La historia de
Martina Perfecta Peñaranda es la de una mujer destacada.
Y no por las razones que la sociedad ha tenido en cuenta para entregar
sus condecoraciones o para escoger a la persona cuya estatua adornará el centro
de la plaza del pueblo.
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Fe de bautismo de Martina Perfecta |
No ocupó los primeros
lugares en el colegio ni coleccionó títulos académicos; tampoco ganó trofeos
deportivos ni honores en el arte.
¿Qué fue,
entonces, lo que hizo de ella un ser
humano destacado?
Lo que la hizo
sobresalir fue su capacidad de trabajo, su entrega a la lucha diaria de la vida
y su desprendimiento para darle el bienestar a su numerosa familia.
¿Cómo lo
hizo? ¿Cuáles fueron los medios que
utilizó una mujer de extracción humilde, condenada a la pobreza, para derrotar
la adversidad y educar a cada uno de sus hijos hasta convertirlos en brillantes
profesionales?
La respuesta se
encuentra en varias palabras y frases: trabajo duro desde las primeras horas de
la mañana hasta las últimas horas de la noche; amor ilimitado hacia los suyos;
el enorme deseo de ver a sus hijos en el podio de los triunfadores; creatividad
para afrontar las sucesivas crisis por las que atravesó su pueblo y su gente; espíritu emprendedor para iniciar nuevas
empresas ajustadas a los cambios de la época.
En adelante contaremos la historia de esta valiente mujer,
cuya mayor victoria está en el haber educado y formado a sus hijos gracias al
producido de un anafe en el que asaba más de 300 arepas y cocinaba 150 bollos
todos los días, De ella hablaremos a continuación.
Nacimiento y primeros años
Martina Perfecta
Peñaranda Mendoza nació el 23 de junio de 1935 en la Calle Ancha de Riohacha,
exactamente en el lugar en donde por años ha funcionado el estadero Casa Azul.
Sin embargo, su nacimiento en este sitio se debe a una de las casualidades del
destino.
Su señora madre viajó a Riohacha
a visitar algunos parientes y allá le dieron las ganas de nacer a la
criatura que llevaba en el vientre.
Sus padres y
abuelos vivieron siempre en la finca El Brasil, jurisdicción del corregimiento
de Cotoprix, en el área rural de Riohacha.
Por eso, su fe de bautismo, firmada
por sacerdotes italianos, consigna su nacimiento en este hermoso pueblo y no a
orillas del Caribe en la capital del departamento.
Su hogar estaba
formado por gente de carácter recio y corazón tierno: Eusebio Peñaranda y
Dolores Tomasa Mendoza, quienes se ganaban la vida trazando los surcos de la
fertilidad en la tierra para lograr que cada semilla sembrada germinara y de
ella brotaran los deliciosos frutos de la tierra. Eran campesinos consagrados.
Conocían los
aromas del invierno y sabían identificar los anuncios de la primavera. Eran
expertos en interpretar el mensaje cifrado de la luna y el misterioso
movimiento de las estrellas en el firmamento despejado de su parcela.
En El Brasil se
dedicaban a la siembra de maíz, patilla, caña de azúcar…en fin, de todo aquello
que pudiera brotar de la tierra y pudiera servir para alimentar a la familia.
Una familia numerosa por
cierto, de la que, además de Martina, hacían parte Claudio, María Petronila Ana
Isabel y Teódulo Rafael.
Eran en total cinco los hijos de la casa, pero Eusebio
tenía que proveer también para la manutención de sus otros dos hijos, María y
Eusebio Junior, quienes habían nacido antes de su unión con Dolores.
No había tiempo para el descanso, las
obligaciones eran el estímulo para afrontar el trabajo duro como una parte
normal del diario vivir.
Huérfana a los 13 años
Dios nos presta
a los seres queridos por un tiempo determinado. Y un buen día decidió llamar a
su presencia a Dolores Tomasa. Dolores partió y el dolor se apoderó de la
familia, especialmente de Martina que era una de las hijas más apegadas a ella.
En momentos como
esos la solidaridad de las familias guajiras es grande. Normalmente hay un tío,
un primo, un hermano mayor, un abuelo que se ofrece para completar la crianza
de los niños y adolescentes desamparados.
En este caso la familia contó con el
apoyo de Eulalia Brito Bravo, “la tía Yaya” quien se vino a vivir a la casa
para ayudar a don Eusebio en la dura tarea de cuidar de sus hijos.
Ella fue una segunda madre, pues no solo se
encargó de las tareas de la casa y de ayudar en el trabajo de la parcela, sino
de inculcar los valores del respeto, la tolerancia, la importancia de la
familia y la necesidad de aprender un arte, un oficio o un trabajo decente.
Se casan sus hermanas
Sus hermanas
mayores formaron sus respectivas familias y salieron del nido paterno para
construir sus nuevos horizontes. La primera en constituir su hogar fue María
Petronila (“Mama Tía”) y luego lo hizo Ana.
Las dos se van a vivir a Villa Martín (Machobayo). Se hacen muy
conocidas en el pueblo y comienzan a tener tiempos de prosperidad.
Después de un
tiempo decidieron llevarse a su hermana menor que ya era toda una hermosa
señorita, trabajadora, decente y bien educada.
Martina vive
ahora días muy felices en Machobayo junto a sus dos ejemplares hermanas quienes
hacen todo lo posible para consentirla y hacer que se sienta feliz.
Conforma su hogar
En su nuevo
lugar de residencia conoce a muchas personas
con quienes entabla amistad, siempre con la guía de sus hermanas
mayores.
Uno de sus mejores amigos
de la
época Néstor Brito Pinto,
conocido como “Negro Pelón”, de Cotoprix. Éste le hace la propuesta de irse a
vivir juntos y formar una familia.
Ella, una mujercita hecha y derecha de 18
años acepta y comienza una nueva etapa de su vida.
Un tiempo
después, en 1.955, se siente realizada
como mujer cuando Dios le permite ser madre por primera vez cuando nace su hija
Edilma, una bella morenita que la llenaría de mucha felicidad.
Tres años después nació Milanis, de manera
que la vida le permite tener a cuatro
mujeres que significan todo en su vida: sus dos hermanas y sus dos hijas.
Las
circunstancias de la vida conllevaron a la pareja a dar por terminada la
relación. Martina asumió con entereza su nueva situación de madre soltera.
No
se acobardó ni se desanimó sino que se concentró en criar a sus hijas con todo
el cariño que puede deparar el corazón de una madre.
Para esto, contó siempre con el indeclinable
apoyo de sus hermanas Ana y María Petronila, quienes ahora se habían ido a
vivir a Maicao y desde allá le enviaban su voz de aliento.
Una nueva oportunidad
Martina decidió
darse una nueva oportunidad y unió su vida a Máximo Florentino Camargo Bertis,
un campesino cuya condición humilde no permitía deducir que era hijo de Lorgio
Camargo, uno de los hacendados más importantes de Machobayo.
Se prometieron amor para toda la vida y se
expresaron el deseo de tener muchos hijos y de ser felices mientras los criaban
y los educaban.
Se trasladan a Maicao
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La casa de Martina en el Barrio El Carmen |
En
1.962 la pareja acepta el llamado de las hermanas de Martina y decide trasladarse a Maicao. Martina está embarazada y un poco después nace su tercera
hija, la primera de su compañero Máximo: Marilyn Camargo Peñaranda.
Viven en la
calle 11 con carrera 22 en el barrio El Carmen de Maicao y todo marcha bien:
las tres niñas crecen sanas, hermosas y fuertes y Martina vive ahora cerca de
sus dos hermanas, esas mujeres a las que ama tanto.
El compañero andariego
Máximo
es como uno de esos barcos fabricados para recorrer los siete mares y no se
acomoda a vivir anclado en un solo lugar. Por eso son constantes sus viajes a
Cotoprix, Machobayo y Venezuela, en busca de trabajo y de nuevos lugares para
ejercer sus conocimientos como agricultor.
Por
un tiempo largo se va a atender sus cultivos y cuando la cosecha está lista
regresa con las bendiciones que le ha dado la tierra.
Y
en cada venida suya a casa Martina lo recibe con cariño y con el amor reprimido por las ausencias.
Martina reflexiona y decide que tiene que
trabajar duro
En
uno de los retornos Martina concibe de nuevo y estando en la etapa de gestación
reflexiona sobre la necesidad de obtener ingresos por sus propios medios,
porque lo que máximo trae cada tantos meses se acaba y entonces ella y los
suyos sufren variadas penalidades.
Sus
angustiosos pensamientos la llevan a tomar la decisión de trabajar en lo que salga:
algunas veces toca las puertas de las casas de familia para pedir trabajo como
empleada doméstica y en otras ocasiones se va a Venezuela a trabajar en las
duras faenas de las materas en donde desempeña de igual a igual el trabajo que
entonces solo estaba reservado a los más recios varones.
Todo esto ocurre mientras su vientre va
creciendo, puesto que está nuevamente embarazada.
Sus primeros varones
Cuando Marilyn
tiene tres años nace Claudio, el primer varón de la familia. Fue un parto complicadísimo, que casi le
cuesta la vida. Duró diez días hospitalizada al cuidado de los médicos y
enfermeras del Hospital Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha.
Después de
ser dada de alta pasa la convalecencia en casa de su hermana María Peñaranda,
conocida dama de la capital guajira por su arte de curar mediante medicamentos
naturales y la aplicación de terapias basadas en ventosas.
Máximo
viene por un tiempo, cargado con los frutos de la cosecha, conoce a su hijo, lo
consiente por unos días y luego parte hacia Venezuela.
Un
tiempo después, cuando corre el año 1966, Martina, llena de felicidad, trae al mundo a
su hijo Douglas.
Empresaria en el mercado público
Algunos
meses después del nacimiento de su segundo varón Martina decide iniciar una
empresa familiar en el mercado público.
Consigue un puesto de ventas en el pabellón del chivo y da inicio a su
nueva faceta de empresaria en un ramo muy especial: los desayunos
criollos.
Cada madrugada en el negocio
de Martina se ofrecen deliciosas arepas de queso, bollo limpio, bollo de
chichiuare, bollo de mazorca, mazorcas asadas, mazorcas cocidas. Y como si lo
anterior fuera poco, la especialidad de la casa: desayuno de asadura guisada
con bolo o arepa, acompañada de chicha de maíz.
¿Qué más podían pedir los felices
clientes que por una módica suma podían comer como reyes?
El
negocio crece y cada día es mayor el número de clientes. También crece la buena
fama y la acreditación del sitio. El “good will” de ese pequeño restaurante sin
nombre pero con mucho sabor, es inigualable.
Diversificación del trabajo
Los
ingresos del pequeño desayunadero eran aceptables pero no suficientes para
sostener a la familia y por eso se veía abocada a realizar otras actividades
para generar ingresos. Con alguna frecuencia se trasladaba a Bucaramanga a
comprar “bruscos” o plantas medicinales y quina y romero que se vendían rápido
y a buenos precios en el mismo mercado.
También
compraba cintas y flores artificiales para fabricación de coronas fúnebres las
cuales tenían buenas ventas en algunas fechas especiales, sobre todo el 2 de
noviembre, conocido como el Día de Difuntos.
Crece la familia
Máximo,
quien debía ser el hombre de la casa, continuaba con su acostumbrada rutina de
viajar por diversos lugares de La Guajira y de Venezuela.
Cuando regresaba traía algún dinero y
productos del campo con lo cual la economía doméstica mejoraba por una
temporada.
Su presencia también incidía en el crecimiento de la familia. En sus
esporádicas visitas Martina concebía
nuevamente y de esta manera nacieron sus hijos Marinellys (1970), Lisbellys
(1.973) y Alex (1.979).
Tener
más hijos significaba también nuevas responsabilidades y la necesidad de
trabajar con más fuerza.
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Los mejores frutos de Martina: la educación de sus hijos y nietos |
Por eso Martina se levantaba desde las 3 de la mañana
para moler el maíz y preparar la masa que se llevaría al mercado en una
ponchera sobre su cabeza.
Era un cotidiano recorrido de seis cuadras en el que sus
pequeños hijos la ayudaban a cargar las ollas, los calderos y todos los
utensilios para la jornada de cada día.
Una mujer incansable
Los
hijos de Martina evocan aquellos días de trabajo y más trabajo y llegan a la
conclusión de que nunca vieron que su mamá se tomara aunque fuera un minuto de
descanso:
“Ella siempre estaba haciendo algo: o comprando el maíz, o moliendo,
o preparando las hojas en que envolvía los bollos, o preparando las cabuyas con
que los amarraba, o arreglando los fogones o haciendo las coronas para el día
de difuntos. Yo
no recuerdo a mi mamá sentada en una silla o acostada en una hamaca dándole
reposo al cuerpo”.
Quien así se expresa es Marinellys, una de sus hijas, quien
recuerda a su mamá como gran amante de la poesía. "Declamaba sus estrofas preferidas en la
noche, mientras envolvíamos los bollos limpios que se venderían la mañana
siguiente", dice Marinellys, mientras una sonrisa nostálgica adorna su rostro.
Una anécdota muy especial
En
1979, cuando tenía 44 años de edad quedó embarazada nuevamente. Como tenía ya
siete hijos y una edad en la que las mujeres no suelen concebir, a ella le daba
pena contarle a sus vecinos y compañeros de trabajo que esperaba un nuevo bebé.
Por eso contaba la falsa historia de que estaba enferme del hígado y que este
órgano cada vez se le hinchaba más. La
gente la escuchaba y le daban consejos y palabras de consuelo. Pero otros no
terminaban de creerse la historia.
Finalmente
Martina no pudo ocultar más su embarazo porque un día la llevaron corriendo al hospital para
dar a luz a su hijo Alex, un niño vivaracho, grande y de piel muy oscura.
Después de un tiempo, cuando regresó a sus
labores, con el niño en los brazos, la gente le decía: “Caramba Martina, pero
ese hígado tuyo es bien negro y bien llorón”
Temores y decisiones
La
familia extendida de los Camargo se vio involucrada en un delicado enfrentamiento con otras
familias, peligrosa situación que era usual en los tiempos de la mal llamada
“bonanza marimbera” en La Guajira.
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Grado de bachiller de su hijo Douglas Peñaranda |
Por
precaución Martina manda a sus hijos varones Claudio y Douglas a estudiar en
Cartagena. Fueron años muy difíciles para todos.
Martina y sus hijas debían aplicarse hasta
el límite, amasando y vendiendo más arepas y bollos para sostener a los muchachos
en su exilio.
En ese tiempo se amasaban hasta diez bolsas de Harina Pan en un
solo día. Por su parte los estudiantes sufrían lo indecible en tierra ajena para
sostenerse con los escasos recursos que les giraban desde Maicao.
Después de la tormenta viene la calma
Cuando
Claudio termina sus estudios de bachiller, logra entrar como empleado a la mina
de El Cerrejón y como todo buen hijo
comienza a aportar para el sostenimiento de la casa.
Martina no deja de trabajar pero la ayuda que
le brinda su hijo es muy importante y ella la agradece como una respuesta del
cielo a sus oraciones.
Hermanos solidarios
Claudio aporta para el sostenimiento del hogar y, además, asume la responsabilidad de brindarle los estudios superiores a sus hermanas
menores y es así como Martina siente un gran alivio por esa valiosa ayuda.
Lo
que el muchacho gana como minero lo invierte en pagar el semestre y otros
gastos de quienes en el futuro se convertirían en personas brillantes cada una
en su área profesional.
Marinellys
logró terminar sus estudios como Fisioterapeuta y Lisbellys se graduó como
bacterióloga.
Marinellys
decidió seguir el ejemplo de Claudio y se propuso ayudar a su hermano menor
Alex para que éste cumpliera sus sueños de convertirse en Ingeniero de
Sistemas, grado que obtuvo con la ayuda de toda su familia, pero especialmente
de sus hermanos.
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Una hermosa familia fue el legado de Martina |
Jesucristo, el centro de sus vidas
Una
característica de esta familia es el haber entregado sus vidas al servicio de
Jesús y aceptarlo como su único y verdadero Salvador.
Primero fue Marinellys, en 1984, y después ella y luego la familia entera la
que decidió servir en la obra del evangelio, en la cual fue reconocida como una
verdadera guerrera de la fe y una propagadora de las buenas nuevas de
salvación.
El "evangelio del boli"
Martina
hizo gala de su creatividad y la aplicó a su labor como evangelista. En la
noche preparaba una buena cantidad de
bolis y al día siguiente esperaba a los estudiantes cuando salían del
colegio.
A las 12 del mediodía les predicaba la Palabra de Dios mientras los
muchachos degustaban el oportuno refrigerio en una hora en que las temperaturas
superaban los 37º. y los estudiantes venían agotados, hambrientos y sedientos
luego de estar por seis horas seguidas en clases.
Algunos
de ellos aceptaron a Jesús como su único y verdadero Salvador y comenzaron a
congregarse en la Iglesia Cristiana Cuadrangular.
La batalla final
En
1.993 los médicos le diagnosticaron a Martina un agresivo cáncer de seno que
hizo metástasis a sus huesos.
A pesar de todo no se apartó de sus
actividades en la iglesia ni dejó de ser la mujer enérgica de siempre.
Fue una terrible batalla que afrontó con el coraje de
una mujer valiente, como las de su raza aferrada a la fe en Cristo Jesús y a la
certeza de que todo terminaría con la victoria de la vida eterna sobre la
muerte.
Durante
el tiempo de lucha contra la enfermedad fue la guía espiritual de su familia y
la consejera de sus hijos para que éstos afrontaran con éxitos los desafíos de
sus vidas.
Finalmente
Dios decidió llevarla a su lado el 21 de febrero de 1.998 cuando aún no había
cumplido los 63 años de edad.
Posdata
Una frase de Martina: “El trabajo es
ley divina y todo aquel que en él piensa vive bien
Su canción preferida: La cama vacía
Un arte: el de la declamación.
Declamaba de noche mientras preparaba el trabajo del siguiente día
Su poema preferido: Verdades amargas