viernes, 30 de junio de 2023

Walid Hachem, un libanés que le dio su corazón a Maicao

 


Fue un destacado comerciante libanés que hizo historia en Maicao durante los años ochenta, líder destacado de la cadena de Almacenes Milano que era distribuidor mayorista de finos perfumes europeos en el país.
Lideró numerosas campañas en favor de las personas humildes, de la etnia wayüu.
Los establecimientos comerciales a su cargo generaban decenas de empleos los cuales eran desempeñados por las personas que fueran capaces de demostrar honradez y gran capacidad de trabajo.
Promovió entre sus coterráneos una campaña para dotar a Maicao de un nuevo camposanto que reemplazara al antiguo Cementerio San José, el cual había cumplido su ciclo.
Walid donó un lote en la antigua vía a Uribia y gestionó los aportes de la colonia libanesa para que se construyera el Cementerio Colombo Árabe de Maicao, el cual aún se encuentra en funcionamiento.
Fue asesinado el 17 de abril de 1.990 a las 2 de la tarde en un atraco ocurrido en la vía que de Maicao conduce a Riohacha, triste hecho protagonizado por una banda de delincuentes.
El cuerpo de Walid Hachem fue embalsamado y viajó con destino a Líbano, pero su corazón fue sepultado en el Cementerio que él le regalara al pueblo de Maicao. Se puede decir que, de manera literal, su corazón permanecerá siempre en la tierra a la que le sirvió en cuerpo y alma.

El día en que premiaron a Carlos Serrano Cotes


Junio de 1986, Riohacha. El director de Corpoguajira Francisco Javier Daza Tovar entrega el reconocimiento "Radio, toda una vida" al periodista Carlos Serrano Cotes, por ese entonces director de noticias de la emisora La Voz de la Pampa.

El programa fue organizado por el Círculo de periodistas de La Guajira y el semanario Causa Guajira.

Fue un premio a largos años dedicados a la labor periodística a los cuales hay que agregar los que han transcurrido desde entonces porque Carlos aún se encuentra activo.
Periodista, escritor, analista político, columnista y director de medios, Carlos es el decano del periodismo guajiro y un ejemplo para la sociedad.
Dios le dé larga vida y ojalá algún día podamos volver a escucharlo en la radio local como en sus viejos tiempos en programas como "Para ejecutivos y para usted también" y "El observador peninsular".
Foto tomada del semanario Causa Guajira, hemeroteca de la biblioteca Miguel Ángel López de Maicao.

lunes, 19 de junio de 2023

Cuatro datos importantes sobre la final entre Millonarios y Nacional

 

Son los equipos más ganadores del fútbol colombiano

Los dos son los equipos más ganadores en la historia del fútbol colombiano. Nacional suma 17 títulos en la liga y Millonarios tiene 15. Sumando otros torneos Nacional tiene 32 títulos (17 de liga, 5 Copas BetPlay, 3 Superligas, 2 Copas Libertadores, 2 Copas Interamericanas, 2 Cpas Merconorte y 1 Recopa Sudamericana).  Millonarios por su parte posee 20 títulos (15 de liga, 1 Merconorte, 3 Copas BetPlay y 1 Superliga)


Nunca se han enfrentado en una final de liga pero sí en otros torneos

Nacional y Millonarios nunca han disputado una final directa desde que se creó este formato en los años 90, pero se han enfrentado tres veces en otros torneos, como lo describimos a continuación: 

Copa Merconorte 2000, ganada por los verdes de Antioquia

Copa Colombia 2013, también ganada por Nacional

Superliga 2018, en la que resultó vencedor Millonarios.

 

Son los mejores equipos del año

Al sumar todos los puntos del 2023, incluidos los cuadrangulares los dos finalistas resultan ser los que mejor posición tienen a lo largo del semestre. El equipo de Gamero suma 51  y figura primero en la reclasificación, contra 47 de Nacional que se ubica como segundo.

 

Una gran rivalidad de 34 años

El 26 de abril de 1989 se jugó el partido de vuelta en los cuartos de final de Copa Libertadores entre los dos protagonistas de hoy. En el juego anterior Nacional había ganado 1-0 con gol de Albeiro Usuriaga y necesitaba de un empate para avanzar a semifinales. Carlos “La Gambeta” Estrada puso en ventaja a Millonarios a los 25 minutos y Jhon Jairo Tréllez empató a los 80.

Si embargo, la jugada polémica ocurrió en el minuto 67 cuando René Higuita derribó en el área a Arnoldo Iguarán, pero el árbitro chileno Hernán Silva, a quien se le cayó el pito en ese momento, lo recogió del suelo y señaló cobro de tiro de esquina y no la pena máxima esperada por los jugadores albiazules y los más de treinta mil asistentes al estadio El Campín de Bogotá.

Nacional clasificó y ganó el torneo pero a la familia azul nunca se le olvida este episodio que desencadenó una rivalidad igual o superior a la que se mantiene con Independiente Santa Fe.

sábado, 17 de junio de 2023

La traga de Dámaso o el amor que nunca fue

Escrito por: Edwin Peralta Martínez 


Andaba Dámaso en su Toyota viejo 74 y al doblar por la calle del Pereque se encuentra

que Sildana, su amor platónico de la juventud se bajaba de un lujoso carro con quien fuere al parecer su esposo. Inmediatamente sintió los recuerdos de su adolescencia, cuando fue su enamorado eterno, tal vez buscaba la manera de saludarla con la mirada, pero al ver que aquel hombre de tez blanca no le soltaba la mano, en silencio la divisó y perturbado siguió su camino para El Hato, su finca ubicada a las afueras de la población. 

Pasó todo el día pensando en Sildana y aunque se ocupó en su cultivo de arroz, no dejó de recordar aquella mujer que lo atormentaba por ese amor que solo pudo ser una aventura de jóvenes. Sildana se fue muy temprano a estudiar medicina, por el afán de su padre que fuese profesional en ese ramo. Al venir de vacaciones sus padres no eran gustosos de las serenatas que Dámaso y sus compinches le colocaban las noches, al contrario, generaban rechazo, obligándola a ausentarse del pueblo y forzándola a irse para la fría capital, donde una tía durante las navidades.

Pasaron los años y la distancia fue alejando  cualquier  pretensión del  insistente  enamorado que esperaba su regreso de la ciudad, no olvidaba nunca sus miradas, pero ella conquistaba otros escenarios y  olvidaba  aquel provinciano, se ennovió con un estudiante de  familia reconocida, del agrado de sus padres con ínfulas de grandeza y creyéndose de sangre azul, desdeñando del pobre Dámaso, hijo de agricultores, gente trabajadora, parrandero, irresponsable, mujeriego, serenatero  y con poca prestancia económica.

Mati su madre, notaba  que  su  hija  era  feliz, con aquel hombre  de finos modales y  aunque  era  cinco años  mayor  que ella, le brindaba el status que necesitaba la familia para  defender  ante el  pueblo la  prestancia  y la honra que necesitaban señorear, ella sabía que debían agarrarse  por  encima de  cualquier cosa de aquel nuevo  miembro  que toda  mujer en el pueblo  quería y  el citadino hombre al lado de  su  hija  mayor, era  prenda  de  garantía.

-Traigan las maletas al cuarto—llegó la princesa de la casa y su rey

Vamos a atender en grande al nuevo miembro de la familia como se lo merece, con la mejor comida de la región, música y lo mejor que le podamos brindar de sus bellos paisajes-expresó el Dr. Carrillo con voz de júbilo.

Tuty y Yuyo, hermanos de Sildana de inmediato salieron en busca del mejor whisky, un conjunto vallenato de la región, la mejor cocinera de la población y por orden del suegro quien con su diezmada economía trató de impresionar al yerno. Aunque Dámaso se aferraba por aquel el amor frustrado cuando la veía en Fuente Seca se le revolvía el estómago, corrió el chisme que Sildana se había entregado al citadino por interés. 

El enamorado herido veía al Dr. Carrillo como su verdugo, entrometido que truncó aquella unión que se pudo materializar en la juventud, donde anhelaba en medio de su locura llevarla al altar de la población, en la iglesia de San Benito. 

Mati como toda mujer sabia era consciente de la situación, tenía presente la venganza de aquel hombre herido, quien alguna vez en la cantina de Víctor Martinete expresó que cobraría dicha afrenta. Aun así, hace unos años atrás en medio de esas tantas borracheras, alcanzó hacer una descarga en la calle del pereque al frente de la casa de los Carrillo Sierra, retando al padre de su enamorada quien no salió al desafío, denunciándolo posteriormente a las autoridades locales. 

Aquella situación llegó a los oídos de los pobladores que organizaron una reunión para apaciguar la furia del escurridizo romeo, estando todos interesados en que no se perturbara la paz, por aquella situación sentimental que alteraba el orden público de las familias. Al día siguiente nuevamente Dámaso paso en su Toyota por la casa de Sildana, trató de hacer un alto, anhelaba ver aquella ilusión que embargaba su corazón, mientras ella estaba sentada con ese hombre que le había robado el suyo. 

Aquel día se sintió cobarde, indefenso, desesperado al ver que no le correspondía Sildana, a quien anhelaba abrazar, creía que este mundo era cruel y que no se merecía ese destino al verla intacta, bella, como en la época de su juventud cuando le robase algún beso en la plaza. Aunque esa noche miró al cielo, cuestionó al poderoso por su situación, sin  clemencia alguna y con vigor  de  hombre de  provincia se embriagó con 3 botellas  de whisky escoces hasta quedar dormido en el sardinel de su casa. 

Apenas amaneció Zunilda su mujer lo levantó y lo acostó, le quitó la ropa y lo miró con ternura. Ella complaciente completó la tarea y lo consoló recordándole que era su mujer. Aunque está en un alto grado de alicoramiento no pudo negarse que era un hombre bravío y que aun herido la madre de sus hijos le ayudaría apaciguar ese tizón que llevaba en el alma respondiéndole como mujer. 

A mediados de 1991 conoció a Zunilda en una fiesta de carnaval en la caseta Currucuchu, aquella mujer lo inspiró con su bella cabellera luego de la tuza por la partida de Sildana cayendo rendido a sus brazos, con ella consumó media docena de hijos. 

Al principio se confundía y la llamaba erróneamente con el nombre de Sildana, ella con su buen trato y atenciones logró que olvidara esa mujer galante que vivía en la calle del pereque, aun así, Zunilda nunca se sintió ofendida y el gavilán parrandero, amiguero, pechichón de las mujeres estaba en su jaula, era su mejor gesta, su mayor conquista.

Con el pasar de los años su resignación y los llantos silenciosos de su corazón por no poder alcanzar aquel amor y del cual llevaba una cruz se fue distrayendo en otras cosas, los gallos, la vida de trago, los juegos de azar, las mujeres, los negocios. 

Entonces porque sufría se preguntaba cada vez que veía a Sildana que llegaba de viaje a visitar la casa de sus padres, porque tanto desespero, se sentía como un polluelo mientras esas garras de águila no podían atrapar aquella paloma blanca: Se preguntaba a sí mismo, se cuestionaba hora tras hora ese sentimiento que no le dejaba ser feliz y seguir adelante. 

Su madre le recordaba a Sildana que saliera poco a la población para evitar el encuentro con Dámaso, rumores corrían de una posible venganza en contra del hombre de la ciudad, a duras penas se sentaban en la terraza desde las 5 hasta las 7 y luego se refugiaban en la vivienda para evitar cualquier imprevisto que empañara algún suceso de los esposos. 

En temporada de los reyes magos regresaban a la ciudad al retorno de sus actividades laborales, el esperaba las otras vacaciones solo para mirarla, embriagarse, transitar por su casa y alimentar esa ilusión de que pasara algo al  citadino de piel blanca y por fin arrullar a su amada Sildana en sus brazos con el fin de estar junto a su eterna enamorada.

jueves, 15 de junio de 2023

Las bodas de Oro de Manuel de los Reyes González y Ana Gastelbondo

Escrito por: Alejandro Rutto Martínez


La bella historia de amor comenzó en el mes de enero de 1971 en el barrio San Martín de Maicao. Él era un laborioso albañil con cuyas manos había forjado cimientos,  paredes, vigas y plafones bajo la dirección del famoso maestro de obra Ovidio González, que para mejores señas era su papá.  Por esos días lo habían nombrado coordinador del comité de festejos y andaba ocupado cumpliéndole al trabajo pero también a la Junta de Acción Comunal.   Ella era una linda adolescente que vivía juiciosa en casa, sin meterse en ruidos ni tropeles, iba a la escuela y trataba de ser cada día mejor.

Voy a esforzarme por decirles en pocas palabras parte de lo que han sido los cincuenta años de matrimonio de Manuel de los Reyes González Gutiérrez y Ana Gastelbondo.

Manuel de los Reyes (a quien en adelante llamaremos “Reyes”) y sus asesores buscaban con desespero una muchacha que aceptara ser la reina del barrio en los que se proyectaban como los mejores carnavales de la historia para lo cual contaban con una soberana hermosa y carismática llamada Orieta Atafache.   La escogencia de la soberana del San Martín recayó sobre  Elizabeth Guerra, quien aceptó siempre y cuando le aceptaran una petición: necesitaba una capitana que la acompañara en todas sus presentaciones y que fuera tan bonita como ella.

De nuevo los asesores entraron en acción y propusieron hablar con Joaquín y Ana Manuela para que su hija fuera la asistente de la reina, pues reunía las condiciones solicitadas. La familia al principio tuvo algunas objeciones pero al fin aceptó y fue así como Ana Gastelbondo se convirtió en la capitana y asistente de la reina y en la mano derecha del presidente del Comité de Festejos.

Los carnavales avanzaron y pasaron a la historia, la Junta pudo recaudar algunos fondos y le agradeció sus servicios al presidente del Comité de Festejos, a la reina, a los asesores y a la capitana.

-“Nos vemos en unos meses para organizar las fiestas del 11 de noviembre”, fue el último mensaje que recibieron antes de que se acabara la reunión.

Pero Reyes no podía esperar hasta noviembre para volver a verse con una de las damas que le había despertado la atención. No era la reina, ni alguna de las bailarinas de la comparsa. Sus ojos se habían posado en la bella Anita, de manera que encontraba siempre algún pretexto para visitar al señor Joaquín y entablar con él y su esposa alguna conversación.  A veces la excusa era  mostrarles lo bien que se veía la joven  en las fotos tomadas durante los carnavales.  Cuando la suerte lo acompañaba, Anita también participaba en las tertulias y se hizo aún más amiga de su antiguo jefe.

La amistad pasó a convertirse en un bello romance. Se les permitía hablar a través de la ventana y aún en la sala de la casa bajo la estricta vigilancia de los mayores. Y una que otra vez alcanzaron a verse a solas detrás de un árbol cómplice bañado por los plateados rayos de la luna guajira.

A principios de 1973, bajo el calcinante sol del mediodía Reyes le contó a su padre que deseaba casarse con Anita. Junto a ellos estaba el maestro Gustavo Gómez Llanos quien convenció al señor Ovidio para que visitaran a Joaquín y Ana Manuela para pedir la mano de Anita.

En marzo Ovidio y Manuel apadrinaron a Reyes y hablaron por él ante los padres de la princesa del San Martín. Gómez hizo el preámbulo en el que destacó las virtudes del muchacho como buen trabajador y hombre honrado. Ovidio se animó y dio un largo discurso sobre las incontables virtudes de su familia y en especial de su hijo Reyes. Al terminar la reunión había un sí de los papás y una fecha para el matrimonio: 16 de junio de 1973, un día antes de que Anita cumpliera sus 17 años.  Reyes se sinceró con la familia al decirles que era padre de una niña de seis años llamada Margoth Sofía González lo cual fue aceptado sin objeciones por la familia y por la futura esposa.

Reyes González Gutiérrez había nacido en 1947 en Barranquilla,  hijo de Ovidio González y Margoth Gutiérrez, pero desde los catorce  años se vino a vivir en Maicao en donde fue adoptado por la señora Marquesa Banqueth, nueva esposa de su padre y progenitora de sus hermanas Gladis, La Negra, Deyanira y Doris.

Fue precisamente la señora Marquesa, modista reconocida,  la encargada de confeccionar el vestido de su futura nuera.

La boda se efectuó como estaba programada, el 16 de junio de 1973 a las 6 de la tarde en la iglesia San José en una ceremonia presidida por un sacerdote capuchino muy querido en la ciudad a quienes todos conocían como “el padre Carmelo”.

Ninguna de las dos mamás de Reyes, ni Margoth ni Marqueza pudieron asistir a la iglesia por diversas causas, así que a Ovidio, vestido con su impecable frack azul turquí y su sombrero de alas recortadas, entregó a su hijo en manos de Anita, quien fue llevada al altar por sus padres Joaquín y Ana Manuela.

El único padrino de Reyes fue el señor Pablo Rico y en representación de la novia asistieron Anita Sixta Gastelbondo y Francisco Fuentes.

Manuel de los Reyes y Anita en la actualidad

Ovidio y Reyes gastaron todos sus ahorros en la organización de la fiesta y esperaban el pago de su semana de trabajo para poder costear la luna de miel pero los dueños del edificio que estaban construyendo se fue de viaje sin pagarles, de modo que los novios pasaron los dulces primeros días de su matrimonio en una habitación del Hotel Hilda de Maicao y de ahí de fueron para la casa de los padres de Reyes en donde vivieron cuatro meses. Después se fueron a vivir con los padres de Anita otros cuatro meses hasta que finalmente se trasladaron a una casa que era solamente para ellos.

En cinco décadas de unión tuvieron cinco hijos: Yasmina Isabel, Harlinton Johnson, EGLES Marina, Minellis Beatriz y Eder Antonio González.   Además la vida los ha premiado con doce nietos: Yirama, Yulibeth. Sergio Luis, Laureles, Neider, Aura Alejandra, Brando, Emili, Evelyn, Eduan, Daniel, Youseth, Nicol, Manuel Antonio.

También gozan hoy en día de las travesuras y de las ocurrencias de sus bisnietos entre quienes se cuentan Sharif, Samuel y Ashly.

Manuel de los Reyes González y Anita Gastelbondo disfrutan de su unión y la paz hogareña en su casa del barrio Alfonso López, en la calle 23 con carrera 2.

Cuando al jefe de la familia le preguntan qué significa cumplir cincuenta años de matrimonio responde orgulloso: “Mi hermano, estos amoríos nacieron en unos carnavales pero el carnaval no duró cuatro días sino toda la vida y para que eso sea así es mucho lo que mi esposa me ha tenido que aguantar”.

Ella sólo sonríe y le pide a Dios para que le de vida para disfrutar de su familia y de más días como si fueran un eterno carnaval.

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