y las vacas se ordeñaban “Por no dejar” para el consumo de la familia y trabajadores y para hacer queso, porque no había quien comprara la leche para procesarla y tampoco el queso; el que se hacía en la finca se usaba para hacer trueques por yuca u otro producto con otros finqueros de la zona. Los animales se sacrificaban en los patios – no había mataderos – y contra las enfermedades lo único eran los remedios caseros de hierbas, como la contragavilana, un bejuco que abunda en la región y al que se le atribuían propiedades curativas. Los ganaderos de los daban a los animales por vía oral con una botella.

“Hoy todo es más moderno, más fácil, de que sirve, si la seguridad y la confianza se perdieron”. Manuel se aferra otra vez a la nostalgia: “No existían las divisiones de terrenos, cada habitante de le región respetaba la propiedad ajena, prácticamente no había documentos que respaldaran la propiedad privada. El robo de ganado era un delito, ahora es un comercio”.

Un hombre sano en todo el sentido de la palabra, se nos ha ido, dejando una huella indeleble en su tierra Papayal, donde fue su sepelio, en su Maicao que lo acogió como uno de sus hijos, en todos los ganaderos que lo conocieron y en sus hijos que les dejó la mejor herencia: Su legado moral. Ahora descansa en paz.      


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