Escrito por: Alejandro Rutto Martínez
Por momentos se hunde del todo y es
cuando el motor se torna incapaz de continuar el viaje. Es necesario que los
pasajeros varones se bajen para ayudar a empujarlo y ponerlo en marcha de
nuevo. Ha salido desde puerto López con destino final Riohacha y en el camino
ha pasado por numerosas comunidades en donde algunos pasajeros se bajan con sus
aperos y otros suben a bordo para llegar a alguna parte.
En algunos tramos no hay vegetación ni
puntos de referencia para guiarse, pero el conductor conoce el camino como la
palma de la mano y no tiene ningún problema en su orientación.
En el cielo se mueve perezoso un sol
inclemente y tan sólo unas pocas nubes escuálidas y presurosas que no dan
ninguna esperanza de sombra y mucho menos de lluvias. Es apenas el mes de
septiembre, de modo que faltan aún algunas mañanitas para que comiencen las
lluvias de octubre.
El conductor sabe que entre sus pasajeras viene Paulina Díaz, mujer wayuu, nativa de Uribia, a quien mandaron de viaje de manera urgente porque tiene cumplidos sus nueve meses de embarazo. Como no hay partera en Puerto López la familia ha decidido mandarla a Riohacha para que tenga su criatura. Por esta razón el vehículo no puede ir todo lo rápido que quisieran sus ocupantes, porque la muchacha puede sufrir algún percance de salud.
Pero tampoco pueden ir tan lentos porque corren el riesgo de no llegar a
tiempo al hospital. En una de sus paradas advierten que el vehículo está
recalentando, situación que los obliga a hacer una pausa más prolongada de lo normal.
Paulina y sus acompañantes se preocupan y le piden a Dios que el carro pueda reanudar
la travesía y llevarlos sin contratiempos a su lugar de destino.
Tras largas jornadas de desplazamiento,
paradas, pausas, revisiones mecánicas y negociaciones entre los transportadores
y los pasajeros que piden rebaja, el vehículo por fin llega a Riohacha al
atardecer del 5 de septiembre de 1950. Paulina
y sus acompañantes se instalan en la casa de sus familiares en la calle cuatro,
cerca al Cementerio Central, sector conocido como El Guapo.
Las oraciones habían dado resultado en
cuanto a la llegada, ahora faltaba que la criatura naciera sin ningún
contratiempo. El rostro de la mujer indicaba que sufría los rigores propios de
los últimos
días de
su embarazo. Podría decirse que habían
llegado sobre el límite del tiempo. Esa noche Paulina no durmió mal y, al día
siguiente se sentía bastante decaída. Al parecer el maltrato sufrido en el
viaje le estaba pasando factura. Cuando despertó, con el último hilo de su voz
debilitada le hizo saber a sus familiares lo dramático que era su estado de
salud:
-
"Ya no aguanto más, creo que me voy a morir, todo me duele, todo
me da vueltas.”
Quienes
la rodeaban comprendieron que la situación era muy delicada, le pidieron a Dios
que no fuera muy tarde y se decidieron a actuar.