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Si Maquiavelo aún viviera vería con orgullo y tal vez un poco de sorpresa como sus ideas se han mantenido vigentes e inamovibles a pesar del paso de los siglos y de los cambios registrados en la política, en la economía y, en general en todas las áreas en las que los hombres interactúan en el día a día de sus vidas.
Si Maquiavelo aún viviera vería con orgullo y tal vez un poco de sorpresa como sus ideas se han mantenido vigentes e inamovibles a pesar del paso de los siglos y de los cambios registrados en la política, en la economía y, en general en todas las áreas en las que los hombres interactúan en el día a día de sus vidas.
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Del escritor italiano lo más conocido es aquel principio aplicado a la política según el cual el fin justifica los medios. Se infiere de este dudoso postulado que toda acción, toda argucia, todo pensamiento, toda hipocresía y, por supuesto, toda maldad son válidos a la hora de lograr un objetivo.
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Maquiavelo no solo escribe esta idea en un diario íntimo o en las páginas de un periódico; ni siquiera las apunta en un libro de profusa circulación. Sus consejos se los da directamente a los gobernantes y éstos, ni cortos ni perezosos, aceptan el regalo y comienzan a hacer uso de éste.
Maquiavelo no solo escribe esta idea en un diario íntimo o en las páginas de un periódico; ni siquiera las apunta en un libro de profusa circulación. Sus consejos se los da directamente a los gobernantes y éstos, ni cortos ni perezosos, aceptan el regalo y comienzan a hacer uso de éste.
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Y no solo lo ponen en práctica ellos sino que se lo obsequian como herencia generosa y desinteresada para todos los gobernantes de todos los países y de todas las épocas. Y quienes se han dedicado a l ejercicio del arte de gobernar han entendido a la perfección: los propósitos, tanto los personales como los partidistas deben lograrse aún a costa de incurrir en conductas moralmente cuestionables y éticamente indefendibles.
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A Maquiavelo se le relaciona, y no sin razón, con lo maligno, lo pérfido y lo inmoral. Lo extraño no es el hecho de que existiera alguien como él sino la cantidad increíble de seguidores que ha tenido en el mundo entero. Por igual se vale una mentira para invadir un país como para ganar unas elecciones.
A Maquiavelo se le relaciona, y no sin razón, con lo maligno, lo pérfido y lo inmoral. Lo extraño no es el hecho de que existiera alguien como él sino la cantidad increíble de seguidores que ha tenido en el mundo entero. Por igual se vale una mentira para invadir un país como para ganar unas elecciones.
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Da lo mismo maquillar las cifras más importantes de la economía para obtener el favor popular, que cambiar las leyes en beneficio propio. Da lo mismo financiar una campaña con dineros lícitos que hacerlo con recursos de procedencia oscura.
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En fin, Maquiavelo sigue hablando en voz alta y repite una y otra vez la frase en la cual se resumen sus principios: el fin justifica los medios.
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Quienes han leído “El Príncipe” la obra más conocida del nefasto consejero, resumen sus ideas en dos palabras: mala fe. Y esta es precisamente la herramienta más recomendada a todo aquel que desee leerlo y atender sus enseñanzas. Y vaya si hay gente dedicada a poner en práctica estas lecciones valiosas para quienes consideran que lo importante es llegar al poder y sostenerse en él, no importa cómo ni a costa de quién.
Quienes han leído “El Príncipe” la obra más conocida del nefasto consejero, resumen sus ideas en dos palabras: mala fe. Y esta es precisamente la herramienta más recomendada a todo aquel que desee leerlo y atender sus enseñanzas. Y vaya si hay gente dedicada a poner en práctica estas lecciones valiosas para quienes consideran que lo importante es llegar al poder y sostenerse en él, no importa cómo ni a costa de quién.
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Sin embargo, a pesar de Maquiavelo y, probablemente por su culpa, la ética y las buenas costumbres no pasan de moda. Hoy más que nunca la política y todas las demás actividades de la vida diaria, necesitan hombres y mujeres que no se compren ni se vendan. Aunque tiemble la tierra. Aunque se desplomen los cielos.
Sin embargo, a pesar de Maquiavelo y, probablemente por su culpa, la ética y las buenas costumbres no pasan de moda. Hoy más que nunca la política y todas las demás actividades de la vida diaria, necesitan hombres y mujeres que no se compren ni se vendan. Aunque tiemble la tierra. Aunque se desplomen los cielos.
NOTA DE LA REDACCIÓN:
Alejandro Rutto Martínez es un prestigioso académico guajiro dedicado a la docencia y al periodismo. Es autor de varios libros, entre ellos "Si mañana fuera hoy" y "Aunque tiemble la tierra y se desplomen los cielos"