sábado, 11 de noviembre de 2017
Frases sobre educación
“El maestro que intenta enseñar sin inspirar en el alumno el deseo de aprender está tratando de forjar un hierro frío.” Horace Mann
Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo. Benjamín Franklin
“Abrid escuelas y se cerraran cárceles.”
Concepción Arenal
viernes, 10 de noviembre de 2017
Entrevista con el padre Jefferson Ariza
La entrevista se constituye en una historia de vida de uno de los más queridos sacerdotes del norte de Colombia. Te invitamos a escucharla con mucha atención:
miércoles, 8 de noviembre de 2017
Wilfrido Enrique Solano, el poeta de la radio Guajira
Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
El arte de crecer en una ciudad bulliciosa
Estamos en el año de 1978, una época en que el
comercio de Maicao se encuentra en plena efervescencia, impulsado por la sòlida
economía venezolana. La ciudad de la frontera es un hervidero humano en el que
los gritos de los vendedores ambulantes se confunden con el de un revoleador
que anuncia el próximo viaje haca Maracaibo en un enorme automóvil repleto de
mercancías por la que sus propietarios han pagado un buen precio en bolívares,
la moneda de moda en la zona.
La ciudad trabaja de día a un ritmo frenético
y descansa de noche al son de los acordeones, las cajas y las guacharacas que
se hacen sentir en el Radio Club y en la Caseta Internacional.
Grandes conjuntos como Alfredo Gutiérrez, Los
Hermanos Zuleta, Jorge Oñate y Diomedes Díaz divierten a público ansioso de
escucharlos para relajarse un poco después de las duras jornada de trabajo.
El sueño junto a los acordeones y luces
Un jovencito llamado Wilfrido Enrique Solano
es el encargado de presentar a los teloneros de cada espectáculo: muchachos
como él cargados de muchos sueños dedicados a luchar para salir adelante y
ubicarse algún día al lado de los grandes.
Wilfrido tiene varias de las virtudes que se
necesitan para triunfar en el mundo de los micrófonos, las luces y las
candilejas: voz varonil, similar a la de los grandes narradores deportivos del
caribe, un léxico rico en adjetivos aprendidos en sus frecuentes incursiones a
las páginas inmarcesibles de García Márquez y Tomás Carrasquilla y coraje,
mucho coraje para ponerse frente a un auditorio de mil quinientas personas sin
que le tiemblen las piernas ni se le quiebre la voz, como le sucedería a
cualquiera de sus compañeros del colegio.
Buenas noticias matinales
Una mañana, después del interminable aunque
alegre trabajo de la noche, Wilfrido recibió en su casa del barrio Santander
una visita que habría de cambiarle la vida. Se trataba de Cristóbal Pájaro
Murieles, control de sonido de la emisora Radio Península.
Su misión era darle a conocer la buena nueva
de que el gerente general de esta organización radial Rafael Ramos, había
estado en una de las fiestas del fin de semana y estaba gratamente impresionado
con su trabajo. "El man ha pasado todo el día hablando bien de ti y te
pone de ejemplo ante los locutores, esta es tu oportunidad, visítalo y ponte a
sus órdenes"
Antes de que su amigo terminara de decir la
última palabra de su consejo Wilfrido estaba tocando la puerta de la gerencia,
en donde lo recibió el mítico gerente Rafael Ramos, un hombre que sabía de
radio y empresa y quien había hecho el milagro de convertir a Maicao en una de
las ciudades con mejor radio de Colombia en los años setenta, gracias a los
modernos equipos importados desde Estados Unidos y las destacadas voces de sus
locutores y periodistas, entre quienes se encontraban Jaime Rengifo, Roberto
Enrique Pineda, Tulio Pizarro, Ignacio Ramírez Pinzón, Jorge Ochoa, Raúl Comas,
Julio César Campanella, Eugenio Macías y Armando Correa entre otros.
Entrevista con el "señor Ramos":
contratado como locutor
El señor Ramos (así era conocido el gerente en
el mundo de la radio) le pidió que hiciera algunas pruebas en la cabina de
grabación y en las emisiones en vivo y, después de escuchar su voz, mezclada
con los efectos sonoros, decidió contratarlo como locutor de planta.
Su trabajo consistía en anunciar la hora, leer
comerciales y los servicios sociales que por la época estaban de moda tales
como "el señor Juan Valencia dejó olvidada su cartera en el cine Imperio.
Agradece a quien la haya encontrado traerla a los estudios de Radio Península.
Hay una magnífica gratificación. O este otro: "Se le informa al señor
Remberto Miranda que su sobrino Atilio Miranda llegó esta mañana de Ovejas
(Sucre) y desconoce su dirección, se le agradece pasar a recogerlo en los
estudios de Radio Península".
Según los conocedores de la historia radial
la única vez en que el servicio social fracasó fue cuando Jorge Ochoa leyó una
nota que decía: "Se le informa al señor Rafael Martínez que su suegra
María Rocha se encuentra en los estudios de esta emisora, se le agradece pasar
a recogerla. La pobre señora esperó y esperó y su descuidado yerno nunca
apareció.
Locución y programas de ritmo caribe
Volvamos al joven Wilfrido, quien después de
varios meses en la tarea inicial pasó a dirigir programas musicales de aire
caribeño y otros en los que daba a conocer los novedosos éxitos de los artistas
vallenatos.
Por largo tiempo combinó esta labor con la de
presentaciones y animaciones en vivo, en los más importantes espectáculos de la
región.
Salto al periodismo deportivo
En los años 90, con el auge de los equipos
guajiros en el torneo de Primera C, Wilfrido le da un giro importante a su
carrera como hombre de medios la vincularse a los programas deportivos y las
transmisiones en directo de los campeonatos inter departamentales organizados
por la División aficionada del Fútbol Colombiano (Difútbol).
Ya no se le ve en las casetas o en los bailes
sino en las canchas, los coliseos y en todos los lugares en donde se efectúe un
evento deportivo.
Así mismo funda sus propios espacios
deportivos y asume con responsabilidad este nuevo reto en el que pasa de la
locución al periodismo con mucho éxito.
Título universitario
Por esos mismos días se matricula como
estudiante de la facultad de Comunicación de la Universidad Nacional Abierta y
a Distancia y un poco después recibe su título como Comunicador Social
Comunitario.
Su título y su conocimiento de la actividad
deportiva le permiten acceder a un nuevo reto profesional cuando el alcalde
Ovidio Mejía Marulanda le hace la propuesta de nombrarlo como coordinador
municipal de deportes, cargo que desempeña con lujo de detalles durante un año.
Pionero en la nueva radio
En 2016 se convierte en uno de los fundadores
del Informativo de La Frontera, segmento periodístico de la emisora comunitaria
Frontera Stéreo. Junto a figuras de la radio, como José Luis de la Hoz, Anís
Suárez y Jesús Solano, Carlos Bula y la voz joven de Ernesto Rutto Ortega,
consolidaron un equipo de gran prestigio y buen rendimiento.
El lenguaje de Wilfrido, ya lo decìamos, se
caracteriza por un léxico rico en palabras sonoras, con cupo en el diccionario
pero de uso limitado en el habla de los seres humanos comunes y corrientes.
Además, tiene la facultad extraordinaria de enlazarlas de una manera muy
especial. Por eso su comentario tiene un especial tinte poético y eso lo hace
único, singular, imposible de olvidar.
Cuando habla su parlamento es fluido,
casi nunca se equivoca, parece que estuviera leyendo el texto cuidadosamente
escrito, cuando en verdad está acudiendo al borrador mental que ha construído
desde los tiempos en que inventaba frases bonitas para presentar a las futuras
estrellas del vallenato. Wilfrido, en definitiva es el poeta de la prensa
local, poeta único y solitario.
El periodista de los versos coloridos de fútbol consolida cada vez más
una carrera que comenzó aquella noche de los años setenta en que el señor Ramos
lo escuchó por primera vez anunciando a los teloneros de Alfredo Gutiérrez en
una noche alegre bajo el cielo bordado de estrellas y luna resplandeciente en
el viejo Maicao de los años setenta.
viernes, 3 de noviembre de 2017
La niña que no se sabía enfermar
Relato basado en la experiencia "Las Tic en piyamas" y desarrollado dentro del módulo Medios y tecnologia de la Informacion y la comunicación II de la Maestría en Pedagogía de las TIC en la Universidad de La Guajira orientada por la profesora Marlin Aaron
Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Juanita era una niña que
sus 9 años había aprendido todo lo que un niño debía saber en los tibios
corredores de su amplia casa, lo que todo niño quería disfrutar en los
divertidos columpios del bello parque coloreado de amarillo por las flores de resplandecientes
árboles de estación y todo, todo lo que sus maestros le habían enseñado desde
que apenas tenía dos años de edad cuando su papá la llevó por primera vez a la
escuela en compañía de Cástulo un travieso perro criollo de nombre extraño pero
de pelaje común al que habían adoptado cuando sus dueños de la casa del frente
se mudaron a otro barrio y lo dejaron abandonado.
A Juanita le gustaban las flores de un inmenso jardín que
cultivaban los abuelos, las cerezas de los pocos meses de lluvia de su región y
jugar con Cástulo al regresar del colegio. Pero déjame decirte que lo que más
le gustaba a Juanita de todos los gustos de su feliz infancia llena de
caperucitas rojas y de sirenas encantadas, era ir al colegio.
Desde muy pequeña aprendió a ser la primera en llegar a la
pequeña escuela del barrio y a ser la última en salir. Conocía el nombre de todos sus compañeros,
compartía con ellos sus meriendas y se ganaba pronto el cariño de sus
profesores. Juanita se aficionó a las clases, a las tareas, al cariño y a las
buenas notas.
Un día de lluvia Juanita tenía tos en la escuela y su
profesora se preocupó al verla opacada, como nunca antes había sucedido. La
llevaron de urgencia a casa y de casa al hospital. Juanita era una niña sana, pero ahora tenía
la primera cita con la recuperación de su frágil salud.
Permaneció un día, dos, tres en ese frío y solitario lugar
al que solo ingresaban personas vestidas de blanco que no eran muy aficionados
a conversar y jugar como sus profesores de la escuela. Ella no sabía lo que tenía y con el paso de
los días ni siquiera quiso preguntar más. Su papá con todo cariño le dijo: polo
mejórate y no te preocupes de nada, todo va a salir bien.
El tiempo fue pasando y los doctores iban y venían. Juanita
no sabía nada de Cástulo, ni del bello parque ni del jardín de sus sueños.
Pasaba largas horas acostadas, que serían más aburridas de no ser por los libros
que le habían traído de casa y por sus largas conversaciones imaginarias con el
ángel de la guarda, que la visitaba con frecuencia en la profundidad de su
prolongado sueño nocturno. Las alitas
blancas de este increíble ser, su voz dulce y sus consejos, cada día le daban
más ganas de vivir.
Pero un día estando despierta, bien despierta, recibió una
visita que cambiaría para siempre sus días en el hospital
Se trataba de Carmen, la profesora del aula del hospital,
quien había conseguido autorización de los médicos para llevarla cada día a la
que iba a ser su nueva escuela. Juanita se estaba recuperando bien, pero los
doctores calculaban que era necesario que estuviera otro tiempo bajo su
estricta vigilancia.
¿Cómo podía ser posible estudiar dentro de un hospital?
En uno de sus más bellos sueños Juanita le había contado al
ángel de la guarda que extrañaba mucho su escuela y que ella quería regresar
pronto. Su protector sólo le respondió con un gesto afirmativo y una de sus
tiernas sonrisas.
Pero ahora, el sueño se hacía realidad. Carmen la llevó en
su silla de ruedas a la pequeña escuela en donde le gustó un cartel bien grande
que decía “Bienvenida Juanita”, escrito en una cartulina blanca adornada de
flores amarillas, las que a ellas más les gustaban.
Desde ese día Juanita sintió que sus días eran más felices.
Le gustaba obedecer a los médicos, con tal de que la dejaran ir lo más rápido
posible con su profesora.
Una vez en el aula, disfrutaba de sus tareas, escuchaba
bellos cuentos que salían de una grabadora ubicada en el rincón derecho y hasta
podía escribirle cartas al ángel de la guarda en un computador recién traído
por esos días a la escuela. Contaba checas, pelotas y cerezas, especialmente
traídas por su padre y así mantenía el contacto diario con los números. En el
periódico leía y recortaba noticias de diferentes lugares y aprendía clases de
geografía. Pero lo que más le gustaba era escribirles cartas a sus amigos de la
escuela, a sus profesores y a su ángel de la guarda.
Por eso se hizo amiga del computador, al principio sólo para
escribir cartas, pero después comenzó a leer historias, cuentos, y noticias,
más noticias de un mundo mágico en que 2 más dos eran cuatro y tres más tres
eran seis, en el que entendió cómo se formaban las flores que tanto amaba y las
cerezas que saboreaba con deleite.
De no ser por las batas blancas, las pastillas y las
jeringas Juanita se hubiera olvidado por completo que estaba en un hospital. Un
día soñó que el hospital quedaba dentro de una gran escuela y la escuela estaba
dentro de un gran parque y el parque estaba dentro de la habitación de su casa
y por eso ella, a diferencia de los demás niños iba siempre vestida en piyamas.
Un día sus compañeritos de la escuela pidieron permiso para
visitarla pero les negaron su solicitud, por una razón muy, como diríamos, por
una razón muy especial. Juanita se había curado y el próximo lunes estaría de
nuevo con ellos en la escuela.
Ciertamente el médico y Carmen se reunieron con Juanita y le
dieron la buena nueva de que podría regresar a casa. La niña los miró a los
ojos, parpadeó con lentitud y abrió su bolso de donde sacó un puñado de cerezas
que le regaló a cada uno. Los voy a extrañar mucho, les dijo. Los llevo en mi
corazón. Yo no sabía enfermar, pero ahora no quiero irme. Gracias muchas
gracias.
Esa noche en casa Juanita volvió a ser la misma niña de
siempre. Y planeó que muy pronto estaría en casa de los abuelos recogiendo
flores del jardín para obsequiárselas al
ángel de la guardia con quien planeaba encontrarse esa misma noche.
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